Me gusta el otoño.
Cuando regreso a casa del trabajo, huelo la lluvia en las nubes, noto la brisa más que fresca sobre mis mejillas, reconozco la oscuridad incipiente… Entonces me encojo de placer ante la perspectiva de pasar la tarde sentada en mi mesa, frente a la ventana, junto a una taza de té humeante, leyendo, estudiando, escribiendo, o simplemente mirando cómo las primeras gotas mojan el cristal.
Me gusta el otoño.
A la mayoría de las personas que conozco les desagrada. Pueden apreciar cierta melancolía, pero el sentimiento evocador dura unos instantes: después llegan la tristeza, el mal humor, la depresión, los finales abruptos, los teléfonos colgados repentinamente, el aislamiento, la pereza… Desde hace varios otoños, junto con las primeras hojas me llueven también los primeros problemas, y siguen haciéndolo hasta que el invierno congela las emociones, para bien o para mal.
Aún así, a mí, desde una perspectiva tan individual como imposible, me gusta el otoño.
A medida que se acortan los días, a medida que la luz se vuelve más tenue, mi corazón se acurruca entre las mantas y respira envuelto en paz. La Naturaleza se despoja de lo inservible, y yo lo hago también, con la misma parsimonia, empezando a hacer hueco para lo que vendrá. La cabeza se me llena de inicios, de embriones, de primeras experiencias, todo virtual pero posible, todo futuro pero armónico, tranquilo, sereno, feliz.
Soy muy feliz en otoño. Sobre todo cuando nadie lo estropea.
Estar calmada, rodeada de una hermosa melancolía, con tiempo suficiente para mirarme las puntas de los pies. Eso es algo distinto para mí, necesario, regenerador, y me hace feliz.
Me gusta el otoño.
Y estoy encantada de que haya llegado, al fin.
Cuando regreso a casa del trabajo, huelo la lluvia en las nubes, noto la brisa más que fresca sobre mis mejillas, reconozco la oscuridad incipiente… Entonces me encojo de placer ante la perspectiva de pasar la tarde sentada en mi mesa, frente a la ventana, junto a una taza de té humeante, leyendo, estudiando, escribiendo, o simplemente mirando cómo las primeras gotas mojan el cristal.
Me gusta el otoño.
A la mayoría de las personas que conozco les desagrada. Pueden apreciar cierta melancolía, pero el sentimiento evocador dura unos instantes: después llegan la tristeza, el mal humor, la depresión, los finales abruptos, los teléfonos colgados repentinamente, el aislamiento, la pereza… Desde hace varios otoños, junto con las primeras hojas me llueven también los primeros problemas, y siguen haciéndolo hasta que el invierno congela las emociones, para bien o para mal.
Aún así, a mí, desde una perspectiva tan individual como imposible, me gusta el otoño.
A medida que se acortan los días, a medida que la luz se vuelve más tenue, mi corazón se acurruca entre las mantas y respira envuelto en paz. La Naturaleza se despoja de lo inservible, y yo lo hago también, con la misma parsimonia, empezando a hacer hueco para lo que vendrá. La cabeza se me llena de inicios, de embriones, de primeras experiencias, todo virtual pero posible, todo futuro pero armónico, tranquilo, sereno, feliz.
Soy muy feliz en otoño. Sobre todo cuando nadie lo estropea.
Estar calmada, rodeada de una hermosa melancolía, con tiempo suficiente para mirarme las puntas de los pies. Eso es algo distinto para mí, necesario, regenerador, y me hace feliz.
Me gusta el otoño.
Y estoy encantada de que haya llegado, al fin.
De tener estación favorita, la mía sería el otoño, puedo decir que mi año no empieza en enero, empieza en otoño.
ResponderEliminarPor cierto no se qué es exactamente, pero la forma que tienes de escribir me transmite muchísima paz.
Un saludo. Amanda
Hola encantada. Que suerte tenés de disfrutar tanto del otoño. Para mí es la amenaza de que proximamente va a llegar el invierno. Pero yo estoy tan contenta como vos, porque por acá empezó la primavera, que me encanta. Saludos
ResponderEliminarcoincido totalmente con carla m.l., (a quien no conozco)
ResponderEliminarel otoño es el comienzo del miedo... miedo al asma, a las neumonías, a las internaciones... prefiero la primavera... y hasta el verano a pesar del calor...
mi recuerdo otoñal de la infancia es empezar el colegio, el frío en las piernas y la vuelta del cole a tomar la leche calentita...
Muchas gracias por vuestros comentarios, la verdad es que el otoño no suele ser la estación preferida de nadie, pero qué le vamos a hacer... ¡es la mía! :P
ResponderEliminarMe alegro de que te guste cómo escribo, Amanda, es todo un detalle transmitírmelo así.