Empecé a hacer regalos de Reyes al poco de enterarme de que estos eran en realidad los adultos de la familia, o más específicamente (en mi caso al menos), los padres. Desde entonces, es decir, desde hace muuucho tiempo, cada año me hago el mismo propósito:
─ Esta vez compraré los regalos en noviembre. Y si no me da tiempo, a primeros de diciembre. Sí. Lo tengo claro. Pero en navidades… ¡nunca más!
Por supuesto, todos los años desde entonces he comprado los regalos en navidades. Y para más señas, he estado comprando regalos hasta, o incluso exclusivamente, los días 4 y 5 de enero. Así que resulta fácil imaginar a qué clase de tortura nos he sometido a mi novia y a mí esta mañana.
Gran Vía. Preciados. Sol. Una lluvia torrencial y más gente que en la guerra.
Mi novia y yo nos complementamos estupendamente en muchos aspectos, pero uno de ellos NO es caminar bajo el mismo paraguas. Ella no me tapa. Yo me canso. Ella camina medio metro por delante de mí. A mí se me cae el bolso. Si a esto le unimos que mis zapatos (los únicos que tengo) son más malos que un dolor y que he arrastrado los bajos de mis vaqueros por todo el centro de Madrid… se entenderá que haya acabado con los pantalones calados hasta la rodilla, los zapatos que parecían chanclas, los calcetines como una plantación de nenúfares y la bufanda (que me quité porque tenía calor) tan capaz de dispensar agua corriente como una cantimplora.
¿He mencionado ya que si hay algo en el mundo mundial que me ponga de verdadera mala leche es mojarme cuando llueve?
Después de terminar las compras, nuestro plan era ir a la peluquería para empezar el año nuevo con un poco más de dignidad de la que lo acabamos. Pero en la peluquería había suficiente clientela como para quedarnos a hacer noche, así que decidimos dejar a un lado nuestra dignidad para llegar puntuales a la siguiente cita: comida en casa de mis suegros.
Y allí me planté yo, empapada, despeinada y de un humor de mil demonios. Sólo de pensar la cantidad de puntos que iba a perder con mi suegra cuando arrastrara los pantalones vaqueros por la alfombra del recibidor ya quería evaporarme de inmediato. Lo que yo no sabía es que mi novia me prestaría unos estupendos pantalones de su hermano (en cuyas perneras podrían meterse dos o tres de mis piernas) y que una vez consumado el delito tendría la poca compasión de espetarme eso de:
─ ¿Qué pasa, tía? ¿Te has vuelto rapera?
Pues sí. La rapera de la familia se pasó toda la comida en silencio mirando su plato, mientras se hacía mala sangre con su situación: “En casa de mis suegros… ¡y en chándal!”. Creo que no lo he dicho, pero el chándal es una de las prendas de vestir que considero más denigrantes para mi persona… solo precedida por la minifalda. Suerte que luego recuperé algunos de los miles de puntos perdidos llevando a mi suegra al metro en el coche, y suerte también que después de comer nos acercamos a un centro comercial donde por fin encontré el regalo para mi madre que nos hizo recorrernos el centro de manera compulsiva (se me había olvidado explicar que el regalo que más tiempo nos llevó encontrar… no lo encontramos).
─ ¿Te queda algún regalo más de Reyes que comprar, cariño?
─ Sí, cielo ─me vi obligada a admitir después de todo. ─ Uno pequeño para ti.
─ Pues no lo compres. Déjalo. No pasa nada. Vamos, que… ¡ni se te ocurra volver a salir mañana!
El año que viene, en noviembre. Prometido.
Encantada.
─ Esta vez compraré los regalos en noviembre. Y si no me da tiempo, a primeros de diciembre. Sí. Lo tengo claro. Pero en navidades… ¡nunca más!
Por supuesto, todos los años desde entonces he comprado los regalos en navidades. Y para más señas, he estado comprando regalos hasta, o incluso exclusivamente, los días 4 y 5 de enero. Así que resulta fácil imaginar a qué clase de tortura nos he sometido a mi novia y a mí esta mañana.
Gran Vía. Preciados. Sol. Una lluvia torrencial y más gente que en la guerra.
Mi novia y yo nos complementamos estupendamente en muchos aspectos, pero uno de ellos NO es caminar bajo el mismo paraguas. Ella no me tapa. Yo me canso. Ella camina medio metro por delante de mí. A mí se me cae el bolso. Si a esto le unimos que mis zapatos (los únicos que tengo) son más malos que un dolor y que he arrastrado los bajos de mis vaqueros por todo el centro de Madrid… se entenderá que haya acabado con los pantalones calados hasta la rodilla, los zapatos que parecían chanclas, los calcetines como una plantación de nenúfares y la bufanda (que me quité porque tenía calor) tan capaz de dispensar agua corriente como una cantimplora.
¿He mencionado ya que si hay algo en el mundo mundial que me ponga de verdadera mala leche es mojarme cuando llueve?
Después de terminar las compras, nuestro plan era ir a la peluquería para empezar el año nuevo con un poco más de dignidad de la que lo acabamos. Pero en la peluquería había suficiente clientela como para quedarnos a hacer noche, así que decidimos dejar a un lado nuestra dignidad para llegar puntuales a la siguiente cita: comida en casa de mis suegros.
Y allí me planté yo, empapada, despeinada y de un humor de mil demonios. Sólo de pensar la cantidad de puntos que iba a perder con mi suegra cuando arrastrara los pantalones vaqueros por la alfombra del recibidor ya quería evaporarme de inmediato. Lo que yo no sabía es que mi novia me prestaría unos estupendos pantalones de su hermano (en cuyas perneras podrían meterse dos o tres de mis piernas) y que una vez consumado el delito tendría la poca compasión de espetarme eso de:
─ ¿Qué pasa, tía? ¿Te has vuelto rapera?
Pues sí. La rapera de la familia se pasó toda la comida en silencio mirando su plato, mientras se hacía mala sangre con su situación: “En casa de mis suegros… ¡y en chándal!”. Creo que no lo he dicho, pero el chándal es una de las prendas de vestir que considero más denigrantes para mi persona… solo precedida por la minifalda. Suerte que luego recuperé algunos de los miles de puntos perdidos llevando a mi suegra al metro en el coche, y suerte también que después de comer nos acercamos a un centro comercial donde por fin encontré el regalo para mi madre que nos hizo recorrernos el centro de manera compulsiva (se me había olvidado explicar que el regalo que más tiempo nos llevó encontrar… no lo encontramos).
─ ¿Te queda algún regalo más de Reyes que comprar, cariño?
─ Sí, cielo ─me vi obligada a admitir después de todo. ─ Uno pequeño para ti.
─ Pues no lo compres. Déjalo. No pasa nada. Vamos, que… ¡ni se te ocurra volver a salir mañana!
El año que viene, en noviembre. Prometido.
Encantada.
jajajaaaaaaaa, ay qué horror... por lo menos buscas y encuentras cosas que desean. Inclusive he comprado por comprar, por "tener algo", cualquier cosa por purita desesperación.
ResponderEliminarJajajajajajja bueníiiiisimo post! Pero qué reflejadas nos sentimos nosotras con este post, todo igual: paraguas, acabar empapadas bajo lluvias torrenciales, regalos de última hora, calcetines que dejan de ser prendas de ropa para ser coladores acuáticos, e incluso el tema de la peluquería!!!! Igual!!! Qué risa!!! Buenísimo!
ResponderEliminarjajaja k mala leche tener k llegar así con los suegros xD si de por si no me quieren ahora imaginate jaja
ResponderEliminaruiii farala ya somos 2 jeje
Muy bueno... yo he convencido a mi güera de que no me gusta usar paraguas, todo con tal de no tratar de aparentar que llevo bien eso de ir bajo el mismo ella y yo. Prefiero mojarme que pasar por el mal rato de tratar de compaginar mi andar con el de ella...
ResponderEliminarSi te contara lo que le voy a regalar yo a la mía... jojojojo.
ResponderEliminarNormalmente yo regalo un poco cuando me sale de la punta de la nariz, como por ejemplo el 3 de mayo, que es un día como otro cualquiera. Pero este año he comprado regalos de broma. jeje.
nuuuuu me muerooo jajajaj que gran aventura jaja
ResponderEliminarpero en especial la parte en la que te has olvidado de comprarle el regalo a tu chik juaazz.
idola!!! ya te he dicho que me gusta como escribis? o solo leí? jajaja
A mi el regalo que mas me ha encantado este año ha sido una CANCIÓN PERSONALIZADA, en la que salían nuestros nombres y nuestra historia de amor, incluso hablaba de cosa de nuestros hijos!. La encargó mi marido en http://www.cancionespararegalar.com por si os puede interesar.
ResponderEliminarMuy bueno el relato, yo las navidades pasadas estuve en madrid con mi chica y me paso algo parecido con la lluvia. Andé calada hasta los huesos, con las botas que parecían una piscina por todo el centro de Madrid. Acabé en Zara comprándome dos pares de calcetines y me puse ambos para evitar un costipado que al final no puede evitar y que me dejó echa polvo el resto de las navidades.
ResponderEliminarUn saludo,
Hola, amiga cibernauta. Pasamos a invitarla con mucho cariño a nuestro Museo de la Luna, por si pueda ser de su agrado. Se trata de un museo virtual dedicado a defender valores humanos y a promocionar el arte de las mujeres. Esperamos que disfrute de la visita. Muchas gracias.
ResponderEliminarhttp://moon-museum.blogspot.com
P.S.
Permítanos también hacerle una sugerencia. Para comodidad de los lectores del blog, le recomendamos que modifique un detalle.
Dentro de su blog, en "Configuración", vaya a la sección de "Comentarios" y en ella, donde pone "Ubicación del formulario de comentarios", elija la opción número dos: "Ventana emergente".
De esa forma los amigos que le escriben comentarios no salen de su página, sino que les aparece una sub-ventanita flotante muy mona. Así no hay que andar yendo hacia atrás para volver a la página principal.
¡Saludos!
Sí, es terrible... Pero el año que viene en noviembre, ¿verdad? ¡Todas nosotras! :P
ResponderEliminarOído cocina con lo de los comentarios. ¡Muchas gracias por la sugerencia!