Como todos los septiembres, este año he empezado el curso haciendo una porra mental conmigo misma para decidir quiénes de entre mis compañeros son del club.
Yo confío mucho en la estadística, esa ciencia exactísima que nos dice que una de cada diez personas es homosexual. Así que, cada comienzo de curso me hago la siguiente reflexión: “Si somos taitantos profes, y un 10% tiene que ser homosexual… ¿dónde está el resto, eh?”.
El primer criterio que empleé para detectar a mis compañeros fue el propio de una principiante: la pluma. Sobra decir que este método no me permitió encontrar entre ellos a ninguno que fuera homosexual, pues de hecho ni siquiera habría servido para detectarme a mí misma. A cambio, gracias a mis candidatos pude descubrir que otras plumas son posibles: no os perdáis la de los profesores de Religión o la de las profesoras de Educación Física. Casi todos pasarían por reyes y reinas de Chueca, pero, hasta el momento, ninguno ha parecido tener la más mínima intención de portar la corona.
Habida cuenta del éxito del criterio anterior, pensé: “¿Cómo podría alguien detectarme a mí?”. Y aunque yo creo que gozo de una gran pluma interior que, como la belleza, se proyecta hacia el exterior, hasta ahora no he logrado que nadie la vea, por lo que el criterio tenía que ser forzosamente otro. Así que me dije a mí misma que la única pista posible era precisamente la ausencia de pistas: para cualquiera que sepa de qué va esta historia, el absoluto silencio que he guardado durante mucho tiempo acerca de mi vida personal resultaría más que sospechoso.
Todavía hoy considero este criterio superior al de la pluma, a pesar de lo cual, no me ha granjeado más que fracasos. No obstante, como daño colateral he aprendido que muchos heteros son sumamente discretos con su vida privada, y que lo son por voluntad propia. Todavía recuerdo cómo me enteré de que una de mis compañeras más cercanas tenía novio apenas un par de meses antes de que se casaran, o cómo tuve que saber por otras personas que aquel compañero con pinta de solitario había estado llevando a su mujer a todos los saraos, algo que tenías que deducir e incluso inferir con mucho riesgo, pues ni la presentaba como tal… ni la presentaba.
Fue entonces cuando, andando yo sumida en una crisis de incapacidad detectora (“sé que estáis en alguna parte, cabrones, pero todavía no sé dónde”), me llegó como caído del cielo un tercer criterio, el único que, hasta el momento, me ha granjeado mi único y muy querido éxito. Para ser sincera, me resisto a considerarlo un criterio: más bien fue una intuición, una certeza, un golpe de suerte que me hizo despertar y darme cuenta de que lo que tanto había estado buscando… llevaba un par de años frente a mis ojos.
Ocurrió en una reunión. De pronto, una compañera generalmente distante e insegura, me cogió de las manos con un cariño tremendo y me iluminó con su sonrisa. Después se apagó, volvió a su postura habitual y el fogonazo de emoción se disipó como el humo. En ese momento me comprendí que había asistido a un arrebato de expresividad propio de quien desea comunicarse y no puede, de quien necesita desesperadamente del calor humano y sin embargo se ve obligado a permanecer al margen. Algo que yo misma había sentido y siento en numerosas ocasiones. Y aunque todavía no puedo decir muy bien cómo, supe que mi compañera L era lesbiana.
Entonces caí en la cuenta de que, además, mi compañera L nunca hablaba de su vida privada, y de que, además, mi compañera L tenía una pluma de aquí a Pekín que sólo podía pasar desapercibida para alguien profundamente heteronormativo… o para alguien con un despiste del quince, useasé, la que suscribe.
La confirmación llegó con posterioridad. Varios compañeros y yo nos habíamos organizado para asistir a una manifestación. Todo el mundo sabía cómo y dónde estaríamos, y por si eso fuera poco, llevábamos una pancarta que nos identificaba. Sin embargo, no vimos a L hasta que, poco antes de dar por finalizada la pitada, apareció de entre la multitud haciéndose la del despiste: “Mira que os he estado buscando por toda la manifestación, pero nada, eh... ¡que no os encontraba!”. Yo la miré con la compasión de que entiende ese momento de marrón absoluto, y de quien, además, se había dado cuenta de que hacía apenas unos segundos, mi compañera L había soltado la mano de su pareja suavemente, como quien no quiere dañarla pero tampoco hacer una salida del armario indiscriminada.
La alegría infinita que sentí cuando comprobé que ya no era la única lesbiana de mi trabajo sólo es comparable a las ganas que tengo de hacerle saber que ella tampoco es la única lesbiana de su trabajo. Que aunque un 10% de taitantos no seamos… ¡al menos estamos las dos!
(L, si lees esto… ¡¡soy yo!!).
Por el momento, y mientras pienso una estrategia, yo sigo con mi porra: el de Religión ya había entrado en el bombo, pero tuve que sacarlo cuando mencionó a su mujer.
Encantada.
Yo confío mucho en la estadística, esa ciencia exactísima que nos dice que una de cada diez personas es homosexual. Así que, cada comienzo de curso me hago la siguiente reflexión: “Si somos taitantos profes, y un 10% tiene que ser homosexual… ¿dónde está el resto, eh?”.
El primer criterio que empleé para detectar a mis compañeros fue el propio de una principiante: la pluma. Sobra decir que este método no me permitió encontrar entre ellos a ninguno que fuera homosexual, pues de hecho ni siquiera habría servido para detectarme a mí misma. A cambio, gracias a mis candidatos pude descubrir que otras plumas son posibles: no os perdáis la de los profesores de Religión o la de las profesoras de Educación Física. Casi todos pasarían por reyes y reinas de Chueca, pero, hasta el momento, ninguno ha parecido tener la más mínima intención de portar la corona.
Habida cuenta del éxito del criterio anterior, pensé: “¿Cómo podría alguien detectarme a mí?”. Y aunque yo creo que gozo de una gran pluma interior que, como la belleza, se proyecta hacia el exterior, hasta ahora no he logrado que nadie la vea, por lo que el criterio tenía que ser forzosamente otro. Así que me dije a mí misma que la única pista posible era precisamente la ausencia de pistas: para cualquiera que sepa de qué va esta historia, el absoluto silencio que he guardado durante mucho tiempo acerca de mi vida personal resultaría más que sospechoso.
Todavía hoy considero este criterio superior al de la pluma, a pesar de lo cual, no me ha granjeado más que fracasos. No obstante, como daño colateral he aprendido que muchos heteros son sumamente discretos con su vida privada, y que lo son por voluntad propia. Todavía recuerdo cómo me enteré de que una de mis compañeras más cercanas tenía novio apenas un par de meses antes de que se casaran, o cómo tuve que saber por otras personas que aquel compañero con pinta de solitario había estado llevando a su mujer a todos los saraos, algo que tenías que deducir e incluso inferir con mucho riesgo, pues ni la presentaba como tal… ni la presentaba.
Fue entonces cuando, andando yo sumida en una crisis de incapacidad detectora (“sé que estáis en alguna parte, cabrones, pero todavía no sé dónde”), me llegó como caído del cielo un tercer criterio, el único que, hasta el momento, me ha granjeado mi único y muy querido éxito. Para ser sincera, me resisto a considerarlo un criterio: más bien fue una intuición, una certeza, un golpe de suerte que me hizo despertar y darme cuenta de que lo que tanto había estado buscando… llevaba un par de años frente a mis ojos.
Ocurrió en una reunión. De pronto, una compañera generalmente distante e insegura, me cogió de las manos con un cariño tremendo y me iluminó con su sonrisa. Después se apagó, volvió a su postura habitual y el fogonazo de emoción se disipó como el humo. En ese momento me comprendí que había asistido a un arrebato de expresividad propio de quien desea comunicarse y no puede, de quien necesita desesperadamente del calor humano y sin embargo se ve obligado a permanecer al margen. Algo que yo misma había sentido y siento en numerosas ocasiones. Y aunque todavía no puedo decir muy bien cómo, supe que mi compañera L era lesbiana.
Entonces caí en la cuenta de que, además, mi compañera L nunca hablaba de su vida privada, y de que, además, mi compañera L tenía una pluma de aquí a Pekín que sólo podía pasar desapercibida para alguien profundamente heteronormativo… o para alguien con un despiste del quince, useasé, la que suscribe.
La confirmación llegó con posterioridad. Varios compañeros y yo nos habíamos organizado para asistir a una manifestación. Todo el mundo sabía cómo y dónde estaríamos, y por si eso fuera poco, llevábamos una pancarta que nos identificaba. Sin embargo, no vimos a L hasta que, poco antes de dar por finalizada la pitada, apareció de entre la multitud haciéndose la del despiste: “Mira que os he estado buscando por toda la manifestación, pero nada, eh... ¡que no os encontraba!”. Yo la miré con la compasión de que entiende ese momento de marrón absoluto, y de quien, además, se había dado cuenta de que hacía apenas unos segundos, mi compañera L había soltado la mano de su pareja suavemente, como quien no quiere dañarla pero tampoco hacer una salida del armario indiscriminada.
La alegría infinita que sentí cuando comprobé que ya no era la única lesbiana de mi trabajo sólo es comparable a las ganas que tengo de hacerle saber que ella tampoco es la única lesbiana de su trabajo. Que aunque un 10% de taitantos no seamos… ¡al menos estamos las dos!
(L, si lees esto… ¡¡soy yo!!).
Por el momento, y mientras pienso una estrategia, yo sigo con mi porra: el de Religión ya había entrado en el bombo, pero tuve que sacarlo cuando mencionó a su mujer.
Encantada.
lamento reventarte la estadística. En la calle seremos un 10%, encantada, pero en educación debemos rondar el 85% asi que ¡¡abre bien los ojos!! (y tu mente....) jajajajaaaaaaaaa
ResponderEliminarDios, cómo me encantan estos posts de cotilleo-lésbico-marujil. Yo también soy de las que hace este tipo de porras mentales y no suelo salir mal parada, si se apostase dinero, ya me habría sacado unas perrillas, eh... Pero como todo tiene que tener una pega, mi fallo es que siempre lo descubro demasiado tarde (véase cuando la posibilidad de atacar es nula xDDDDDDDD)
ResponderEliminarUn saludo. ^^
que me he reído con tu post!!
ResponderEliminaresta compañera es la misma que habías mencionado antes?
y no has pensado invitarla a un café... o cerveza o whatever en algún lugar al menos semi-discreto y hablar abiertamente?
digo yo, que a lo mejor sería bueno para las dos...
un abrazo!
jajaja, ese juego de adivinación lo he hecho yo también alguna vez. Tenía un compañero que no tenía escapatoria, pero resultó casado y con tropecientos niños. Lo mejor es que su mujer tampoco tenía escapatoria jajajaja.
ResponderEliminarPues yo no sé que pasa, pero por más que indago, en mi cole todavía no he encontrado a ninguna chica que se encuadre en este pequeño porcentaje al que pertenezco, y eso que cada año viene al centro mucha gente nueva, pero todas acaban hablando del novio o el marido ¡Vaya suerte tengo!
ResponderEliminarGracias por tus post, son encantadores.
buen post
ResponderEliminarsaludos vecina...es que tu blog es el que le sigue al mio
saludos
Te leo pero nunca te he comentado. Yo también intento ver quién es y quién no es de mi gremio. Sobre todo cuando voy en el tren o estoy en la playa. Es muy entretenido.
ResponderEliminarMe he reído con este post :)
ResponderEliminarY estoy de acuerdo con Farala, es cierto que en el sector de la educación hay muchas muchas muchísimas lesbianas. Yo me quedé helada cuando supe que en mi clase de la Facultad eran muchas y yo sin darme cuenta.
Un abrazo!!
ostras me he equivocado de carrera ...grgrgrggrgr
ResponderEliminarCómo me he reído con la entrada, hahaha. Yo, como estudiante, también hago porras de esas. Y es curioso, pero hace dos años, que fue cuando me admití que me gustaban las chicas, llegué nueva a un instituto... y me sentaron con la lesbiana de la clase. Éramos dos. O eso pensábamos (teníamos teorías sobre los demás, pero nunca confirmadas), porque a mita de curso, ¡otra lesbiana más! Y un gay. Y un bisexual. Todos ellos confirmados, salvo el bisexual.
ResponderEliminarY luego estaban los profesores... con ellos no pudimos confirmarlo, pero supusimos que teníamos entre dos y tres que eran "de los nuestros" xD
La verdad es que siempre se ha dicho que ese instituto en concreto era el IES LGTB, porque allí parece que el 10% lo forman los heterosexuales xD
Una pena que yo sea tan cerrada, porque hubiera podido salir abiertamente del armario y facilitarme las cosas (pero no, soy tonta y esperé a irme de allí).
Bueno, ¡un saludo!
Por aquí también la rama de educación es un fertilísimo semillero. Creo que del 40% para arriba podemos contar tranquilas.
ResponderEliminarQue el de Religión tenga esposa, no implica que no sea del club. Si tu intuición lo señala, por algo ha de ser.
Me gustó tu comprobación final: también la he sentido. Estoy convencida de que señala el rumbo correcto.
Me encantó el post. Besos
Parece ser que somos muchas las que hacemos la "porra" pero yo, según mi pareja, no tengo nada de vista. Cuando salimos por ahí a veces jugamos a adivinar y nunca estamos de acuerdo¡¡¡¡, aunque como ella dice que es más lesbiana (?¿) que yo, seguro que acierta tb más que yo.
ResponderEliminarpues yo pensé que la de EF (qué guapa es, por la diosa) no lo era y al final...pues no lo es, pero probó ¿cuenta eso?
ResponderEliminarHola!! he leído varios post tuyos y me resultan muy interesantes.
ResponderEliminarLo del 10% creo que es falso. Sinceramente pienso que somos muchos más. Otra cosa es que la gente se atreva a vivirlo. Conozco algunos gays declarados casados.
Y luego está el tema de la concentración. Hay un pequeño pueblo de Sevilla donde das una patada y salen cientos. El de al lado... vacío. En las empresas pasa lo mismo.
Me considero un radar bastante fiable para detectar gente del gremio. Suelo ser observadora y generalmente he acertado en las que he podido comprobar jeje. Es divertido y lo es aun más cuando acierto...
ResponderEliminarEn mi empresa que no se dedica a la educación, somos muchos trabajadores y que yo sepa estoy yo... y yo como representante. Debe haber más pero ni rastro por el momento.
También he de decir que corre la idea de que entre psicologas hay mucha lesbiana, yo también confirmo esta regla jeje.
Buena entrada.
me gustó mucho tu post, como siempre! lo que no entiendo son dos cosas: una por qué no se han identificado antes la una a la otra o por qué no han establecido una relación más estrecha a partir del mutuo conocimiento de que son lesbianas, y la segunda pregunta que se me plantea es: deberían hacerlo?
ResponderEliminarun abrazo fuerte
jajajajaj, mi metodo es igualmente infalible (aunque esté feo que lo diga yo): veo bollitos por todas partes, y en paz!!!!! jjajaj
ResponderEliminarYo uso la misma exprexión, el "club" xDD Me ha encantado este post XDD
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