Creo que la lección más importante que he aprendido en los últimos años es que debemos respetar a nuestro cuerpo y escucharlo cuando trata de decirnos algo. Me parece que existe algo así como una inteligencia somática, la inteligencia de nuestro cuerpo, que en numerosas ocasiones demuestra ser claramente superior a la sobrevalorada inteligencia racional.
En mi caso particular, durante el último año he estado sometiéndome a una cantidad de estrés, autoexigencia y sufrimiento nada saludables con el beneplácito de mi inteligencia racional. Hubiera seguido haciéndolo hasta quién sabe cuándo si no hubiera sido porque mi cuerpo se ha plantado y ha decidido obligarme a parar por las malas.
Desde luego, no perdió el tiempo: en cuanto pude permitirme una tarde de descanso, la pasé acompañada por la ansiedad. En algunas ocasiones era capaz de apuntar su origen: un problema al que le daba vueltas sin encontrar la solución, una situación que me desestabilizaba, unas palabras tal vez malintencionadas, tal vez malentendidas, etc. Pero la mayor parte del tiempo la ansiedad sencillamente estaba ahí, intentando hacerme ver que el verdadero problema no era esto o aquello, sino todo en general: el modo en que había decidido conducir mi vida.
Algunas personas cercanas ya me habían recomendado acudir a “alguien” para poder compartir mi dolor y recibir algún tipo de orientación sobre cómo manejarlo. Sin embargo, en medio de la vorágine en que me encontraba no era capaz de encontrar una buena razón para hacerlo. ¿Qué iba a decirle a esa persona? ¿Que me daba miedo esto o aquello? ¿Que quería conseguir no se qué y no sabía si lo iba a lograr? Mis ideas, sentimientos y proyectos más queridos centrifugaban a tal velocidad que juntos formaban un gran problema que era incapaz de separar o nombrar.
Afortunadamente, la ansiedad me dio la excusa perfecta para animarme a acudir a una psicóloga. Era tan grande, tan sinsentido, y estaba tan fuera de control, que me pareció suficiente como para plantarme delante de una persona y pedirle ayuda. “Vengo porque siento muchísima ansiedad”. Cuando me preguntó por qué, pude dejar salir todo lo demás.
Este aviso de mi cuerpo, claro y contundente, me está sirviendo para darme cuenta de que mi vida debe dar un giro. En primer lugar, he de aprender a manejar una serie de circunstancias que me atormentan: poco a poco, tengo que ir responsabilizándome incluso de mi no responsabilidad. Pero también necesito replantearme mi modo de vivir, mis prioridades y el ritmo con el que me conduzco, demasiado frenético para darme cuenta de qué es lo esencial.
En cuanto a la ansiedad, todavía sigo sintiéndola, incluso ha aumentado en algunos momentos. Afortunadamente, cada vez está más llena de contenido, dejando de tener esa vida propia tan angustiosa. Además, estoy aprendiendo a manejarla, permitiendo que me muestre lo que de verdad me duele, lo que me importa y me es prioritario, sin hacerse por ello dueña y señora de mi cuerpo.
De hecho, hace algunos días sufrí mi primer ataque de ansiedad. Acababa de quedarme dormida cuando de pronto me desperté sobresaltada. Era tan intenso el malestar que me invadía, que me puse de pie instantáneamente y corrí al baño como si tuviera que sacar urgentemente un demonio de mi cuerpo. El frío del suelo en mis pies me ayudó a darme cuenta de que no había ningún demonio. A pesar de ello, volví a la cama dando tumbos y preguntándome si la cena no estaría envenenada o si habría tomado una pastilla en mal estado, pues tenía la sensación de estar drogada. Tardé unos momentos en recordar que había preparado la cena con mis propias manos y que no había ingerido pastilla alguna, así que me dispuse a despertar a mi novia para que me llevase corriendo al hospital, pues me invadía la certeza absoluta de estar al borde de la muerte.
Fue entonces cuando recordé este fantástico post de Candela en el que describía un ataque de ansiedad (¡salvaste mi noche, amiga!). Y me di cuenta de que uno de mis síntomas era tener la sensación de estar desdoblada, como si mi alma flotara unos centímetros fuera de mi cuerpo, algo que Candela también describía. En ese momento me percaté de que también tenía taquicardia, algo que hasta entonces me había pasado desapercibido, y supe que, efectivamente, ni estaba poseída, ni me habían envenenado, ni, por supuesto, me iba a morir: sólo sufría un ataque de ansiedad.
Me costó alrededor de una hora volver a la calma, pues, a pesar de estar segura de lo que me ocurría, seguía sintiendo un miedo atroz y no me atrevía a apagar la luz. Sin embargo, gracias a las respiraciones que me había enseñado a hacer la psicóloga, pude controlar la taquicardia primero y la ansiedad desenfrenada después, y finalmente, me volví a dormir.
“Lo que tiene que hacer una para que le hagan caso”. Si mi cuerpo tuviera voz propia, seguramente proferiría alguna frase semejante. Y tendría razón: a estos niveles he tenido que llegar para darme cuenta de que algo no iba bien y que tenía que hacerme cargo urgentemente.
Por suerte, estoy en ello y sé que a partir de ahora todo va a ir a mejor.
Encantada de haber sufrido las embestidas de mi inteligencia somática.
Espero que pronto vuelvan a ser sólo el último recurso.
En mi caso particular, durante el último año he estado sometiéndome a una cantidad de estrés, autoexigencia y sufrimiento nada saludables con el beneplácito de mi inteligencia racional. Hubiera seguido haciéndolo hasta quién sabe cuándo si no hubiera sido porque mi cuerpo se ha plantado y ha decidido obligarme a parar por las malas.
Desde luego, no perdió el tiempo: en cuanto pude permitirme una tarde de descanso, la pasé acompañada por la ansiedad. En algunas ocasiones era capaz de apuntar su origen: un problema al que le daba vueltas sin encontrar la solución, una situación que me desestabilizaba, unas palabras tal vez malintencionadas, tal vez malentendidas, etc. Pero la mayor parte del tiempo la ansiedad sencillamente estaba ahí, intentando hacerme ver que el verdadero problema no era esto o aquello, sino todo en general: el modo en que había decidido conducir mi vida.
Algunas personas cercanas ya me habían recomendado acudir a “alguien” para poder compartir mi dolor y recibir algún tipo de orientación sobre cómo manejarlo. Sin embargo, en medio de la vorágine en que me encontraba no era capaz de encontrar una buena razón para hacerlo. ¿Qué iba a decirle a esa persona? ¿Que me daba miedo esto o aquello? ¿Que quería conseguir no se qué y no sabía si lo iba a lograr? Mis ideas, sentimientos y proyectos más queridos centrifugaban a tal velocidad que juntos formaban un gran problema que era incapaz de separar o nombrar.
Afortunadamente, la ansiedad me dio la excusa perfecta para animarme a acudir a una psicóloga. Era tan grande, tan sinsentido, y estaba tan fuera de control, que me pareció suficiente como para plantarme delante de una persona y pedirle ayuda. “Vengo porque siento muchísima ansiedad”. Cuando me preguntó por qué, pude dejar salir todo lo demás.
Este aviso de mi cuerpo, claro y contundente, me está sirviendo para darme cuenta de que mi vida debe dar un giro. En primer lugar, he de aprender a manejar una serie de circunstancias que me atormentan: poco a poco, tengo que ir responsabilizándome incluso de mi no responsabilidad. Pero también necesito replantearme mi modo de vivir, mis prioridades y el ritmo con el que me conduzco, demasiado frenético para darme cuenta de qué es lo esencial.
En cuanto a la ansiedad, todavía sigo sintiéndola, incluso ha aumentado en algunos momentos. Afortunadamente, cada vez está más llena de contenido, dejando de tener esa vida propia tan angustiosa. Además, estoy aprendiendo a manejarla, permitiendo que me muestre lo que de verdad me duele, lo que me importa y me es prioritario, sin hacerse por ello dueña y señora de mi cuerpo.
De hecho, hace algunos días sufrí mi primer ataque de ansiedad. Acababa de quedarme dormida cuando de pronto me desperté sobresaltada. Era tan intenso el malestar que me invadía, que me puse de pie instantáneamente y corrí al baño como si tuviera que sacar urgentemente un demonio de mi cuerpo. El frío del suelo en mis pies me ayudó a darme cuenta de que no había ningún demonio. A pesar de ello, volví a la cama dando tumbos y preguntándome si la cena no estaría envenenada o si habría tomado una pastilla en mal estado, pues tenía la sensación de estar drogada. Tardé unos momentos en recordar que había preparado la cena con mis propias manos y que no había ingerido pastilla alguna, así que me dispuse a despertar a mi novia para que me llevase corriendo al hospital, pues me invadía la certeza absoluta de estar al borde de la muerte.
Fue entonces cuando recordé este fantástico post de Candela en el que describía un ataque de ansiedad (¡salvaste mi noche, amiga!). Y me di cuenta de que uno de mis síntomas era tener la sensación de estar desdoblada, como si mi alma flotara unos centímetros fuera de mi cuerpo, algo que Candela también describía. En ese momento me percaté de que también tenía taquicardia, algo que hasta entonces me había pasado desapercibido, y supe que, efectivamente, ni estaba poseída, ni me habían envenenado, ni, por supuesto, me iba a morir: sólo sufría un ataque de ansiedad.
Me costó alrededor de una hora volver a la calma, pues, a pesar de estar segura de lo que me ocurría, seguía sintiendo un miedo atroz y no me atrevía a apagar la luz. Sin embargo, gracias a las respiraciones que me había enseñado a hacer la psicóloga, pude controlar la taquicardia primero y la ansiedad desenfrenada después, y finalmente, me volví a dormir.
“Lo que tiene que hacer una para que le hagan caso”. Si mi cuerpo tuviera voz propia, seguramente proferiría alguna frase semejante. Y tendría razón: a estos niveles he tenido que llegar para darme cuenta de que algo no iba bien y que tenía que hacerme cargo urgentemente.
Por suerte, estoy en ello y sé que a partir de ahora todo va a ir a mejor.
Encantada de haber sufrido las embestidas de mi inteligencia somática.
Espero que pronto vuelvan a ser sólo el último recurso.
Sí, señorita. Lo has contado muy bien. "Marditos" ataques de ansiedad o "benditos avisos", para las que somos cabezotas.
ResponderEliminarLamento mucho que hayas tenido que darte cuenta "por las malas" de algo que necesitabas cambiar. A muchas nos pasa... te mando un fuerte abrazo solidario para que te acompañe en el proceso que estás iniciando. Será duro en ocasiones pero el resultado valdrá la pena... besos
ResponderEliminarlas crisis de pánico son terribles :S pero bueno, seguro que tu psicóloga te da buenas herramientas para perderles el miedo y llevar la situación con más suavidad en el futuro ^^
ResponderEliminarbesitos!
He venido aquí atraída, como siempre, por una actualización de tu blog, y esta vez también por el título. Es muy difícil explicar lo que es una crisis de ansiedad, de hecho alguna vez un médico que no "lo pilla" cuando le cuentas que parece que se te sale el alma por la cabeza o cosas por el estilo piensa que estás majara y cambia de tercio. Me alegro de que lo hayas identificado porque es mucho más fácil de sobrellevar cuando sabes que no te estás muriendo, que es solamente una alarma de tu cuerpo para que le hagas caso, y que no es mortal :) (pero es jodido).
ResponderEliminarYa no te vas a asustar, te vas a cuidar. Y, como si se tratase de un post multiencadenado, me surgen ideas a partir del tuyo y si puedo voy a escribirlas. Gracias, como siempre.
Me he emocionado al leerte. Yo misma atravieso algo idéntico. A mí me han dado numerosos ataques de ansiedad en el último año y medio, mi cuerpo me mandó las señales de alerta: cuidadenos de un año,o, o te cuidas o te va a dar algo.
ResponderEliminarTambién yo (ya lo sabes) acudí a pedir ayuda, con la misma frase: vengo porque tengo ansiedad.
En mi caso debo trabajar muchos aspectos de mi pasado y de mi presente para recuperarme, es un largo largo largo camino (me ha dicho la psicóloga).
Pero, mira Encantada, estamos aprendiendo, mucho, ¿no crees?
Todo mi cariño para tí
uhm. eso de las crisis de angustia/pánico/etc es bastante frecuente... yo puedo decirlo porque también pasé por alguna y porque en algún momento de la vida tuve la estadística en la memoria.
ResponderEliminaren mi caso, que por mi profesión siempre tuve claro lo que me estaba pasando -que si no también habría creído que me moría o que me estaba enloqueciendo-, lo peor fue la sensación de no poder hacer nada al respecto, de haber perdido totalmente el control de mí misma.
claramente, la terapia ayuda mucho. espero que poco a poco vayas pudiendo hacer más caso de ti misma y que estas alertas de tu cuerpo vayan siendo cada vez menos necesarias.
ánimo, tienes todo mi apoyo y mi cariño! :)
Muchas gracias por vuestro mensajes, he recibido todo vuestro cariño :)
ResponderEliminarTe agradezco otra vez tu post, Candela, me ahorraste una noche en urgencias y el bochorno de explicarle a un médico que sentía que mi cuerpo y mi alma se habían escindido... Es curioso, ¿verdad?, pero fue precisamente esa sensación tan rara la que me hizo acordarme de tu post y entender lo que me estaba pasando.
Caminos del espejo, mucho ánimo. Sé que pasamos un proceso parecido y que nuestra recuperación llevará tiempo, pero como dices, estamos aprendiendo, y lo hacemos porque lo necesitamos, así que seguro que todo esto es para bien :D
En fin, gracias otra vez por vuestro apoyo, es de gran ayuda. Un abrazo enorme para todas :)
Llevo muchos años acudiendo a una psicóloga, para mí es como el que se confiesa a un cura, pero sin lugar a dudas mucho más sano, porque ella me ha enseñado mecanismos de auto control para utilizar cuando algo en mí Yo no va bien, hace años cuando me sentía atacada, soltaba coces a diestro y siniestro sin darme cuenta el efecto devastador que causaba en la gente que me quiere, luego hablando con ella, me daba cuenta de que muchas veces eran mis propios miedos y complejos los que me hacían pensar que estaban atacando a mi persona, ha sido y es un camino difícil, pero ahora, en la mayoría de los casos, distingo una crítica de una opinión, sigo aprendiendo a quererme y aceptarme a mi misma, a ser más tolerante con los demás , a meditar antes de echar pestes por la boca; la ansiedad y la depresión tienen de fondo un componente emocional, mucha gente piensa que con los fármacos se solucionan, craso error, hay que buscar el componente emocional y trabajar para solucionarlo, te recomiendo que aproveches la terapia y seguro que cuando dentro de un tiempo mires atrás estarás orgullosa de tu transformación personal.
ResponderEliminarParece ser bastante corriente, hoy dia, esto de la ansiedad. No se si son los tiempos que corren, el hecho de ser mujeres (y en muchos casos super-woman", el trabajo que tenemos o que se yo. En mi caso despues de muchos años sin saber qué me pasaba (mareos intensos, dolores de cabeza, poco apetito etc.), fobia a condudir, a los ascensores ni te cuento.... una tarde una amiga me llevó a su médico y amigo porque yo sentía que estaba sufriendo un infarto. Espantosa la sensación. Este médico me hizo un reconocimiento total, me dijo que no tenia nada y me mandó que me tomara una caja de lexatin y me dijo algo así como que después de esto ya sabría yo lo que hacer.
ResponderEliminarPoco después de la primera pastilla de lexatin, ya me sentía como nueva y varios dias después, cuando llevaba media caja pedi cita con un "profesional". Y ahí estoy, aprediendo a vivir la vida de otra forma y a mentalizarme porque por mi forma de ser (fundamentalmente) y por el bagaje familiar (4 hijos, aunque ya mayores y con su propia vida), nunca podré bajar la guardia y estoy expuesta a recaidas., Asi de clarito me lo han dicho.
Pero lo importante es que me han hecho reconocer un problema y ayudado a convivir con él. Que no es poco.
lo más dificil lo has logrado: identificar el problema, ahora a buscar soluciones... a mi me fastidió que desde entonces le tengo pánico al pánico y que ya no me puedo fiar de mi intuición que hasta hace años era mi principal (y mejor) consejera, ahora veo fantasmas donde no los hay y ya no me fio...
ResponderEliminarLa ansiedad es una aviso de vacío, un vacío en una vida sin sentido. En la que todo lo que hacemos no parece llenarnos. Otras veces es por un miedo, un temor. O simplemente por tener que enfrentarnos a algo que no nos gusta. Lo que hacen las terapias (creo, porque yo nunca he ido a psicólogos) es fomentar el autocontrol y la calma. Igual que los medicamentos. Lo que pretenden es calmar nuestra mente, que es la que provoca esos estados. El yoga y la meditación son un medio para conseguir ese autocontrol, esa calma de la mente sin pastillas. Además, te hacen más consciente de las cosas, te vas dando cuenta de por qué ocurren y no te ves poesída por ellas. Tú lo sabes y tienes el control Bueno, así contado parece un remedio barato. Lógicamente, los procesos, son mucho más largos de contar. Pero, de verdad, es un proceso que implica el autoconocimiento e ir dando pasos hacia la felicidad o, por lo menos, el control de las emociones negativas y la ansiedad.
ResponderEliminarGracias otra vez, chicas :)
ResponderEliminarMarta, me ha llegado mucho tu comentario, yo también creo que, aparte de psicólogos o pastillas, hay algo más, una búsqueda de sentido, de coherencia, de llenar un vacío, de trascenderse... un camino que también hay que recorrer. ¡En ello estamos!
(sorry, lo puse en un lugar equivocado).
ResponderEliminar----------------------
MARTA: definir la ansiedad como un aviso de vacío existencial puede ser un poco "easy", aunque puede darse supongo. Estaria más de acuerdo en lo del miedo, dolor o enfrentarnos a problemas que no queremos o sabemos reconocer. Y creo que tb depende de la personalidad de la persona o de sus circunstancias. En mi caso he tenido que reconocer que soy demasiado perfeccionista y que tiendo a controlar todo ¿por qué? pues porque desde muy joven 4 personas dependían única y exclusivamente de mi teniendo que estar alerta las 24 horas del dia para ir resolviendo problemas.
También he de decir que tomar pastillas de forma controlada no es malo en absoluto. A veces tenemos que resolver problemas físicos urgentes (como en mi caso: mareos, imsonio agudo, vómitos, taquicardias, tensión alta, etc.), antes de pasar a los psíquicos. En mi caso ha funcionado y prácticamente ya no tomo ni la cuarta parte de lo que tomaba hace un año, por ej.
Otra cosa que he aprendido es cuán equivocados estamos casi todos acerca de unos mismos, y para esto solo se necesita una pequeña ayuda y ser humilde y honesta consigo misma
ISI, es cierto, que también muchas veces son necesarias las pastillas. Para momentos críticos, crisis agudas. Y hay momentos en la vida en que por mucho que quieras pararte a pensar, a trascender tu vida, etc. seguro que no se puede. A veces, no puedes con los acontecimientos. Pero, es verdad, que nuestra cultura y nuestra medicina toma el camino de sanación más fácil que es el de las pastillas. Que estés bien, por cualquiera de los medios.
ResponderEliminarENCANTADA, encantada de conocerte.
Marta.
Gracias Marta. Seguro que mucha, muchísima gente abusa de las pastillas pero allá ellas. A mi no me gustan más que cuando tengo dolor de cabeza que es de vez en cuando (menos mal) y me tiro 48 horas fatal, entonces si que uso y abuso. Del resto, a excepción del ps.,las evito.
ResponderEliminarLo que si es que a veces hay que emplearse a fondo "contra" una misma y decir: el cuerpo me pide una pildorita pero yo digo que no,a ver quien puede más. Jejeje, luchando contra los elementos, siempre.
lo importante es que te has dado cuenta de que hay ritmos de vida que no nos dejan vivir. En esas estoy yo tambien, en evitar que mi propia vida me boicotee para estar más calmada y, por lo tanto, más feliz. Lo vas a conseguir, seguro, muchos ánimos, vamos que tú puedes.
ResponderEliminarcreo que todo ser pensante pasa en algún momento de su vida por algún trastorno similar... yo no soy la excepción
ResponderEliminarreleo, qué pedante que quedó esa afirmación pero bueno, es lo que pienso
ahora quedó redundante, en fin... :)
a mi edad he pasado por varios trastornos (el primero a los 15 años) que curé con ayuda, sin ayuda, y algunos ya me he olvidado que los tengo
ánimos y contá conmigo para lo que sea, ya sabés, estoy, estamos
besos!
hey girl!
ResponderEliminarsólo pasaba para preguntar cómo va todo... la ansiedad, el trabajo, la salud... la vida en general?
espero te vayan las cosas más o menos bien :)
un abrazo!
Hola, Encantada,
ResponderEliminar¿cómo sigues? espero que bien, no te veo desde hace tiempo...
un abrazo