Empecé a tomar ansiolíticos el mismo día en que sufrí la crisis de ansiedad, y seguí tomándolos durante todo el mes que duró mi baja, uno por la mañana y otro por la tarde. La ansiedad no disminuyó: siempre fue más alta que antes de la crisis. Tampoco pude emplear la baja para descansar: en plenas fiestas navideñas, tuve más charlas trascendentales y más discusiones con mis padres de las que habíamos tenido en varios años, salpicadas de reuniones familiares en las que me sentí obligada a jugar una vez más al juego de la familia feliz. Con cada momento de estrés emocional, la ansiedad se disparaba, pero mi cuerpo no tenía fuerzas para provocarme otra crisis. Así que la ansiedad tomó formas histriónicas: ataques de risa, ataques de euforia, ataques de locuacidad. Solo quienes me conocen bien sabían que estaba pasando algo raro; el resto decidió pensar que, a pesar de no haber probado una gota de alcohol, me estaba divirtiendo de lo lingo. Yo pensé que nunca podría superar aquel estado de trágica embriaguez, pero, afortunadamente, pasó.
Cuando por fin pude reincorporarme al trabajo, se descubrió el pastel: ocuparme de algo más que de mí misma y de mis problemas me ayudó a rebajar mi estado de ansiedad, pero empecé a sentir que todo me daba igual. Por primera vez en muchos años, es posible incluso que por primera vez en mi vida, sentí que no me importaba el futuro, que ya no me quedaba nada que esperar, nada con lo que soñar. Mi único desafío vital, mi única perspectiva, era levantarme cada mañana y cumplir con mis obligaciones, ser capaz de vaciar el plato de comida en mi estómago y no olvidarme de ducharme ni de lavarme los dientes. Fue entonces cuando empecé a tomar antidepresivos, que tras un intenso síndrome de abstinencia logré intercambiar por el ansiolítico matinal. No estaba segura de poder recuperar la ilusión a través de aquella pastilla blanca, pensé que mi vida se había vaciado sin remedio pero, afortunadamente, aquel momento pasó.
Un mes y medio después, mi doctora me preguntó si había recuperado las ganas de hacer cosas. Aliviada, genuinamente entusiasmada, le contesté que sí. Nuevamente volvía a sentirme yo, una yo cansada y dolorida, apenas a un tercio de su capacidad, pero lo suficientemente vital como para hacer planes, imaginar estados futuros e iniciar proyectos modestos. La pastilla blanca empezaba a funcionar, pero el ansiolítico nocturno había dejado de hacerlo. Así que lo sustituimos por una pastilla para dormir, con la esperanza de que las pesadillas, las piernas hormigueantes, los sobresaltos nocturnos y los despertares de madrugada fueran empezando a desaparecer. Ahora mismo siento que nunca volveré a dormir toda la noche, que no podré levantarme descansada nunca más; pero mi intuición me dice que, afortunadamente, estos estados también pasarán.
Encantada.
Cuando por fin pude reincorporarme al trabajo, se descubrió el pastel: ocuparme de algo más que de mí misma y de mis problemas me ayudó a rebajar mi estado de ansiedad, pero empecé a sentir que todo me daba igual. Por primera vez en muchos años, es posible incluso que por primera vez en mi vida, sentí que no me importaba el futuro, que ya no me quedaba nada que esperar, nada con lo que soñar. Mi único desafío vital, mi única perspectiva, era levantarme cada mañana y cumplir con mis obligaciones, ser capaz de vaciar el plato de comida en mi estómago y no olvidarme de ducharme ni de lavarme los dientes. Fue entonces cuando empecé a tomar antidepresivos, que tras un intenso síndrome de abstinencia logré intercambiar por el ansiolítico matinal. No estaba segura de poder recuperar la ilusión a través de aquella pastilla blanca, pensé que mi vida se había vaciado sin remedio pero, afortunadamente, aquel momento pasó.
Un mes y medio después, mi doctora me preguntó si había recuperado las ganas de hacer cosas. Aliviada, genuinamente entusiasmada, le contesté que sí. Nuevamente volvía a sentirme yo, una yo cansada y dolorida, apenas a un tercio de su capacidad, pero lo suficientemente vital como para hacer planes, imaginar estados futuros e iniciar proyectos modestos. La pastilla blanca empezaba a funcionar, pero el ansiolítico nocturno había dejado de hacerlo. Así que lo sustituimos por una pastilla para dormir, con la esperanza de que las pesadillas, las piernas hormigueantes, los sobresaltos nocturnos y los despertares de madrugada fueran empezando a desaparecer. Ahora mismo siento que nunca volveré a dormir toda la noche, que no podré levantarme descansada nunca más; pero mi intuición me dice que, afortunadamente, estos estados también pasarán.
Encantada.
¡Oño!, menos mal que has vuelto, ya estaba cansada (estamos a 15 de marzo), de pasar por tu blog y leer aquello de ¡Feliz año 2011!. Carambam que ya estamos casi en el 2012 :))).
ResponderEliminarNo pasa nada por tomar ansiolíticos o lo que se tercie, mi loquero está harto de decirme que estados de crisis fuertes hay que procurar suavizar o quitar esa crisis con pastillas y luego ya se verá. Y yo, que soy totalmente a las pastillas de este tipo, me he tenido que tragar unas cuantas.
Me ha gustado mucho lo que ha dicho en tu último párrafo : "... Nuevamente volvía a sentirme yo, una yo cansada y dolorida, apenas a un tercio de su capacidad, pero lo suficientemente vital como para hacer planes, imaginar estados futuros e iniciar proyectos modestos".
Así mismo me he sentido yo y te aseguro que aunque no estoy al 100x100, ese es el camino correcto aunque a veces se tengan "recaidas".
Me alegro verte por aquí, ánimo y al toro, que podemos¡¡¡¡¡¡¡
Estoy pasando por lo mismo que tú... me he sentido identificada en todas las fases y como tú, tengo la incertidumbre de si esto realmente pasará alguna vez...
ResponderEliminarOjalá que si!!!
Yo también me alegro de que postees de nuevo. Y claro que sí, lo lograrás como todos lo logramos :)
ResponderEliminarSin ganas de vivir.... Que poco valoras lo que tienes
ResponderEliminarMas platon y menos prozac
Me da pena por tu novia.. Si esque sigue contigo
pasaba por casualidad y no he podido evitar contestar, pasé hace unos años por eso y me costó pero las fases pasaron, es duro pero se puede
ResponderEliminarmucho ánimo y a seguir intentando soñar
Aquí hay otra que ha pasado (y sigue pasando) por las pastis para salir del agujero. Una vuelve a dormir como una piedra y vuelve a sentirse feliz, tranquila, confiada... incluso mejor que antes. Lo que pasa es que una no se da cuenta, pero no llega a las crisis de la noche a la mañana, es un proceso lento y constante de desgaste. De la misma forma la recuperación lleva su tiempo. Tranquila, todo va a mejorar, ya lo verás. Besitos, escribe cuando puedas :)
ResponderEliminarTambién pasarán. Date tiempo y disfruta la mejoría mientras tanto. Te doy un abrazo y me alegro mucho de volver a leerte.
ResponderEliminarchiquilla, encantada estoy yo de volver a leerte!
ResponderEliminaren todo este tiempo que has ido contando tus altos y bajos (más bajos que altos últimamente) me ha parecido que leerte es como dar un vistazo a la versión que un paciente podría hacer de un manual de salud mental. donde nosotrxs diríamos "desesperanza" y "falta de propositividad vital", tú dices "no me importa el futuro" y "no me queda nada que esperar".
no puede dejar de fascinarme tu humanidad...
con respecto a las pastillas, si me permites un pequeño consejo... por ningún motivo dejes de tomarlas antes de cumplir con los meses que te las indiquen, por mucho que te sientas bien. porque eso definitivamente ocurrirá... empezarás de a poco a sentirte cada vez más tú misma, y cuando estés al 100% de nuevo te preguntarás por qué siguen insistiendo en que las tomes si ya estás bien. es un hecho que esa insistencia previene bajones y recaídas posteriores. y cuesta mucho ya salir del primer bajón como para arriesgarse a un segundo por no tenerle paciencia a las famosas pastillitas.
en fin. mis disculpas por el minuto médico informativo, a veces no puedo conmigo. el punto de todo esto era que estoy feliz de leerte de nuevo. me imaginé volverías por acá cuando tus días estuvieran algo menos opacos :) bienvenida de vuelta!
un gran, gran abrazo para ti, Encantada. cuidate mucho!
Hola,
ResponderEliminarEs tan hermoso volver a leerte y saber que estás ahí. Me alegra que estés bien: ya despertar cada día es ganancia!
Entiendo perfectamente tu desgano, que a mi también me ha pasado -por circunstancias muy distintas, creo.-
Es pasajero eso y sabes por qué? Porque la medicación sí ayuda y mucho más importante: personas como vos llevan mucha luz por dentro, luz que acaba por deshacerse de las sombras.
Mucho ánimo, un fuerte abrazo!
Hola "Anónimo", soy la novia de Encantada.
ResponderEliminarGracias por tu preocupación, pero tranquilo/a, no sientas pena por mí porque estoy perfectamente.
Entiendo que es duro que la persona con la que una está pase por una circunstancia complicada de pérdida de sentido, pero eso no es en absoluto incompatible con seguir teniendo una relación plena, sobre todo cuanto la causa de dicha pérdida de sentido no es la relación de pareja.
Además, estaría bueno que yo no acompañara a Encantada en su proceso, que, por otra parte, creo que, a largo plazo, sólo le va a reportar cosas positivas y que hará que nuestra relación sea más plena aún.
Y, por último, con respecto al libro que nombras, "Más Platón y menos prozac", estoy de acuerdo en que las pastillas no son la solución, sin embargo, su uso sí me parece lícito para permitirte tener cierta estabilidad que te dé la suficiente calma para empezar a arreglar tus problemas, a través de la filosofía o de otro tipo de ayuda (no sé si te referías a esto cuando has hecho la referencia al libro).
Un saludo.
encantada de leerte, hoy me acordaba de ti oyendo una canción, voy a ver si la encuentro y te la dedico por que habla como tu de estar algo mejor, no de tener el mejor día del mundo, ni el paraiso en la tierra, simplemente de por primera vez volver a empear a tener ganas de esbozar una sonrisa...
ResponderEliminarviva la química, te lo dice una que se gastó el frasco que traía de serie enterito y tuvo que ponerse serotonina de la de farmacia. ahora mi cuerpo ya la fabrica otra vez solito.
pasará, Encantada (tu, y por lo que leo, nosotras)
Hola! Te escribí algo que comparto con vos al mail de tu blog, espero que te sirva. Y ojalá te sientas mucho mejor. SUERTE!!!!!!!!!
ResponderEliminaryo de nuevo... no puedo evitarlo...
ResponderEliminares que me ha encantado la respuesta de la novia, y me dio mucha risa, porque mi novia -las poquísimas veces que le da por hacerse presente en mi blog- también firma como "la novia". :P
en fin. repito que me alegré mucho de leerte, Encantada, y agrego ahora que me encantó leer a esta otra novia que no es la mía.
Pasará el síndrome, pasará la dependencia, pasará la tristeza y pasará el dolor...eso sí maja, vete preparando porque todo eso pasa un facturón de la hostia (que hemos pagado muchas ENCANTADAS)
ResponderEliminarAl(son)
He llegado desde el blog de farala y no me resisto a darte ánimo - me sumo al "pasará" y me alegra que tengas el apoyo de "la novia". Paciencia.
ResponderEliminarMe alegra saber que estás mejor.
ResponderEliminarMi hermana pasó por algo parecido; aún hoy es duro recordarlo, pero como bien dices pasará.
Por cierto, acuérdate de la vitamina B12, para una vegetariana es fundamental y en tu situación aún más.
Un abrazo.
Encantada de poder leerte de nuevo y de que seas capaz de narrarnos estas cosas. Me alegro también de que tengas una novia como la que tienes, que esté ahí siempre y que saque las garras por ti cuando a algún descerebrado le da por hacer la gracia escudado en la falsa valentía del anonimato.
ResponderEliminarUn abrazo.
estos estados también pasarán te lo aseguro y vendrán otros mejores.
ResponderEliminarY si vuelve en algún momento la ansiedad por algo en concreto, no temas tomar esas pastillas blancas, porque podrás dejarlas cuando tu propio cuerpo te lo pida