Ayer pasé la jornada de reflexión visitando el campamento de Democracia Real Ya en la Puerta del Sol. No quería dejar pasar esta oportunidad de participar en un movimiento que parece histórico, aunque reconozco que mi intención era más ir a ver qué se cocía que colaborar en alguna acción concreta.
Parte de mi escepticismo lo tenía la avalancha mediática que había provocado el campamento. La idea de que se asemejara, como decían muchos, a las revoluciones que han tenido lugar en el mundo árabe, me hacía esbozar una sonrisa irónica. Creo que nada que se produzca en nuestro país le puede llegar a la suela de los zapatos a lo que han arriesgado, luchado, perdido y ganado nuestros hermanos mediterráneos. La mera posibilidad de sentirnos a su altura me provocaba una vergüenza ajena irrefrenable; a pesar de lo cual, necesitaba comprobar por mí misma en qué andaba metido tanto compatriota, que no por humilde dejaba de ser importante.
Y he de decir que me volví muy contenta, especialmente por la organización del campamento. Lo que había empezado como un pequeño camping urbano, ha terminado siendo una ciudad en miniatura que recordaba a lo mejor de la Comuna de París. Con sus zonas de entrada y salida señaladas, mapas de las secciones en que se dividía a través de callejuelas recién creadas, horarios de actividades, baños, chiringuitos donde poder tomarse un refrigerio a cargo de la concurrencia, biblioteca y hasta guardería infantil, el campamento demostraba que otro mundo es posible. Y no sólo posible, sino tangible, vivible, comprobable para cualquiera que se acercase a la Puerta del Sol.
Otro aspecto que también me gustó fue el uso del nombre de la plaza como símbolo del movimiento. He de admitir que nunca hasta ahora había reflexionado sobre la belleza y el poder de un nombre tan sencillo como "Sol". En Madrid estamos demasiado acostumbrados a "quedar en Sol", "pasar por Sol", "vernos en Sol" o "quejarnos de Sol" como para reparar fácilmente en el nombre de una plaza, centro de nuestra ciudad y de la red nacional de carreteras, que parecía llevar decenios esperando a que alguien se fijara en que estaba pensado para la Revolución. Sol era ahora el Sol de mayo en Madrid, que dora mejillas; la imagen de la Democracia que pedimos, sin distinciones, sin corrupción; el recuerdo del poder primigenio e inalienable de las personas, de la comunidad, de una sociedad que, si quiere, puede.
El ambiente del campamento, además, me contagió rápidamente una esperanza y unas ganas de compromiso que hacía mucho tiempo que no sentía, sumida como estoy en una depresión personal y social que, desgraciadamente, muchos otros ciudadanos del mundo comparten. Participamos en un taller de micromachismos, dimos la vuelta a la plaza bailando al son de los tambores, firmamos los escritos de apoyo al movimiento, gritamos proclamas apartidistas e hicimos bulto en nuestro trocito de acera, justo detrás de una osa y un madroño que apenas eran visibles entre banderas, carteles y personas que se les abrazaban para poder disfrutar de las vistas.
Y aunque hayan llegado y pasado las elecciones, parece que el campamento va a continuar. ¿Hacia dónde? No sé sabe, pero eso es lo más auténtico: se irá decidiendo en las asambleas, como se ha decidido todo hasta ahora, sin violencia, sin alcohol, sin malos olores y con una altura democrática que ya quisieran para sí quienes dicen representarnos.
Jóvenes, niños, mayores y muy mayores, hombres y mujeres seguiremos haciendo ruido para que no nos sigan tomando el pelo sin consecuencias visibles.
Tal vez esto solo sea el principio...
¡Encantada!
Es contagioso...¿A que sí?
ResponderEliminarPiongamos nuestra energía al servicio de la buena voluntad...
Efectivamente, dan ganas de participar... alguna salida tiene que haber a tanta tontería.
ResponderEliminarbesos
Hagamos ruido, mucho ruido, y planifiquemos bein lo que queremos conseguir, traduzcamos nuestra utopía en concretos objetivos a alcanzar en un futuro a corto-medio plazo, soñemos, luchemos, dejemos de ser marionetas que solo saben fumar-beber-estudiarcomomáquinas, eduquemos (las/os que somos educadoras/es) en la conciencia crítica...
ResponderEliminarHagamos ruido.
Un beso enorme!