lunes, 26 de marzo de 2012

Medianoche


Nuestra casa está en penumbra. Sólo los arabescos de la lámpara de mi mesilla de noche iluminan tenuemente la pared. Echada sobre el lado izquierdo, leo un libro en silencio. Junto a mi espalda, escucho la respiración lenta y profunda de mi novia. A sus pies, nuestro gato se despierta agitado. Se incorpora y me mira con los ojos abiertos. Le lanzo un par de besos y sonrío. Él camina sobre nuestra cama y se hace un ovillo en el hueco de mis piernas. Mi novia gime levemente. Dejo el libro sobre la mesilla y alargo el brazo derecho para apagar la luz. Me sumerjo entre las sábanas, buscando su cuerpo. Nos encontramos en las formas sinuosas que separan el sueño de la vigilia. El gato vuelve a incorporarse y se deja caer del otro lado. El calor de su lomo atraviesa el edredón. Poco a poco, nuestras respiraciones se acompasan. Es casi medianoche cuando llega la calma, sigilosa y profunda. El refugio más cálido de la felicidad.

Imagen de aquí.

jueves, 8 de marzo de 2012

¡Feliz día de las MUJERES!


Hoy es el día de todas aquellas que son mujeres, a pesar de lo que diga la gente.
El día de todas las que se sienten felices, plenas, realizadas, armónicas.
El día que las que sufren soledad, discriminación, violencia, maltrato.
El día de las mujeres de todos los colores, edades, ideas.
De las mujeres de todos los precios.
Hoy es el día de las madres, de las hijas, de las abuelas, de las hermanas.
De las amigas, de las amantes, de las esposas.
Hoy es nuestro día, mujeres.
¡Disfrutadlo!

martes, 6 de marzo de 2012

Lenguaje no sexista


Todavía me cuesta creer que los miembros de la Real Academia Española hayan elegido precisamente esta semana para publicar un comunicado denostando el lenguaje no sexista. ¿No se les suponía cierto saber hacer social? Por algo son quienes deciden qué es culto y qué vulgar, qué formal y qué coloquial. Debe ser que, en ese universo paralelo en que habitan, ciertos movimiento sociales se quedan en molestos ecos lejanos, tan lejanos que son fáciles de ignorar.

Personalmente, empecé a oír hablar del lenguaje no sexista cuando estudiaba en la Universidad. Por aquel entonces, pensaba lo mismo que pensaba la mayor parte de mis profesores. Que una expresión del tipo "Los y las estudiantes deben indicar a sus profesores y profesoras si son alumnos o alumnas matriculados o matriculadas en su asignatura" resulta ciertamente engorrosa. Hoy todavía lo pienso; sin embargo, he conseguido ir más allá.

Quienes creen que la gramática habita en el mundo de las ideas platónicas se confunden. El lenguaje refleja el mundo, interacciona con él para crearlo y, sin determinarlo, contribuye a que lo percibamos en una determinada dirección. Yo logré comprenderlo cuando, por primera vez, una profesora se dirigió a la clase a la que asistía empleando un lenguaje no sexista. Puede que dijera "alumnos y alumnas", y puede que fuera engorroso; pero, inexplicablemente, me sentí llamada a participar como nunca antes lo había hecho.

Y eso que, como estudiante, nunca había dejado de sentirme parte de la clase. Hasta que llegué a la Universidad no sufrí discriminación por ser mujer y, cuando empecé a sufrirla, procuré enfrentarme a ella y demostrar que mi voz debía ser escuchada al mismo nivel que la de mis compañeros.

Pero nunca me había sentido parte de un grupo en la manera en que me sentí cuando me nombraron, a mí y a todas mis compañeras. Fue como entrar en otra dimensión: la de la plena existencia. Hoy procuro hacer lo mismo con mis alumnas y compruebo, satisfactoriamente, que ellas sienten la misma llamada que sentí yo.

Evidentemente, el lenguaje no sexista tiene por delante un camino muy largo. Aún debe encontrar los términos para nombrar una realidad compleja que, hasta ahora, la gramática ha preferido simplificar. Pero no por ello debemos negarle sus hallazgos, a veces sencillos, nada engorrosos. Mi preferido es el de la sustitución de "padres, madres, tutores y tutoras" por "familia". Hermoso, concreto y corto; sobre todo corto, que parece ser lo principal.

El lenguaje no sexista, además, obedece a una finalidad muy clara: la de acabar con la discriminación de la mujer en el aspecto gramatical. Puede que no evite que las mujeres sigamos sufriendo violencia física o percibiendo un sueldo inferior; puede que ni lo intente. Pero al menos procura luchar por lo que dice luchar: nombrarnos para darnos existencia, incorporarnos al lenguaje en situación de igualdad.

¿Es eso tan malo, tan denostable, tan bajo?
Según la opinión de la RAE, sí que lo es.

Encantada de no darles la razón.


Imagen de aquí.