Todavía me cuesta creer que los miembros de la Real Academia Española hayan elegido precisamente esta semana para publicar un comunicado denostando el lenguaje no sexista. ¿No se les suponía cierto saber hacer social? Por algo son quienes deciden qué es culto y qué vulgar, qué formal y qué coloquial. Debe ser que, en ese universo paralelo en que habitan, ciertos movimiento sociales se quedan en molestos ecos lejanos, tan lejanos que son fáciles de ignorar.
Personalmente, empecé a oír hablar del lenguaje no sexista cuando estudiaba en la Universidad. Por aquel entonces, pensaba lo mismo que pensaba la mayor parte de mis profesores. Que una expresión del tipo "Los y las estudiantes deben indicar a sus profesores y profesoras si son alumnos o alumnas matriculados o matriculadas en su asignatura" resulta ciertamente engorrosa. Hoy todavía lo pienso; sin embargo, he conseguido ir más allá.
Quienes creen que la gramática habita en el mundo de las ideas platónicas se confunden. El lenguaje refleja el mundo, interacciona con él para crearlo y, sin determinarlo, contribuye a que lo percibamos en una determinada dirección. Yo logré comprenderlo cuando, por primera vez, una profesora se dirigió a la clase a la que asistía empleando un lenguaje no sexista. Puede que dijera "alumnos y alumnas", y puede que fuera engorroso; pero, inexplicablemente, me sentí llamada a participar como nunca antes lo había hecho.
Y eso que, como estudiante, nunca había dejado de sentirme parte de la clase. Hasta que llegué a la Universidad no sufrí discriminación por ser mujer y, cuando empecé a sufrirla, procuré enfrentarme a ella y demostrar que mi voz debía ser escuchada al mismo nivel que la de mis compañeros.
Pero nunca me había sentido parte de un grupo en la manera en que me sentí cuando me nombraron, a mí y a todas mis compañeras. Fue como entrar en otra dimensión: la de la plena existencia. Hoy procuro hacer lo mismo con mis alumnas y compruebo, satisfactoriamente, que ellas sienten la misma llamada que sentí yo.
Evidentemente, el lenguaje no sexista tiene por delante un camino muy largo. Aún debe encontrar los términos para nombrar una realidad compleja que, hasta ahora, la gramática ha preferido simplificar. Pero no por ello debemos negarle sus hallazgos, a veces sencillos, nada engorrosos. Mi preferido es el de la sustitución de "padres, madres, tutores y tutoras" por "familia". Hermoso, concreto y corto; sobre todo corto, que parece ser lo principal.
El lenguaje no sexista, además, obedece a una finalidad muy clara: la de acabar con la discriminación de la mujer en el aspecto gramatical. Puede que no evite que las mujeres sigamos sufriendo violencia física o percibiendo un sueldo inferior; puede que ni lo intente. Pero al menos procura luchar por lo que dice luchar: nombrarnos para darnos existencia, incorporarnos al lenguaje en situación de igualdad.
¿Es eso tan malo, tan denostable, tan bajo?
Según la opinión de la RAE, sí que lo es.
Sucede que estamos en pleno viaje al pasado y como diría Punset: "todo tiempo pasado fue peor"
ResponderEliminarbesitos
A mí este tema me provoca sentimientos encontrados, la verdad, cierto regusto a "sí pero no", no lo puedo evitar. Porque entiendo que es muy importante construir adecuadamente el lenguaje en función de la sociedad en la que vivimos. Pero por otra parte preferiría seguir entrando en grupos como LOS estudiantes, o LOS parados, que sufrir cosas "peores". Creo que se me entiende, ¿no?
ResponderEliminar¿Quieres decir que lo peor que puede pasar no es estar "lingüísticamente" excluidas? En eso estoy de acuerdo, pero, ¿por qué no mejorar ese aspecto también?
ResponderEliminaruh, no tenía idea de esto, y debo decir que mi respeto por la RAE acaba de caer en picada. muy, muy abajo.
ResponderEliminarun abrazo!