lunes, 29 de octubre de 2012

Ya no sé si me gusta mi trabajo

 
Yo soy una de esas personas que se dedican a la educación por profunda y absoluta vocación. Como si de una cuestión de fe se tratase, reconozco que me resulta casi imposible explicar de dónde me viene ese amor por la enseñanza.
 
Supongo que es un poco mezcla de todo: siempre me gustó aprender, el mundo académico en general (con excepción del universitario, que acabé aborreciendo), los retos intelectuales, el estudio y un largo etcétera. Además, me resulta gratificante trabajar con personas, con emociones, con valores; saber que estoy contribuyendo a crear un mundo mejor mientras me gano la vida, o que, al menos, lo estoy intentando; conocer a las personas, tratar de comprenderlas y ayudarlas, poner mi granito de arena en su vida, aunque sea mínimo, aunque nunca lo recuerden.
 
Pero, de un tiempo a esta parte, ya no sé si me gusta mi trabajo. Desde que empezaron los recortes, me siento atrapada en un sistema al que no quiero pertenecer. Demasiadas horas, demasiados alumnos, demasiadas humillaciones. Para mantener unas cotas dignas de profesionalidad, me veo obligada a cercenar mi tiempo libre, mi vida personal. Sé que, de lo contrario, me costará sobrevivir a las clases y me sentiré un fraude. Pero acabar extenuada cada día después de trabajar muchas más horas de las que me pagan tampoco me hace feliz.
 
Cuando empecé en la enseñanza, todavía era muy inocente. Pensaba lo que piensa todo el mundo: que los profes solo trabajan mientras dan clase y que el resto del tiempo se dedican a tener vacaciones. Por más que supiera que también había que corregir o prepararse, me las prometía felices, pues no tenía ni idea de lo que eso significaba. Claro que la edad de la inocencia duró lo que tardé en conseguir mis primeros trabajos como docente. ¿Cómo podía emplear en preparar una clase más del doble de lo que la clase duraba, si además me pagaban por horas lectivas? ¿Qué estaba haciendo mal para que un trabajo de ocho horas se convirtiera en uno de veinte? ¿Cuál era mi error?
 
Con esto quiero decir que hace ya mucho que sé que la profesión de docente no son las vacaciones pagadas con las que soñaba de alumna. Siempre he sido muy trabajadora, además, así que no me ha causado ningún trauma insuperable el comprender que había elegido una profesión que exigía mucho más de mí de lo que había calculado. Y tampoco empecé ayer o antesdeayer a trabajar a tiempo completo, es decir, que ya acumulo la experiencia suficiente como para haber ganado en capacidad de organización y eficacia.
 
A pesar de todo ello, me siento superada. No porque no sea capaz de sacar adelante mi trabajo, puesto que, de hecho, lo hago cada día; sino porque conlleva una serie de condiciones que no sé si estoy dispuesta a cumplir. Desde luego, la vida que llevo no es la que había planeado, ni siquiera tras dejar salir todos los pájaros que tenía en la cabeza. Y me pregunto qué debería hacer.
 
¿Abandonar? Me resulta inconcebible. Después de tanto esfuerzo, de tanto aprendizaje, sería una pena tirarlo todo por la borda. Además, a mí me gusta enseñar, y sé que, si lo dejo, es posible que no vuelva, porque el miedo escénico a la clase resulta terriblemente paralizador (lo sufro cada vez que tengo vacaciones, incluso algunos fines de semana) y solo decrece con la práctica continuada. Por otra parte, yo vivo de mi sueldo, así que no puedo dejar de trabajar de un día para otro.
 
¿Reducir? Esa sería una hermosa posibilidad, trabajar menos horas, aunque ganara menos dinero, ya que mi calidad de vida sería superior. ¿Es una opción viable? No lo sé. Tengo pendiente investigarlo, porque los funcionarios de nivel medio estamos muy limitados a la hora de flexibilizar nuestro horario; no como nuestros superiores, que compatibilizan, abandonan pero cobran, y suman y siguen con una pasmosa facilidad.
 
¿Aceptar la "nueva" situación? A veces me planteo si no será que me han eclosionado nuevos pájaros en la cabeza, si la raíz de mi malestar no se encontrará en unas expectativas demasiado altas acerca de cuánto debe dar de sí cada día. Tal vez la "vida del trabajador" sea esta: trabajar de sol a sol seis días a la semana, dentro y fuera de casa, y el séptimo dejarlo para tomar aliento antes de volver a empezar. No sé, yo creía que si no tenías una ambición económica muy elevada, podías permitirte otros lujos en la vida, como tener tiempo libre o serenidad espiritual. Y ahora me pregunto si en realidad es posible, si no habré apuntado (aunque no sea económicamente) demasiado alto.
 
Supongo que en el origen de mi malestar y mis dudas habrá un poco de todo, y que tendré que tomarme mi tiempo para desenredar la madeja que ahora mismo me está ahogando. Mientras tanto, necesito dejar salir lo que siento, algo difícil de conseguir cuando gran parte de la gente que me rodea, conocidos y no tanto, me consideran una privilegiada, vaga y quejica a la que no le queda ni el derecho al pataleo.
 
Profesora y funcionaria.
Merezco la muerte, vamos.

8 comentarios:

  1. A mi mujer le pasa absolutamente igual... desde hace años que cada vez cobra menos y trabaja mas!! Eso si... la pobre no tiene derecho a quejarse, es nombrar la palabra profesora/funcionaria y la gente la mira como si estuviese contando un chiste!
    Yo siempre he pensado que aparte de fastidiar la vida personal del profesorado fastidian el futuro del alumnado... el futuro de nuestros hijos, la educación en general!
    Invitaria a mas de una persona a vivir la experiencia de ser profesora durante un mes para que viesen lo que es!!
    Solo me queda decirte que no te desanimes y que como le digo a mi mujer... en algun momento volveremos a estar como hace años... y mientras tanto solo quedará aguantar!!

    PD: y encima este año (almenos aqui en barcelona) todos los funcionarios sin paga de Navidad...

    Un saludo! Y animos! :)

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  2. Te comprendo MUY bien. Tampoco este curso está siendo el más estimulante para mí...
    Si no fuese por la "estabilidad" económica que nos proporciona el hecho de ser profes o maestras funcionarias, te propondría montarnos una escuela alternativa, con una pedagogía innovadora, agradable, divertida, en la que nos sintiésemos (niños/as y docentes) más felices, menos angustiadas/os...
    Por cierto: si subimos a Madrid en diciembre o finales de noviembre... ¿cómo hacemos para contactar contigo? me gustaría conocerte, después de años leyéndonos mutuamente...

    Un abrazo guapa

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    1. Buenas... No se si seguiréis con el blog pero lo cierto es que estoy en el 1° año de educación primaria y no estoy totalmente convencida de ser una maestra, porque aunque pueda llamar la atención la estabilidad y el hecho de poder ayudar no estoy nada segura, además estoy frustrada porque ninguna carrera me llama la atención y no se que hacer... Me gustaría poder hablar con vosotros
      Mi email: lorena_gs6@hotmail.com

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    2. Buenas... No se si seguiréis con el blog pero lo cierto es que estoy en el 1° año de educación primaria y no estoy totalmente convencida de ser una maestra, porque aunque pueda llamar la atención la estabilidad y el hecho de poder ayudar no estoy nada segura, además estoy frustrada porque ninguna carrera me llama la atención y no se que hacer... Me gustaría poder hablar con vosotros
      Mi email: lorena_gs6@hotmail.com

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  3. Tu trabajo te gusta. Las condiciones actuales no. Encima tienes razón... no queda más que resistir, aguantar y esperar. Nada es para siempre. Lo mejor que puedo desearte es que no te llegue lo que me llegó a mí después de años trabajando como maestra de primaria en unas condiciones peores que las que tienen los maestros españoles hoy en día: el desencanto magisterial. Así llamé yo al agotamiento que me llegó tras más de 10 años trabajando en aulas con goteras, sin vidrios en las ventanas, con grupos de 45 alumnos, en donde si quería que llevaran cuadernos muchas veces tenía que comprarlos yo, en donde el agua potable también tenía que llevarla yo y muchos etcéteras que afortunadamente en España no se tienen que vivir y que deseo fervientemente que no lleguen.
    Cuídate niña, besitos

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  4. Yo no soy maestra, y no conozco las dificultades que están teniendo los maestros en España, pero entiendo lo que es amar una vocación y odiar las circunstancias en las que la ejerces. Creo que lo que queda en esos casos es concentrarse en las cosas que amas de tu profesión y que hacen que ejercerla valga la pena. No te digo que yo lo haga, pero lo intento cada día que mi jefe llega cosas como "las utilidades son tan bajas que no hay presupuesto para vales de despensa". Finalmente una no trabaja por hobby.
    Me gusta tu blog. Puedes pasarte por el mío. Besos fuertes.

    chocolateparalasdos.blogspot.mx

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  5. A mi me fascina ver la dedicación que pone mi madre en preparar no solo ya sus clases, sino material extra para el aula virtual y actividades que se salgan un poco de lo común para motivar a los alumnos. Yo sería incapaz de lidiar con las caras de desidia de 30 adolescentes por clase durante 6 clases al día.
    Hay algo que huele muy a podrido con el sistema educativo desde hace mucho tiempo. Yo siempre he sido una persona a quien le gustaba aprender y solía empezar el año academico deseando ver como sería esa asigntura nueva o ver que me deparaban los nuevos profesores. Pero el ambiente acaba desgatandome. No soporto a mis propios compañeros de clase (aunque eos es otro tema) y las clases acaban resultando en el profesor soltando "el rollo" mientras nosotros miramos con cara de aburrimiento. Sinceramente, llevo años sin encontrar nada que me motive, incluso siendo una asignatura que me guste.
    Y claro, si los alumnos no muestran signos de vida mientras los profesores dais clase, no me extraña que acabéis hartos y os plantéis para que sirven vuestros esfuerzos.
    Pero debo decir que cuando encuentras a un profesor que vale, lo demás queda en segundo plano. Tuve la gran suerte de tener un profesor de literatura universal en 4º que se notaba que lo hacía con vocación. Nos traía textos y leíamos libros y luego los comentabamos en clase y esos debates eran muy enriquiceredores. Eran solo dos horas semanales y lo disfrutabamos tanto que se pasó el año volando. Y lo mejor es que ese profesor no solo me enseño literatura (más que las he aprendido de mala manera en 6 años de instituto, todo sea dicho) sino que me enseñó cosas de la vida. Me dejó huella y no le olvidaré nunca.
    Y esto lo digo porque aunque al 99% de tus alumnos le resbalará los que les digas, habrá alguno que se acordará de algo que le dijiste alguna vez. Y se que ese 1% lo vale, porque mi madre raramente me cuenta alguna anécdota del instituto que implica un alumno agradeciendola su trabajo. Y puedo ver como eso vale para que se sienta realizada. A veces la vida merece la pena y todo :)

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  6. Hola. Yo soy profesora y he estado en paro tres años y hace poco que me he incorporado a un nuevo colegio y he perdido totalmente el bagaje de lo que es dar clase.

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¡Encantada de leerte!