En los últimos días he sufrido una catarsis televisiva provocada por la 4ª temporada de Queer as Folk.
(Ergo: si no quieres que te estropee la trama lésbica central de dicha temporada, simplemente, no sigas leyendo, porque la voy a destripar).
En esta temporada, Melanie y Lindsay deciden tener otro hijo. O mejor dicho, Melanie lo decide y Lindsay lo acepta. Al principio, es Melanie la que quiere que Lindsay tenga el bebé, y empieza a hacerle la rosca recordándole lo guapa y sexy que estaba embarazada, cosa que Lindsay no recuerda del mismo modo y, en cualquier caso, se termina cabreando al verse tratada como una simple fuente de abastecimiento, ya que, en esos momentos, ella está pensando más en volver a trabajar que en volver a dar de mamar a un bebé.
El caso es que Melanie tiene una conversación con Debbie en la que esta, muy en su estilo, le desmonta toda la trama que se tiene montada acerca de la idoneidad de Lindsay para tener hijos frente a su absoluta falta de adecuación. Le dice que Lindsay, sencillamente, aceptó el reto de quedarse embarazada, aceptó albergar en su cuerpo otra vida, aceptó entregarse al proceso del parto a pesar del miedo y del dolor. Y que ella, Melanie, es igualmente capaz de ser madre, porque, a pesar de ser lesbiana, a pesar de ser masculina, no ha dejado de ser mujer. Para ser madre, le recuerda, lo que una tiene que ser capaz de hacer es dejar atrás su pose de tipa dura para cagarse de emoción y de inseguridad ante la perspectiva de tener un hijo.
Entonces Melanie se convence, se hace las pruebas para comprobar que ha superado un problema de esterilidad y conviene con Lindsay que Michael será el padre. Así es como llega la segunda parte de la trama: no sólo le costó a Melanie un ovario y medio llegar a la conclusión de que era preferible un donante conocido, sin contar con que, por el camino, hasta se convenció de tener un hijo de Brian; sino que ahora, una vez aceptado el reto de la maternidad y la elección del donante, Melanie trata de blindarse presentándole un contrato a Michael donde se especifica al detalle en qué consiste su nimia función. Michael, que quiere ser un padre involucrado, se niega, y Melanie, convencida de que tiene a todos los hados en su contra, está a punto de volverse atrás.
Es ahí cuando Lindsay tiene con ella la conversación definitiva, en la que le explica por qué han de aceptar los términos de Michael. Lindsay habla de que su maternidad, no sólo por ser maternidad, sino por ser una maternidad lésbica, es una cuestión de riesgo y confianza a partes iguales. No saben lo que pasará, no saben cómo irán las cosas, no saben lo que significa que Michael no quiera ser un donante sino un padre. No saben nada más que la cantidad de riesgos que corren por todos lados, y sin embargo, más importante que tener esto claro es saber que, para darse la oportunidad de que todo salga bien, deben confiar en que así será.
Y entonces Melanie se convence, Michael acepta un nuevo contrato en el que él aparecerá como padre, después de mucho estrés consiguen “la muestra de semen”, Melanie se insemina y… ¡se queda embarazada a la primera!
No sé cómo seguirá todo después, porque ahí me he quedado (¡y espero que nadie me lo cuente!), pero estos capítulos han sido suficientes para que se produzca en mí una convulsión interna que me ha dejado el cerebro patas arriba.
Y es que me he sentido identificada en todas y cada de una de las palabras, acciones, sentimientos y construcciones mentales que Melanie ha ido exhibiendo en cada escena. Me he dado cuenta (por más estúpido que sea darse cuenta de algo tan grande gracias a una serie) de que yo también tengo esa pose de tipa dura que Melanie se gasta. Y como Debbie le dijo, estoy de acuerdo en que no es más que una coraza para no mostrar abiertamente mi miedo a no ser lo suficientemente mujer como para tener un hijo. Y no cabe duda de que así es porque, en el momento de ver esa escena, se me hizo tremendo nudo en la garganta, que creo que tendré que llorar durante semanas para poder deshacerlo.
Después vino lo de arriesgar confiando en que, de alguna manera imprevista, todo saldrá bien, algo que me hizo darme de bruces también con mi necesidad de seguridad a ultranza, una necesidad comprensible pero poco útil cuando una es lesbiana, y por supuesto, mucho menos útil cuando una se plantea siquiera la posibilidad de ser algún día una madre lesbiana.
No quiero decir con todo esto que lanzarse a ser madre sea cuestión de cerrar los ojos y dar el salto. Estoy fundamentalmente de acuerdo con las ideas de Melanie, en su búsqueda de protección, seguridad, en su necesidad de saber que está haciendo lo mejor, etc. Sin embargo, también entiendo que, a veces, nos parapetamos detrás de esos pensamientos para no hacer nada en la vida, porque nunca es el momento perfecto, nunca están todos los cabos atados, nunca estamos absolutamente seguras de nada. Y, a pesar de eso, una vez comprobado que lo hemos hecho lo mejor posible, lo único que queda es lanzarse al vacío confiando en que acabaremos por caer de pie.
Hay que ver lo que se aprende con las series de temática.
Encantada de seguir calentando el sofá.
(Ergo: si no quieres que te estropee la trama lésbica central de dicha temporada, simplemente, no sigas leyendo, porque la voy a destripar).
En esta temporada, Melanie y Lindsay deciden tener otro hijo. O mejor dicho, Melanie lo decide y Lindsay lo acepta. Al principio, es Melanie la que quiere que Lindsay tenga el bebé, y empieza a hacerle la rosca recordándole lo guapa y sexy que estaba embarazada, cosa que Lindsay no recuerda del mismo modo y, en cualquier caso, se termina cabreando al verse tratada como una simple fuente de abastecimiento, ya que, en esos momentos, ella está pensando más en volver a trabajar que en volver a dar de mamar a un bebé.
El caso es que Melanie tiene una conversación con Debbie en la que esta, muy en su estilo, le desmonta toda la trama que se tiene montada acerca de la idoneidad de Lindsay para tener hijos frente a su absoluta falta de adecuación. Le dice que Lindsay, sencillamente, aceptó el reto de quedarse embarazada, aceptó albergar en su cuerpo otra vida, aceptó entregarse al proceso del parto a pesar del miedo y del dolor. Y que ella, Melanie, es igualmente capaz de ser madre, porque, a pesar de ser lesbiana, a pesar de ser masculina, no ha dejado de ser mujer. Para ser madre, le recuerda, lo que una tiene que ser capaz de hacer es dejar atrás su pose de tipa dura para cagarse de emoción y de inseguridad ante la perspectiva de tener un hijo.
Entonces Melanie se convence, se hace las pruebas para comprobar que ha superado un problema de esterilidad y conviene con Lindsay que Michael será el padre. Así es como llega la segunda parte de la trama: no sólo le costó a Melanie un ovario y medio llegar a la conclusión de que era preferible un donante conocido, sin contar con que, por el camino, hasta se convenció de tener un hijo de Brian; sino que ahora, una vez aceptado el reto de la maternidad y la elección del donante, Melanie trata de blindarse presentándole un contrato a Michael donde se especifica al detalle en qué consiste su nimia función. Michael, que quiere ser un padre involucrado, se niega, y Melanie, convencida de que tiene a todos los hados en su contra, está a punto de volverse atrás.
Es ahí cuando Lindsay tiene con ella la conversación definitiva, en la que le explica por qué han de aceptar los términos de Michael. Lindsay habla de que su maternidad, no sólo por ser maternidad, sino por ser una maternidad lésbica, es una cuestión de riesgo y confianza a partes iguales. No saben lo que pasará, no saben cómo irán las cosas, no saben lo que significa que Michael no quiera ser un donante sino un padre. No saben nada más que la cantidad de riesgos que corren por todos lados, y sin embargo, más importante que tener esto claro es saber que, para darse la oportunidad de que todo salga bien, deben confiar en que así será.
Y entonces Melanie se convence, Michael acepta un nuevo contrato en el que él aparecerá como padre, después de mucho estrés consiguen “la muestra de semen”, Melanie se insemina y… ¡se queda embarazada a la primera!
No sé cómo seguirá todo después, porque ahí me he quedado (¡y espero que nadie me lo cuente!), pero estos capítulos han sido suficientes para que se produzca en mí una convulsión interna que me ha dejado el cerebro patas arriba.
Y es que me he sentido identificada en todas y cada de una de las palabras, acciones, sentimientos y construcciones mentales que Melanie ha ido exhibiendo en cada escena. Me he dado cuenta (por más estúpido que sea darse cuenta de algo tan grande gracias a una serie) de que yo también tengo esa pose de tipa dura que Melanie se gasta. Y como Debbie le dijo, estoy de acuerdo en que no es más que una coraza para no mostrar abiertamente mi miedo a no ser lo suficientemente mujer como para tener un hijo. Y no cabe duda de que así es porque, en el momento de ver esa escena, se me hizo tremendo nudo en la garganta, que creo que tendré que llorar durante semanas para poder deshacerlo.
Después vino lo de arriesgar confiando en que, de alguna manera imprevista, todo saldrá bien, algo que me hizo darme de bruces también con mi necesidad de seguridad a ultranza, una necesidad comprensible pero poco útil cuando una es lesbiana, y por supuesto, mucho menos útil cuando una se plantea siquiera la posibilidad de ser algún día una madre lesbiana.
No quiero decir con todo esto que lanzarse a ser madre sea cuestión de cerrar los ojos y dar el salto. Estoy fundamentalmente de acuerdo con las ideas de Melanie, en su búsqueda de protección, seguridad, en su necesidad de saber que está haciendo lo mejor, etc. Sin embargo, también entiendo que, a veces, nos parapetamos detrás de esos pensamientos para no hacer nada en la vida, porque nunca es el momento perfecto, nunca están todos los cabos atados, nunca estamos absolutamente seguras de nada. Y, a pesar de eso, una vez comprobado que lo hemos hecho lo mejor posible, lo único que queda es lanzarse al vacío confiando en que acabaremos por caer de pie.
Hay que ver lo que se aprende con las series de temática.
Encantada de seguir calentando el sofá.
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