Si alguien quiere ver gays en Madrid puede acudir a dos lugares: uno, el archiconocido barrio de Chueca; el otro, el quizás menos conocido aunque no por ello menos concurrido… Ikea.
Puede que resulte sorprendente, pero es un hecho comprobado (por mi novia y por mí) que cualquier tarde o cualquier mañana en el Ikea puedes encontrarte con una media de dos o tres parejas gays por los pasillos, de lo cual se deduce que puede haber como diez parejas gays en todo el recinto, y quizá unas quince, veinte, o quién sabe si cincuenta parejas gays desperdigadas por el aparcamiento.
La mala noticia (la única mala noticia) es que cuando digo gays me refiero a gays, no a lesbianas. Aunque, si confiamos ciegamente en la estadística, es posible que hubiera el mismo número de lesbianas (contándonos a nosotras mismas) paseando su amor por los mismos pasillos; o incluso, si hacemos caso de las teorías más optimistas, es posible que hubiera un número ligeramente superior, o incluso descaradamente superior de lesbianas afanándose por llenar su carrito de maderas y cojines. El problema es el de siempre: las lesbianas, ¿cómo se ven?
Una respuesta inocente sería decir que las lesbianas se ven igual que se ven los gays: dos mujeres de la mano que se besan en la boca son lesbianas. Sin embargo, la realidad es que, normalmente, ninguna de esas parejas gays tan fácilmente detectables hasta por esa extraña lesbiana sin radar incorporado (léase: yo) iba de la mano o se besaba en la boca. Esas parejas gays, sencillamente, se miraban con amor. Había algo en sus ojos que los hacía refulgir, algo que evidenciaba que eran mucho más que amigos, hermanos o compañeros de piso. Ese mismo algo que las mujeres comparten sean amigas, hermanas o compañeras de piso.
Sí, sí, ya lo sé: no es igual. Yo nunca he mirado a nadie como miro a mi novia, y sin embargo… ¡es tan parecido! Las mujeres establecemos una complicidad tan profunda en tantas ocasiones, sin que medie ninguna atracción sexual, que detectar a dos lesbianas en medio de la marea de mujeres que se abrazan, se guiñan un ojo, se dan besos en la mejilla e incluso de cogen de la mano… es casi tan difícil como descubrir que eres lesbiana cuando todas tus amigas aseguran que ellas también miran a las mujeres a las tetas y que es indudable que el sexo con una mujer les hará sentir mucho más placer que con un hombre.
Creo que la prueba del Ikea es concluyente: en igualdad de condiciones, las lesbianas somos menos visibles que los gays. Nosotras tenemos que hacer una ostentación mucho mayor para dejar de parecer una amigas; eso, sin contar con que, incluso haciendo ostentación, hay gente que no nos mira, que nos niega o que, sencillamente, no se lo cree.
La buena noticia es que, cuando una pareja de lesbianas se encuentra con otra, el lazo solidario que se establece es tan fuerte que la ostentación crece hasta límites insospechados. De pronto, el Ikea ya no es el Ikea, sino que se vuelve el Ikea de las lesbianas. De pronto, ya no somos invisibles, porque estamos en todas partes, porque estábamos ahí, porque nos hemos detectado, y ahora ya no somos una sola lesbiana, o una sola pareja de lesbianas, somos la posibilidad de ser muchas, de descubrirnos mutuamente y de sentir ese lazo invisible que, aunque estuviera hecho de acero, muchos no podrían ver.
Así somos las mujeres, para bien o para mal.
Encantada de formar parte de su magia.
Puede que resulte sorprendente, pero es un hecho comprobado (por mi novia y por mí) que cualquier tarde o cualquier mañana en el Ikea puedes encontrarte con una media de dos o tres parejas gays por los pasillos, de lo cual se deduce que puede haber como diez parejas gays en todo el recinto, y quizá unas quince, veinte, o quién sabe si cincuenta parejas gays desperdigadas por el aparcamiento.
La mala noticia (la única mala noticia) es que cuando digo gays me refiero a gays, no a lesbianas. Aunque, si confiamos ciegamente en la estadística, es posible que hubiera el mismo número de lesbianas (contándonos a nosotras mismas) paseando su amor por los mismos pasillos; o incluso, si hacemos caso de las teorías más optimistas, es posible que hubiera un número ligeramente superior, o incluso descaradamente superior de lesbianas afanándose por llenar su carrito de maderas y cojines. El problema es el de siempre: las lesbianas, ¿cómo se ven?
Una respuesta inocente sería decir que las lesbianas se ven igual que se ven los gays: dos mujeres de la mano que se besan en la boca son lesbianas. Sin embargo, la realidad es que, normalmente, ninguna de esas parejas gays tan fácilmente detectables hasta por esa extraña lesbiana sin radar incorporado (léase: yo) iba de la mano o se besaba en la boca. Esas parejas gays, sencillamente, se miraban con amor. Había algo en sus ojos que los hacía refulgir, algo que evidenciaba que eran mucho más que amigos, hermanos o compañeros de piso. Ese mismo algo que las mujeres comparten sean amigas, hermanas o compañeras de piso.
Sí, sí, ya lo sé: no es igual. Yo nunca he mirado a nadie como miro a mi novia, y sin embargo… ¡es tan parecido! Las mujeres establecemos una complicidad tan profunda en tantas ocasiones, sin que medie ninguna atracción sexual, que detectar a dos lesbianas en medio de la marea de mujeres que se abrazan, se guiñan un ojo, se dan besos en la mejilla e incluso de cogen de la mano… es casi tan difícil como descubrir que eres lesbiana cuando todas tus amigas aseguran que ellas también miran a las mujeres a las tetas y que es indudable que el sexo con una mujer les hará sentir mucho más placer que con un hombre.
Creo que la prueba del Ikea es concluyente: en igualdad de condiciones, las lesbianas somos menos visibles que los gays. Nosotras tenemos que hacer una ostentación mucho mayor para dejar de parecer una amigas; eso, sin contar con que, incluso haciendo ostentación, hay gente que no nos mira, que nos niega o que, sencillamente, no se lo cree.
La buena noticia es que, cuando una pareja de lesbianas se encuentra con otra, el lazo solidario que se establece es tan fuerte que la ostentación crece hasta límites insospechados. De pronto, el Ikea ya no es el Ikea, sino que se vuelve el Ikea de las lesbianas. De pronto, ya no somos invisibles, porque estamos en todas partes, porque estábamos ahí, porque nos hemos detectado, y ahora ya no somos una sola lesbiana, o una sola pareja de lesbianas, somos la posibilidad de ser muchas, de descubrirnos mutuamente y de sentir ese lazo invisible que, aunque estuviera hecho de acero, muchos no podrían ver.
Así somos las mujeres, para bien o para mal.
Encantada de formar parte de su magia.
me parece que cuando dos mujeres no son amigas sino pareja, se nota... por ahí no se nota en todos los casos a primera vista, pero se nota... basta con mirar por un momento su comportamiento, cómo se relacionan, a veces con amor, a veces con reproches, a veces simplemente con una natural complicidad...
ResponderEliminaren el caso de vero y yo se nota... y bastante jajaja, sobre todo cuando alguna de las dos nos pasamos alguna manito por detrás, o nos tomamos de la mano, o nos decimos en voz alta: amor... tal cosa! aunque estemos en Ikea, o como se llama en Argentina, en Easy...
la diferencia con la pareja de hombres es que si uno ve a dos hombres haciendo compras juntos, automáticamente piensa que son (o que podrían ser) una pareja...
esto me recuerda a un artículo sobre la invisibilidad de las lesbianas, que alguna vez comentaré
salu2
Me ha encantado, y no solo porque has respondido perfectamente a mi pregunta.
ResponderEliminarMuy interesante tu análisis
ResponderEliminarLAs mujeres tiene como zona liberada los afectos. Dos mujeres pueden tocarse, besarse, manifestarse la simpatío o el carilo. Pero concuerdo con todo lo que se cviene diciendo: dos mujeres que se aman resultan visibles. tal vez para la miopía general, sólo puedan ser dos amigas que se quieren bien. Pero para quienes miramos con un poc más de cuidado, resultamos visibles.
ResponderEliminarLos supermercados en general resultan un aprueba de fuego: conmpartir las compras es un amarce innegable de intimidad ( hacer manitas sobre el carro cargado de yogures... ¡también !!!!!!
Un beso, encantada de leerte
(tengo un amigo gay que trabajaba encantado en Ikea, creo que eso es síntoma de algo también.)
invisibilidad?? creo que en parte es lo que no se quiere ver. por mi parte, la verdad no noto nada, es decir mi radar no sive, será por que nunca pienso en ello como caracteristica. pero cuando estoy con mi novia :D bien al principio ella me pidio que fuera muy discreta, no queria que nadie se enterara, bueno, mas bien familiares de ella, por que todos mis amigos y sus amigos saben de nuestra relacion.
ResponderEliminary es que es inevitable querer darle un beso cuando canta o dice cosas lindas :D es gracioso como nos contenemos en publico. pero mas rico cuando estamos solitas jajaja un beso a todas!
Lo confieso, lo que más me aumenta las dioptrías, no son los focos de luces de Ikea, sino creer detectar una pareja de lesbianas y escudriñar cualquier gesto o movimiento para poder así confirmar mis sospechas. Si no nos ponemos serias, el asunto tiene hasta su encanto, irte encontrando a personas por ese recorrido infernal que te obligan a completar aunque sólo quieras comprar una tontería y buscar en una actitud, en un gesto, la identificación con una competa desconocida. Sí, tienes razón Encantada, las lesbianas no somos tan visibles. A mí por lo menos me resulta difícil reconocerlas entre todos los cachivaches que venden allí, será cuestión de cambiar de establecimiento. Cierto que a las mujeres se nos ha venido permitiendo culturalmente expresarnos afectivamente en público, pero si que se “censura” una muestra de cariño que te presente como lesbiana. Yo cada día me sorprendo más de la cantidad de chicos que veo pasear de la mano, y más me sorprendo de aún no ocurra igual con las mujeres, de entre las que me incluyo, todo sea dicho.
ResponderEliminarMínimus.
Cuando paseo por las calles o centros comerciales y voy con amigas o mi hermana, nos compartamos sin duda como tales, amigas y hermana. Cuando voy con mi Esposa, es bastante diferente la historia. Nos abrazamos, mano en cintura o bolsa posterior del jeans, cerca, muy cerca, claro...la mirada, besos espontáneos, las palabras como cuando voy a pagar y le digo..."amor, tenés ...que sólo traigo billete grande...o..."beba, qué querés, azul o verde?"...o..."pero Gordita, quedamos en que nada de pan hoy, sólo las manzanas"...o..."el Hijo necesita su concentrado y su arena, tiene juguetito?"...y eso en frente de mucha gente que no le queda otra que agarrar la onda. En fin, no sólo es parecer sino que ser, tan natural como en casa, como donde sea. Para nosotras es natural y normal, entendemos que para otras muchas lesbianas no lo es y eso que aquí en Guatemala, no tenemos áreas "homo" frecuentadas. Pero cuando vemos a otras parejas de lesbianas y ellas nos ven, como que de repente, se acercan, se abrazan y ya que las pasamos, y volteamos, así se quedan...el cambio es lento pero se está dando. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias a todas por vuestros comentarios, sin duda han enriquecido mi entrada y mi visión.
ResponderEliminarCreo que tenéis razón en que la gente ve lo que quiere ver, y he ahí la prueba de que, aunque una salga del armario, si los demás no te quieren ver como lesbiana, hay poco que hacer.
También es cierto que dos hombres juntos siempre levantan sospechas... ¡la de compañeros de piso que yo habré confundido con gays!
Y por supuesto que dos mujeres que se miran con amor son inconfundibles, incluso una que mira con amor a otra, pero entre los carritos, las maderas, el calor, las ganas de ver lesbianas y no encontrarlas, y el radar que no pita cuando debe... en fin, hay veces que ya no veo más allá de mis narices y me desespero :)