Cuando regresé, el resfriado todavía seguía ahí. Así que me metí en la cama diez minutos nada más, diez minutos (más) nada más, diez minutos (más todavía) nada más… hasta que decidí enfrentar la catástrofe:
¡El fregote también seguía ahí!
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Pero yo era más fuerte, mis víruses y yo éramos más fuertes y logramos clasificar el fregote, de manera que, media hora después, el milagro se había producido:
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"Es mi sueño todo limpio..."
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Sin embargo, en un rincón de la cocina, resistiendo ahora y siempre al invasor, se encontraba... ¡el vaso de tomate!
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Porque la felicidad nunca puede ser completa.
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Encantada.
Hola! Creo que nunca he comentado en tu blog aunque me gusta mucho. Te he dado un premio, si quieres saber más pásate por mi blog.
ResponderEliminara mí me encanta lavar platos!!!
ResponderEliminarqué he dicho, qué he dicho
que te mejores pronto
bss
jajaj qué bueno! es cierrrto! toneladas y toneladas por fregar, y cuando ya está todo limpio, te quitas los guantes y dejas las pilas limpias.. aparece en cualquier rincón un triste vaso o tenedor sucio!
ResponderEliminarmalditos!!! :)
"La felicidad nunca es completa"... es cierto...
ResponderEliminarPero que pasaría si no le damos importancia a ese vaso de tomate sucio y nos vamos a descansar tan campantes?
Saludos y un abrazo
me encanto tu entrada de blog...
ResponderEliminarme identifique mucho jeje
ya que cuando uno necesita mas dormir
los platos siempre esperan..
y siempre hay un plato que da mas
pereza lavarlo y salen de nose donde
que siempre hay mas platos sucios
pero aaaaaaaah k bonitos se ven
cuando se lavan todos...!!
creo k esa es la recompensa =)
byeeeeee!! te mando un beso
¡Hola chicas! Gracias por vuestros comentarios, veo que compartimos hasta el último detalle de la aventura de lavar los platos... ¡incluso la parte filosófica que se esconde en el vaso de tomate! :P
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