sábado, 17 de enero de 2009

Atreverse a saber

La llave que permite desvelar el secreto que todas las mujeres conocen y, sin embargo, no conocen. El permiso para conocer los más profundos y oscuros secretos de la psique, eso que degrada y destruye estúpidamente el potencial de una mujer.

La mujer ingenua accede tácitamente a “no saber”. Las mujeres crédulas o aquellas cuyos lastimados instintos están adormecidos siguen como las flores la dirección de cualquier sol que se les ofrezca. La mujer ingenua o lastimada se deja arrastrar fácilmente por las promesas de comodidad, de alegre diversión o de distintos placeres.

Las mujeres refuerzan esta barrera o estas puertas siempre que se disuaden a sí mismas o se disuaden unas a otras de pensar o de indagar demasiado, pues “a lo mejor te encuentras con algo mucho peor de lo que pensabas”. Formular la pregunta apropiada constituye la acción central de la transformación. La pregunta clave da lugar a la germinación de la conciencia. La pregunta debidamente formulada siempre emana de una curiosidad esencial acerca de lo que hay detrás. Las preguntas son las llaves que permiten abrir las puertas secretas de la psique.

La joven e ingenua naturaleza empieza a comprender que, si hay algo secreto, si hay una sombra de algo, si hay algo prohibido, es necesario verlo. Para desarrollar la conciencia hay que buscar lo que se oculta detrás de lo directamente observable. La capacidad de resistir lo que averigüe permitirá a una mujer regresar a su naturaleza profunda, en la que todos sus pensamientos, sus sensaciones y sus acciones recibirán el apoyo que necesitan.

Una mujer puede tratar de ocultar las devastaciones de su vida, pero la pérdida de su energía vital no cesará hasta que identifique la verdadera condición del depredador y la reprima. Cuando las mujeres abren las puertas de sus propias vidas y examinan las carnicerías ocultas en aquellos recónditos lugares, suelen descubrir que han estado permitiendo la ejecución sumaria de sus sueños, objetivos y esperanzas más decisivos. El depredador natural se ha estado dedicando a destruir metódicamente los más profundos deseos, inquietudes y aspiraciones de una mujer.

Siempre que acecha y actúa el depredador, todo se descarrila, se derrumba y se decapita. Esta es la razón de que las mujeres que se fijan unos objetivos aquí, allí o donde sea en tal o cual momento jamás cubren ni siquiera la primera etapa del viaje, o lo abandonan al primer obstáculo. Esta es la razón de que todas las dilaciones que dan lugar a un aborrecimiento tan grande de sí mismas, todos los sentimientos de vergüenza que tanto se enconan debido a la represión de que han sido objeto, todos los nuevos comienzos que tan necesarios resultan y todos los objetivos que hace tiempo hubieran tenido que alcanzarse jamás lleguen a buen término.

Se trata de un poderoso proceso arquetípico de la psique femenina. La mujer posee una percepción suficiente y, aunque al principio accede a casarse con el depredador natural de la psique femenina, al final consigue librarse de él, pues ve la verdad que se encierra en todo aquello y es capaz de afrontarla conscientemente y tomar medidas para resolver la cuestión.

Y ahora viene el paso más difícil, el de poder soportar lo que se ve: la propia autodestrucción.
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[continuará...]

Clarissa Pinkola Estés, Mujeres que corren con los lobos.

sábado, 10 de enero de 2009

El día en que nevó en Madrid

Belleza

Ayer me desperté como cualquier día, y como cualquier día abrí las ventanas de la casa que comparto con mi novia para ventilar, y como cualquier día lo hice sin las gafas puestas y con una cantidad de somnolencia considerable. Todos estos factores se conjugaron para permitirme salir a la calle ignorante del panorama que me esperaba: HABÍA NEVADO.

Cuando atravesé el portal me quedé boquiabierta. La calle resplandecía en un color que a mí se me antojó rosado. Como en aquella memorable escena de Abre los ojos, solo yo parecía caminar por la acera hacia mi coche, mientras nevaba suavemente sobre un considerable colchón blanco inmaculado. Todo aquello me parecía un sueño. Arranqué y salí a la carretera apenas sin parpadear. Los coches circulaban lentamente por precaución, y yo me alegré de que lo hicieran porque así podía disfrutar un poco más del espectáculo. Mientras la suave precipitación se iba convirtiendo en ventisca, yo llegaba al pueblo donde trabajo sintiéndome feliz y afortunada.

Peligro

Los coches iban cada vez más despacio. En las aceras se acumulaba una gran cantidad de nieve. De pronto, la furgoneta que circulaba justo delante de mi coche empezó a patinar en una glorieta. Yo frené y, cuando quise reanudar la marcha, mi coche empezó a hacer lo mismo. Puse las luces de emergencia e intenté recordar cómo se conducía con nieve. ¿Marchas cortas o marchas largas? Era la primera vez que me enfrentaba a una situación semejante. Elegí marchas largas y salvé la glorieta. Volví a sentirme bien.

Mientras hacía memoria, un autobús y varios coches me había adelantado. Pensé que era bueno circular tras un vehículo pesado, porque así iría abriendo camino a través de la nieve que se iba acumulando ya en el asfalto. Me equivocaba. Apenas cincuenta metros después de la glorieta, el autobús desalojó a sus pasajeros. Todavía era de noche y la gente caminaba desorientada por las aceras. De pronto, apareció la policía: la calle estaba cortada y nos sugirieron que aparcásemos. Yo no me di por vencida.

El coche volvió a patinar cuando decidí dar media vuelta, pero aún estrenaba agallas y apenas le di importancia. Trataba de idear un camino alternativo, cuando mi coche enloqueció y empezó a hacerme extraños. Patinaba, se iba para los lados, aceleraba y frenaba contra el bordillo sin que yo interviniese lo más mínimo. El volante daba vueltas como si tuviera vida propia. Yo intentaba tomármelo con filosofía hasta que ocurrió lo inevitable: en una pequeña cuesta el coche cogió más velocidad de la debida y no pude controlarlo. Mi percepción se ralentizó lo suficiente como para que me pudiese dar cuenta de lo que iba a ocurrir segundos antes de que efectivamente ocurriera. Iba a chocar contra el coche que estaba parado delante. Y choqué.

Fue un choque pequeño, nos separaba poca distancia y yo, a pesar del descontrol, iba muy despacio. Pero aún así, me quedé absolutamente bloqueada. Era la primera vez en casi ocho años de carnet que tenía un accidente de tráfico, por insignificante que fuera, afortunadamente. Volví a poner las luces de emergencia y empecé a llorar, dándome cuenta de que no controlaba el coche lo más mínimo y que, a pesar de ello, tenía que salir de allí. Mucha gente empezaba a dejar sus coches aparcados, pero yo seguía intentando llegar al trabajo. Asustada, gimoteando, bloqueada por momentos, proseguí la marcha. A mitad del camino tuve que pedir ayuda a otro conductor porque no sabía cómo volver a salir a la carretera ni si era posible. El hombre hizo gala de una gran paciencia y solidaridad y me ayudó a seguir. Cuando volví a entrar en el pueblo comprendí que era imposible seguir circulando por las calles. Llamé al trabajo y una compañera me aseguró que había tenido que poner las cadenas para circular. Yo llevaba cadenas pero no sabía ponerlas. Estaba asustada, cansada, temblorosa y encima no podía caminar por la nieve sin que mis pies se arriesgaran a ennegrecer de congelación. Desistí. E hice bien: apenas una hora más tarde me habría quedado atrapada.


Angustia

Llegué a casa sana y salva. En el camino, mi coche volvió a patinar, vi varios accidentes y tuve que bajar una cuesta con la ayuda del freno de mano. Me había mentalizado a acabar empotrada en cualquier farola, pero por suerte nada de eso ocurrió.

En cuanto me calmé un poco empecé a pensar intensamente en mi novia. Por suerte, no tenía que trabajar en la sierra, lo cual me tranquilizó. Recordé que había empezado a nevar bastante más tarde de que ella saliera de casa, e intenté apartar de mi cabeza las múltiples imágenes macabras que me asediaban. Le mandé un mensaje y me hice una tila doble esperando a que me llamara. Puse la televisión y comprobé que la nevada no había sido tan copiosa en la zona donde ella trabaja. Me quedé dormida de puro agotamiento debajo de una manta y al rato desperté sobresaltada. En todas las cadenas salían imágenes de la nevada y mi novia seguía sin llamar. Estuve repitiéndome que no habría pasado nada malo hasta que sonó el teléfono. Mi novia estaba bien, aunque atrapada en uno de los múltiples atascos que se habían formado. No le quedaba mucha gasolina y se puso muy nerviosa. Después de dos horas, consiguió salir de aquella ratonera y dejó el coche abandonado en un parking. Volvió a casa en metro y, milagrosamente, llegó a la hora de comer.


Alegría

Cuando entró por la puerta nos llenamos de besos y abrazos. Las dos estábamos bien, con el miedo todavía en el cuerpo, pero bien. Compartimos experiencias, llamamos y recibimos llamadas de familiares, comimos caliente. Nos sentimos muy, muy afortunadas.

Surrealismo

400 kilómetros de atascos.
Miles de conductores atrapados.
Localidades enteras aisladas.
El aeropuerto cerrado.

5 centímetros de nieve.

Vergüenza

Las administraciones se echaban unas a otras la culpa. Que si esta carretera es responsabilidad del Ayuntamiento, que si la otra de la Comunidad, que si aquella pertenece al Estado. Había máquinas quitanieves suficientes, pero nadie había visto ninguna. Los altos cargos se reúnen para debatir si procede o no la intervención del ejército; mientras tanto, aumenta el número de coches que se quedan sin gasolina. Los trabajadores que han llegado a su trabajo no saben si podrán volver a sus casas. Desde los colegios llaman a los padres para que vayan a recoger a sus hijos. El alcalde nos da una alegría: hoy no cobrarán los parquímetros.

Rabia
No es la primera vez que veo mi ciudad sumida en el caos. No es la primera catástrofe que vivimos juntos desde hace muy pocos años. Aún así, me da rabia: creo que no nos lo merecemos, que no es justo, que hay muchas cosas que se hacen mal.

Amanecer

Esta mañana amaneció de color blanco. Mi novia y yo nos pusimos las botas de montaña y salimos al comprar. Por todas partes había muñecos de nieve y cuestas convertidas en pistas para los trineos. Mucha gente había visto la nieve por primera vez. Los esquiadores esquiaban. Las carreteras estaban razonablemente limpias y el paisaje era espectacular. Madrid no parecía Madrid, pero lo era y resultaba precioso. Subimos la calefacción.

Resistiendo, una vez más.
Encantada.

lunes, 5 de enero de 2009

Fuego

Esta película me ha emocionado profundamente, me ha regalado una dosis extra de fuerza y confianza, y me ha invitado a viajar por otros países, otras culturas, otros cuerpos que podrían ser los de cualquiera de nosotras, sin serlo.

Me gusta especialmente cómo la directora, Deepa Mehta, juega con los diferentes significados de la palabra “fuego”: el fuego de la juventud, el fuego del hogar, el fuego de los celos, de la pasión, de la violencia, el fuego de la sangre, el fuego del amor, el fuego de la fuerza y de la valentía, el fuego de la purificación y del juicio divino. Todos estos significados se van distribuyendo a lo largo de la película, en un puzzle que puede resultar complicado para las que no estamos acostumbradas a películas de este tipo, y que cobra, no obstante, un sentido profundo hacia el final, encendiendo una llama de rabia y determinación en cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad.

Creo que esta película habla, sobre todo, de los derechos de las mujeres. El derecho al propio cuerpo, a la propia vida, a una sexualidad autónoma y libre, el derecho a la alegría, al gozo, a los sueños, a los proyectos y a la libertad. El derecho a elegir por qué sentirse contenta y por qué sentirse desgraciada. El derecho a decidir qué es lo que tiene importancia. El derecho a la propia existencia, a ser por una misma y para una misma, el derecho a sentirse bendecida por lo sagrado, a participar de la experiencia sin mediaciones, sin ser un medio para el otro.

Todo esto se manifiesta de una forma muy sencilla cuando las dos mujeres protagonistas se atreven a decir “no”. En la intimidad de la pareja, en el silencio de la noche, su no suena claro, directo, inapelable. Es el no de la autoafirmación, de la autoconciencia. Es el no del respeto por una misma, el no de la vida que se abre camino, es el no de la mujer. Un no físico y simbólico. Un no difícil pero posible. Sin grandes dramas ni violencia, simplemente no.

También me ha gustado muchísimo la visión que da la directora de la India actual. Creo que la mayoría de las personas nos hemos quedado estancadas en la India de Gandhi, de los rituales sagrados del Ganges, de los santones, las vacas y la pobreza. Sin embargo, en esta película se ve que hay otra India, una India ecléctica donde lo antiguo y lo nuevo conviven de manera sorprendente, donde las mismas personas pueden ser artífices de los cambios y baluartes de la tradición.

En fin, todo un descubrimiento, especialmente sabiendo que esta película forma parte de una prometedora trilogía (Fuego, Tierra, Agua) sobre la India vista a través de la experiencia de la mujer.

¡Encantada!

sábado, 3 de enero de 2009

Apuntes en verde encantada

Año nuevo, blog nuevo.

Planeaba la creación de un nuevo blog desde hace algún tiempo, y ahora, por fin, me he atrevido a hacerlo realidad. Como en todos los comienzos, el entusiasmo se entremezcla con la inseguridad, la lujuria intelectual con el miedo a lo desconocido; supongo que así debe ser. Me conformo con que mi nuevo camino resulte agradable, para mí y para quien lo quiera compartir.

Encantada.

jueves, 1 de enero de 2009

¡Feliz 2009!

Que TODXS tengamos la oportunidad de hacer de éste nuestro año.

¡Encantada!