sábado, 7 de marzo de 2009

Atenea

Sin duda, mi diosa preferida dentro del panteón griego es Atenea.
Y me sobran los motivos.

En primer lugar, considero que el nacimiento de Atenea es una muestra clara de los complejos y la misoginia patriarcales que, en la Antigua Grecia como en el mundo actual, son mayoritarios.

Se dice que Atenea nació directamente de su padre, Zeus, sin intervención femenina. Sin embargo, el mito puede interpretarse también como un intento fallido del dios de la paternidad por hacer desaparecer a la mujer de una de las pocas actividades que lleva a cabo de manera exclusiva: el parto. Movido por el miedo a ser destronado por su propia estirpe, Zeus engulle a Metis, embarazada de Atenea, tratando de impedir, de este modo, su nacimiento. Sin embargo, Atenea nace atravesando triunfalmente la cabeza de su padre, contraviniendo sus deseos y afirmando su existencia como continuación de la materna.


Atenea, además, nace ya en forma de mujer adulta, armada hasta los dientes y profiriendo un grito de guerra que hace estremecerse a todos los dioses. Ante tal magnificencia, Zeus no tiene más remedio que aceptar a su hija y sentirse orgulloso de ella, reclamándola para sí y olvidando su anterior papel como infanticida. A pesar de este nuevo intento por anular su existencia independiente, el hecho de que Atenea nunca haya sido una niña constituye una nueva afirmación de su autonomía y de su deliberada desvinculación con la figura paterna.

Otro de los signos de la independencia de Atenea es su decisión de permanecer virgen. Como es sabido, la virginidad ha sido uno de los espacios tradicionales donde se han desarrollado las mujeres que deseaban ostentar la soberanía de sus cuerpos, mujeres feministas y/o lesbianas. No obstante, su negativa a contraer matrimonio no impide a esta diosa aceptar la maternidad, o al menos una maternidad por adopción compartida, curiosamente, con otra diosa, Gea.


Así, el dios Hefesto trató de violar a Atenea, que se defendió como buena guerrera, logrando apartar a Hefesto, que eyaculó sobre la Tierra, Gea, la cual dio a luz a un niño cuyas extremidades inferiores tenían la forma de una serpiente. Este ser, llamado Erictonio, disfrutó de la protección de Atenea y fue el mítico fundador de la ciudad que lleva su nombre, Atenas.

Por otro lado, Atenea representa la lucha por las causas justas, contraponiendo esta cualidad a la del dios masculino de la guerra, Ares, iracundo y sanguinario. Asimismo, se considera a esta diosa la protectora del trabajo, la agricultura, la artesanía, el hilado y el tejido; siendo la inventora del arado, la brida, los números, los carros, la navegación y las naves, el huso y la rueca. También es Atenea creadora de la flauta y la trompeta, así como de la danza de la victoria. Finalmente, destaca como protectora del crecimiento de los niños, de la salud, de las asambleas y de las leyes justas emanadas del pueblo.

Por si estos dones fueran pocos, algunos relatos consideran que la ciudad de Atenas lleva al nombre de la diosa gracias a los votos de la asamblea de mujeres, que prefirieron el olivo al regalo que les ofrecía Poseidón, el caballo, por el cual votaron los hombres.

Teniendo lo anterior en cuenta, creo que su figura puede resultar inspiradora para las mujeres que deseamos participar en la sociedad, aportando nuestra sabiduría y saber hacer, tal y como lo hizo la diosa.

Para terminar, mucho se insiste en la ausencia de mitos griegos que relaten el amor entre mujeres; sin embargo, en mi empeño por demostrar que dicha ausencia no obedece más que a la necedad del estudioso, que no sabe descubrir este amor donde es evidente, he recibido el relato de un hermoso idilio entre una joven ninfa, Cariclo, y, como no, mi diosa preferida, Atenea:

Había una vez en Tebas una ninfa, madre de Tiresias, a la que amó Atenea mucho, más que a ninguna de sus compañeras, y no se separaba de ella jamás. Cuando guiaba sus caballos hacia la antigua Tespias o hacia Haliarto, a través de los campos de los beocios, o hacia Coronea, donde tiene un recinto perfumado y unos altares junto al río Curalio, muchas veces la diosa la hizo montar en su carro; ni las conversaciones de las ninfas ni sus coros de danza le resultaban agradables, si no los dirigía Cariclo.

Un día, mientras Atenea y Cariclo se bañaban juntas, el hijo de estas, Tiresias, las sorprendió, viendo el cuerpo de la diosa desnuda. Atenea, que no podía saltarse las leyes divinas, las cuales prohibían a los mortales ver a los dioses si estos no lo deseaban, tuvo que castigar a Tiresias con la ceguera, a pesar de lo cual le colmó de virtudes (de entre las que destaca el don de la adivinación) como favor especial hacia su querida Cariclo.

¿Qué más se puede pedir?
¡Encantada!

2 comentarios:

  1. Muy interesante, la verdad es que estudio griego en el instituto y nunca me han enseñado esta parte de la diosa Atenea, me ha gustado mucho la historia. Besos.

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  2. Ni nunca te la enseñarán, jajaja. Ojalá algún día se mostrasen lecturas alternativas o divergentes de nuestra cultura... mientras tanto, seguiremos escribiendo blogs ;)

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¡Encantada de leerte!