Este año, mi novia y yo nos hemos ido de vacaciones a Cantabria, una preciosa región a la que esperamos volver.
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La verdad es que escoger destino es un poco difícil para nosotras, porque yo soy de playa y ella es de montaña, así que solemos intentar que haya de las dos cosas allí donde vamos. Por suerte, en lo que sí estamos de acuerdo es en irnos antes que nadie y volver cuando salga todo el mundo, ya que nos agobian las multitudes. Además, nos gusta ir al Norte, a pasar un poco de fresquito para romper con la rutina de terrible calor en Madrid, además de los grados de más que sufrimos en nuestra casa.
Estas han sido las vacaciones más largas que hemos disfrutado juntas hasta la fecha: una semana. Y creo que son las que nos han parecido más cortas. Hemos hecho de todo: senderismo, excursiones en bicicleta, playa, visitar varias ciudades, tumbarnos a la bartola y jugar mucho al chinchón.
Reconozco que suelo aburrirme enseguida de las vacaciones, siempre quiero volverme a casa cuanto antes porque se me empiezan a ocurrir muchísimas cosas que hacer, pero me parece que este año he comenzado a convertirme en una persona normal y no me hubiera importado quedarme diez días… o incluso más.
En cualquier caso, para mí estas vacaciones han sido especiales porque mi novia y yo nos encontramos en un punto muy bonito de nuestra relación. No es que no tengamos problemas, ni que los que nos rodean hayan dejado de molestar, pero hemos aprendido a vivir con ello, a dejar que nos afecte lo justo, sin que decida cada uno de nuestros estados de ánimo, y a ir encontrando pequeñas soluciones poco a poco, sabiendo que con el tiempo todo fluye y se transforma, afortunadamente, para bien.
Tuvimos una conversación muy emotiva en la que pudimos hablar de cómo el rechazo de mis padres (que aunque vaya evolucionando todavía existe como tal) nos afecta en la manera de relacionarnos. Yo le confesé que le cuento dos de cada cinco cabreos que me cojo con ellos, porque espero que algún día puedan convivir, y sé que si le explicara a mi novia todo lo que siento puede que ella llegara a no querer mantener ningún tipo de relación con ellos o a ser permanentemente hostil. Y lo sé porque siempre que le cuento los problemas que me generan mis padres, ella salta en mi defensa y les pone a parir. Parece hermoso, y al fin y al cabo, no espero otra cosa diferente a que se ponga de mi parte, pero a la larga no es positivo, ya que yo conozco a mis padres, sé darle la importancia que tienen a sus historias, pero ella no. Y además, a ella no le unen los lazos que me unen a mí con ellos, por lo que es natural que le dé menos importancia a deteriorarlos o romperlos.
Por otro lado, mi novia me explicó que, cuando intuye que estoy teniendo problemas, que me encuentro triste o desanimada, y yo insisto en decirle que no me ocurre nada, ella siente que la alejo de mí, que no tengo confianza en sus reacciones, que no quiero que sepa lo que me pasa. Y eso la hace sentir muy triste. Así que llegamos a la conclusión de que yo podía intentar comunicarme más y mejor con ella en este aspecto, y ella trataría de permanecer serena ante mis problemas, tratando de ayudar con visión de futuro. Y esto es algo en lo que tendremos que trabajar mucho, porque ambas tendemos a hacer lo que venimos haciendo todo este tiempo: yo cerrarme como una concha y ella protegernos a través de su ira.
También tuvimos otra conversación que para mí fue muy especial. Y es que ambas nos dimos cuenta de que ya nos sentimos preparadas para ser mamás. Tenemos ganas, nos apetece, creemos que es un buen momento y sabemos que las dudas y los miedos no pueden guiar nuestras decisiones, porque siempre van a estar allí. Sin embargo, aunque estemos preparadas para ser mamás, no lo estamos para ser mamás lesbianas. Todavía hay muchos temas a nuestro alrededor y en nuestro interior que debemos trabajar si es que queremos ser unas madres relativamente cuerdas y responsables. Que queramos tener hijos no significa que podamos tenerlos, no en nuestras circunstancias actuales, y eso nos apena profundamente, pero a la vez, nos hace sentir que estamos en el camino adecuado, y que tarde o temprano también nos sentiremos preparadas para ser las únicas madres que podemos llegar a ser.
Por lo demás, estas vacaciones nos hicieron plantearnos muchas cosas acerca de lo que significa vivir en la ciudad. El campo es tan hermoso, tan tranquilo, tan… barato. Y la ciudad es todo lo contrario, y mucho más una ciudad como Madrid. Además, el campo puede significar estar a media hora de una ciudad, si esta es relativamente pequeña, como Santander o Bilbao. Pero en Madrid, estar a media hora quiere decir seguir estando en Madrid. Las distancias son enormes y no se puede disfrutar de ambas cosas a la vez. En cualquier caso, no tiene importancia: es uno más de los miles de pensamientos que llenan nuestra cabeza de dilemas mientras esperamos que aparezca la casa que nos queremos comprar.
En fin, unas vacaciones hermosas y fructíferas.
Encantada.
¡Me encanta leerte! Encantada de leerte estoy.. :) Ánimo con esos planes de mamá... si la mitad de los padres dedicaran la mitad de tiempo que tú a pensar detenidamente cuándo están o no preparados para tener hijos, no habría malos padres en este mundo, seguro...
ResponderEliminarVaya, qué gran semana de vacaciones y qué grandes y útiles conversaciones :) Da gusto leer cosas así.
ResponderEliminarSaludos!
Me facino leer este post, me sentì muy reflejada, no sòlo porque disfruto estar de vacaciones con mi àngel, si no que en algunos de esos momentos hemos visto nuestro futuro tan claro, nos hemos trasado metas y sueños a cumplir, me alegra que el tema de la maternidad sea un sentimiento compartido entre ambas, de a poco la idea tomarà forma, estoy segura que seràn unas buenas madres.
ResponderEliminarMiles de besos y abrazos.
creí que era un post más de esos que hablan de las vacaciones, pero veo que está repleto de muy sensatas reflexiones y eso me alegra mucho
ResponderEliminarme atrae específicamente el tema de tu relación con tus padres y la reacción de ambas, complejo, no sabría qué actitud tomar porque yo en realidad todavía me encuentro en la etapa de la cerrazón y la ira, sí, después de tantos años...
No creo en las casualidades y es la primera vez que entro a tu espacio... te dejo, o mejor dicho "les dejo" mi certeza de que van por buen camino. Y las invito a visitar mi espacio. Un abrazo.
ResponderEliminar¡¡Has estado en mi tierra!! :-) A pesar de la especulación urbanística, los destrozos en playa y montaña y los miles de chorizos que la habitan, no han podido cargársela por completo (todavía). Me alegro de que os haya gustado :-)
ResponderEliminar¡Hola chicas!
ResponderEliminarQué pena me da responder a estos comentarios ahora que las vacaciones quedan lejos... ¡snif!
Creo que reflexionar sobre la maternidad es bueno, pero también es una forma de matar el tiempo mientras llega el momento. Estoy segura de que ser madre significa mucho más resolver los problemas en la práctica, pero por el momento me temo que nos tendremos que conformar con la teoría. Y lo bien que está quedando, oiga ;)
En cuanto al tema de los padres... supongo que es parecido al de los hijos: nunca se termina de saber si se está haciendo bien o no. Yo lo intento, aunque a veces... ¡buf! De todas formas, cada caso es distinto, y cada persona igual.
Y no, la tierra no parecía muy destrozada, sobre todo en comparación con el Mediterráneo. Espero que la cordura (o la crisis) hagan la fuerza suficiente para que se quede como está (virgencita, virgencita... jeje).
Coincido con Marga en que parecía ser un relato más pero va más allá.
ResponderEliminarYo creo que lo que describes son situaciones por las que muchas, afortunadamente, ya hemos pasado. Pero son experiencias que nos hacen crecer, valorar más lo que sentimos, lo que amamos y tenemos, nos hace ser seres más especiales porque lo tenemos todo mucho más complicado.
Nosotras seremos ahora madres, si nada lo impide, y llegar hasta aquí ha sido un camino de mucho reflexionar, en solitario, en pareja y con la familia. Lo que está claro es que nuestros hijos serán muy queridos y deseados porque no ha sido fruto de una noche.
Efectivamente, nuestros hijos son todo lo contrario al fruto de una noche... ¡son fruto de muchas noches en vela! Y aunque supongo que a la larga merece la pena, a veces preferiría ahorrarme tanto trámite y tanta reflexión... Claro que, habida cuenta de que es imposible... pues seguimos ahí :)
ResponderEliminarmi pareja y yo también somos unas enamoradas de cantabria, acabo de conocer tu blog y me parece muy agradable e interesante de leer, la vida es un descubrimiento continuo..encantada de conocerte abrazos :)
ResponderEliminarMuchas gracias, para mí también es muy agradable que me leáis :D
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