Últimamente he estado haciendo balance sobre lo que ha cambiado y lo que no desde que salí del armario con mis compañeros de trabajo, sobre lo que va mejor y lo que va peor, y en general, cómo es ahora mi relación con ellos.
Cuando se trata de visibilidad, a veces siento que los mensajes que se lanzan están vacíos. La consigna es “sal del armario y todo irá mejor”, pero no se suele explicar qué es ese “todo” y si es realmente “todo” lo que cambia para bien. Por eso, me resulta interesante reflexionar sobre mi experiencia, y sobre todo, compartirla.
Hay dos cosas que sí que han mejorado claramente desde que salí del armario, y ambas me han proporcionado mucha tranquilidad mental y una gran estabilidad emocional.
La primera es que ya no me tengo que preguntar si mis compañeros me estiman realmente o si lo hacen sólo porque dan por hecho que soy heterosexual. Ahora saben que salgo con una mujer (¡y la conocen!), así que entiendo que sus muestras de afecto y simpatía son auténticas. O incluso mejor: pueden ser falsas, pero ahora sé que no se atreverían a rechazarme abiertamente. Su hipocresía o su sinceridad quedan en su conciencia; mientras tanto, yo puedo seguir relacionándome con la tranquilidad de haber compartido con ellos lo que soy.
La segunda mejora tiene que ver con las pequeñas “molestias”que tenemos que sufrir cuando los demás presuponen que somos heterosexuales. Ahora sé que ninguno de mis compañeros me preguntará si tengo novio, si me gusta este o aquel hombre, quién es la chica con la que vivo, ni ninguna otra pregunta “incómoda”. Todos saben lo que hay, lo que soy, cómo es mi vida, así que puedo relajarme y participar en las conversaciones tranquilamente sin que me entren ganas de salir corriendo cada vez que se habla de nuestra vida personal.
Por otro lado, las relaciones con mis compañeros también han cambiado en dos aspectos que me hacen sentir mucho mejor a su lado.
En primer lugar, la homosexualidad es ahora un tema mucho más presente en las conversaciones de lo que lo era antes. No es que mis compañeros nunca hablasen del tema o lo hicieran para mal, al contrario: precisamente porque sacaban el tema de vez en cuando y de manera positiva yo me animé a salir del armario con ellos. Sin embargo, ahora la homosexualidad está presente de otra manera. La diferencia es sutil, pero yo noto que ellos hacen el esfuerzo de romper con la heteronormatividad en numerosas ocasiones. De hecho, algunos aprovechan siempre que pueden para mostrar (y mostrarme) su aceptación y el rechazo que profesan a las posturas homófobas. Varias veces lo han hecho delante de terceros que no sabían que yo era lesbiana, lo cual me ha parecido bastante entrañable y emocionante.
Por otra parte, he notado cómo mis compañeros han reducido sus expresiones homófobas o, al menos, han cobrado conciencia de que estas expresiones pueden resultar hirientes. “Maricón el último”, “a ver si vas a ser de la acera de enfrente” o “Pepito pierde aceite” han ido desapareciendo de su vocabulario, al menos en mi presencia. Y cuando se les escapan, han llegado a pedirme perdón por si me habían ofendido. Esto me ha parecido un cambio interesante porque demuestra que las conductas y actitudes homófobas pueden modificarse gracias a nuestra visibilidad. Determinar la profundidad del cambio es difícil, pero al menos ahora resulta “políticamente incorrecto” expresarse de este modo: un gran logro teniendo en cuenta que la “cuestión homosexual” no termina de cruzar la línea de la “corrección política”.
Hasta aquí todo lo positivo. Y es que salir del armario también me ha hecho sentir mal en un par de aspectos: el primero espero que sea para bien a largo plazo, y el segundo me hace cuestionarme seriamente nuestra posibilidad de integración en un mundo heterosexual.
La verdad es que ahora me siento peor con otros compañeros con los que no salí del armario pero a los que tengo el mismo cariño y con los que siento la misma confianza. De pronto veo que he establecido una barrera artificial entre aquellos que lo saben y aquellos que no. Mi relación con los que lo saben va avanzando a pasos agigantados; mi relación con los que no lo saben se estanca y se separa de la otra cada vez más. Esto me genera angustia y tristeza, supongo que la misma angustia y la misma tristeza que me generaba el estar en el armario antes con los compañeros con los que ya no lo estoy. Y sé que, precisamente por eso, este malestar puede ayudarme a tomar la decisión de seguir apostando por la sinceridad y la apertura a los demás, aunque ese momento todavía no haya llegado. Porque mi trabajo sigue pareciéndome un lugar hostil en general, y necesito crear situaciones fuera del mismo para poder sincerarme, situaciones que se dan de vez en cuando pero que todavía no he tomado la decisión de aprovechar. Una de las dificultades que encuentro para hacerlo es que me gustaría salir del armario con “este” y con “esta” y no con todos mis compañeros a la vez, lo cual es sumamente complicado. Supongo que, en este punto, se me plantea el dilema de si salir del armario “indiscriminadamente” o no. Hacerlo podría ser deseable, pero ahora mismo no me siento preparada para ello.
Por otro lado, he de decir que salir del armario me ha hecho cobrar más conciencia aún de mi diferencia. Esto es algo que ya me había pasado otras veces, y me no me hace sentir precisamente bien. Creo que, mientras se mantiene la “ilusión de heterosexualidad”, se mantiene la “ilusión de integración”: eres como los demás, participas como los demás. Pero cuando la ilusión se rompe, aparece esa “barrera de cristal” que, a base de sutilidades, te impide ser una más. Es algo tonto y, a la vez, sumamente profundo, que te recuerda una y otra vez que no eres como el resto, que te hace sentir como si la aceptación que recibes fuera un regalo y no un derecho, algo con fecha de caducidad o con posibilidad de ser revocado en cualquier momento. Esto ocurre en muchas conversaciones cotidianas, como las que tratan sobre los estereotipos de hombres y mujeres en el matrimonio, o sobre la maternidad o paternidad, o sobre asuntos familiares o legales. Yo creo que, por una parte, puede estar bien no compartir ciertas cosas, como visiones machistas o estereotipadas. Pero, al mismo tiempo, me parece que en realidad no es eso lo que está en juego, sino la simple interacción social: yo tengo muchas conversaciones estereotipadas con mis amigas lesbianas sobre las parejas de mujeres, y se trata de reforzarnos a nosotras mismas a través del humor y la caricatura, cosa que no puedo hacer con los heteros porque mi situación es diferente. Así que me pregunto hasta qué punto podemos disfrutar de una integración real mientras la división entre heteros y homos siga siendo tan relevante en nuestra sociedad, mientras existan tantos pequeños detalles que te recuerdan tu diferencia.
En cualquier caso, puedo concluir que salir del armario con mis compañeros de trabajo es una de las mejores decisiones que he tomado, porque me ha granjeado numerosos beneficios. Sin embargo, y cada vez más, insisto en reflexionar sobre la complejidad del “ser visible”, sobre las diferencias que se establecen entre personas y situaciones, y sobre cómo un mensaje monolítico e impositivo sobre este tema puede crearnos más angustias y sufrimientos que sumar a los que ya nos provoca la homofobia.
Encantada.
Cuando se trata de visibilidad, a veces siento que los mensajes que se lanzan están vacíos. La consigna es “sal del armario y todo irá mejor”, pero no se suele explicar qué es ese “todo” y si es realmente “todo” lo que cambia para bien. Por eso, me resulta interesante reflexionar sobre mi experiencia, y sobre todo, compartirla.
Hay dos cosas que sí que han mejorado claramente desde que salí del armario, y ambas me han proporcionado mucha tranquilidad mental y una gran estabilidad emocional.
La primera es que ya no me tengo que preguntar si mis compañeros me estiman realmente o si lo hacen sólo porque dan por hecho que soy heterosexual. Ahora saben que salgo con una mujer (¡y la conocen!), así que entiendo que sus muestras de afecto y simpatía son auténticas. O incluso mejor: pueden ser falsas, pero ahora sé que no se atreverían a rechazarme abiertamente. Su hipocresía o su sinceridad quedan en su conciencia; mientras tanto, yo puedo seguir relacionándome con la tranquilidad de haber compartido con ellos lo que soy.
La segunda mejora tiene que ver con las pequeñas “molestias”que tenemos que sufrir cuando los demás presuponen que somos heterosexuales. Ahora sé que ninguno de mis compañeros me preguntará si tengo novio, si me gusta este o aquel hombre, quién es la chica con la que vivo, ni ninguna otra pregunta “incómoda”. Todos saben lo que hay, lo que soy, cómo es mi vida, así que puedo relajarme y participar en las conversaciones tranquilamente sin que me entren ganas de salir corriendo cada vez que se habla de nuestra vida personal.
Por otro lado, las relaciones con mis compañeros también han cambiado en dos aspectos que me hacen sentir mucho mejor a su lado.
En primer lugar, la homosexualidad es ahora un tema mucho más presente en las conversaciones de lo que lo era antes. No es que mis compañeros nunca hablasen del tema o lo hicieran para mal, al contrario: precisamente porque sacaban el tema de vez en cuando y de manera positiva yo me animé a salir del armario con ellos. Sin embargo, ahora la homosexualidad está presente de otra manera. La diferencia es sutil, pero yo noto que ellos hacen el esfuerzo de romper con la heteronormatividad en numerosas ocasiones. De hecho, algunos aprovechan siempre que pueden para mostrar (y mostrarme) su aceptación y el rechazo que profesan a las posturas homófobas. Varias veces lo han hecho delante de terceros que no sabían que yo era lesbiana, lo cual me ha parecido bastante entrañable y emocionante.
Por otra parte, he notado cómo mis compañeros han reducido sus expresiones homófobas o, al menos, han cobrado conciencia de que estas expresiones pueden resultar hirientes. “Maricón el último”, “a ver si vas a ser de la acera de enfrente” o “Pepito pierde aceite” han ido desapareciendo de su vocabulario, al menos en mi presencia. Y cuando se les escapan, han llegado a pedirme perdón por si me habían ofendido. Esto me ha parecido un cambio interesante porque demuestra que las conductas y actitudes homófobas pueden modificarse gracias a nuestra visibilidad. Determinar la profundidad del cambio es difícil, pero al menos ahora resulta “políticamente incorrecto” expresarse de este modo: un gran logro teniendo en cuenta que la “cuestión homosexual” no termina de cruzar la línea de la “corrección política”.
Hasta aquí todo lo positivo. Y es que salir del armario también me ha hecho sentir mal en un par de aspectos: el primero espero que sea para bien a largo plazo, y el segundo me hace cuestionarme seriamente nuestra posibilidad de integración en un mundo heterosexual.
La verdad es que ahora me siento peor con otros compañeros con los que no salí del armario pero a los que tengo el mismo cariño y con los que siento la misma confianza. De pronto veo que he establecido una barrera artificial entre aquellos que lo saben y aquellos que no. Mi relación con los que lo saben va avanzando a pasos agigantados; mi relación con los que no lo saben se estanca y se separa de la otra cada vez más. Esto me genera angustia y tristeza, supongo que la misma angustia y la misma tristeza que me generaba el estar en el armario antes con los compañeros con los que ya no lo estoy. Y sé que, precisamente por eso, este malestar puede ayudarme a tomar la decisión de seguir apostando por la sinceridad y la apertura a los demás, aunque ese momento todavía no haya llegado. Porque mi trabajo sigue pareciéndome un lugar hostil en general, y necesito crear situaciones fuera del mismo para poder sincerarme, situaciones que se dan de vez en cuando pero que todavía no he tomado la decisión de aprovechar. Una de las dificultades que encuentro para hacerlo es que me gustaría salir del armario con “este” y con “esta” y no con todos mis compañeros a la vez, lo cual es sumamente complicado. Supongo que, en este punto, se me plantea el dilema de si salir del armario “indiscriminadamente” o no. Hacerlo podría ser deseable, pero ahora mismo no me siento preparada para ello.
Por otro lado, he de decir que salir del armario me ha hecho cobrar más conciencia aún de mi diferencia. Esto es algo que ya me había pasado otras veces, y me no me hace sentir precisamente bien. Creo que, mientras se mantiene la “ilusión de heterosexualidad”, se mantiene la “ilusión de integración”: eres como los demás, participas como los demás. Pero cuando la ilusión se rompe, aparece esa “barrera de cristal” que, a base de sutilidades, te impide ser una más. Es algo tonto y, a la vez, sumamente profundo, que te recuerda una y otra vez que no eres como el resto, que te hace sentir como si la aceptación que recibes fuera un regalo y no un derecho, algo con fecha de caducidad o con posibilidad de ser revocado en cualquier momento. Esto ocurre en muchas conversaciones cotidianas, como las que tratan sobre los estereotipos de hombres y mujeres en el matrimonio, o sobre la maternidad o paternidad, o sobre asuntos familiares o legales. Yo creo que, por una parte, puede estar bien no compartir ciertas cosas, como visiones machistas o estereotipadas. Pero, al mismo tiempo, me parece que en realidad no es eso lo que está en juego, sino la simple interacción social: yo tengo muchas conversaciones estereotipadas con mis amigas lesbianas sobre las parejas de mujeres, y se trata de reforzarnos a nosotras mismas a través del humor y la caricatura, cosa que no puedo hacer con los heteros porque mi situación es diferente. Así que me pregunto hasta qué punto podemos disfrutar de una integración real mientras la división entre heteros y homos siga siendo tan relevante en nuestra sociedad, mientras existan tantos pequeños detalles que te recuerdan tu diferencia.
En cualquier caso, puedo concluir que salir del armario con mis compañeros de trabajo es una de las mejores decisiones que he tomado, porque me ha granjeado numerosos beneficios. Sin embargo, y cada vez más, insisto en reflexionar sobre la complejidad del “ser visible”, sobre las diferencias que se establecen entre personas y situaciones, y sobre cómo un mensaje monolítico e impositivo sobre este tema puede crearnos más angustias y sufrimientos que sumar a los que ya nos provoca la homofobia.
Encantada.
n.n totalmente de acuerdo contigo, y ante todo recuerda que “tu visibilidad laboral” te permite ser tu misma!! Creo que lo que mas nos separa de un grupo (y mas importante de nuestra felicidad) es el tener que fingir lo que no somos
ResponderEliminarFelicidades por tu Decisión
Todo tiene su cara y su cruz. En mi caso aun no termino de salir del armario. Digamos que hace fresquito fuera y no termina de apetecer. Las diferencias son grandes me posicione donde me posicione. Aunque me jode mucho seguir diciendo "si, que tio más guapo". A pesar de todo la necesidad de ser una misma va creciendo y es cuetión de tiempo salir del todo.
ResponderEliminarbueno... pero es que lo de los estereotipos es ya algo aparte supongo, y la verdad es que no me gustan demasiado xD en ese sentido quizá se justifica más el "ambiente" porque hay conversaciones que tienes con más fluidez en una comunidad que se parece más a tí :)
ResponderEliminarpero por lo demás, no sé, veo que todo va genial ^^ y me alegro mucho por tí, sobre todo es eso, deshacer la barrera invisible que te impedía ser tú al 100% y comprobar quien te acepta realmente y quién no
todo se hace más de verdad :)
un beso grande!!
Gran reflexión. Sí señora.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo. No sé cuál será tu profesión. Yo soy profesora de niños y niñas, lo cierto es que el mundo "magisterio" con especialidad en infantil suele ser cerrado, limitado en todos los planos, se compone sobretodo de mujeres muy sexistas cuya única conversación es el "hombre" y los hijos. Sin embargo, yo siempre busco un momento para ir comentando que mi pareja es otra mujer. Y busco ese momento precisamente porque TODO el mundo da por sentado SIEMPRE que soy super heterosexual. Y me molesta. Porque no me gustaría ser hetero, me gusta ser lesbiana y siento orgullo y alegría de ser una mujer que ama a personas de su mismo sexo.
ResponderEliminarLo digo con toda naturalidad, es decir, no anuncio: "soy lesbiana" sino que hablo de mi pareja en femenino o cosas por el estilo.
Y en todos los casos (hasta el momento) la reacción ha sido natural y respetuosa. Digo hasta la fecha porque cambio de escuela a menudo (soy interina) y supongo que no siempre voy a encontrar la misma reacción.
Entiendo lo que cuentas y es sinceramente absurdo que tengamos que ir anunciando con quién nos acostamos simplemente por el hecho de que nos da por heterosexuales.
Estoy, además, de acuerdo en lo que afirmas sobre ese tipo de conversaciones o mundo aparte que a ratos se crea, se llama como bien lo has denominado en el blog "heterosexismo", vivimos en un mundo heterosexista, tenemos una educación heterosexista, y respiramos el heterosexismo en cada imágen, película, serie televisiva etc.
Pero nuestra visibilidad es necesaria. Y mucho. Y no hay que temer. De hecho cuando mis compañeras vestidas como auténticas marujillas hablan de programas del corazón, de Belén Esteban, de sus hijos/maridos, y de marujadas sexistas aburridas yo me siento FELIZ de no ser parte de ello, muy feliz.
Otra de las cosas que me han interesado de tu post, es una parte en la que dices que a veces parece que tengamos que estar super agradecidas por ser aceptadas con naturalidad por parte de compañeros/as incluso familiares o amigos/as, pues ellos/as no tienen "nada" que aceptar, al igual que nosotras no tenemos que darle el visto bueno a la persona con quién se acuestan y se levantan.
Un saludo!
La visibilidad laboral a alguna parece que le ha creado problemas, pero mi experiencia (larga por cierto) me dice que trae mucho más de positivo que de negativo. En mi trabajo me conocen y conocen a mi pareja. Además ella es de esas personas a las que enseguida se las tiene en cuenta, su opinión cuenta y se le toma cariño.
ResponderEliminarEn mi experiencia, el aramario es un refugio que tenemos cuando no os sentimos compleatmente seguras de estar visibles. Desde quelllegué a España mi mujer y yo somos 100% visibles con compañeros, vecinos, familia, amigos y hasta en el quiosco donde compramos la prensa y no hemos tenido ninguna reacción adversa. Por otra parte... yo no me sorprendo de que me "acepten". La gente no tiene nada que aceptar con respecto a mi lesbianismo, así como yo no tengo nada que acaptar o reprobar de su heterosexualidad, por tanto si opinan lo que opinen me tiene sin cuidado...
ResponderEliminarme gustó mucho tu artículo, tanto que me tomé el atrevimiento (cuándo no) de comentarlo en mi blog, sé que no te molesta
ResponderEliminarbesos y gracias por mantenernos el cerebro en marcha
creo que es importante hacer alguna reflexion de vez en cuando, esta me ha gustado mucho.
ResponderEliminarCuando hablas de compañeros supongo que te refieres a los que tienen el mismo nivel que tu, porque como estén por debajo no hay ni aceptacion, ni normalidad, ni nada, pasas directamente a ser la "puta bollera de mierda".
Se que soy un poco radical, pero es que creo que no me tiene que aceptar nadie que no me preocupe, entre los que están los compañeros de trabajo, vecinos y cualquier persona con la que me relacione a la que yo no haya elegido.
y, por supuesto, creo que es muy importante ir con la verdad por delante y hablar con naturalidad de tu vida, simplemente por aceptarte a ti misma.
Hola, desempolvando mi blog a ver si retomo mis viejos intentos, decidí darme un paseo por otros y he topado con el tuyo y me quede, leí complacida tu reflexión, muy buena y ya me verás por acá con frecuencia, saludos
ResponderEliminarcompletamente cierto... aunque hay una cuestion que uno podria ver magnificada en este comentario tuyo hacerca de la salida del closet, y es que eso tmbn se ve reflejado en tus amistades, cuando sales del closet con ellos... en especial en eso de las conversaciones sobre chicos con tus amigas, o de chicas con tus amigos... pero bueno, supongo que eso dara pie para una conversacion diferente del tema... ^^ gracias por tu blog
ResponderEliminarHola, tu artículo me ha recordado mucho a mi salida del armario en el trabajo. Ahora sé que es lo mejor que pude hacer porque al fin pude ser yo misma, dejar de hablar siempre en neutro cuando me refería a mi pareja y sobre todo poder compartir aquello que quisiera relacionado con mi chica sin evitar la temida palabra "novia" y poder hablar tan abiertamente como una persona heterosexual.
ResponderEliminarFelicidades por tu blog, me encanta.
Yo también tengo el mío, te invito a visitarlo cuando quieras. http://aprendizdetodomaestradenada.blogspot.com/
Un saludo