Después de unas semanas de mucho trabajo y estrés infinito, el curso ya está en marcha.
Este año supe cuál era mi centro cuatro días antes de empezar las clases. Si el año pasado nos aumentaron las horas lectivas, este han hecho lo propio con las complementarias. Ahora estoy obligada a permanecer en el instituto más horas que nunca, la mayoría de ellas repletas de clases, reuniones y guardias. Según la Consejería de Educación, con cinco horas a la semana tengo suficiente para preparar todas mis clases. Yo necesito más del doble, y más del doble está lleno de horas que le quito a mi tiempo libre y que no me pagan.
Aun así, procuro conservar la ilusión. La ilusión y la profesionalidad. Aunque solo sea por los treinta y cinco alumnos que llego a tener por clase, para que su presente y su futuro no se vean teñidos del color gris recorte que no merecen y del que no son culpables. Ni ellos, ni sus profesores, ni sus familias. Mientras tanto, las aulas se han llenado de mesas de colores, traídas desde el último rincón del almacén para que quienes no pueden pagar un colegio concertado o no tienen plaza en Formación Profesional sigan estudiando con toda la dignidad que podemos ofrecerles. Aunque los de alante estén muy alante y los de atrás estén muy atrás. Y es que en un aula construida para veinticino alumnos resulta complicado cumplir la ley.
Las movilizaciones ya han empezado. La mayoría estamos mucho más cansados que otros años, con el ánimo mucho más bajo que antes, pero seguimos asistiendo y luchando. Aunque no sepamos muy bien contra quién, porque los políticos dicen no hacer lo que desearían, y el mercado no tiene un rostro definido contra el que arremeter. Por eso sigo llevando mi camiseta verde cada semana, para que al menos mis alumnos sí tengan claro que quien les mira cada día de frente lo hace porque camina a su lado.
Ojalá algún día la situación cambie y yo pueda volver a cumplir mi horario de hace dos años cobrando el sueldo de hace tres. Mientras espero a que ese día llegue, sigo plantando las semillas de la justicia y la igualdad en las mentes de quienes aprenden conmigo, con la esperanza de que tal vez ellos mejoren con sus propias manos ese futuro que tratan de hurtarles.
No me rindo, ladrones. ¡No me rindo!
Y estoy encantada de seguir peleando.
desde acá, sólo puedo enviarte un ANIMO! gigante...
ResponderEliminarsigue adelante, espero que todo mejore pronto!!
Ojalá llegue ese día. Mientras tanto, no nos rendiremos.
ResponderEliminarAna