sábado, 30 de junio de 2007

jueves, 28 de junio de 2007

¿Orgullo?


28 de junio – Día Internacional del Orgullo Lésbico (entre otros).

Cuando era pequeña tenía una cuidadora que estaba muy metida en la movida madrileña. Su estética era radicalmente punk, y hoy todavía me pregunto cómo mis padres se atrevieron a contratarla. Sin embargo, fue la mejor cuidadora que nunca tuve.

Cada vez que me venía a buscar al colegio, padres, madres, hijos e hijas se quedaban mirándola. Mirándonos, para ser exactas: a ella y a mí alternativamente. Yo lo sabía, sabía que todo el mundo me miraba porque iba de la mano de una chica punk donde las hubiera. ¿Y qué sentía yo?

ORGULLO.

No quería que nadie tuviera la más mínima duda de que aquella chica de la cresta amarilla era MI cuidadora. Me sentía orgullosa de tener la cuidadora más original y divertida de todo el colegio. Me sentía orgullosa cuando me preguntaban “¿y esa quién es?” y yo hinchaba el pecho para responder “en MI cuidadora”. Y por si alguien, después de remirarnos varias veces, todavía no lo tenía claro, yo me separaba de ella para que todo el mundo pudiese ver que sí, que íbamos de la mano, porque aquella chica punk a la que todo el mundo miraba y la pequeñuela de la coleta eran uña y carne.

Hoy, todo sería distinto.
Encantada, al menos, de tener un origen al que volver.

miércoles, 27 de junio de 2007

Lilith

Varón y hembra los creó.
Gén, 1,27

En la Biblia, ese libro tan nombrado como poco leído, aparece un doble relato de la creación de la Humanidad. Este fenómeno, bien conocido, indica la existencia primigenia de dos versiones de dicha creación, o más concretamente, la existencia de una segunda versión que ha modificado (y suplantado, en este caso) a la primera. Esta segunda versión es la que todos conocemos: Adán, Eva, la costilla, la serpiente y la manzana.

Algunos críticos textuales consideran que el conjunto de las dos versiones forma un mito que alude a la transición de las sociedades de cazadores-recolectores a las sociedades sedentarias, agricultoras y ganaderas. Como resultado de esta transición, surgió el concepto fuerte de propiedad privada, y también el de la dominación del hombre sobre la mujer, al pasar esta a ser considerada como una propiedad más.

Las sociedades de cazadores-recolectores (o cazadores-recolectoras, más bien) solían ser matriarcales, y por lo tanto, es lógico que exista una primera versión de la creación que representase esta situación. En la Biblia, apenas quedan algunos versículos, pero gracias a los textos apócrifos podemos reconstruir la versión completa. Así, Dios habría creado al hombre y a la mujer a la vez, ambos a su imagen y semejanza.


El primer hombre, como en la versión conocida, se llamaba Adán; pero la primera mujer no era Eva, sino Lilith. En una sociedad en la que la división del trabajo, cuando la había, no implicaba la dominación de un sexo sobre el otro, Lilith se comportaba de manera natural como hoy soñamos con poder comportarnos algún día las mujeres feministas: en igualdad con Adán.

Sin embargo, en versiones intermedias surgen las primeras desavenencias entre Lilith y Adán, representadas de manera poco casual y sí muy simbólica en la postura para realizar el coito. Adán, futuro dominador, consideraba que Lilith debía permanecer debajo, en la posición de dominada, mientras que Lilith se negaba a mantener relaciones sexuales no igualitarias.

Ante esta situación, Lilith decidió anteponer su autonomía frente a todo lo demás, incluida la maternidad. Así, logró extraer de Dios su nombre secreto y se marchó del Paraíso. En las tradiciones antiguas, y muy especialmente en la judía, el nombre tiene gran importancia, ya que se considera que en él reside la esencia del objeto a que hace referencia. Por lo tanto, Lilith llegó al conocimiento de Dios, el más alto conocimiento al que se puede llegar, liberándose después y abandonando el Paraíso.

Personalmente, considero que este abandono del Paraíso tiene un valor simbólico muy especial. Así, los mitos de rebelión frente a la autoridad suprema, como el de Lucifer o el de Prometeo, terminan con la expulsión del rebelde, no con la marcha del mismo por su propio pie. Es Lilith la que abandona a Dios, no Dios el que castiga a Lilith, sin duda algo novedoso y que nos puede llevar a reflexionar sobre el significado profundo que este acto puede tener para las mujeres.

Por otra parte, algunos autores consideran que la figura de Lilith no ha sido completamente borrada de la segunda versión, sino que se la ha transformado en la serpiente que ofrece el fruto del árbol prohibido a Eva. De hecho, en algunos textos se defiende que fue la serpiente y no Adán la que fecundó a Eva la primera vez, de modo que su primogénito, Caín, sería hijo de ambas. Esta interpretación, lógicamente, nos lleva a pensar que Caín, “el traidor”, es el hijo de Eva y Lilith, el hijo de la sabiduría suprema y de la mujer sometida, o simplemente, ¡por qué no!, el hijo de dos mujeres, el hijo varón de las mujeres, sobre lo cual se podrían escribir cientos de tratados y reflexionar hasta nuestra última espiración.


Encantada de empezar.

martes, 26 de junio de 2007

Síndrome pre-vacacional o De la careta hasta las tetas


Últimamente me siento muy baja de moral.

La distancia entre mis dos vidas se acorta, la llegada del verano hace creer a mi vida oculta que podrá reinar durante algunas semanas, y ya no puede esperar más.

Las horas que paso en mi trabajo son horribles. Siento sobre la cabeza un montón de carteles luminosos que le indican a todo el mundo lo que soy. Me encojo en la silla, me protejo en un rincón, corro al baño en cuanto puedo. Reparto miradas de cordero degollado y siento cómo mi voz se vuelve cada vez más fina, más suplicante. Escucho el sonido de mi vida pública, languideciendo.

Pero la vida oculta tampoco tiene la fuerza suficiente. Los planes que fui posponiendo se agrupan ahora a la puerta del armario, y golpean con fuerza. Decírselo a mi amiga Z. Tener una charlita con mi madre. Siento que todavía no es tiempo de nada, que nada merece la pena, que es mejor continuar ahí, simplemente existiendo, en espera de que todo se arregle, quién sabe cómo.

Y mientras tanto, me ahogo. Haciendo equilibrios sobre el filo de lo que no es posible. O estoy dentro o estoy fuera. O soy o no soy. O me atrevo o me callo.

Y mientras tanto, pasan las horas. Y yo sólo quiero estar sola. Mirándome las puntas de los pies y rascándome la cabeza. Sintiendo que nada tiene sentido, evidenciando lo absurdo y creyendo que algún día me reiré de todo esto mientras me tomo algo con nosequién.

Encantada.

lunes, 25 de junio de 2007

Historia de otra invisibilidad

http://ernesto.ojodigital.net

El monumento popularmente conocido como “el oso y el madroño” es uno de los símbolos más importantes de la ciudad de Madrid. Así, pocos serán los oriundos que no hayan preguntado alguna vez aquello de “¿quedamos en “el oso”?”. Y sin embargo… ¡ay! Resulta que “el oso” es en realidad una osa.

El Consejo de Mujeres de Madrid ha iniciado una campaña para reivindicar a nuestra osa más allá de la anécdota. Como muy acertadamente se cuestionan las convocantes, "si hubiera sido un oso, ¿se hubiera cambiado a osa?". Personalmente, esta pregunta me parece relevante porque implica el argumento patriarcal más inmediato: “un oso, una osa… ¿y qué más da?”. Bueno, pues no da igual. Y es que el hecho de que la osa se cambiara en oso no es casualidad.

La historia de la osa y el madroño es otra historia de nuestra bien conocida invisibilidad: bien conocida por las mujeres, y mucho mejor conocida por las mujeres lesbianas. Además, en este caso particular no sólo juega en nuestra contra el peso del patriarcado, sino también el del siempre insuficientemente vilipendiado sistema gramatical.

Si nos paramos a pensar, ¿cuántos millones de personas no habrán invertido incontables minutos de su tiempo en pasear, observar y fotografiarse junto a nuestra osa? Y sin embargo, ¿por qué prácticamente ninguna se dio cuenta de que la osa era hembra? Yo creo que porque a todas esas personas nos dijeron que la estatua representaba un oso, y como el “género no marcado” es el masculino, y como los representantes de todo (lo bueno y lo importante) suelen ser masculinos, y como nadie nos dijo nunca que aquello se podía cuestionar, y como a las que (más) nos interesa cuestionarlo es a nosotras, y nosotras nunca nos dimos por aludidas en este maldito mundo terminado en “o”… pues sencillamente, nuestras mentes no hicieron “clic”.

Para mí, una de las grandes lecciones del Feminismo ha sido la de hacer que me pregunte cosas. Cuando se te ponen los pelos de punta, cuando no te sientes bien, cuando la frustración se te condensa en un grano enorme en mitad de la frente… pregúntate cosas. Porque las respuestas no llegan sin preguntas, y las mujeres, acostumbradas a dormitar y a resignarnos a ser incluidas en un masculino que nos excluye, tenemos que aprender a preguntar.

Así, la cuestión de la osa no nos va a salvar la vida a ninguna, ni va a cambiar nuestra historia, ni nos augura necesariamente un futuro mejor. Pero es un símbolo, un símbolo que nos invita a preguntar. A preguntar y a recordar que una vez olvidamos mirar debajo de las faldas de la osa y contribuimos a nuestra propia invisibilidad.

Encantada de poner mi granito de arena para evitar que vuelva a pasar.

jueves, 14 de junio de 2007

La (doble) Resistencia


Miles de españolas mugrientas y desesperadas atravesaron en los primeros meses de 1939 la frontera francesa. Al desgarro de abandonar su propio país, las exiliadas unían la certeza de que había terminado el sueño de igualdad para las mujeres españolas.

(Secundino Serrano, Maquis)

Creo que la II República (1931-1939) marcó un hito en la Historia de las mujeres españolas, pero también creo que, como bien dice este pequeño párrafo, tan sólo significó el inicio de “un sueño de igualdad”, sueño que aún no hemos logrado cumplir.

A este respecto, me parece necesario recordar que, dentro de cualquier raza, etnia o clase social, existen dos capas: una superior, la de los hombres, y otra inferior, la de las mujeres. Por eso, las mujeres republicanas en la resistencia, las mismas que habían soñado con la igualdad, vieron esta doblemente frustrada: no sólo por la dictadura sino también por la actitud de sus propios “compañeros”.

Algunas de ellas tuvieron que ejercer la prostitución, sobre todo en la primera posguerra, para alimentar a los presos de la familia o a los hijos que crecían en el hogar. Excarcelados sus maridos, bastantes de estas mujeres tuvieron que añadir al desprecio social el rechazo de sus parejas en libertad.

(O sea, que me prostituyo para darte de comer y luego encima te das el lujo de rechazarme por guarra. ¡Pues allá te hubieras muerto de hambre, malnacido!)

El comunismo procuró en las situaciones críticas facilitar el desahogo sexual de sus militantes con compañeras, aunque un poco en comunidad.

(¿Perdón?)

En 1949, Carmen Temprano Salorio cayó abatida cuando intentaba romper, en compañía de otros guerrilleros, el cerco de la Guardia Civil. Los medios próximos al régimen tranquilizaron la hipotética mala conciencia de haber matada a un mujer señalando que vestía de hombre, y por lo tanto, merecía el mismo trato que cualquier bandolero.

(¡A quién se le ocurre lanzarse al monte sin falda!)

Cuando “Chaquetalarga” y “Miguelete” consiguieron huir a Francia, lo hicieron solos, y a sus compañeras, las hermanas Rodríguez Juárez, sólo les quedó como alternativa entregarse a las autoridades.

(Eso es amor, y lo demás… ¡tontería!)

Con todas las cautelas propias de una excepción, en la guerrilla levantina se produjo un caso singular en la persona de Teresa Pla Meseguer, pastora de Vallibona (Castellón). Para las gentes de los pueblos y también para las fuerzas de represión, Pla Meseguer modificaba de manera sustantiva las convenciones sobre la mujer y la violencia armada. Aguado Sánchez, con su habitual beligerancia verbal, escribe que era “una mujer lesbiana de instintos violentos”.

(Ya tardaban en sacarnos a… ¿relucir?)

Posteriormente, el mismo autor dice que cuando fue detenida “su identificación presentó al principio algunas dudas. Vestía de hombre y por su contextura viriloide y el tiempo transcurrido había experimentado un gran cambio en su fisionomía”.

(¿Acaso le salió pene?)

Conocida también como “el maquis hermafrodita”, posteriormente adoptó una identidad masculina con el nombre de Florencio.

(Después de tantas vejaciones, ¿quién no habría hecho lo mismo?)

En la actualidad, todavía se escucha, tanto de boca de hombres como de mujeres, que el Feminismo es una postura radical innecesaria. Sin embargo, yo creo que es la única postura digna para la mujer. Tengas las ideas que tengas, sea cual sea el color de tu piel o tu orientación sexual, siempre estarás por debajo de los hombres que formen grupo contigo. Y eso es algo que todas las mujeres compartimos, algo que, tristemente o quizá de manera muy oportuna, nos une a todas.

En el último rincón del Planeta, en cualquier página de la Historia, hay una mujer con la que podría hablar de muchas cosas.
Encantada de tenerlo presente.

domingo, 10 de junio de 2007

Domingo

Como bien decía hoy un artículo del periódico, las tardes del domingo son quizás las peores tardes de la semana, ya que en ellas sufrimos un concentrado síndrome post-vacacional ante la llegada del lunes.

En este artículo, una escritora hablaba de los domingos de los escritores, ansiosos ante la perspectiva de no tener nada que leer.
Aquí, una mujer lesbiana hablará de los domingos de las mujeres lesbianas (siempre que estas compartan su caso, claro está).

Y es que yo creo que este síndrome dominical es más agudo cuanto más separadas están tu vida del fin de semana y tu vida entre semana. En mi caso, ambas están a una distancia pequeña físicamente e insalvable en la práctica: la distancia que ocupa la puerta del armario.

Para mí, las tardes del domingo están llenas de ansiedad, la ansiedad de recordar que mañana, lunes, en cuanto llegue a mi trabajo, me convertiré en sólo la mitad de mí. Seré mi parte responsable, asertiva, organizada, con zapatos y sin vida personal. Daré a entender que para mí sólo existe el trabajo, participaré sólo en las conversaciones que versen sobre el trabajo, y si me salgo de esta ruta preestablecida, me arrepentiré durante semanas:

- Pues yo estoy pensando en independizarme.
- ¿Ah sí? ¿Y cómo te vas a pagar el piso si no tienes novio?

Atrás dejaré a la otra mitad, mi mitad comprometida, sociable, comunicativa, bloggera, que viste con zapatillas de deporte y que está ilusionada con su proyecto de vida personal. Atrás quedarán las salidas nocturnas, los besos apasionados, las cenas románticas, los pisos en venta, las hipotecas, los problemas con los padres, los desahogos con las amigas, los escritos y las lecturas en Internet. El fin de semana nunca habrá tenido lugar.

Y mientras tanto, día a día, semana tras semana, domingo tras domingo, trato de avanzar en esta difícil conciliación de la vida personal y laboral, tan difícil para nosotras, mujeres, lesbianas.

Encantada, no obstante, de estar en marcha.

jueves, 7 de junio de 2007

Otro deseo es posible

Hoy he estado viendo en la televisión una tertulia en la que hablaban de las fantasías sexuales. Por supuesto, las lesbianas sólo hemos aparecido en la conversación encorsetadas en nuestro papel tradicional de objeto de deseo masculino. Y es que hay tradiciones que ni el hecho de que uno de los contertulios sea un hombre homosexual puede cambiar.

En realidad, también se ha nombrado el deseo de las mujeres por las mujeres cuando la invitada ha explicado que la mayor parte de las mujeres tienen fantasías sexuales con otras mujeres. Pero claro, entonces todas las contertulias se han apresurado a poner el grito en el cielo preguntándose que quién era esa mayoría, ya que ellas nunca han tenido fantasía semejante. Que una cosa es ser una mariliendre y otra muy distinta lucir una sola mácula de bollera.

Pero lo que yo quería comentar es lo que se ha dicho acerca del deseo de la mujer heterosexual, ese deseo que tanto nos atufa a algunas. Y es que la invitada, autora de un libro acerca de las fantasías sexuales, ha repetido en varias ocasiones que a las mujeres heterosexuales les pone el papel de sumisas. Y es curioso, porque a mí, lo sumiso y lo igualitario me parecen categorías sociales, conceptuales, muy humanas, y no instintos naturales. Una cosa es que te vayan los hombres y otra muy distinta es que te ponga la sumisión. Ese rol, como todos, se aprende.

Como feminista que soy, no puedo por menos que desearles a todas las mujeres que se desarrollen en libertad y, a poder ser, en igualdad con los que a todas luces son y deberían ser sus semejantes. Por eso, me entristece muchísimo ver que la sumisión “pone”. A mí me encantaría que aprendiésemos a erotizar la ternura, el cuidado, el respeto y, por supuesto, la igualdad. La brusquedad, el dominio, el despotismo y la sumisión, tanto en lo colectivo como en lo individual, hieden.

Sé que las relaciones sexuales no igualitarias afectan tanto a las personas heterosexuales como a las homosexuales, lo cual me apena doblemente, ya que ni siquiera se le puede asegurar a una mujer que el espacio lésbico será un lugar de libertad y respeto. Por eso creo que todas y todos deberíamos aprender a erotizar de otra manera, sea cual sea el sexo de la persona que tenemos en frente. Si no lo hacemos por la persona a la que amamos, entonces, ¿por quién?

No obstante, este es un problema que afecta mayoritariamente a las mujeres heterosexuales, y creo que, en construcción alternativa de relaciones sexuales, las mujeres lesbianas tenemos mucho que decir. Sería interesante, a mi parecer, que nuestra experiencia fuera tenida en cuenta a la hora de reflexionar sobre la igualdad en una relación sexual heterosexual.

Encantada de pertenecer a una minoría que tiene tanto que aportar.

martes, 5 de junio de 2007

¡Casi!

Últimamente, no gano para alegrías y decepciones posteriores con las noticias sobre bodas entre lesbianas. Nuevamente, hoy creí que todos mis sueños de rebelión y amor lésbico se habían cumplido cuando leí en un periódico que había en mi trabajo lo siguiente:

Primera boda entre lesbianas
Sibel y Nazlican han protagonizado la primera boda entre lesbianas en Turquía. Sin embargo, el país no les reconoce el enlace, pues no permite los matrimonios homosexuales.

Con toda la dignidad que pude acumular, hurté la hoja en la que venía la noticia y corrí a casa contenta, fantaseando sobre la maravillosa entrada que iba a escribir en mi blog. Sin embargo, cuando me lancé en triple salto a contrastar la información, me llevé un costalazo contra el suelo de una piscina vacía:

Sibel se siente hombre
Sibel dice sentirse "un hombre" y afirma que, en cuanto pueda, se operará para cambiar de sexo.

¿Es que alguien anda trucando todas las noticias para desesperarme, o qué? ¡Con estas cosas no se juega! Y es que, aunque me alegre de que los hombres transexuales estén viviendo una oleada de afirmación y matrimonio sin precedentes, ¡me fastidia hacerme ilusiones de visibilidad y cortes de manga para nada!

Como no hay mal que por bien no venga, de todas formas, estas noticias me están haciendo reflexionar sobre la paradójica relación que se establece entre las mujeres lesbianas y el matrimonio. Precisamente, uno de los espacios lésbicos por excelencia era la huida del matrimonio, la negativa a casarse, y de hecho, muchas mujeres lesbianas en la actualidad siguen considerándolo una bandera de la causa.

Sin embargo, el matrimonio homosexual es también el reconocimiento de nuestra igualdad legal y una forma de protección y amparo para nuestras relaciones y nuestras familias. Y es que, por desgracia, aún no estamos en condiciones de desechar el matrimonio como institución anticuada, como muchos heterosexuales a los que se les supone la heterosexualidad, la relación afectiva y la tutela de sus hijos se dan el lujo de hacer.

En fin, supongo que yo, que ni siquiera soy capaz de sacar más que la patita del armario, no me puedo sentir decepcionada porque las mujeres lesbianas que viven en otros países, donde la homosexualidad es castigada de tantas maneras, no se atrevan a jugarse la vida para darme gusto con sus matrimonios.

Tampoco hay que olvidar que estas mujeres, como tantas otras, hace actos mucho más heroicos que casarse cada día, y que son silenciadas, como siempre lo hemos sido las mujeres, sin que su vida trascienda, no ya a la Historia, sino a los más chabacanos medios de comunicación.

Encantada (no obstante) de seguir soñando con un mundo mejor.

lunes, 4 de junio de 2007

Cosas bonitas

El otro día estaba viendo la tele distraída cuando apareció una noticia sobre el tango. Por supuesto, las imágenes iban acompañadas por el tan manido comentario acerca de la complementariedad entre hombre y mujer y su explicitación y celebración en el baile.

Amargada, una vez más, ante la teoría de la divina heterosexualidad, me acordé, de pronto, de haber leído en internet algo sobre unos talleres de tango que organizaban colectivos lésbicos en Sudamérica. Y como quien no quiere la cosa, empecé a sonreír y a soñar despierta con la subversión de mis compatriotas de invisibilidad, tan emocionada que a puntito estuve de levantarme y empezar a repartir cortes de manga frente al televisor.



Tango sí, pero bollero.

¡¡Y todas tan encantadas!!

domingo, 3 de junio de 2007

Ese color

Creo que una de las principales paradojas que concurren en la vida de la mujer lesbiana tiene que ver con algo a priori tan inofensivo como es un color: el rosa.

De pequeña, los múltiples odios que conformaron mi personalidad fueron capitaneados por ese color. Odiaba las faldas, los lazos, cruzarme de piernas, tener que mantener el peinado, no poder mear de pie, que me regalasen muñecas. Pero sobre todo, por encima de todo y como resultado de todo lo anterior, yo odiaba el color rosa.

Y sin embargo, cuando por fin logro ordenar el cajón de sastre de mi cerebro, comprendo que todo lo anterior me conducía a un sitio concreto, cojo aire y me sumerjo envalentonada en el mundo homosexual… ¿qué me encuentro?

¡El rosa!

Nunca he acumulado tanto color rosa en mi vida como en la actualidad. Lo cual me entristece, ya que después de tanta rebelión, tanto feminismo, tanta cultura lésbica y tantas peleas con mi madre… he vuelto al principio.

Así que, humildemente, reconoceré que esta no es mi estación, que ni todavía ni tampoco es este mi sitio.

Y estaré encantada de coger otro tren.