sábado, 29 de septiembre de 2012

Me gustan los equinocios


Hay dos cambios de estación que me sientan de maravilla: el comienzo del otoño y el de la primavera. Y como no sé muy bien qué es lo que tienen en común, solo se me ocurre expresarlo diciendo que me gustan los equinocios.
 
Me encanta la llegada de las lluvias, los cielos plomizos, los primeros fríos. Me gusta sacar los jerseys del armario, dormir la siesta bajo una manta, contemplar las gotas que mojan mis ventanas, sujetar con las manos un tazón de té caliente. Me hace sentirme melancólica, con ganas de volver a mí misma, de recogerme, de recordarme, de leer, escribir y hacerme una bolita.
 
Pero también disfruto con el regreso del sol, de los paseos, de las ganas de estar en la calle, del buen tiempo. Me gusta guardar el abrigo, salir por la noche con una chaqueta ligera, destaparme mientras duermo y empezar a ponerme morena. Hace que me sienta viva, con ganas de proyectar, de crear, de iniciar cosas nuevas.
 
Y aunque todos los años sea lo mismo, todos los años vuelven a ilusionarme los equinocios. Me pongo nerviosa, me emociono, me siento aliviada ante la perspectiva de que nunca fueran a llegar. Siento que el ciclo se renueva, que puedo mantener la esperanza porque siempre me quedará el otoño, porque nunca me faltará la primavera.
 
Lo único que me entristece es que cada año sean más breves.
¡Dejen de robarnos las estaciones intermedias!

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Escena de dormitorio

 
Mediodía después del amor. La gata maúlla tras la puerta cerrada. Son maullidos breves, agudos, intencionadamente lastimeros. Le dejo una rendija y vuelvo al abrazo. La gata entra trotando, pero se detiene. Dedica unos instantes a inhalar la calidez que inunda la habitación. Luego trepa hasta la cama. Parpadea, nos observa y da comienzo el ronroneo. El sonido de su cuerpo se amplifica como eco hasta llenar todo el espacio. Avanza por nuestras piernas. Nos masajea el costado. Frota su nariz contra mi cara antes de bajar por los brazos. Elige el mío como almohada mientras acaricia el de ella con las patas. Cierra los ojos y, al tiempo, su cuerpo calla. En el silencio de nuestro cuarto las tres nos quedamos dormidas. El sol abandona su cenit llevándose los rayos que, hasta hace nada, lo incediaban.

domingo, 23 de septiembre de 2012

En marcha


Después de unas semanas de mucho trabajo y estrés infinito, el curso ya está en marcha.
 
Este año supe cuál era mi centro cuatro días antes de empezar las clases. Si el año pasado nos aumentaron las horas lectivas, este han hecho lo propio con las complementarias. Ahora estoy obligada a permanecer en el instituto más horas que nunca, la mayoría de ellas repletas de clases, reuniones y guardias. Según la Consejería de Educación, con cinco horas a la semana tengo suficiente para preparar todas mis clases. Yo necesito más del doble, y más del doble está lleno de horas que le quito a mi tiempo libre y que no me pagan.
 
Aun así, procuro conservar la ilusión. La ilusión y la profesionalidad. Aunque solo sea por los treinta y cinco alumnos que llego a tener por clase, para que su presente y su futuro no se vean teñidos del color gris recorte que no merecen y del que no son culpables. Ni ellos, ni sus profesores, ni sus familias. Mientras tanto, las aulas se han llenado de mesas de colores, traídas desde el último rincón del almacén para que quienes no pueden pagar un colegio concertado o no tienen plaza en Formación Profesional sigan estudiando con toda la dignidad que podemos ofrecerles. Aunque los de alante estén muy alante y los de atrás estén muy atrás. Y es que en un aula construida para veinticino alumnos resulta complicado cumplir la ley.
 
Las movilizaciones ya han empezado. La mayoría estamos mucho más cansados que otros años, con el ánimo mucho más bajo que antes, pero seguimos asistiendo y luchando. Aunque no sepamos muy bien contra quién, porque los políticos dicen no hacer lo que desearían, y el mercado no tiene un rostro definido contra el que arremeter. Por eso sigo llevando mi camiseta verde cada semana, para que al menos mis alumnos sí tengan claro que quien les mira cada día de frente lo hace porque camina a su lado.
 
Ojalá algún día la situación cambie y yo pueda volver a cumplir mi horario de hace dos años cobrando el sueldo de hace tres. Mientras espero a que ese día llegue, sigo plantando las semillas de la justicia y la igualdad en las mentes de quienes aprenden conmigo, con la esperanza de que tal vez ellos mejoren con sus propias manos ese futuro que tratan de hurtarles.
 
No me rindo, ladrones. ¡No me rindo!
Y estoy encantada de seguir peleando.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

¿Para qué abriste tu blog?


Uno de los temas que se trataron en el Encuentro de Bolloblogueras al que asistí en junio fue la finalidad que se tiene cuando se abre un blog. No tanto el porqué, sino el para qué. ¿Qué querías conseguir a través de tu blog?
 
Entre los objetivos más extendidos (y sorprendentes, para mi gusto), se encontraba el de ligar. Al parecer, es bastante más común de lo que yo me imaginaba. Y no solo se abren blogs para ligar, sino que se liga independientemente de la finalidad original del blog. Fueron varios los casos que se comentaron entonces, y yo me sé de algunos más que se podrían comentar por aquí.
 
La verdad es que nunca antes había contemplado la posibilidad de abrirse un blog para ligar, ya que me resulta un medio ciertamente farragoso y complicado. Entiendo el ligoteo como "beneficio colateral", sobre todo entre bolloblogueras; pero creo que, en la época en la que muchas abrimos nuestros blogs, yo habría optado por entrar en un chat. Hoy en día, supongo que me dejaría caer por alguna red social. Pero... ¿un blog? ¿Con todas sus entradas, el tiempo que se invierte en pensarlas, escribirlas y publicarlas, con sus comentarios, las imágenes, el diseño... para ligar? Definitivamente, no.
 
A pesar de lo cual, insisto en que, objetivamente, resulta un medio muy eficaz. Incluso me atrevería a decir, a juzgar por el resultado a largo plazo de muchos de estos escarceos (parejas de largo recorrido, matrimonios, hijos), que es una opción de calidad.
 
En cualquier caso, yo no abrí mi blog para ligar. Fue para hacer terapia. Me encontraba deprimida por el hecho de ser lesbiana, incapaz de mirar hacia el futuro con la cabeza bien alta, y me gustó imaginarme escribiendo como una lesbiana orgullosa, feliz con su condición, sin miedo.
 
Quería contarme una historia de éxito, pero no inventarla: quería vivir una historia de éxito para contarla.
 
Afortunadamente, a lo largo de este camino he aprendido que la vida no es tan simple ni lineal. Con todo, puedo decir que he cumplido y cumplo con el objetivo de mi blog: he hecho terapia a través de la escritura y me siento infinitamente mejor conmigo misma y con mi lesbianismo que cuando empecé.
 
Creo que esta opción terapéutica también puede ser bastante común, aunque realmente no lo sé. Si os apetece tratar el tema, os invito a que deis respuesta a mi pregunta inicial en vuestros blogs. ¡A mí me encantaría leer sobre ello!
 
Mientras tanto, me quedo pensando en si estos motivos estarán igual de extendidos más allá de la bollosfera o serán algo propio de las mujeres lesbianas... ¿Vosotras qué creéis?