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El armario puede tomar formas diversas, formas que no son sino metáforas de lo que el mismo armario simboliza. En mi caso, una de las metáforas más significativas es el altillo.
Cuando todavía no sabía que era lesbiana, sólo guardaba en el altillo mis diarios. Sin embargo, a medida que fui tomando conciencia de mi condición, el altillo empezó a llenarse de libros de temática lésbica hasta que no pudo albergar ninguno más.
Los primeros libros que compré me los recomendaron en el grupo de ayuda al que asistía. En aquellos primeros meses, cuando ser lesbiana me angustiaba sólo un poco, quizá porque todavía no me lo creía y lo analizaba todo desde una perspectiva intelectual, leí algunos libros con auténtica devoción. Para cada tema que tratábamos en el grupo, yo tenía mi cita preparada: “ah, no, no hay que pensar así, porque como dice el libro de…”.
Mi angustia era tan pequeña, y mis ganas de afrontar un nuevo reto tan grandes, que incluso me atrevía a leer aquellos libros en el metro. Forré las portadas porque sus fotografías me parecían demasiado llamativas, pero íntimamente deseaba que todo el mundo supiera qué libros leía y por qué. “Esto es visibilidad lésbica”, me decía desde una postura tan combativa como inocente.
A medida que avanzaban los meses, y que aquello que mis padres consideraban una fase, un capricho, seguía adelante, la situación en mi casa se recrudeció y los libros del altillo empezaron a crecer. Ya no los forraba, porque ya no me atrevía a sacarlos de casa. Ya no los leía llena de devoción, sino ávida de consuelo. Ya no me parecía travieso abrirlos de noche, a escondidas, cual quinceañera, porque sentía que la que estaba escondida en el altillo no era mi colección de libros, sino que, envuelta en sí misma y con una postura imposible, la que intentaba ocultarse era yo.
Al principio pensaba que salir del armario era sólo cuestión de atreverse, de dar el paso, de decirlo un día, sin pensar, sin lamentarse, sólo decirlo. Y una vez que se pasara el mal trago, saliera como saliera, ya estaba, ya había terminado, nunca más se volvería a entrar.
Me equivoqué. Yo salí del armario con mis padres y ellos me hicieron volver a él. Chantajes, amenazas, llantos, charlas interminables, los métodos no importan: a veces una quiere salir y se encuentra las puertas del armario cerradas desde fuera.
Pero los meses pasaron, y al tiempo, decidí poner de mi parte para mitigar tanto dolor. Fui así como mi altillo empezó a llenarse de cómics para lesbianas, y fue así como descubrí que aquello que mis padres me decían con los ojos crispados lo satirizaban las creadoras por doquier. No podían tener razón cuando los padres de todas las lesbianas habían dicho lo mismo, cuando los tópicos eran tan típicos que hasta servían de material para una viñeta. Había decidido ponerle el punto divertido a mi experiencia, y a base de libros, lo conseguí.
Para entonces mi altillo rebosaba. Los libros y los diarios se peleaban por ocupar el sitio que ya no había, de manera que algunos libros que compré con intención lésbica (aunque la temática fuera neutra) tuvieron que ocupar una estantería exterior. Fue por eso que, cuando empecé la mudanza, uno de los primeros armarios que desalojé fue el altillo.
Sacar tanto libro lésbico de la casa de mis padres fue toda una experiencia. Allí estaba yo, con las manos repletas de bolsas repletas de libros repletos de lesbianas, caminando hacia mi coche mientras aguantaba la risa que me provocaba la idea de desparramar todos aquellos libros por el suelo del garaje. Pero lo único que ocurrió es que todos llegaron sanos y salvos a mi nueva casa, y que entre mi novia y yo pudimos dejarlos sobre nuestro escritorio, donde todavía respiran aliviados después de una amarga existencia en el armario.
Cuando soñaba con la casa que compartiría con mi novia, uno de mis sueños era poder sacar todos aquellos libros del altillo, poder romper aquella metáfora de mi armario y liberar un espacio más para ocuparlo con una vida que no tengo por qué esconder. Ahora que pronto viviremos juntas, sólo espero que cualquiera que nos visite pueda ver mi colección de libros, y que quien prefiera no verla simplemente no pise la casa de dos mujeres que son también lo que esos libros muestran de su ser.
Todavía hay muchos armarios en mi vida, pero no quiero que mi casa sea uno de ellos.
Encantada de liberarla para nosotras dos.
Cuando todavía no sabía que era lesbiana, sólo guardaba en el altillo mis diarios. Sin embargo, a medida que fui tomando conciencia de mi condición, el altillo empezó a llenarse de libros de temática lésbica hasta que no pudo albergar ninguno más.
Los primeros libros que compré me los recomendaron en el grupo de ayuda al que asistía. En aquellos primeros meses, cuando ser lesbiana me angustiaba sólo un poco, quizá porque todavía no me lo creía y lo analizaba todo desde una perspectiva intelectual, leí algunos libros con auténtica devoción. Para cada tema que tratábamos en el grupo, yo tenía mi cita preparada: “ah, no, no hay que pensar así, porque como dice el libro de…”.
Mi angustia era tan pequeña, y mis ganas de afrontar un nuevo reto tan grandes, que incluso me atrevía a leer aquellos libros en el metro. Forré las portadas porque sus fotografías me parecían demasiado llamativas, pero íntimamente deseaba que todo el mundo supiera qué libros leía y por qué. “Esto es visibilidad lésbica”, me decía desde una postura tan combativa como inocente.
A medida que avanzaban los meses, y que aquello que mis padres consideraban una fase, un capricho, seguía adelante, la situación en mi casa se recrudeció y los libros del altillo empezaron a crecer. Ya no los forraba, porque ya no me atrevía a sacarlos de casa. Ya no los leía llena de devoción, sino ávida de consuelo. Ya no me parecía travieso abrirlos de noche, a escondidas, cual quinceañera, porque sentía que la que estaba escondida en el altillo no era mi colección de libros, sino que, envuelta en sí misma y con una postura imposible, la que intentaba ocultarse era yo.
Al principio pensaba que salir del armario era sólo cuestión de atreverse, de dar el paso, de decirlo un día, sin pensar, sin lamentarse, sólo decirlo. Y una vez que se pasara el mal trago, saliera como saliera, ya estaba, ya había terminado, nunca más se volvería a entrar.
Me equivoqué. Yo salí del armario con mis padres y ellos me hicieron volver a él. Chantajes, amenazas, llantos, charlas interminables, los métodos no importan: a veces una quiere salir y se encuentra las puertas del armario cerradas desde fuera.
Pero los meses pasaron, y al tiempo, decidí poner de mi parte para mitigar tanto dolor. Fui así como mi altillo empezó a llenarse de cómics para lesbianas, y fue así como descubrí que aquello que mis padres me decían con los ojos crispados lo satirizaban las creadoras por doquier. No podían tener razón cuando los padres de todas las lesbianas habían dicho lo mismo, cuando los tópicos eran tan típicos que hasta servían de material para una viñeta. Había decidido ponerle el punto divertido a mi experiencia, y a base de libros, lo conseguí.
Para entonces mi altillo rebosaba. Los libros y los diarios se peleaban por ocupar el sitio que ya no había, de manera que algunos libros que compré con intención lésbica (aunque la temática fuera neutra) tuvieron que ocupar una estantería exterior. Fue por eso que, cuando empecé la mudanza, uno de los primeros armarios que desalojé fue el altillo.
Sacar tanto libro lésbico de la casa de mis padres fue toda una experiencia. Allí estaba yo, con las manos repletas de bolsas repletas de libros repletos de lesbianas, caminando hacia mi coche mientras aguantaba la risa que me provocaba la idea de desparramar todos aquellos libros por el suelo del garaje. Pero lo único que ocurrió es que todos llegaron sanos y salvos a mi nueva casa, y que entre mi novia y yo pudimos dejarlos sobre nuestro escritorio, donde todavía respiran aliviados después de una amarga existencia en el armario.
Cuando soñaba con la casa que compartiría con mi novia, uno de mis sueños era poder sacar todos aquellos libros del altillo, poder romper aquella metáfora de mi armario y liberar un espacio más para ocuparlo con una vida que no tengo por qué esconder. Ahora que pronto viviremos juntas, sólo espero que cualquiera que nos visite pueda ver mi colección de libros, y que quien prefiera no verla simplemente no pise la casa de dos mujeres que son también lo que esos libros muestran de su ser.
Todavía hay muchos armarios en mi vida, pero no quiero que mi casa sea uno de ellos.
Encantada de liberarla para nosotras dos.
12 comentarios:
No he leído más que tres libros lésbicos y resulta que mis parejas me obligaron a leerlos. Soy lectora, sí, pero la temática lésbica me aburre, pienso que no está demasiado bien escrita. Ahora, más informada, leo escritoras clásicas que han tocado esos temas.
Me quedan pendiente los poemas de Safo.
También los hay en la mía...¡vamos a ver que se puede hacer!
Bueno encantada!, qué te vaya muy muy bien en tu nueva experiencia de vida!!!!
Natalia
Encanta de leerte de nuevo.
Seguro que tienes una colección genial :) ¡Cuando quieras hacemos intercambio de libros!
Cómo me gustó esta historia... Qué linda la analogía del armario y el altillo... Me refresca el corazón, (a pesar de que encierra todo el peso de la incomunicación con los padres, la estigmatización, la persecución y la ignorancia..., tema que para muchas de nosotras, lamentablemente, es archi conocido)
Armar la primera casa con tu pareja es una historia demasiado fuerte... inolvidable, no importa cuántas casas hagas y deshagas a lo largo de tu vida, esa siempre será especial...
Disfrútenla!
bsos
Armar una casa con la mujer que una ama es una experiencia maravillosa. Y la primera casa es un registro imborrable. Claro que hablo desde mi experiencia, pero creo que es extensiva a todas.
Hay literatura lésbica genial, mediocre e imposible de leer. Es una linda sorpresa encontrar trazos lesbicos en los clásicos más clásicos.
Un placer leerte. Acabo de linkearte. un beso
me encanta tu blog, la forma en que escribes es bella y muy cercana a nuestras vidas, gracias por construir este espacio. Un gusto encontrarte en este cibermundo y poder coincidir, te quiero compartir el blog que estoy haciendo dentro de la colectiva de lesbianas liberadas, LESBIRADAS en Guatemala
www.lesbiradas.blogspot.com
un gran abrazo
Lu Robles
La mayoría de los libros que tengo no son literarios, sino estudios y ensayos sobre qué es el lesbianismo, cómo se vive, cómo se superan los problemas... libros de autoayuda, vamos.
Pero a mí me encantan, y me han servido muchísimo.
Ahora espero empezar a leer algo de literatura lésbica, pero a poder ser clásica. No me suelo atrever con autores modernos en general, porque me da miedo perder el tiempo con todo lo que me queda por explorar y que tiene una calidad más que comprobada.
¡Acepto recomendaciones!
me ha gustado muchiiiiiiiiiiiiisimo esta historia
seguiré pasando
un saludo
kissu
¡Gracias! Estás permanentemente invitada :)
Encantada ... es la primera vez
q entro atu blog.. y la vdd..
esta muy padre..
me gusta lo q escribes..
y me identifico ..
contigo... cuando dices... q al inicio cuando pensaba q podia ser lesbiana me preocupaba muy poko .. solo cuando.. veia una chica ... q me pareciera linda... pero primero .. lo pensaba ... y lueggo decia naahh... no no creo... solo pienso .. q es muy linda... nada mas
pero luego me di cuenta.. q me pasaba .. muy seguido... y q me fijaba mucho .. hasta q... me empeze a cuestionarme mas y mas seriamente cuando me di cuenta de q podia ... ser lo ... me dio miedo .. osea todo lo q eso cmabiaria en mi vida.. hasta pensaba q lo muejor hubiese sido nunca darme cuenta... claro... lo negue ... para mi y mis amigas del cole... hasta q viendo una pelicula de tematica ... en casa d una amiga.. cosas del destino... ya ... osea.. en ese momento.. sabia... q lo era... ya no lo negaba ... pero tampoco queria aceptarlo... aceptarlos.. problemas .. aceptar el drama q tarde o temprano me voi a hechar con mis papas , mis amigos , y conocidos... no mas no podia .. con eso ... no podia pensar en eso.......
La vdd.. todo eso acabo en una tremenda peda q me puse en mi casa.. pues.. la vdd.. esa.. idea me agobiaba mucho.. no sabia q onda.. y una noche la vi. y dije no hay mas o se me olvida .. o se me quita o a ver q ...
ni una ni otra me di cuenta de q no puedo .. seguir con lo mismo ..
soi lo q soi.. no mas..
ya ahora se q lo soy... no se como les voi a decir a mis papas ... pero se q se los tengo q decir .. y espero q no se dentro de mucho...
y mis amigos y amigas en eso ando...xD
Erika
Gracias por tus elogios y por compartir tus sentimientos conmigo. Prepáralo bien antes de salir del armario con tus padres, sobre todo, cuenta con apoyo, y para cuando te decidas... ¡¡muy buena suerte!!
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