Esta semana se ha publicado un libro en el que la Reina de España se despacha a gusto sobre una interesante retahíla de temas, entre los que se encuentra el matrimonio homosexual. A pesar de no negar nuestra existencia (lo cual siempre es un alivio), considera que no hay motivo para estar orgullosos, menos para montarse en una carroza y cortar el tráfico, y menos aún para llamar a nuestras uniones legales matrimonio, “porque no lo son”.
Sorprenderme, no me sorprende: no soy de las que se tragan que los reyes están ungidos por la gracia divina y que por ello su opinión es infalible y ecuánime. Como buena institución medievo-tribal que es la monarquía, sólo pueden situarse en un lado del espectro político, y no precisamente arrimados al centro.
Joderme, tampoco me jode demasiado: cada vez lo van haciendo menos este tipo de declaraciones, que son como un ruidillo de fondo en mi vida, un molesto pitido en el oído que suena debido a los cambios bruscos de altitud. Me jodería de otras personas, personas a las cuales tuviera en alta estima, pero da la casualidad de que la susodicha señora no goza de demasiada para mí.
Indignarme, me indigna: me indigna como ciudadana española del siglo XXI, nacida en democracia y malacostumbrada, si así lo quieren, a disfrutar cada vez más de mis derechos inalienables como persona y a trabajar y conseguir pequeños triunfos en el camino de la igualdad y la no discriminación. Me indigna, pero no mucho más de lo que me indigna la institución misma de la monarquía, que nos trata como menores de edad sin preguntarnos: a mí nunca me preguntaron, lo siento, y me niego a sufrir lo que mis padres votaron presos de un miedo comprensible en aquellos días pero no hoy. Me indigna, porque la monarquía es la representante básica de la desigualdad: porque el hijo de esa señora (¡y encima el hijO!) reinará en mi país y mi hijo (¡o hijA!) nunca podrán acceder al puesto de cabeza del Estado, contradiciendo aquello de que todos los españoles somos iguales ante la Ley. Me indigna, porque esa señora y su familia gozan de privilegios de los que no sólo yo no gozo, sino de los que nunca podré gozar por la mera estupidez de que por mis venas no corre su misma sangre. Me indigna, porque llevar corona en estos días es algo que sólo debería ocurrir en Carnaval, y porque las reverencias sólo las deberíamos ver ya en las películas ambientadas en siglos pasados.
Como decía Manuel Saco en Público, si a los matrimonios homosexuales no les deberían llamar matrimonios, tampoco deberían llamar democracia a una monarquía, “porque no lo es”.
En fin, arrieritos somos, porque como dice mi novia, con tantos nietos...
Pero dejando a un lado el tema del matrimonio, algo que también provoca mi enfado es el tratamiento que se le da a esas declaraciones en los medios de comunicación. Porque la reina no sólo ha soltado por su boquita bazofia homófoba, sino que se ha metido en multitud de barrizales tanto o más polémicos, y sin embargo, en la mayoría de los telediarios se ha dicho, principalmente, que la reina “se ha metido con los gays”.
Dejando a un lado que las lesbianas también existimos, y que para ser homosexual no es condición sine qua non haberse subido alguna vez a una carroza (cosa que la abajo firmante nunca ha hecho), lo cierto es que, una vez más, se utiliza al colectivo homosexual como chivo expiatorio, dando la impresión de que en España, la única polémica realmente abierta es la de si somos personas o no. Parecería entonces que, para restaurar una imagen que su propietaria no ha dudado en pisotear, lo único que habría que hacer es decidir finalmente que los homosexuales merecemos el paredón y todos tan contentos. Pero es que no es así. Y no es así no sólo porque los homosexuales seamos personas como las demás (¡incluso como la reina!), sino porque la reina ha tocado temas que incumben a un gran porcentaje de la población.
Lo siento, pero esta vez no cuela tan fácilmente lo de mirar para otro lado y pensar que el problema es “otra vez esos gays”.
Y es que la señora ha dicho también que la violencia de género aumenta por la publicidad que le hacen los medios de comunicación animando a las mujeres a denunciar a su agresor e informando sobre qué es el maltrato y cómo se debe actuar; ha dicho también que todos los niños deberían estudiar religión en el colegio ya que este es el único modo de comprender el origen del mundo y de la vida; ha dicho también que los enfermos que solicitan la eutanasia y sus familiares deben “aguantar”; se ha posicionado en contra del aborto; considera que Ceuta y Melilla son “suyas”.
Laicos, mujeres, científicos, médicos, enfermos y familiares, inocentes que aún se traguen lo de la soberanía popular y, sí, homosexuales: ha habido para todos, no os peleéis.
En fin. Yo hace muchos años que estaba convencida de que el único sistema medianamente digno es la República. Con un poco de suerte, y si la reina sigue así (¡ánimo, ilustrísima!), pronto seremos muchos más e incluso puede que esta vez ganemos el referéndum (¡huy! ¡he dicho referéndum! ¡que dios nos pille confesaos!).
Encantada (a las barricadas).
Sorprenderme, no me sorprende: no soy de las que se tragan que los reyes están ungidos por la gracia divina y que por ello su opinión es infalible y ecuánime. Como buena institución medievo-tribal que es la monarquía, sólo pueden situarse en un lado del espectro político, y no precisamente arrimados al centro.
Joderme, tampoco me jode demasiado: cada vez lo van haciendo menos este tipo de declaraciones, que son como un ruidillo de fondo en mi vida, un molesto pitido en el oído que suena debido a los cambios bruscos de altitud. Me jodería de otras personas, personas a las cuales tuviera en alta estima, pero da la casualidad de que la susodicha señora no goza de demasiada para mí.
Indignarme, me indigna: me indigna como ciudadana española del siglo XXI, nacida en democracia y malacostumbrada, si así lo quieren, a disfrutar cada vez más de mis derechos inalienables como persona y a trabajar y conseguir pequeños triunfos en el camino de la igualdad y la no discriminación. Me indigna, pero no mucho más de lo que me indigna la institución misma de la monarquía, que nos trata como menores de edad sin preguntarnos: a mí nunca me preguntaron, lo siento, y me niego a sufrir lo que mis padres votaron presos de un miedo comprensible en aquellos días pero no hoy. Me indigna, porque la monarquía es la representante básica de la desigualdad: porque el hijo de esa señora (¡y encima el hijO!) reinará en mi país y mi hijo (¡o hijA!) nunca podrán acceder al puesto de cabeza del Estado, contradiciendo aquello de que todos los españoles somos iguales ante la Ley. Me indigna, porque esa señora y su familia gozan de privilegios de los que no sólo yo no gozo, sino de los que nunca podré gozar por la mera estupidez de que por mis venas no corre su misma sangre. Me indigna, porque llevar corona en estos días es algo que sólo debería ocurrir en Carnaval, y porque las reverencias sólo las deberíamos ver ya en las películas ambientadas en siglos pasados.
Como decía Manuel Saco en Público, si a los matrimonios homosexuales no les deberían llamar matrimonios, tampoco deberían llamar democracia a una monarquía, “porque no lo es”.
En fin, arrieritos somos, porque como dice mi novia, con tantos nietos...
Pero dejando a un lado el tema del matrimonio, algo que también provoca mi enfado es el tratamiento que se le da a esas declaraciones en los medios de comunicación. Porque la reina no sólo ha soltado por su boquita bazofia homófoba, sino que se ha metido en multitud de barrizales tanto o más polémicos, y sin embargo, en la mayoría de los telediarios se ha dicho, principalmente, que la reina “se ha metido con los gays”.
Dejando a un lado que las lesbianas también existimos, y que para ser homosexual no es condición sine qua non haberse subido alguna vez a una carroza (cosa que la abajo firmante nunca ha hecho), lo cierto es que, una vez más, se utiliza al colectivo homosexual como chivo expiatorio, dando la impresión de que en España, la única polémica realmente abierta es la de si somos personas o no. Parecería entonces que, para restaurar una imagen que su propietaria no ha dudado en pisotear, lo único que habría que hacer es decidir finalmente que los homosexuales merecemos el paredón y todos tan contentos. Pero es que no es así. Y no es así no sólo porque los homosexuales seamos personas como las demás (¡incluso como la reina!), sino porque la reina ha tocado temas que incumben a un gran porcentaje de la población.
Lo siento, pero esta vez no cuela tan fácilmente lo de mirar para otro lado y pensar que el problema es “otra vez esos gays”.
Y es que la señora ha dicho también que la violencia de género aumenta por la publicidad que le hacen los medios de comunicación animando a las mujeres a denunciar a su agresor e informando sobre qué es el maltrato y cómo se debe actuar; ha dicho también que todos los niños deberían estudiar religión en el colegio ya que este es el único modo de comprender el origen del mundo y de la vida; ha dicho también que los enfermos que solicitan la eutanasia y sus familiares deben “aguantar”; se ha posicionado en contra del aborto; considera que Ceuta y Melilla son “suyas”.
Laicos, mujeres, científicos, médicos, enfermos y familiares, inocentes que aún se traguen lo de la soberanía popular y, sí, homosexuales: ha habido para todos, no os peleéis.
En fin. Yo hace muchos años que estaba convencida de que el único sistema medianamente digno es la República. Con un poco de suerte, y si la reina sigue así (¡ánimo, ilustrísima!), pronto seremos muchos más e incluso puede que esta vez ganemos el referéndum (¡huy! ¡he dicho referéndum! ¡que dios nos pille confesaos!).
Encantada (a las barricadas).
6 comentarios:
Hola Encantada!,
es indignante lo que la reina ha soltado por la boquita, yo lo supe porque estaba esperando cola en un supermercado y sonaba la radio comentando y resumiendo las estupideces que había dicho.
Ha insultado a las/os homosexuales opinando cosas absolutamente ilógicas para estar en el país democrático que estamos (porque se mire por donde se mire, una ley creada para ampliar derechos que supone un avance en todos los sentidos, no debería ser nunca atacada ni cuestionada por una señora que vive de nuestros impuestos y que vive en el mismo siglo que nosotras/os, el siglo XXI por si no se había dado cuenta de que la Edad Media ya pasó...), también se ha metido con la ley de violencia de género (diciendo que eso había existido desde siempre...). Bueno, salí del supermercado enfadada, pues no puedo creer que alguien así reine tan campante por España...
Así que por supuesto estoy contigo: Viva la República!!!!!
Un saludo desde Imagine
MUY BIEN...
Por la república
mi más absoluto repudio a lo qeu dijo o pudo decir
pero... es una reina, y no hay nada más anacrónico y obsoleto en este mundo qeu una reina, o un rey... qué esperaban que dijera?
por suerte y por las dudas, acabamos nosotros de cortar las calles pidiendo la ley de matrimonio para todos...
me faltó sólo subirme a la carroza
pero esa mejor se las dejo a las 'reinas'
besos!
Hola Encantada, lo primero decirte que me tienes enganchada con tu blog, soy la hetero que se coló el otro día por casualidad. Estaba buscando un blog de decoración y puse en el buscador "blog cosas bonitas" y caí en el tuyo, lo flipé pero me encantó.
Al grano, estoy contigo con la crítica que le haces a la reina, pero era de esperar, pocas personas que cumplen hoy 70 años no piensan así, no se les puede pedir más, imagínate la gente que les crió a ellos la mentalidad que tendrían.
Bueno, no dejes de escribir que la crianza de los hijos no me da tiempo para leer un buen libro pero me encanta disfrutar unos minutos con la lectura de tu blog. (Por cierto, que me tuve que cambiar el nombre un poco porque olvidé mi contraseña.)
SALUDOS DESDE MEXICO!!
Antes que nada quiero felicitarte por tan magnífico blog, gracias por compartir tu forma de pensar y sobre todo tu forma de expresar tan elocuente, en verdad me he divertido y reflexionado al leer tu blog, que mejor forma de aprovechar el haberme tomado un día libre de la escuela.
Con respecto a este tema en particular, estoy muy de acuerdo con el comentario de las personitas, que como yo pensamos que alguien que forma parte de un sistema tan arcaico como la monarquía, no debe ser tomado en cuenta, después de todo siguen pensando cosas de un cuento muy malo como el que sean elegidos de dios y por lo tanto su opinión o forma de ver la vida es más acertada que el de la mayoría. Pero como tú dices déjenla que ella está cavando su propia tumba al soltar una serie de irreverencias no solo contra los homosexuales, sino contra todo un grupo de gente que vive y deja vivir en este siglo, pareciera que quiere retroceder en el tiempo cuando los reyes y la diarrea verbal que les llegara eran consideradas verdades absolutas, ustedes esperen y sean pacientes que falta poco para que su próxima declaración sea que la tierra siempre sí es plana.
Jajaja... muy buenos comentarios.
Es verdad que no se podía esperar otra cosa de una "reina", el problema es que la monarquía, en mi país, no es sólo una institución folclórica que da color a las revistas de cotilleo, sino que ¡es la forma del Estado! Por eso, y para vergüenza de muchos, lo que la energúmena con corona diga o deje de decir ¡es tremendamente importante! Pero vamos, lo dicho: que cave, que cave... ¡y que se entierre pronto!
Torola, me alegro de que llegases a mi blog de una forma tan hermosa como inesperada y que decidieses quedarte. Tu orientación sexual es indiferente para que tengamos muchas cosas en común, y creo que eso es una alegría para las dos; en realidad, ¡lo es para todas!
Un besazo,
Encantada
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