La respuesta de los hombres ante nuestra salida del armario es una, grande y condicionada por el patriarcado. Para ellos, para todos ellos, el lesbianismo es inaceptable por una sencilla razón: están excluidos. Incluso los gays tratan de encontrarle los tres pies a nuestro querido gato en busca de una explicación suficiente para entender cómo pueden dos mujeres vivir felices y contentas, e incluso follar. Entre ellas.
De todas las formas de rechazo verbal al hecho incuestionable de nuestra existencia, ahí van las tres más repetidas:
1. La egocéntrica
¡Lesbiana! Pero… ¿tanto te he traumatizado?
Se dice que el 90% de las lesbianas hemos conocido varón. Pues bien: esta respuesta (o cualquiera de sus variantes) es la que balbucean los desgraciados a los que nos atrevemos a sugerir que no, no éramos frígidas. Ni frígidas, ni mojigatas. Tampoco estábamos deslumbradas ante su potencia. Simplemente, nos evadíamos de la incómoda situación imaginando que nuestras manos se posaban en dos hermosos pechos que nos sacaban de allí volando. Pero claro, esta es una evidencia muy difícil de asimilar para aquellos seres convencidos de que su sexo es el centro de la creación, de que su hombría es la vara de medir todo lo que merece la pena, de que ninguna mujer puede desear ardientemente algo que no se parezca mínimamente a ellos. Por eso, la única interpretación que cabe en su cerebro es que sí, sí éramos frígidas. Frígidas y mojigatas, pero nunca lesbianas. Y que tanta potencia nos deslumbró hasta el punto de obligarnos a buscar refugio en una amiguita. Inocente, suave y sin posibilidad de penetración.
Si esta respuesta no fuera consecuencia de un patriarcado que se empeña en negarnos nuestra autonomía sexual, me conformaría con una sonrisa sarcástica como toda réplica.
Ilusos.
2. La irónica
¡Claro que sí, mujer! El muerto al hoyo… ¡y el vivo al bollo!
Junto a nuestros ex-novios, existe un segundo tipo de hombres a los que les cuesta asimilar nuestra homosexualidad: los amigos que nunca nos tuvieron. Esos chicos diferentes, especiales, a los que utilizábamos como paños de lágrimas ante nuestros continuos fracasos, y que se mantenían a la espera de que el resto de los hombres nos decepcionara para recordarnos que ellos todavía estaban allí. Y ocurrió, sí, que los hombres nos decepcionaron. O mejor: descubrimos que nos eran indiferentes, que nuestro problema no eran ellos, sino más bien ellas, y entonces corrimos a contárselo.
La reacción de un amigo incondicional ante nuestro lesbianismo es impredecible. Negación, ira, depresión y todas las demás fases del duelo. Si además era tan inteligente como nos parecía, se recubrirá de un escudo de ironía y soltará por su boca rayos y centellas. Comprendámosle: después de pasarse media vida besando compulsivamente a la rana, ésta va y se transforma en sapo. De los buenos. Nada más y nada menos que bollera. Lo que faltaba.
Si el chaparrón irónico y la fura incontenible escapan, la amistad se recupera. Especialmente si nuestro querido amigo se echa novia. Entonces empieza la fase divertida… ¡no dejar de hablar de mujeres!
3. La paternalista
Quiero que sepas que, si algún día necesitas semen, puedes contar con el mío.
Esta respuesta demuestra que los lazos que nos unen (o nos unían) a los hombres con los que salimos del armario no determinan su reacción. Porque esta, la reina de las respuestas masculinas, nos la dan ex-novios, amigos, hermanos, primos, tíos… y como nos descuidemos, hasta nuestro propio padre.
Me pregunto en qué diccionario aparece definida la palabra “lesbiana” como 'mujer sedienta de semen' (¡¡¡¡iiiiiiiihhhhhhh!!!!) para ser una acepción tan extendida en el mundillo masculino. Porque no falla: hombre con el que sales del armario, hombre que tarde o temprano te ofrece su semen, sin ni siquiera esperar a saber si quieres ser madre, o incluso mejor, si quieres serlo… ¡de un hijo suyo! Claro que ellos interpretan el hecho de que necesitemos el semen para ser madre como su venganza final, la prueba irrefutable de que no podemos ser lesbianas sin ellos, o al menos, no lesbianas completas, o mejor aún, satisfechas.
Qué pena (por no decir otra cosa) que continúen confundiendo el hecho de ser madre con el de ser mujer, heterosexual o lesbiana. Ninguna mujer necesita al hombre para ser lo que es, y lo mismo es aplicable cuando una mujer es lesbiana. Por supuesto que, mientras nuestra biología no cambie, necesitamos de un óvulo y un espermatozoide para reproducirnos. Qué pena (para ellos) que ser madre no signifique siquiera haberse reproducido.
Lo divertido, no obstante, es mostrarles nuestra sorpresa ante la cantidad de películas y series de lesbianas americanas que han debido ver para pensar que ese el procedimiento de inseminación artificial internacional, ya que en países como España está prohibido recibir semen de un amigo (ex-novio, primo, tío…) y pretender que después desaparezca, puesto que si queremos que se de el piro, hace falta que las donaciones sean anónimos. De todas formas, a mí me gusta imaginarme a los tíos que me ofrecen semen viendo películas de lesbianas y relamiéndose ante la posibilidad de dejar su huella en mi cuerpo.
Animalicos.
Quien crea que hasta aquí han llegado las respuestas clásicas es que no ha salido del armario las suficientes veces como para no haber recibido todavía la absoluta reina y señora de las respuestas, la que nos descoloca, descompone y hasta descuajeringa, emitida tanto por hombres como por mujeres. Tal es la grandeza de esta respuesta, que merecerá una entrada sólo para ella.
Continuaremos…
De todas las formas de rechazo verbal al hecho incuestionable de nuestra existencia, ahí van las tres más repetidas:
1. La egocéntrica
¡Lesbiana! Pero… ¿tanto te he traumatizado?
Se dice que el 90% de las lesbianas hemos conocido varón. Pues bien: esta respuesta (o cualquiera de sus variantes) es la que balbucean los desgraciados a los que nos atrevemos a sugerir que no, no éramos frígidas. Ni frígidas, ni mojigatas. Tampoco estábamos deslumbradas ante su potencia. Simplemente, nos evadíamos de la incómoda situación imaginando que nuestras manos se posaban en dos hermosos pechos que nos sacaban de allí volando. Pero claro, esta es una evidencia muy difícil de asimilar para aquellos seres convencidos de que su sexo es el centro de la creación, de que su hombría es la vara de medir todo lo que merece la pena, de que ninguna mujer puede desear ardientemente algo que no se parezca mínimamente a ellos. Por eso, la única interpretación que cabe en su cerebro es que sí, sí éramos frígidas. Frígidas y mojigatas, pero nunca lesbianas. Y que tanta potencia nos deslumbró hasta el punto de obligarnos a buscar refugio en una amiguita. Inocente, suave y sin posibilidad de penetración.
Si esta respuesta no fuera consecuencia de un patriarcado que se empeña en negarnos nuestra autonomía sexual, me conformaría con una sonrisa sarcástica como toda réplica.
Ilusos.
2. La irónica
¡Claro que sí, mujer! El muerto al hoyo… ¡y el vivo al bollo!
Junto a nuestros ex-novios, existe un segundo tipo de hombres a los que les cuesta asimilar nuestra homosexualidad: los amigos que nunca nos tuvieron. Esos chicos diferentes, especiales, a los que utilizábamos como paños de lágrimas ante nuestros continuos fracasos, y que se mantenían a la espera de que el resto de los hombres nos decepcionara para recordarnos que ellos todavía estaban allí. Y ocurrió, sí, que los hombres nos decepcionaron. O mejor: descubrimos que nos eran indiferentes, que nuestro problema no eran ellos, sino más bien ellas, y entonces corrimos a contárselo.
La reacción de un amigo incondicional ante nuestro lesbianismo es impredecible. Negación, ira, depresión y todas las demás fases del duelo. Si además era tan inteligente como nos parecía, se recubrirá de un escudo de ironía y soltará por su boca rayos y centellas. Comprendámosle: después de pasarse media vida besando compulsivamente a la rana, ésta va y se transforma en sapo. De los buenos. Nada más y nada menos que bollera. Lo que faltaba.
Si el chaparrón irónico y la fura incontenible escapan, la amistad se recupera. Especialmente si nuestro querido amigo se echa novia. Entonces empieza la fase divertida… ¡no dejar de hablar de mujeres!
3. La paternalista
Quiero que sepas que, si algún día necesitas semen, puedes contar con el mío.
Esta respuesta demuestra que los lazos que nos unen (o nos unían) a los hombres con los que salimos del armario no determinan su reacción. Porque esta, la reina de las respuestas masculinas, nos la dan ex-novios, amigos, hermanos, primos, tíos… y como nos descuidemos, hasta nuestro propio padre.
Me pregunto en qué diccionario aparece definida la palabra “lesbiana” como 'mujer sedienta de semen' (¡¡¡¡iiiiiiiihhhhhhh!!!!) para ser una acepción tan extendida en el mundillo masculino. Porque no falla: hombre con el que sales del armario, hombre que tarde o temprano te ofrece su semen, sin ni siquiera esperar a saber si quieres ser madre, o incluso mejor, si quieres serlo… ¡de un hijo suyo! Claro que ellos interpretan el hecho de que necesitemos el semen para ser madre como su venganza final, la prueba irrefutable de que no podemos ser lesbianas sin ellos, o al menos, no lesbianas completas, o mejor aún, satisfechas.
Qué pena (por no decir otra cosa) que continúen confundiendo el hecho de ser madre con el de ser mujer, heterosexual o lesbiana. Ninguna mujer necesita al hombre para ser lo que es, y lo mismo es aplicable cuando una mujer es lesbiana. Por supuesto que, mientras nuestra biología no cambie, necesitamos de un óvulo y un espermatozoide para reproducirnos. Qué pena (para ellos) que ser madre no signifique siquiera haberse reproducido.
Lo divertido, no obstante, es mostrarles nuestra sorpresa ante la cantidad de películas y series de lesbianas americanas que han debido ver para pensar que ese el procedimiento de inseminación artificial internacional, ya que en países como España está prohibido recibir semen de un amigo (ex-novio, primo, tío…) y pretender que después desaparezca, puesto que si queremos que se de el piro, hace falta que las donaciones sean anónimos. De todas formas, a mí me gusta imaginarme a los tíos que me ofrecen semen viendo películas de lesbianas y relamiéndose ante la posibilidad de dejar su huella en mi cuerpo.
Animalicos.
Quien crea que hasta aquí han llegado las respuestas clásicas es que no ha salido del armario las suficientes veces como para no haber recibido todavía la absoluta reina y señora de las respuestas, la que nos descoloca, descompone y hasta descuajeringa, emitida tanto por hombres como por mujeres. Tal es la grandeza de esta respuesta, que merecerá una entrada sólo para ella.
Continuaremos…
9 comentarios:
Mu buena, mu buena. Aún agregaría otra posibilidad: la de aquellos hombres con los que una vez compartimos sexo estupendo: "No me puedo creer que puedas vivir sin una buena p..., así que para lo que necesites ya sabes donde estoy".
Muy bueno... Aunque me hace falta el ex que te deja caer que con gusto se "apunta a un trío". A una buena amiga le pasó, su ex empeñado en que vivieran los tres. A mi simplemente me pidieron el trío por la cara "total que te cuesta".
jjaaaaaaa, muy divertido, muy cierto y escrito con mucho sentido del humor!!
Me ha gustado mucho pero... no sé si porque nunca tuve sexo con ningún hombre o porqué pero no me ha tocado recibir ninguno de esos comentarios personalmente... ¡Suerte la mía!
XXDDDD. Muy bueno. Por lo general, a cualquier hombre le cuesta hacerse a la idea de que son prescindibles. Y, en lo particular, entre mis amigos varones, creo que he tenido suerte con todos ellos. Me preocupaba que el único con el que he tenido una historia sentimental (un buen chico, cariñoso y sensible, sobre todo, pero un soso de mil pares de c...)se sintiera afectado, pero no. Mis temores no tienen fundamento, afortunadamente. Creo que yo he tenido una original suerte.
Ayyy... ¡¡cómo se me pudo olvidar la petición de hacer un trío!! ¡Pero si es un gran clásico! Jajaja... qué cabeza la mía :P
Evidentemente, no todos los hombres reaccionan igual, pero también es cierto que... ¡hay que darles tiempo y confianza para que den rienda suelta a su clasicismo, jeje!
creo que describiste las peores reacciones posibles o imaginables... pero incluso hay otra peor (no sé si es de la que hablarás en el próximo post) y que es la de ni bien enterados de nuestro lesbianismo, juntarse con un amigo (porque además de hombres y estúpidos son cobardes) para intentar abusar sexualmente de ti, a fin de convencerte de que estabas equivocada y de que lo que realmente necesitabas era una violación para entender cuál era tu verdadera orientación sexual
jaja ya quiero leer la continuación!!
Por mi parte, lo que mas escucho es a hombres que se ofrecen a ver como cojo con mi chica... y junto a eso todo tipo de justificaciones para intentar convencernos, esas del tipo 'les pago' o 'prometo no hacer nada y quedarme sentadito en un rincón'...
segui soñando nene...
¡¿cual es, cual es esa respuesta?! ¡¡estoy en ascuas!! publicala pronto por favor.
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