Este año lo hemos empezado haciendo un rito en compañía de unas amigas. Cada una ha ido escribiendo en varios papelitos algunas de las cosas que han marcado su 2009 y de las que se quisiera deshacer, y después hemos ido quemándolos por turnos.
Al principio yo no las tenía todas conmigo, porque me dan bastante miedo las velas y mucho más quemar cosas con ellas, y también porque todo lo que se me ocurría dejar atrás se parecía demasiado a los típicos propósitos de año nuevo: el estrés, no hacer ejercicio, las cosas feas que me digo… Es decir, lo mismo de lo que llevo intentando deshacerme desde hace no me acuerdo cuántos años. Y no es que no lo vaya consiguiendo poco a poco, a mi ritmo (que es un ritmo bastante lento, por cierto); pero precisamente por eso no me animaba a darle un empujoncito ritual, pues no veía la diferencia entre eso y lo que hago cada enero.
Sin embargo, a medida que mi novia y mis amigas fueron quemando sus papeles, me fui dando cuenta de que nuestro rito tenía una gran importancia simbólica. No es que por escribir una cosa en un papel y quemarlo esta fuera a desaparecer; pero el mero hecho de escribirla, de decirla en alto, de compartirla y de verla arder, se asemejaba bastante a una catarsis teatral. De pronto, todas comprendimos cuáles eran nuestros puntos débiles, qué nos había estado haciendo sufrir y contra qué debíamos luchar. Más que dar por finalizada la batalla, acabábamos de declararles la guerra.
En mi caso, he cobrado conciencia de que, desde hace unos años, en mi interior ha ido creciendo un enemigo nuevo que no existía con anterioridad: el miedo. Un miedo sin referente concreto, o mejor, con tantísimas posibilidades que termina abarcándolo todo. Un miedo a que ocurran cosas terribles como las que ya me han ocurrido, cosas que tienen lugar sin previo aviso, repentinas, y que te vuelven la vida del revés sin que te dé tiempo a rebelarte. Un miedo que me paraliza, que ahoga mi optimismo y esperanza (que son mi escudo y mi espada), que me quiere quieta, escondida, vuelta sobre mí misma y sin capacidad para hacer, sentir, pensar o decir nada.
Y el camino está claro: para superar los miedos hay que enfrentarse a ellos. Así que ya tengo tarea para el 2010.
Encantada.
Al principio yo no las tenía todas conmigo, porque me dan bastante miedo las velas y mucho más quemar cosas con ellas, y también porque todo lo que se me ocurría dejar atrás se parecía demasiado a los típicos propósitos de año nuevo: el estrés, no hacer ejercicio, las cosas feas que me digo… Es decir, lo mismo de lo que llevo intentando deshacerme desde hace no me acuerdo cuántos años. Y no es que no lo vaya consiguiendo poco a poco, a mi ritmo (que es un ritmo bastante lento, por cierto); pero precisamente por eso no me animaba a darle un empujoncito ritual, pues no veía la diferencia entre eso y lo que hago cada enero.
Sin embargo, a medida que mi novia y mis amigas fueron quemando sus papeles, me fui dando cuenta de que nuestro rito tenía una gran importancia simbólica. No es que por escribir una cosa en un papel y quemarlo esta fuera a desaparecer; pero el mero hecho de escribirla, de decirla en alto, de compartirla y de verla arder, se asemejaba bastante a una catarsis teatral. De pronto, todas comprendimos cuáles eran nuestros puntos débiles, qué nos había estado haciendo sufrir y contra qué debíamos luchar. Más que dar por finalizada la batalla, acabábamos de declararles la guerra.
En mi caso, he cobrado conciencia de que, desde hace unos años, en mi interior ha ido creciendo un enemigo nuevo que no existía con anterioridad: el miedo. Un miedo sin referente concreto, o mejor, con tantísimas posibilidades que termina abarcándolo todo. Un miedo a que ocurran cosas terribles como las que ya me han ocurrido, cosas que tienen lugar sin previo aviso, repentinas, y que te vuelven la vida del revés sin que te dé tiempo a rebelarte. Un miedo que me paraliza, que ahoga mi optimismo y esperanza (que son mi escudo y mi espada), que me quiere quieta, escondida, vuelta sobre mí misma y sin capacidad para hacer, sentir, pensar o decir nada.
Y el camino está claro: para superar los miedos hay que enfrentarse a ellos. Así que ya tengo tarea para el 2010.
Encantada.
9 comentarios:
aish el miedo, supongo que es una cicatriz inevitable según qué cosas pero mientas... hay mucho que sentir y disfrutar ^^ así que no al miedo!
me ha gustado mucho el ritual ese ^^
La canción que fue mi himno por mucho tiempo dice: "en paz, nada de le debo yo al miedo, en Paz, puedo volver a mis sueños..."
El miedo es menos fuerte de lo que parece; en cuanto le haces ¡bu! se va corriendo :)
besos y gracias por tu visita a mi blog
Un ritual que no es otra cosa que un mantra. Significa todo lo que quieras que signifique y creo que le has dado su sentido más positivo. Que tengas un feliz año, Encantada.
Pues te digo, acá en mi país ese ritual de quemar las cosas malas del año es generalizado. En realidad quemamos el año entero representado en un monigote relleno de petardos. Es fabuloso ver a la media noche las calles llenas de fuego. Antaño cada familia hacía su propio monigote, hoy en día se compran hechos. Generalmente representan a personajes públicos, la mayoria de las veces, nuestros políticos.
¡Que tengas un felicísimo 2010!
eres la segunda que onozco este fin de año que lo ha hecho, una de mis heteras me lo contaba y si creo que debe ser muy catártico. me lo apunto para el próximo año, encantada. un beso
¡Feliz Año!
¡Feliz año! Muy lindo el ritual, es típico de la Noche de San Juan, la más larga del año.
mmm, eso me gusta de los rituales con fuego... pasan cosas. feliz 2010 y te dejo un conjuro http://mariasimona.blogspot.com/2010/01/conjuro.html
Gracias, chicas. La verdad es que ha pasado tiempo y no consigo dejar el miedo atrás. Cada vez estoy más convencida de que este 2010 será regulero... sólo espero que regulero para bien :)
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