viernes, 25 de abril de 2008

En paz

Llevo un tiempo deseando comentar dos noticias bastante polémicas sobre las que no me resisto a dar mi opinión: la primera es la del embarazo de Thomas Beatie; la segunda, la de la muerte de Chantal Sébire. Por respeto, pero también por justicia, creo que lo mejor que se puede hacer por estas dos personas es, sencillamente, describir su situación.

Thomas Beatie nació en un cuerpo de mujer a pesar de que, en su interior, siempre supo que era un hombre. Los sentimientos, ideas, pensamientos, contradicciones, miedos que le han acompañado a lo largo de su vida pueden alcanzar tal complejidad que sólo él tiene el derecho de definir qué significa ser transexual. Su ejemplo nos muestra que no hay una sola transexualidad: el proceso que las personas transexuales sufren para disfrutar de un adecuada reasignación de sexo sólo ellos deberían controlarlo, sólo ellos deberían decidir cómo, cuándo, hasta dónde.

Thomas Beatie lo decidió. Decidió mantener su aparato reproductor femenino. ¿Por qué? Porque sí. Porque en esta decisión residía su bienestar. Heterosexual, comprometido con su pareja y con el sueño de formar una familia, descubre que su mujer no puede quedarse embaraza. ¿Por qué? Porque no. Porque hay cosas en la vida que no podemos elegir.

Thomas Beatie se enfrenta a una nueva serie de sentimientos, ideas, pensamientos, contradicciones, miedos, que lo llevan a tomar la decisión de quedarse embarazado. Y ya está. No es un monstruo, un hereje, un delincuente. Es lo que es, sin más.

Chantal Sébire era una persona vital, que disfrutaba de su trabajo y de su familia hasta que una enfermedad terrible destruyó su felicidad. Luchó por sobrevivir, por curarse, durante varios años, pero llegó el día en que no pudo más. Aquello no era vida y necesitaba descansar.

Chantal Sébire tenía la ilusión de hacer una gran fiesta con todos sus seres queridos y después poder marcharse en paz. No pudo ser. Tuvo que morir sola, quién sabe si en medio de terribles dolores, alejada de los suyos y renunciando a su derecho a la dignidad. No pudo elegir sobre su propia vida: otros habían tomado ya la decisión.

Si yo fuera el hijo de Thomas Beatie, si fuera uno de los hijos de Chantal Sébire, me sentiría profundamente orgullosa de mis padres. Admiraría su lucha, el amor que me han tenido, su sentido del derecho, de la justicia, de la dignidad. Aun sin ser su hijo, les agradezco que, con su ejemplo, hayan contribuido renovar la esperanza que en ocasiones perdemos para seguir creyendo en un mundo mejor.

A las personas que les marginan, que les consideran monstruos antinatura, que dicen defender no sé sabe muy bien si la vida o la muerte mientras braman contra su presunto pecado, todo mi desprecio y una sola frase: déjennos en paz. Cumplan ustedes con sus ideas, que nosotros, si nos dejan, lo haremos con las nuestras. Y guárdense de seguir cometiendo el peor de los pecados: hacer infeliz al resto de la humanidad.

Encantada.

3 comentarios:

marga dijo...

es que hay gente (y mucha) que en vez de vivir su vida se dedica a tratar de hacerle imposible la vida a los demás

besos

* dijo...

Coincido plenamente con vos.

Almita, encantada de leerte.

encantada dijo...

Nunca entenderé por qué la gente vive para impedir que otros vivan. Me saca de quicio, me supera, me aturde... :S

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