Ayer me animé a asistir a la “Macedonia Caprichosa de Mujeres Creadoras”, uno de los pocos actos culturales previstos en el programa del Orgullo. Decidí que iba a disfrutar sí o sí del Orgullo a mí manera, y no me arrepentí para nada: pasé dos horas la mar de entretenidas y vigorizantes rodeada de arte femenino.
Acudieron muchas artistas al evento, pero a mí la que más me gustó fue sin duda la dramaturga Itziar Pascual. Nos explicó que andaba investigando sobre algunas mujeres históricas, quizá no muy conocidas pero sí muy grandes, entre las que destacaba Natalia Karp. Esta mujer, pianista, sobrevivió al Holocausto para después ir a parar a manos de un marido que la maltrataba psicológicamente impidiéndole realizarse como artista. Itziar Pascual había escrito un soliloquio sobre el tema que sobrecogió a toda la sala. Parecía imposible que aquellas palabras tan arrolladoras hubieran salido de la mente de una mujer que apenas hablaba con un hilo de voz y tenía el aspecto que tendría mi vecina del quinto si la tuviera. Así que una vez más celebré la increíble fuerza que tenemos las mujeres, el inmenso tesoro que llevamos dentro, escondido sólo para el que no lo quiere ver.
El texto fue leído por la actriz Ángeles Maeso, y su lectura fue el complemento ideal a las palabras de Itziar. Creo que Ángeles devolvió de un golpe toda la dignidad a su profesión, y nos mostró a quienes estábamos allí presentes que sin actrices de su talla el mundo sería un lugar lóbrego, desolador, vacío y triste. Su actuación me provocó una experiencia estética tan sobrecogedora, que a punto estuve de sufrir el colapso de la materia que me compone y acabar convertida en pompitas de jabón.
También me llamó mucho la atención la performance de Teresa del Pozo, una artista visual acerca de cuya disciplina yo albergaba una maleta llena de prejuicios. Qué le vamos a hacer, si he sido educada en la idea de que lo que vale es Velázquez y el resto no es más que una chusta posmoderna que nadie se traga. Sin embargo, como por suerte ando dispuesta a abandonar mi maleta en cualquier estación y salir corriendo para no volver, me entregué por completo al disfrute de la performance de Teresa, que estaba acompañada por la actriz Chusa Barbero. Me gustó mucho la interacción con el público, la manera en que explicó su proyecto, y sobre todo, el contenido tan hermoso de los textos, una especie de diario de su experiencia en Estados Unidos, muy gracioso, muy ameno y muy cercano. He de decir que me encanta el arte que nace de la vida cotidiana, y que por eso me resultó muy agradable el encuentro con su obra.
Otra de las artistas que me gustaron fue Marta Sanz, que nos trajo el último capítulo de libro “Lecciones de anatomía”, leído por Diana Palazón. Según nos explicó, esta obra había nacido de una investigación sobre sí misma, lo cual me fascina y me hace sentir muy identificada. En el último capítulo, se incluía un autorretrato que me pareció una muestra hermosísima de respeto, aceptación y amor por una misma. Fue emocionante asistir a la descripción de su cuerpo, no de la manera como solemos hacer muchas cuando destacamos todo lo que nos falta y todo lo que nos sobra, sino como creo que solo se puede hacer cuando una ha andado un largo camino para encontrarse, y una vez que se encuentra resulta que se ama. Me gustó especialmente la forma en que describía sus lunares, como islas, como constelaciones que aportaban más belleza a su belleza, quizá porque a mí me salen lunares cada día y ya no sé de qué pelos tirarme, y sus palabras me hicieron entender que el problema no eran mis lunares sino mi falta de comprensión sobre mí misma.
Me sentí muy identificada también con el segundo texto de Libertad Morán, leído por Sandra Dominique. En él criticaba a esos adultos que todos conocemos y que adolecen de un complejo de Peter Pan que les impide superar la adolescencia: viven en casa de papá y mamá poniendo excusas terribles para no emanciparse, se hacen los ejecutivos agresivos entre semana para después salir hasta las tantas y pillarse pedos antológicos viernes, sábado y casi me atrevería a decir que domingo, son incapaces de asumir los riesgos y el compromiso de las relaciones de pareja, disfrazan sus miedos de ideas modernas y, a su lado, las personas que nos arriesgamos a crecer parecemos nuestra propia abuela. Y sí, me gustó el texto porque vivo rodeada de mucha gente así y me saca de quicio que nadie les cante las cuarenta.
En fin, hubo más cosas que me gustaron de la “Macedonia”, pero creo que con esta muestra es suficiente. Me alegré un montón de ir y espero seguir animándome a acudir a estos eventos, porque son una bocanada de aire fresco. Y aunque sé que las personas que participamos somos una minoría dentro de una minoría dentro de una minoría y así sucesivamente, me siento orgullosa de pertenecer a algo que me deja con la boca abierta y consigue que se me ensanchen la cabeza, el corazón y cada uno de mis sentidos.
¡Encantada con las mujeres creadoras!
Acudieron muchas artistas al evento, pero a mí la que más me gustó fue sin duda la dramaturga Itziar Pascual. Nos explicó que andaba investigando sobre algunas mujeres históricas, quizá no muy conocidas pero sí muy grandes, entre las que destacaba Natalia Karp. Esta mujer, pianista, sobrevivió al Holocausto para después ir a parar a manos de un marido que la maltrataba psicológicamente impidiéndole realizarse como artista. Itziar Pascual había escrito un soliloquio sobre el tema que sobrecogió a toda la sala. Parecía imposible que aquellas palabras tan arrolladoras hubieran salido de la mente de una mujer que apenas hablaba con un hilo de voz y tenía el aspecto que tendría mi vecina del quinto si la tuviera. Así que una vez más celebré la increíble fuerza que tenemos las mujeres, el inmenso tesoro que llevamos dentro, escondido sólo para el que no lo quiere ver.
El texto fue leído por la actriz Ángeles Maeso, y su lectura fue el complemento ideal a las palabras de Itziar. Creo que Ángeles devolvió de un golpe toda la dignidad a su profesión, y nos mostró a quienes estábamos allí presentes que sin actrices de su talla el mundo sería un lugar lóbrego, desolador, vacío y triste. Su actuación me provocó una experiencia estética tan sobrecogedora, que a punto estuve de sufrir el colapso de la materia que me compone y acabar convertida en pompitas de jabón.
También me llamó mucho la atención la performance de Teresa del Pozo, una artista visual acerca de cuya disciplina yo albergaba una maleta llena de prejuicios. Qué le vamos a hacer, si he sido educada en la idea de que lo que vale es Velázquez y el resto no es más que una chusta posmoderna que nadie se traga. Sin embargo, como por suerte ando dispuesta a abandonar mi maleta en cualquier estación y salir corriendo para no volver, me entregué por completo al disfrute de la performance de Teresa, que estaba acompañada por la actriz Chusa Barbero. Me gustó mucho la interacción con el público, la manera en que explicó su proyecto, y sobre todo, el contenido tan hermoso de los textos, una especie de diario de su experiencia en Estados Unidos, muy gracioso, muy ameno y muy cercano. He de decir que me encanta el arte que nace de la vida cotidiana, y que por eso me resultó muy agradable el encuentro con su obra.
Otra de las artistas que me gustaron fue Marta Sanz, que nos trajo el último capítulo de libro “Lecciones de anatomía”, leído por Diana Palazón. Según nos explicó, esta obra había nacido de una investigación sobre sí misma, lo cual me fascina y me hace sentir muy identificada. En el último capítulo, se incluía un autorretrato que me pareció una muestra hermosísima de respeto, aceptación y amor por una misma. Fue emocionante asistir a la descripción de su cuerpo, no de la manera como solemos hacer muchas cuando destacamos todo lo que nos falta y todo lo que nos sobra, sino como creo que solo se puede hacer cuando una ha andado un largo camino para encontrarse, y una vez que se encuentra resulta que se ama. Me gustó especialmente la forma en que describía sus lunares, como islas, como constelaciones que aportaban más belleza a su belleza, quizá porque a mí me salen lunares cada día y ya no sé de qué pelos tirarme, y sus palabras me hicieron entender que el problema no eran mis lunares sino mi falta de comprensión sobre mí misma.
Me sentí muy identificada también con el segundo texto de Libertad Morán, leído por Sandra Dominique. En él criticaba a esos adultos que todos conocemos y que adolecen de un complejo de Peter Pan que les impide superar la adolescencia: viven en casa de papá y mamá poniendo excusas terribles para no emanciparse, se hacen los ejecutivos agresivos entre semana para después salir hasta las tantas y pillarse pedos antológicos viernes, sábado y casi me atrevería a decir que domingo, son incapaces de asumir los riesgos y el compromiso de las relaciones de pareja, disfrazan sus miedos de ideas modernas y, a su lado, las personas que nos arriesgamos a crecer parecemos nuestra propia abuela. Y sí, me gustó el texto porque vivo rodeada de mucha gente así y me saca de quicio que nadie les cante las cuarenta.
En fin, hubo más cosas que me gustaron de la “Macedonia”, pero creo que con esta muestra es suficiente. Me alegré un montón de ir y espero seguir animándome a acudir a estos eventos, porque son una bocanada de aire fresco. Y aunque sé que las personas que participamos somos una minoría dentro de una minoría dentro de una minoría y así sucesivamente, me siento orgullosa de pertenecer a algo que me deja con la boca abierta y consigue que se me ensanchen la cabeza, el corazón y cada uno de mis sentidos.
¡Encantada con las mujeres creadoras!
2 comentarios:
Me alegro encontrar a pesonas que tienen una opinión parecida a la mía sobre el peterpanismo que sufren las generaciones actuales. Podría decir tantas cosas de estos elementos que no acabaría nunca...
De todas formas, si te has quedado con ganas de eventos culturales, mañana a las ocho en la librería Berkana habrá una mesa redonda con el tema "¿Somos visibles?" dirigida por la autora del ensayo de narrativa lésbica ... que me estoy muriendo de agua, María Castrejón. A ver si se produce un debate interesante...
Qué pena que no lo viera a tiempo... ¡tendré que andar más rápida!
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