El otro día estuvimos viendo la película de “Cachorro”, muy recomendable para cualquier persona, homosexual o no, interesada o no en la homoparentalidad, que guste de confrontar sus propios prejuicios y asomarse a un mundo diferente.
Yo empecé a verla convencida de que sería un agradable paseo por una experiencia de paternidad gay, un par de horas llenas de escenas reforzadoras y divertidas que mostrarían cómo las personas homosexuales no sólo somos perfectamente capaces de tener hijos, sino que lo hacemos la mar de bien.
Sin embargo, mucho de lo que esperé encontrar no lo encontré, hallando a cambio un puñado de ideas sobre lo que tal vez sea realmente la vida y un par de tironcitos de orejas para mis prejuicios, algo que siempre se agradece.
Me gustó porque, en primer lugar, los gays que aparecen son osos, un grupo que no suele ser el más representado en los medios de comunicación, por más que sepamos que “haberlos, haylos”, igual que las lesbianas. En principio, me resultaron diferentes, pero después me fui dando cuenta de que tal vez la diferencia que yo valoraba, creía haber encontrado y finalmente no encontré, no era más que un prejuicio sobre el ambiente gay, la promiscuidad, los cuartos oscuros y los chaperos. Es decir: no, hay muchas cosas que no entiendo, pero quizá sean así y ya está.
En segundo lugar, me encantó que el protagonista y uno de sus amigos se dedicaran a dos de los campos profesionales donde creo que la homofobia está más arraigada: la medicina y la educación. Y me encantó porque normalmente los gays y lesbianas que salen en las películas se suelen dedicar a profesiones más “asépticas”, intelectuales, comerciales, artistas, publicistas, donde siempre parecen apuntar un puntito pero sin que se produzca el suficiente contacto para que le peguen su homosexualidad a nadie. Sin embargo, ya va siendo hora de que muchos homófobos que duermen tranquilos pensando que su vida es “homo-free” se vayan enterando de que el que ginecólogo de su mujer o la maestra de su niño son homosexuales.
Por otro lado, esta peli me hizo pensar sobre la manera en que creemos que es mejor educar a los niños y cómo muchas veces no tenemos ni idea de lo que son ni de lo que necesitan. Al principio, la madre del chaval no parece más que una locata hippy que vive en una cueva y que obliga a su hijo a vestir de una forma muy rara y a hacer cosas que no se corresponden con su edad, como cocinar o liar porros, además de dar por hecho que será gay de mayor y tratarle como tal. Cuando llega a casa de su tío para pasar unas vacaciones, él le empieza a enseñar como cualquiera cree que se debe enseñar a un niño: le viste con vaqueros, le da a leer tebeos para niños, le lleva al parque de atracciones, le impone unos horarios, no deja que nadie dé por hecho que es gay ni que se fumen porros en su presencia, etc. Confesaré que durante los primeros tres cuartos de hora yo estaba encantada con esta visión tan maniquea (¡vergüenza habría de darme!), pero poco a poco, la trama se va complicando y te vas dando cuenta de que la vida no es tan sencilla, de que las soluciones que parecen más inoportunas pueden llegar a ser las más útiles, y de que tenemos una visión muy equivocada de las capacidades de los niños. En este caso, resulta sorprendente (pero muy obvio después cuando lo piensas) la manera tan natural con la que el niño asume la realidad de la vida, una realidad difícil que su madre nunca le ocultó, transmitiéndole información clara, sencilla y sin dramas, gracias a lo cual el niño es capaz de enfrentarse de una forma mucho más madura a los problemas que las personas que se creían en el deber de protegerlo mintiéndole y ocultándole una información que él no sólo conocía sino que asumía con serenidad.
En fin, una peli que te hace replantearte lo políticamente correcto y que deja en el aire la sensación molesta pero inspiradora de que quizá estemos muy equivocados sobre muchas cosas que son muy distintas en realidad a la manera en la que las pensamos.
¿Se podría pedir más?
Encantada.
Yo empecé a verla convencida de que sería un agradable paseo por una experiencia de paternidad gay, un par de horas llenas de escenas reforzadoras y divertidas que mostrarían cómo las personas homosexuales no sólo somos perfectamente capaces de tener hijos, sino que lo hacemos la mar de bien.
Sin embargo, mucho de lo que esperé encontrar no lo encontré, hallando a cambio un puñado de ideas sobre lo que tal vez sea realmente la vida y un par de tironcitos de orejas para mis prejuicios, algo que siempre se agradece.
Me gustó porque, en primer lugar, los gays que aparecen son osos, un grupo que no suele ser el más representado en los medios de comunicación, por más que sepamos que “haberlos, haylos”, igual que las lesbianas. En principio, me resultaron diferentes, pero después me fui dando cuenta de que tal vez la diferencia que yo valoraba, creía haber encontrado y finalmente no encontré, no era más que un prejuicio sobre el ambiente gay, la promiscuidad, los cuartos oscuros y los chaperos. Es decir: no, hay muchas cosas que no entiendo, pero quizá sean así y ya está.
En segundo lugar, me encantó que el protagonista y uno de sus amigos se dedicaran a dos de los campos profesionales donde creo que la homofobia está más arraigada: la medicina y la educación. Y me encantó porque normalmente los gays y lesbianas que salen en las películas se suelen dedicar a profesiones más “asépticas”, intelectuales, comerciales, artistas, publicistas, donde siempre parecen apuntar un puntito pero sin que se produzca el suficiente contacto para que le peguen su homosexualidad a nadie. Sin embargo, ya va siendo hora de que muchos homófobos que duermen tranquilos pensando que su vida es “homo-free” se vayan enterando de que el que ginecólogo de su mujer o la maestra de su niño son homosexuales.
Por otro lado, esta peli me hizo pensar sobre la manera en que creemos que es mejor educar a los niños y cómo muchas veces no tenemos ni idea de lo que son ni de lo que necesitan. Al principio, la madre del chaval no parece más que una locata hippy que vive en una cueva y que obliga a su hijo a vestir de una forma muy rara y a hacer cosas que no se corresponden con su edad, como cocinar o liar porros, además de dar por hecho que será gay de mayor y tratarle como tal. Cuando llega a casa de su tío para pasar unas vacaciones, él le empieza a enseñar como cualquiera cree que se debe enseñar a un niño: le viste con vaqueros, le da a leer tebeos para niños, le lleva al parque de atracciones, le impone unos horarios, no deja que nadie dé por hecho que es gay ni que se fumen porros en su presencia, etc. Confesaré que durante los primeros tres cuartos de hora yo estaba encantada con esta visión tan maniquea (¡vergüenza habría de darme!), pero poco a poco, la trama se va complicando y te vas dando cuenta de que la vida no es tan sencilla, de que las soluciones que parecen más inoportunas pueden llegar a ser las más útiles, y de que tenemos una visión muy equivocada de las capacidades de los niños. En este caso, resulta sorprendente (pero muy obvio después cuando lo piensas) la manera tan natural con la que el niño asume la realidad de la vida, una realidad difícil que su madre nunca le ocultó, transmitiéndole información clara, sencilla y sin dramas, gracias a lo cual el niño es capaz de enfrentarse de una forma mucho más madura a los problemas que las personas que se creían en el deber de protegerlo mintiéndole y ocultándole una información que él no sólo conocía sino que asumía con serenidad.
En fin, una peli que te hace replantearte lo políticamente correcto y que deja en el aire la sensación molesta pero inspiradora de que quizá estemos muy equivocados sobre muchas cosas que son muy distintas en realidad a la manera en la que las pensamos.
¿Se podría pedir más?
Encantada.
2 comentarios:
quiero verla ya!!!!!!
Espero que la consigas pronto, la verdad es que merece mucho la pena :)
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