jueves, 14 de junio de 2007

La (doble) Resistencia


Miles de españolas mugrientas y desesperadas atravesaron en los primeros meses de 1939 la frontera francesa. Al desgarro de abandonar su propio país, las exiliadas unían la certeza de que había terminado el sueño de igualdad para las mujeres españolas.

(Secundino Serrano, Maquis)

Creo que la II República (1931-1939) marcó un hito en la Historia de las mujeres españolas, pero también creo que, como bien dice este pequeño párrafo, tan sólo significó el inicio de “un sueño de igualdad”, sueño que aún no hemos logrado cumplir.

A este respecto, me parece necesario recordar que, dentro de cualquier raza, etnia o clase social, existen dos capas: una superior, la de los hombres, y otra inferior, la de las mujeres. Por eso, las mujeres republicanas en la resistencia, las mismas que habían soñado con la igualdad, vieron esta doblemente frustrada: no sólo por la dictadura sino también por la actitud de sus propios “compañeros”.

Algunas de ellas tuvieron que ejercer la prostitución, sobre todo en la primera posguerra, para alimentar a los presos de la familia o a los hijos que crecían en el hogar. Excarcelados sus maridos, bastantes de estas mujeres tuvieron que añadir al desprecio social el rechazo de sus parejas en libertad.

(O sea, que me prostituyo para darte de comer y luego encima te das el lujo de rechazarme por guarra. ¡Pues allá te hubieras muerto de hambre, malnacido!)

El comunismo procuró en las situaciones críticas facilitar el desahogo sexual de sus militantes con compañeras, aunque un poco en comunidad.

(¿Perdón?)

En 1949, Carmen Temprano Salorio cayó abatida cuando intentaba romper, en compañía de otros guerrilleros, el cerco de la Guardia Civil. Los medios próximos al régimen tranquilizaron la hipotética mala conciencia de haber matada a un mujer señalando que vestía de hombre, y por lo tanto, merecía el mismo trato que cualquier bandolero.

(¡A quién se le ocurre lanzarse al monte sin falda!)

Cuando “Chaquetalarga” y “Miguelete” consiguieron huir a Francia, lo hicieron solos, y a sus compañeras, las hermanas Rodríguez Juárez, sólo les quedó como alternativa entregarse a las autoridades.

(Eso es amor, y lo demás… ¡tontería!)

Con todas las cautelas propias de una excepción, en la guerrilla levantina se produjo un caso singular en la persona de Teresa Pla Meseguer, pastora de Vallibona (Castellón). Para las gentes de los pueblos y también para las fuerzas de represión, Pla Meseguer modificaba de manera sustantiva las convenciones sobre la mujer y la violencia armada. Aguado Sánchez, con su habitual beligerancia verbal, escribe que era “una mujer lesbiana de instintos violentos”.

(Ya tardaban en sacarnos a… ¿relucir?)

Posteriormente, el mismo autor dice que cuando fue detenida “su identificación presentó al principio algunas dudas. Vestía de hombre y por su contextura viriloide y el tiempo transcurrido había experimentado un gran cambio en su fisionomía”.

(¿Acaso le salió pene?)

Conocida también como “el maquis hermafrodita”, posteriormente adoptó una identidad masculina con el nombre de Florencio.

(Después de tantas vejaciones, ¿quién no habría hecho lo mismo?)

En la actualidad, todavía se escucha, tanto de boca de hombres como de mujeres, que el Feminismo es una postura radical innecesaria. Sin embargo, yo creo que es la única postura digna para la mujer. Tengas las ideas que tengas, sea cual sea el color de tu piel o tu orientación sexual, siempre estarás por debajo de los hombres que formen grupo contigo. Y eso es algo que todas las mujeres compartimos, algo que, tristemente o quizá de manera muy oportuna, nos une a todas.

En el último rincón del Planeta, en cualquier página de la Historia, hay una mujer con la que podría hablar de muchas cosas.
Encantada de tenerlo presente.

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