Hoy he estado viendo en la televisión una tertulia en la que hablaban de las fantasías sexuales. Por supuesto, las lesbianas sólo hemos aparecido en la conversación encorsetadas en nuestro papel tradicional de objeto de deseo masculino. Y es que hay tradiciones que ni el hecho de que uno de los contertulios sea un hombre homosexual puede cambiar.
En realidad, también se ha nombrado el deseo de las mujeres por las mujeres cuando la invitada ha explicado que la mayor parte de las mujeres tienen fantasías sexuales con otras mujeres. Pero claro, entonces todas las contertulias se han apresurado a poner el grito en el cielo preguntándose que quién era esa mayoría, ya que ellas nunca han tenido fantasía semejante. Que una cosa es ser una mariliendre y otra muy distinta lucir una sola mácula de bollera.
Pero lo que yo quería comentar es lo que se ha dicho acerca del deseo de la mujer heterosexual, ese deseo que tanto nos atufa a algunas. Y es que la invitada, autora de un libro acerca de las fantasías sexuales, ha repetido en varias ocasiones que a las mujeres heterosexuales les pone el papel de sumisas. Y es curioso, porque a mí, lo sumiso y lo igualitario me parecen categorías sociales, conceptuales, muy humanas, y no instintos naturales. Una cosa es que te vayan los hombres y otra muy distinta es que te ponga la sumisión. Ese rol, como todos, se aprende.
Como feminista que soy, no puedo por menos que desearles a todas las mujeres que se desarrollen en libertad y, a poder ser, en igualdad con los que a todas luces son y deberían ser sus semejantes. Por eso, me entristece muchísimo ver que la sumisión “pone”. A mí me encantaría que aprendiésemos a erotizar la ternura, el cuidado, el respeto y, por supuesto, la igualdad. La brusquedad, el dominio, el despotismo y la sumisión, tanto en lo colectivo como en lo individual, hieden.
Sé que las relaciones sexuales no igualitarias afectan tanto a las personas heterosexuales como a las homosexuales, lo cual me apena doblemente, ya que ni siquiera se le puede asegurar a una mujer que el espacio lésbico será un lugar de libertad y respeto. Por eso creo que todas y todos deberíamos aprender a erotizar de otra manera, sea cual sea el sexo de la persona que tenemos en frente. Si no lo hacemos por la persona a la que amamos, entonces, ¿por quién?
No obstante, este es un problema que afecta mayoritariamente a las mujeres heterosexuales, y creo que, en construcción alternativa de relaciones sexuales, las mujeres lesbianas tenemos mucho que decir. Sería interesante, a mi parecer, que nuestra experiencia fuera tenida en cuenta a la hora de reflexionar sobre la igualdad en una relación sexual heterosexual.
Encantada de pertenecer a una minoría que tiene tanto que aportar.
En realidad, también se ha nombrado el deseo de las mujeres por las mujeres cuando la invitada ha explicado que la mayor parte de las mujeres tienen fantasías sexuales con otras mujeres. Pero claro, entonces todas las contertulias se han apresurado a poner el grito en el cielo preguntándose que quién era esa mayoría, ya que ellas nunca han tenido fantasía semejante. Que una cosa es ser una mariliendre y otra muy distinta lucir una sola mácula de bollera.
Pero lo que yo quería comentar es lo que se ha dicho acerca del deseo de la mujer heterosexual, ese deseo que tanto nos atufa a algunas. Y es que la invitada, autora de un libro acerca de las fantasías sexuales, ha repetido en varias ocasiones que a las mujeres heterosexuales les pone el papel de sumisas. Y es curioso, porque a mí, lo sumiso y lo igualitario me parecen categorías sociales, conceptuales, muy humanas, y no instintos naturales. Una cosa es que te vayan los hombres y otra muy distinta es que te ponga la sumisión. Ese rol, como todos, se aprende.
Como feminista que soy, no puedo por menos que desearles a todas las mujeres que se desarrollen en libertad y, a poder ser, en igualdad con los que a todas luces son y deberían ser sus semejantes. Por eso, me entristece muchísimo ver que la sumisión “pone”. A mí me encantaría que aprendiésemos a erotizar la ternura, el cuidado, el respeto y, por supuesto, la igualdad. La brusquedad, el dominio, el despotismo y la sumisión, tanto en lo colectivo como en lo individual, hieden.
Sé que las relaciones sexuales no igualitarias afectan tanto a las personas heterosexuales como a las homosexuales, lo cual me apena doblemente, ya que ni siquiera se le puede asegurar a una mujer que el espacio lésbico será un lugar de libertad y respeto. Por eso creo que todas y todos deberíamos aprender a erotizar de otra manera, sea cual sea el sexo de la persona que tenemos en frente. Si no lo hacemos por la persona a la que amamos, entonces, ¿por quién?
No obstante, este es un problema que afecta mayoritariamente a las mujeres heterosexuales, y creo que, en construcción alternativa de relaciones sexuales, las mujeres lesbianas tenemos mucho que decir. Sería interesante, a mi parecer, que nuestra experiencia fuera tenida en cuenta a la hora de reflexionar sobre la igualdad en una relación sexual heterosexual.
Encantada de pertenecer a una minoría que tiene tanto que aportar.
2 comentarios:
Espero que el lastre cultural que arrastramos sea el culpable de comentarios como el de que la sumisión es algo “natural” en la mujer. Lo que no se explica es que los medios de comunicación, que tanto poder tienen sobre las masas, sigan repitiendo esto, y no nos visibilicen de una vez, no ya nuestra sexualidad como lesbianas o heterosexuales , sino simplemente como mujeres libres.
Es terrible tener que oir de boca de tu propio profesor que por naturaleza, como mujer, te gusta sufrir y buscas a hombres dominantes, pero más triste es que ninguna de mis compañeras haya afirmado lo contrario. Supongo que los medios contrbuyen a esto enormemente porque seguimos siendo para ellos absolutamente invisibles, de hecho salir sólo a la luz bajo modelos de deseo masculino, más que un favor me parece otro obstáculo.
1 abrazo
Muchas gracias por tu comentario, ¡es muy interesante!
La verdad es que resulta "curioso" (por no decir terrorífico) cómo una y otra vez se repiten los mismos tópicos, y no lo hace sólo el típico machista, sino una mujer escritora y pseudocientífica en un medio de comunicación de tendencia progresista.
Supongo que la buena noticia es que lo cultural se puede combatir, y en ello estamos. Pero mientras lo combatimos, resulta exasperante lo que nos encontramos por el camino, como los comentarios de tu profesor, o lo que es peor, el silencio de tus compañeras. Yo sufro lo mismo a diario y no me quedan pelos de los que tirarme.
¡Ánimo!
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