Hace un tiempo me topé por primera vez con el modelo de orientación sexual de Klein, que considera la orientación sexual como una realidad compleja, para cuya definición hay que tener en cuenta, al menos, siete variables: la atracción sexual, la conducta sexual, la preferencia emocional, las fantasías sexuales, la preferencia social, la autoidentificación y el estilo de vida.
En su momento, las variables que más me llamaron la atención fueron la preferencia social y el estilo de vida. Al fin y al cabo, y como indican las teorías de normalización simplista, la orientación sexual de cada persona sólo tiene implicaciones en lo sexual y para esa persona. Es verdad que, escudados bajo este individualismo, hemos podido avanzar en materia de libertad y derechos; sin embargo, ¿es esa la única realidad? Es decir, ¿son las variables sociales de Klein una completa estupidez?
A mí me lo parecieron bastante la primera vez que supe de su existencia. Había empezado a tomar conciencia de mi orientación hacía relativamente poco y nada en mi vida era diferente de cuando creía ser heterosexual. Tenía los mismos amigos, salía por los mismos sitios y leía los mismos libros que varios meses atrás. Sin embargo, cuando volví a encontrarme con este modelo, un año después, no pude por menos que esbozar una irónica sonrisa; en la actualidad, me río a carcajadas de mi inocencia anterior.
Aunque en mi trabajo no me socializo como lesbiana, sí que lo hago en la mayor parte de mi tiempo libre. La cantidad y calidad de mis amigas lesbianas ha crecido considerablemente; apenas me muevo por sitios que no sean de ambiente o, por lo menos, gay-friendly; y la mayoría de los libros que leo tienen, como mínimo, una orientación de género. Hoy en día, por tanto, creo que Klein y sus colaboradores sabían muy bien de lo que hablaban al formular sus variables.
Sin embargo, constantemente se trata de restar importancia a las redes sociales de gays y lesbianas. Si tu estilo de vida es “demasiado” homo (teniendo en cuenta que, de hecho, eres homo), se te acusa de tener una “obsesión” (¿nuevamente enfermos?), quererte diferenciar “en exceso” (¿acaso te permiten ser absolutamente igual?), no querer saber nada del “mundo” (¿qué “mundo”?), etc, etc. Así por ejemplo, y como indica muy acertadamente Beatriz Gimeno, las mujeres lesbianas que aparecen en las series de televisión españolas (la cúspide de nuestra visibilidad), siempre son personas aisladas, que si se relacionan con otra lesbiana, es porque es su novia, que no frecuentan locales de ambiente, ni leen ningún libro o revista especializada, ni se distinguen por nada más que porque la persona que duerme a su lado es también una mujer.
Creo que esta situación es una trampa muy perversa, ya que, al fin y al cabo, así es como tendría que ser. Nuestra orientación sexual no debería revertir en ninguna diferencia que se saliera del ámbito personal, y esta diferencia sería tan sólo de forma. Sin embargo, ¿es esta la experiencia real de la mayoría de gays y lesbianas? Parece que no. En muchas situaciones cotidianas, los que entienden son los que te entienden. Y necesitas que lo hagan.
Uno de los grupos que más preocupantemente caen en la trampa son los heterosexuales gay-friendly, esos amigos a los que muchos ocultamos nuestra “obsesión” por movernos en espacios propios para que no crean que estamos “obsesionados”. Su actitud (“si yo te acepto, ¿por qué te empeñas en mostrarte diferente?”) oculta, paradójicamente, la misma homofobia de la que otros hacen gala (“si ya se pueden casar, ¿qué más quieren?”).
Hace un tiempo, una amiga muy querida me hablaba de un compañero de trabajo que era gay, expresándose en los siguientes o parecidos términos: “Tiene una pluma de aquí a Pekín, aunque yo creo que la exagera… ¡parece como si le quisiera decir a todo el mundo que es gay! Y a mí eso no me parece bien, porque mira, yo estoy muy orgullosa de ser hetero, y no lo voy diciendo por ahí”. Otra amiga, contándome cómo un amigo suyo había salido del armario con ella, lo hacía como sigue: “Tardó varios años en decírmelo, e incluso cuando yo le pregunté si lo era, me dijo que no. Al final, cuando por fin lo admitió, se armó un lío, empezó a llorar, no le salían las palabras… ¡qué exagerando, tía! Tanta historia para decirme que era gay, ¡ni que fuera algo tan horrible!”.
Aunque no todas las personas homosexuales tendrán la misma opinión respecto de lo anterior, creo que la mayoría se inclinará, al menos, por mostrar un mayor grado de comprensión que mis amigas. Y es que ser la amiga hetero de una chica lesbiana es mucho más fácil que ser la chica lesbiana en sí. Después de muchas conversaciones, es posible que tus amigos entiendan la mayor parte de las cosas, pero a veces no hay ganas de esperar, o no es el momento, o simplemente, el grado de comprensión que tú necesitas no llega. Por eso es importante contar con una red de apoyo de personas que son como tú, con una red de recursos para las personas como tú. Y es que buscar a los semejantes, sentirte reflejada en ellos, es una parte fundamental de la construcción de cualquier identidad, no sólo de la nuestra.
Porque de hecho ser gay o lesbiana tiene repercusiones sociales, es normal que exista una preferencia social y un estilo de vida homosexual. Aunque no nos guste y no lo queramos, aunque lo consideremos una vía más de marginación, lo cierto es que sólo a través de ello conseguiremos que algún día no sea necesario. Pero ese día no es hoy y no podemos mirar hacia otro lado.
Encantada de entenderlo así.
En su momento, las variables que más me llamaron la atención fueron la preferencia social y el estilo de vida. Al fin y al cabo, y como indican las teorías de normalización simplista, la orientación sexual de cada persona sólo tiene implicaciones en lo sexual y para esa persona. Es verdad que, escudados bajo este individualismo, hemos podido avanzar en materia de libertad y derechos; sin embargo, ¿es esa la única realidad? Es decir, ¿son las variables sociales de Klein una completa estupidez?
A mí me lo parecieron bastante la primera vez que supe de su existencia. Había empezado a tomar conciencia de mi orientación hacía relativamente poco y nada en mi vida era diferente de cuando creía ser heterosexual. Tenía los mismos amigos, salía por los mismos sitios y leía los mismos libros que varios meses atrás. Sin embargo, cuando volví a encontrarme con este modelo, un año después, no pude por menos que esbozar una irónica sonrisa; en la actualidad, me río a carcajadas de mi inocencia anterior.
Aunque en mi trabajo no me socializo como lesbiana, sí que lo hago en la mayor parte de mi tiempo libre. La cantidad y calidad de mis amigas lesbianas ha crecido considerablemente; apenas me muevo por sitios que no sean de ambiente o, por lo menos, gay-friendly; y la mayoría de los libros que leo tienen, como mínimo, una orientación de género. Hoy en día, por tanto, creo que Klein y sus colaboradores sabían muy bien de lo que hablaban al formular sus variables.
Sin embargo, constantemente se trata de restar importancia a las redes sociales de gays y lesbianas. Si tu estilo de vida es “demasiado” homo (teniendo en cuenta que, de hecho, eres homo), se te acusa de tener una “obsesión” (¿nuevamente enfermos?), quererte diferenciar “en exceso” (¿acaso te permiten ser absolutamente igual?), no querer saber nada del “mundo” (¿qué “mundo”?), etc, etc. Así por ejemplo, y como indica muy acertadamente Beatriz Gimeno, las mujeres lesbianas que aparecen en las series de televisión españolas (la cúspide de nuestra visibilidad), siempre son personas aisladas, que si se relacionan con otra lesbiana, es porque es su novia, que no frecuentan locales de ambiente, ni leen ningún libro o revista especializada, ni se distinguen por nada más que porque la persona que duerme a su lado es también una mujer.
Creo que esta situación es una trampa muy perversa, ya que, al fin y al cabo, así es como tendría que ser. Nuestra orientación sexual no debería revertir en ninguna diferencia que se saliera del ámbito personal, y esta diferencia sería tan sólo de forma. Sin embargo, ¿es esta la experiencia real de la mayoría de gays y lesbianas? Parece que no. En muchas situaciones cotidianas, los que entienden son los que te entienden. Y necesitas que lo hagan.
Uno de los grupos que más preocupantemente caen en la trampa son los heterosexuales gay-friendly, esos amigos a los que muchos ocultamos nuestra “obsesión” por movernos en espacios propios para que no crean que estamos “obsesionados”. Su actitud (“si yo te acepto, ¿por qué te empeñas en mostrarte diferente?”) oculta, paradójicamente, la misma homofobia de la que otros hacen gala (“si ya se pueden casar, ¿qué más quieren?”).
Hace un tiempo, una amiga muy querida me hablaba de un compañero de trabajo que era gay, expresándose en los siguientes o parecidos términos: “Tiene una pluma de aquí a Pekín, aunque yo creo que la exagera… ¡parece como si le quisiera decir a todo el mundo que es gay! Y a mí eso no me parece bien, porque mira, yo estoy muy orgullosa de ser hetero, y no lo voy diciendo por ahí”. Otra amiga, contándome cómo un amigo suyo había salido del armario con ella, lo hacía como sigue: “Tardó varios años en decírmelo, e incluso cuando yo le pregunté si lo era, me dijo que no. Al final, cuando por fin lo admitió, se armó un lío, empezó a llorar, no le salían las palabras… ¡qué exagerando, tía! Tanta historia para decirme que era gay, ¡ni que fuera algo tan horrible!”.
Aunque no todas las personas homosexuales tendrán la misma opinión respecto de lo anterior, creo que la mayoría se inclinará, al menos, por mostrar un mayor grado de comprensión que mis amigas. Y es que ser la amiga hetero de una chica lesbiana es mucho más fácil que ser la chica lesbiana en sí. Después de muchas conversaciones, es posible que tus amigos entiendan la mayor parte de las cosas, pero a veces no hay ganas de esperar, o no es el momento, o simplemente, el grado de comprensión que tú necesitas no llega. Por eso es importante contar con una red de apoyo de personas que son como tú, con una red de recursos para las personas como tú. Y es que buscar a los semejantes, sentirte reflejada en ellos, es una parte fundamental de la construcción de cualquier identidad, no sólo de la nuestra.
Porque de hecho ser gay o lesbiana tiene repercusiones sociales, es normal que exista una preferencia social y un estilo de vida homosexual. Aunque no nos guste y no lo queramos, aunque lo consideremos una vía más de marginación, lo cierto es que sólo a través de ello conseguiremos que algún día no sea necesario. Pero ese día no es hoy y no podemos mirar hacia otro lado.
Encantada de entenderlo así.
2 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo
contigo, creo que más allá de en
qué momento de nuestras vidas hallamos tomado conciencia de nuestra orientación sexual, conforme pasan los años, mayor es nuestra necesidad de vivirla plenamente, y eso claro, incluye un cambio importante en el mundo que nos rodea. Será que a medida que uno crece, en todo sentido, se hace menos complaciente ante la inequidad, y más consciente de los
propios gustos y necesidades.
Un ejemplo de ello es lo que me viene pasando en mi trabajo - donde me socializo como lesbiana - y es que cada vez estoy "socializando" menos, ya que con los años me he puesto exigente, y la parte del mundo heterosexual que se me presenta allí, tiene realmente muy poco que ofrecerme en este momento, con un par de honrosas excepciones.
Lo peor de todo es que eso de que "las lesbianas nos distinguimos de los demás sólo en con quién nos vamos a la cama", es algo que lamentablemente hasta las lesbianas mismas hemos llegado a creernos, en un gesto más de "lesbofobia internalizada"...
Me gustó mucho tu post, y me ha resultado muy útil y propicio para la reflexión.
Un saludo
¡Muchas gracias por tu comentario!
Yo también creo que muchos de nuestros "gestos" no son más que lesbofobia interiorizada, algo así como "sí, yo soy lesbiana, pero no como esas, porque al menos yo me voy con gente normal". ¿Qué otra cosa sino lesbofobia nos puede llevar a devaluar nuestra cultura, nuestro grupo, o sencillamente, a las personas que son como nosotras, en eso que nos margina, nos guste o no?
Está muy bien que seamos conscientes de ello.
¡Saludos!
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