miércoles, 15 de agosto de 2007

¿Orgullo o dignidad?

Justo ayer me encontré con una noticia, quizás un tanto pasada ya, que explicaba cómo en Ámsterdam habían decidido formar un cuerpo de policía con agentes homosexuales (lesbianas y gays) y bisexuales para luchar contra el aumento de las agresiones homófobas en la ciudad. Uno de los objetivos de esta patrulla era generar confianza en el colectivo para que se animara a denunciar las agresiones. La noticia me sorprendió gratamente; lo que no lo hizo tanto fueron algunos de los comentarios que se habían dejado en varias páginas de Internet.

Así, daba la impresión de que los lectores, mayoritariamente gays, estaban en contra de la medida porque, según decían, contribuía a marginar al colectivo. Lo que ellos consideraban que debería ocurrir era que cualquier persona pudiera acudir a cualquier policía para denunciar una agresión homófoba.

Yo estoy absolutamente de acuerdo con la segunda idea, pero no con la primera. Y es que la realidad dista mucho de parecerse a lo que “debería” ser, empezando porque ninguna persona debería estar marginada a causa de su orientación sexual. Pero lo estamos. La realidad es que lo estamos, como la realidad es que cualquiera puede acudir a la policía y encontrarse con una mofa o una negativa a cursar una denuncia. Eso es así, y a veces me pregunto por qué nos cuesta tanto admitirlo.

Creo que la respuesta es clara: una vez más, padecemos de homofobia interiorizada. No querer señalarnos es homofobia interiorizada, no querer ver que, de hecho, ya estamos señalados. Llevamos una marca puesta, la marca que la sociedad nos ha colocado, y podemos aprender a vivir con ella, llevarla con orgullo, tratar de normalizarla, ¡claro que podemos! Pero lo que no podemos hacer es ignorarla.

A veces pienso que decir que no necesitamos servicios especiales es un orgullo mal entendido, es un orgullo homófobo. Por supuesto que un cuerpo de policía específico es una forma de discriminación, pero de discriminación positiva. Lo que se pretende es allanar un poco el camino a una comunidad que lo tiene bien escarpado. ¿Qué es lo que no nos gusta de que nos lo pongan un poquito más fácil? ¿Admitir que lo tenemos difícil?

Entiendo que esta clase de medidas, en general, todas las medidas de discriminación positiva, son medidas de urgencia, a corto plazo, y que no nos deben despistar de la meta real: el fin de cualquier tipo de discriminación. Nuestro objetivo a largo plazo, por supuesto, es que cualquiera pueda denunciar ante cualquier agente una agresión; más allá, incluso, es que nadie tenga que denunciar ninguna agresión. Pero mientras llega ese gran día, y teniendo en cuenta que podemos estar separados de él por siglos, ¿tendremos que aguantar las agresiones sumadas a la discriminación policial? ¿Nuestro orgullo nos impedirá tomar la mano que se nos tiende para aliviar un poco nuestra situación?

Una vez leí que la palabra “orgullo” era una mala traducción de la inglesa “pride”, porque esta última tiene un sentido más claro de “dignidad” que la nuestra. Sea o no así, la verdad es que creo que en ocasiones los hispanos nos abandonamos al estereotipo y entendemos el orgullo muy mal. ¿Acaso somos todos y cada uno superhombres y supermujeres que no necesitan de la ayuda de nadie y para los cuales el estigma de la orientación sexual no ha condicionada en absoluto su trayectoria vital? Claro que los hay, pero no son todos; de hecho, como siempre ocurre con los héroes, son una minoría. Los demás hacemos lo que podemos, y creo que una ayudita extra nunca viene mal.

El orgullo es bueno siempre que se entienda como una conciencia profunda de nuestra dignidad, y sin que nos falte la suficiente humildad como para aceptar las características de nuestra situación: injustas, horribles, pero reales y, lo que es más, con capacidad de actuar sobre nuestras vidas, de condicionarlas y de incluso destrozarlas si no aceptamos su existencia y les hacemos frente con determinación.

El que no quiera acudir a un policía gay o lesbiana, que no acuda; pero el que lo necesite, que sepa que está ahí. Esta es una de las situaciones más ideales que puedo imaginar para nuestro momento actual, y estaría encantada de que para todo el mundo pudiera ser así.

3 comentarios:

marga dijo...

Excelente post. Me gustó mucho. El problema es que no aplica para países como el mío... donde la policía "gay o lesbiana" es aún imposible de imaginar. Además, creo que por nuestra historia sociopolítica, recurrir a la policía ante un hecho de violencia homófoba, es directamemte una utopía... y supongo que en toda latinoamérica el panorama debe ser muy similar...
salu2

Anónimo dijo...

Muy de acuerdo contigo,creo que las discriminaciones positivas siguen siendo necesarias en muchos aspectos,y no ayuda que las rechazemos nosotros mismos en nombre de un escudo tras el cuál creemos que debemos escondernos, pero no hay que olvidar que ese escudo sólo existe por culpa de una sociedad que nos sigue discriminando, si no fuera así, no existiría, nos nos esconderíamos tras él, no nos daría verguenza denunciar, ni nos daría verguenza tener la posibilidad de recurrir a policias homosexuales, una utopía como bien dijeron antes.
Amanda

encantada dijo...

Sé que gran parte de las medidas de discriminación positiva son inimaginables en la mayoría de los países del mundo, por eso me molesta aún más que "algunos" se den el lujo de decir que no las necesitan.

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