domingo, 3 de junio de 2007

Ese color

Creo que una de las principales paradojas que concurren en la vida de la mujer lesbiana tiene que ver con algo a priori tan inofensivo como es un color: el rosa.

De pequeña, los múltiples odios que conformaron mi personalidad fueron capitaneados por ese color. Odiaba las faldas, los lazos, cruzarme de piernas, tener que mantener el peinado, no poder mear de pie, que me regalasen muñecas. Pero sobre todo, por encima de todo y como resultado de todo lo anterior, yo odiaba el color rosa.

Y sin embargo, cuando por fin logro ordenar el cajón de sastre de mi cerebro, comprendo que todo lo anterior me conducía a un sitio concreto, cojo aire y me sumerjo envalentonada en el mundo homosexual… ¿qué me encuentro?

¡El rosa!

Nunca he acumulado tanto color rosa en mi vida como en la actualidad. Lo cual me entristece, ya que después de tanta rebelión, tanto feminismo, tanta cultura lésbica y tantas peleas con mi madre… he vuelto al principio.

Así que, humildemente, reconoceré que esta no es mi estación, que ni todavía ni tampoco es este mi sitio.

Y estaré encantada de coger otro tren.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho como escribes, además me identifico con tus ideales y espero que sigas defendiéndolos.

PD: Yo estoy en etapa de amarillo, a ver si me revitalizo!

encantada dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Es genial saber que hay más gente que piensa como tú, sobre todo cuando te dicen una y otra vez que somos "pocas".

Espero que ese amarillo cambie pronto a naranja, o a verde... ¡o a amarillo chillón!

Anónimo dijo...

A mí siempre me ha gustado el rosa :) pero ni la "novela rosa" ni la "pantera rosa" ni el estigma del "rosa" sino sólo el rosa... jejeje.

encantada dijo...

¡Para gustos se hicieron los colores! :-P

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