Cuando era más joven, solía pensar que la angustia existencial era un divertimento burgués propio de personas cansadas de tenerlo todo. Me resultaba patético el sufrimiento reflejado en novelas como La náusea: qué montón de tonterías juntas, cuando el mundo está lleno de oportunidades, retos y aventuras.
Y es que así era mi mundo entonces: un horizonte abierto, un camino interminable, un manojo de sueños, de sorpresas, de esperanzas. Todo estaba por hacer, todo parecía en mi mano, y yo disfrutaba imaginando un futuro grandioso.
Pero el tiempo pasa, y el futuro llega, y no es malo ni bueno ni grandioso: tan solo el resultado de haber recorrido ya una parte del camino, de haberse acercado a un horizonte que ahora nos resulta más estrecho.
La vida no se acaba, los sueños tampoco, pero todo se hace más pequeño, más corto, más angosto. La rutina nos sofoca no tanto por su carácter repetitivo (que bien puede hacernos sentir paz, seguridad y orden), sino por su estatismo, por ser un camino que se cierra sobre sí mismo, sin llevarnos a ninguna parte.
Cada día te levantas, te esfuerzas, te cansas, y todo para volver a levantarte, esforzarte y cansarte al día siguiente. No hay más objetivo que el propio devenir, un objetivo nada despreciable, pero, por alguna razón, insuficiente.
Durante toda mi vida he luchado y he ganado. Quizá no lo que esperaba, pero siempre algo que me hacía sentir que la lucha seguía mereciendo la pena. Ahora me siento cansada, me cuesta imaginar futuros grandiosos; ya no tengo que pensar qué seré, porque ya soy, y, sin embargo, lejos de completarme, esa certeza me vacía.
Ahí es cuando la angustia existencial me hace comprender, de golpe, todo lo que antes despreciaba, a todas las personas que, antes que yo, se sintieron así y dejaron testimonio de ello. Y entiendo que es un sentimiento impropio de una persona joven y llena de esperanza.
Sé que esta angustia no es toda la verdad, como tampoco lo es el horizonte abierto que observamos cuando somos jóvenes, pues ni está tan abierto, ni lo miramos únicamente con júbilo (también cuando era joven me angustiaba lo indeterminado de un futuro hoy plenamente conocido).
Lo que ya no tengo tan claro es si estos momentos son crisis propias de una edad... o de un aburguesamiento culpable.
Encantada.
5 comentarios:
Tal vez, y afirmo solo Tal Vez, sea que sea momento de buscar nuevos horizontes, para volver a sentir ese júbilo del por venir!... (mi humilde opinión)...
Fru.
Cada persona vemos como nos van pasando los días, de una manera u otra, somos nosotras las que los debemos hacer diferentes hasta incluso en el trabajo rutinario de un despacho lo podemos llegar a hacer diferente diariamente. Para mi cada día es un día nuevo lleno de vivencias diferentes, ya que el ayer ya paso, y mañana ya vendrá, por lo que debemos disfrutar del día a día.
Dios, cómo te entiendo.
Suscribo todo lo que dices.
Todos los dias procuro animarme,pero una pregunta ronronea en mi cabeza"para que?"
Tengo la sensacion de estar de vuelta de todo,y aunque se que no es verdad e intento distraer mi mente, no puedo evitar pensarlo.
Me encantó tu comentario. Me siento muy identificado con tu experiencia, que es idéntica en general a la que estoy teniendo en este momento de mi vida.
Un abrazo.
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