Nuestro V ha cumplido ya su primer año gatuno. Como es un gatito callejero, no conocemos exactamente la fecha de su nacimiento; pero mi novia y yo hemos elegido un día aproximado que nos gustaba.
Dicen que los gatitos se "calman" cuando cumplen un año, pero V no parece seguir esta regla no escrita. A él le encanta correr, saltar, perseguir y morder peluches, maullar a los pájaros, olfatear todo lo desconocido...; pero, sobre todo, le gusta que juguemos con él varias veces al día. Así que, aparte de saber pedirnos comida o que le abramos una puerta, ha aprendido a exigirnos los ratitos de juego que, al parecer, le debemos.
En general, la experiencia de haber adoptado a V está siendo muy buena. Para mí es una alegría saber que nos está esperando cuando llegamos a casa, o que va a dormir a los pies de nuestra cama, o que si me levanto de noche porque no puedo dormir, él acompañará mis desvelos. Desde que vive con nosotras, nos hemos convertido en una familia interespecie que nos regala muchos momentos de felicidad.
El único (aunque importante) problema de convivencia que tenemos con V es que muerde. No es un gatito que arañe (aunque gasta unas uñas poderosas, porque no se las cortamos): él se arranca a bocados directamente cada vez que algo no es de su agrado.
Después de leer mucho sobre el tema, puedo asegurar que alrededor de un 20% de mordiscos son el resultado de unas ansias de juego no satisfechas. Es decir, que si no jugamos con él hasta la extenuación cada vez que nos lo pide (lo cual es imposible), se busca su propio entretenimiento, el cual suele consistir en acecharnos tras una puerta y mordernos en los tobillos y las piernas. Como estos mordiscos son una parte del juego, no suele hacernos daño; aunque a veces acabamos arrastrando un gato enganchado en la pierna por media casa.
Otro 20% de los mordiscos obedecen a lo que algunos expertos denominan los "desórdenes mentales" de los siameses. Como no he tenido otro gato de otra raza, no puedo saber si los siameses están mentalmente desordenados o no, pero hasta nuestro veterinario nos ha preguntado por ello, ya que, al parecer, estos gatos tienen una forma de ser un tanto "peculiar".
Así que una puede estar sentada tan tranquila, a una distancia prudencial del gato y sin hacer nada en particular, cuando de repente, ¡zas!, V se te lanza a un brazo, te hace "el cangurito" (le pusimos este nombre tan mono cuando era pequeño, pero ahora deberíamos llamarlo algo así como "la muerte súbita", porque consiste en engancharte con los dientes, sujetarte con las uñas y cocearte con las patas traseras; vamos, que en un par de segundos te avía el brazo para un mes) y después se marcha tan tranquilo, como si no hubiera pasado nada. Desde luego, si esto no es la muestra de un frustración inconsciente, que baje Dios y lo vea.
Pero la mayor parte de los mordiscos (ese 60% que me he dejado para el final) están causados por el hecho de que mi novia y yo padecemos el "síndrome de Elvira". ¿Cómo? ¿Que todavía no conoces a Elvira...? Sí, mujer, sí, esta niña que es todo amor...
En fin, que nuestro V puede ser un manías y un cansino, pero también es verdad que lo tenemos agobiao. Me imagino el estrés que debe sentir cada vez que nos ve acercarnos con los brazos estirados y la voz de pito, pero es que... ¡es tan mono...! Que por muy amoratadas que tengamos las extremidades, no podemos dejar de volver a por más. Se podría pensar que no nos dolerá tanto cuando lo hacemos; pero no, duele, duele mucho, deja marca durante semanas... y seguimos haciéndolo. Patológico, lo sé: por algo lo hemos bautizado como el "síndrome de Elvira".
Supongo que, para que nosotras consideremos que V se ha "calmado", el pobre tendría que alcanzar el Nirvana.
Si algún día pasa, os aviso encantada.