1. ¿Qué es lo que más te gusta de ser mujer?
Para mí, hay dos cosas que me gustan especialmente de ser mujer.
La primera es tener un cuerpo de mujer. Cuando era pequeña, quería ser un chico para muchas cosas: para poder correr y ganar los juegos de competición, para subirme a los árboles, para ser el jefe de la pandilla, para ser fuerte, para mear de pie. Habida cuenta de que, en general, parecía preferir ser un chico, muchas veces me pregunté si también me gustaría tener su cuerpo. Y mi respuesta siempre era no. Desde muy pequeña consideré que el cuerpo de una mujer era mucho más “aerodinámico”: ningún colgajo molesto, ningún punto débil demasiado evidente. Según iba creciendo, además, lo fui considerando mucho más bello: ¿quién querría cambiar dos hermosos pechos por un pene de apariencia cuestionable? Yo no, desde luego.
Lo que también me gusta de ser mujer es una de las ventajas de la socialización femenina, quizá una de las pocas que tenga: el aprendizaje de la intimidad y el cariño. Para mí, resulta mucho más agradable en general el poder tener intimidad con las personas, relajarme y dejar que surja la cercanía sin tener que mostrar constantemente que soy un machote que no necesita de nadie para sobrevivir. Me gusta también que mis muestras de cariño sean bienvenidas la mayor parte de las veces y que no se consideren sospechosas de quién sabe qué.
2. ¿Qué es lo que menos te gusta de ser mujer?
Claramente, lo que menos me gusta, lo que me molesta y me resulta humillante, lo que detesto y lo que más me hace sufrir es ser evaluada como una víctima potencial, como alguien frágil a la que es sencillo dañar, especialmente en el aspecto físico y, sobre todo, sexual.
Yo no creo que todas las mujeres sean físicamente más débiles que los hombres, ni que un hombre se pueda defender de un asalto necesariamente mejor que una mujer. Considero que estas evaluaciones son fruto de la visión que de nosotras tiene la sociedad, y que detrás de ellas funcionan ciertos valores. Por ejemplo, en una sociedad que venerase o al menos respetase a la mujer, seríamos evaluadas como seres sagrados o al menos dignos de respeto, y es posible que la idea de dañarnos no pasara por la cabeza de nadie o al menos se considerase una aberración que tendría lugar muy raramente. Si las mujeres sentimos una amenaza constante y si de hecho dicha amenaza se cumple en numerosas ocasiones, es porque nuestra sociedad ha considerado tradicionalmente que el daño infringido a las mujeres no era tal, sino un derecho del hombre que sólo recientemente ha pasado a ser cuestionado.
De ser mujer me molesta tener miedo cuando voy por la calle, sufrir pensando en ser víctima de una violación, saber que tantísimas mujeres como yo han sido humilladas, agredidas, violadas y asesinadas por el mero hecho de pertenecer a nuestro sexo, no poder disuadir a un asaltante potencial de atacar a mi novia como sí lo podría hacer un hombre.
3. Si volvieras a nacer, ¿preferirías hacerlo como hombre o como mujer?
Sin duda ninguna, como mujer.
Encantada.
(Estas preguntas surgieron de una conversación que tuvimos la otra noche mi novia y yo y que me pareció muy reveladora. Si alguna de mis lectoras decidiera considerarlas como un meme y quisiera responderlas en su blog, creo que se crearía una reflexión muy interesante).
Para mí, hay dos cosas que me gustan especialmente de ser mujer.
La primera es tener un cuerpo de mujer. Cuando era pequeña, quería ser un chico para muchas cosas: para poder correr y ganar los juegos de competición, para subirme a los árboles, para ser el jefe de la pandilla, para ser fuerte, para mear de pie. Habida cuenta de que, en general, parecía preferir ser un chico, muchas veces me pregunté si también me gustaría tener su cuerpo. Y mi respuesta siempre era no. Desde muy pequeña consideré que el cuerpo de una mujer era mucho más “aerodinámico”: ningún colgajo molesto, ningún punto débil demasiado evidente. Según iba creciendo, además, lo fui considerando mucho más bello: ¿quién querría cambiar dos hermosos pechos por un pene de apariencia cuestionable? Yo no, desde luego.
Lo que también me gusta de ser mujer es una de las ventajas de la socialización femenina, quizá una de las pocas que tenga: el aprendizaje de la intimidad y el cariño. Para mí, resulta mucho más agradable en general el poder tener intimidad con las personas, relajarme y dejar que surja la cercanía sin tener que mostrar constantemente que soy un machote que no necesita de nadie para sobrevivir. Me gusta también que mis muestras de cariño sean bienvenidas la mayor parte de las veces y que no se consideren sospechosas de quién sabe qué.
2. ¿Qué es lo que menos te gusta de ser mujer?
Claramente, lo que menos me gusta, lo que me molesta y me resulta humillante, lo que detesto y lo que más me hace sufrir es ser evaluada como una víctima potencial, como alguien frágil a la que es sencillo dañar, especialmente en el aspecto físico y, sobre todo, sexual.
Yo no creo que todas las mujeres sean físicamente más débiles que los hombres, ni que un hombre se pueda defender de un asalto necesariamente mejor que una mujer. Considero que estas evaluaciones son fruto de la visión que de nosotras tiene la sociedad, y que detrás de ellas funcionan ciertos valores. Por ejemplo, en una sociedad que venerase o al menos respetase a la mujer, seríamos evaluadas como seres sagrados o al menos dignos de respeto, y es posible que la idea de dañarnos no pasara por la cabeza de nadie o al menos se considerase una aberración que tendría lugar muy raramente. Si las mujeres sentimos una amenaza constante y si de hecho dicha amenaza se cumple en numerosas ocasiones, es porque nuestra sociedad ha considerado tradicionalmente que el daño infringido a las mujeres no era tal, sino un derecho del hombre que sólo recientemente ha pasado a ser cuestionado.
De ser mujer me molesta tener miedo cuando voy por la calle, sufrir pensando en ser víctima de una violación, saber que tantísimas mujeres como yo han sido humilladas, agredidas, violadas y asesinadas por el mero hecho de pertenecer a nuestro sexo, no poder disuadir a un asaltante potencial de atacar a mi novia como sí lo podría hacer un hombre.
3. Si volvieras a nacer, ¿preferirías hacerlo como hombre o como mujer?
Sin duda ninguna, como mujer.
Encantada.
(Estas preguntas surgieron de una conversación que tuvimos la otra noche mi novia y yo y que me pareció muy reveladora. Si alguna de mis lectoras decidiera considerarlas como un meme y quisiera responderlas en su blog, creo que se crearía una reflexión muy interesante).