De un tiempo a esta parte, mi vida se ha llenado de (re)encuentros.
(Re)encuentros con personas que creía haber dejado por el camino, abandonadas a la idea de no ser abandonadas, apartadas por mi incapacidad de caminar a su lado, arrinconadas en un rincón donde llorarlas sin derramar una lágrima. Personas que hoy me brindan la oportunidad de retomar el camino apenas un poco más allá de donde lo dejamos, la oportunidad de probar la calidad de mis botas nuevas, de mis nuevos brazos, listos para acompañar, parece, para seguir empezando, para compartir, contar y caminar de la mano.
(Re)encuentros con sensaciones que hacía demasiado que no sentía, sensaciones que daba por no ocurridas, por ficticias, quizá imaginadas, producto de un momento de cuya existencia llegué a dudar; sensaciones que pensé no haber sentido y que hoy se me aparecen como reales, palpables, que se imponen a mi cuerpo de pura corporeidad, sin dejarle un resquicio a la duda.
(Re)encuentros con melodías, sabores y olores que una vez me hicieron vibrar, temblar, gozar y dar gracias, y que sin embargo llegué a considerar banales, superfluos, absolutamente prescindibles, sin darme cuenta que sin ellos mi vida se iba entristeciendo, vaciando, encogiendo. Melodías, sabores y olores que vuelven a mí, aparecidos de pronto en cualquier lugar, llegados incomprensiblemente de cualquier modo, a pesar de mi terquedad, de mi ironía, de la mirada descreída que en el fondo los estaba anhelando.
(Re)encuentros con ideas, motivaciones, ilusiones que deseché por ideales, emotivas, ilusas, y que de pronto se cuelan por cualquier ventana y repueblan mi realidad de belleza, plenitud, trascendencia, devolviéndome una imagen perdida, superior a aquella que me había acostumbrado a concebir.
Y así es como me he dado cuenta, paso a paso, día a día, caminando bajo un torrente que goteaba (re)encuentros, de que mi vida estaba siendo acaudillada por la mera supervivencia, por el derecho básico a una existencia básica, mínima, reducida, que había esclavizado mis mejores proyectos, mis emociones más profundas, los sentidos y el gozo de mi cuerpo, la posibilidad de trascenderme, de ilusionarme, de crear, compartir, estar con y ser yo al mismo tiempo.
Y nos hemos sublevado.
Encantada.
(Re)encuentros con personas que creía haber dejado por el camino, abandonadas a la idea de no ser abandonadas, apartadas por mi incapacidad de caminar a su lado, arrinconadas en un rincón donde llorarlas sin derramar una lágrima. Personas que hoy me brindan la oportunidad de retomar el camino apenas un poco más allá de donde lo dejamos, la oportunidad de probar la calidad de mis botas nuevas, de mis nuevos brazos, listos para acompañar, parece, para seguir empezando, para compartir, contar y caminar de la mano.
(Re)encuentros con sensaciones que hacía demasiado que no sentía, sensaciones que daba por no ocurridas, por ficticias, quizá imaginadas, producto de un momento de cuya existencia llegué a dudar; sensaciones que pensé no haber sentido y que hoy se me aparecen como reales, palpables, que se imponen a mi cuerpo de pura corporeidad, sin dejarle un resquicio a la duda.
(Re)encuentros con melodías, sabores y olores que una vez me hicieron vibrar, temblar, gozar y dar gracias, y que sin embargo llegué a considerar banales, superfluos, absolutamente prescindibles, sin darme cuenta que sin ellos mi vida se iba entristeciendo, vaciando, encogiendo. Melodías, sabores y olores que vuelven a mí, aparecidos de pronto en cualquier lugar, llegados incomprensiblemente de cualquier modo, a pesar de mi terquedad, de mi ironía, de la mirada descreída que en el fondo los estaba anhelando.
(Re)encuentros con ideas, motivaciones, ilusiones que deseché por ideales, emotivas, ilusas, y que de pronto se cuelan por cualquier ventana y repueblan mi realidad de belleza, plenitud, trascendencia, devolviéndome una imagen perdida, superior a aquella que me había acostumbrado a concebir.
Y así es como me he dado cuenta, paso a paso, día a día, caminando bajo un torrente que goteaba (re)encuentros, de que mi vida estaba siendo acaudillada por la mera supervivencia, por el derecho básico a una existencia básica, mínima, reducida, que había esclavizado mis mejores proyectos, mis emociones más profundas, los sentidos y el gozo de mi cuerpo, la posibilidad de trascenderme, de ilusionarme, de crear, compartir, estar con y ser yo al mismo tiempo.
Y nos hemos sublevado.
Encantada.