Y salió Dina, la hija que Lía le dio a Jacob, a ver a las mujeres del lugar. (Gén, 34)
Creo que Dina es, en la actualidad, una de las figuras menos conocidas de las que aparecen en la Biblia. Sin embargo, esto no siempre ha sido así; de hecho, durante la Edad Media europea, Dina fue el centro de gran número de predicaciones dirigidas a las mujeres.
La historia de Dina es sencilla: llegó a una nueva ciudad con su familia y decidió salir de su casa para conocer a las mujeres que vivían allí. Esto es todo lo que Dina hizo; sin embargo, dio lugar a poco menos que una guerra. Apenas había cruzado el umbral de su puerta, el hijo del rey se encaprichó de ella, violándola primero y después tratando de hacerla su esposa. Dina sólo había querido conocer a otras mujeres con las que pudiera entablar una relación, nueva como era en aquella tierra. Pero los hombres tenían otros planes, falo incluido: que si no te circuncidas no puedes casarte con mi hija, que si se tienen que circuncidar todos los hombres de tu pueblo, que si cuando te estás recuperando de la circuncisión voy y te abro en canal por haber deshonrado a mi hija, que si Dios me amonesta, que si me cambia el nombre, blablabla. La mujer, nuevamente, es sólo la excusa para liarse a tortas y demostrar quién es el más macho.
En la Edad Media europea, la historia de Dina se les contaba a las mujeres para asustarlas y, de ese modo, impedir que salieran de casa. En la época, y durante siglos, las mujeres apenas salían para ir a la Iglesia, e incluso en ese momento, debían ir siempre escoltadas por un miembro varón de su familia. Así que generaciones enteras de mujeres fueron educadas en el miedo de ser como Dina y provocar una guerra entre hombres por esa estúpida manía de querer ver lo que había fuera de las cuatro paredes donde las encerraban*.
Algunas historiadoras actuales ponen énfasis en la idea de que Dina fue castigada por su curiosidad, y de este modo se sirven de su figura para ejemplificar la separación forzada del conocimiento y de la acción que la mujer ha sufrido a lo largo de la Historia. Sin ánimo de contradecir esta interpretación, sino con el objetivo de ampliarla, yo creo que es importante destacar cómo Dina no pretendía salir de su casa a conocer las calles o los paisajes de su nueva ciudad, sino que ella quería salir a conocer a otras mujeres.
Más allá del conocimiento puro, de la acción milenarista, lo que este pasaje bíblico pretende evitar es el conocimiento mutuo de las mujeres. Dina quería conocer a otras como ella, tener amigas, relaciones, integrarse en la comunidad femenina de su nueva ciudad. Pero las mujeres, en la tradición, pertenecen al ajuar privado de los hombres, no pueden definirse más que a través de ellos, para bien y para mal, y resulta inconcebible no sólo que tengan iniciativa propia, sino que esta se dirija al conocimiento y relación con otra mujer.
Para mí, Dina no sólo es un símbolo para todas las mujeres, un símbolo que nos recuerda la fuerza de nuestras relaciones, de nuestros lazos y nuestra comunidad; para mí Dina es también un símbolo especial para las lesbianas, las mujeres que llevamos más lejos nuestra relación, y un recuerdo de cómo la Historia ha tratado la mera posibilidad de que existiésemos, de que se diese el momento y el lugar para existir.
Creo que la única manera de evitar que esta historia se repita es hacer oídos sordos a sus predicaciones y, sencillamente, salir. Salir a conocer esa hermosa ciudad de las mujeres, sin miedo a guerras que no nos atañen ni a las violaciones que ya no nos mancillan, salir y conocer a las demás, salir a estrechar entre nuestros brazos a otra mujer.
Ser como Dina y no dejarnos avasallar por cómo otros nos digan que debemos ser.
Encantada de participar.
* Las mujeres a las que me refiero en este pasaje son mujeres pertenecientes a la clase nobiliaria y burguesa, por supuesto. Nadie duda de que las mujeres campesinas y obreras estaban obligadas a salir de casa para trabajar de sol a sol, como tampoco se duda de que la vida de estas mujeres y sus pecados no importaban para nada.