Tardé varias semanas en encontrar el momento adecuado para dejarte marchar. Nunca se me han dado bien las despedidas, las separaciones, y creo que se debe a que me resulta existencialmente inasumible enfrentarme a las últimas veces.
No podía ni pensar en dejarte un martes, cuando aún me quedaban por delante el último miércoles, el último jueves, el último viernes. Tampoco podía separarme de ti una tarde, mientras veía cómo se erguía frente a mí el monstruo de la última noche. Por eso tomé la decisión una mañana, un día en que todo se resolvería en apenas unas horas, aliviada de haberme enfrentado ya a todas las últimas veces con la calma inocente de quien permanecía en la inconsciencia.
Desde entonces mi vida se ha llenado de primeras veces.
Recuerdo la primera vez que hice mi cama, la que hasta hacía apenas unas horas había sido la nuestra, para dormir en ella, por primera vez, sola. La hice llorando, convencida de que sufriría de insomnio el resto de mi vida. Pero la hice también con mucho cuidado, empleando todo el tiempo del mundo en alisar cada arruga, en remeter bien las sábanas, como un acto del amor hacia mí misma que, a partir de entonces, debería presidir mi vida si quería aspirar a una mínima posibilidad de sobrevivir al espanto de tu ausencia.
A aquella primera vez le siguieron muchas otras. La primera vez que me levanté sola. La primera mañana antes de ir a trabajar. La primera compra solo para mí y para los gatos. La primera limpieza de la casa. La primera plancha, las primeras lentejas.
Y aunque todas estas primeras veces están teñidas del color de la tristeza, también se visten de la emoción de los comienzos, de la ambigua esperanza que albergan quienes empiezan de nuevo. A las primeras veces, además, les siguen las segundas, y las terceras, así hasta que llega el momento de perder la cuenta y asumir la nueva vida, la rutina nueva llena de ramilletes de experiencias desconocidas, alegres, conmovedoras, sutiles, plenas, cada vez más alejadas ya de esa tristeza primigenia.
Por más que hoy, lejos de haber alcanzado esa velocidad de crucero, todavía me sobran dedos para contarlas.
14 comentarios:
Me leo en tus palabras
YO también me leo en tus palabras, y tienes toda la razón del mundo: las primera veces son las más difíciles. Creo que después de haber hecho por primera sola, todo lo que se hizo juntas, es cuando empiezas a reconstruirte. La primera compra para una, la primera vez que cocinas y no te sale una ración doble, la primera primavera, las primeras vacaciones...
Una vez superado ese ciclo, todo es más fácil. Y sabes que con paciencia y tesón, todo llega.
ánimos!
Animo. Cuando un viaje termina, otro empieza, aunque no nos demos cuenta...
Precioso post
Es terrible pasar de ser dos a uno. Pero vívelo todo, la ausencia y reencuentro contigo. Vas a crecer. Y crecer, siempre duele, pero es necesario.
Un abrazo.
Muchas gracias por tus palabras, es un gusto saber que aún me lees! :)
Lamento que sea de forma tan triste que te reencuentras con las primeras veces. Aún así, la vida no se cansa de demostrarnos nunca que lo que no nos mata, nos hace más fuertes. Espero que cada vez que se suma a la anterior te sea más leve, más fácil y más llevadera.
Gracias por seguir aquí y compartir tus emociones de forma tan clara :)
Besos y un abrazo muy fuerte que te haga sentir acompañada en el camino!
Ana
Qué bien describes esa sensación, ese proceso, esa puerta que da paso a otro momento. Emotivo, precioso.
Un besito y ya sabes que puedes contar conmigo,
Caminos del Espejo
animo!!! poco a poco volvera a ser tu misma de nuevo, deja pasar el tiempo...
besos
Hola, he leído tu última publicación y creo que es cierto. Así como los homosexuales (hombres) son más públicos, las lesbianas parecen menos visibles. Te invito a visitar mi blog, http://elisachiara.blogspot.com.es/
donde estoy colgando los capítulos de mi nueva novela de amor entre dos chicas adolescentes. Me encantaría que la leyeras y que me dieras tu opinión. La valoraría mucho. Esta iniciativa está apoyada por la editorial Thule, con la que he publicado mis últimos libros. intentamos llegar a un público para el que no se ha escrito nada directamente. No hay novelas juveniles de amor entre chicas o chicos. ¿Por qué? ¿Qué hay que superar todavía?
Gracias por compartir tus palabras con nosotras.
Da miedo solo pensar en esas últimas/primeras veces y no había leído nada que lo expresara mejor que este post. Te leo la esperanza o más bien es la sabiduría de que todo pasa y todo llega. Mejor ver un empezar que un terminar.
Un beso
Como dice Elena "me leo en tus palabras". Me parece tan bien expresada y me ha llegado tanto...
Voy a seguir tu blog, como algo añadido a mis primeras veces...
Un saludo
Estoy por afrontar eso por segunda vez. Claro que recuerdo la primera y me quiero morir.
Cierto lo que dice Candela...da miedo sólo pensar en esas últimas/primeras veces...pero lo has escrito de una forma tan esperanzada y esperanzadora que hace que el panorama no parezca tan oscuro...supongo que es la luz que por sí misma emana con fuerza de tu interior... Un abrazo =)
Hace mucho que te leía... o más bien que os leía. Erais dos siendo una misma persona, creía escucharos reír, abrazaros y amaros sin importar el mundo entero. Me daba la sensación de conocerla aunque no sepa quiénes sois. Caminaba bajo vuestro paraguas los días de lluvia con patosidad y poca cordinación pero con mucho amor. Ahora llueve y anhelo vuestras palabras hundidas y ahogadas en cariño. Os separáis sea por lo que fuere, los problemas que ocasionara el tiempo y sé que estáis mal o que lo habéis pasado mal. Pero es que no es solo eso, no sé cuántas personas más os seguían con tanto fervor como yo pero os echo de menos, a ambas juntas. Tú escribías, sí, pero erais dos y en cada entrada había un aura que te protegía. Ahora ¿qué? ¿un nunca más juntas? .
Ánimo y a por todos esos empieces que te quedan por delante, y a ella le diría lo mismo si me permitieses. Aunque sinceramente, preferiría que así no fuese.
Erais un cuento para mí perfecto.
Besos. No te olvides de seguir escribiendo.
Publicar un comentario