sábado, 28 de enero de 2012

El mismo matrimonio, la misma causa


Estos días he estado leyendo varias noticias y reportajes sobre el polémico nombramiento de la vicepresidenta como pregonera de la Semana Santa de Valladolid. Ni esta señora, ni el gobierno al que pertenece, ni la Semana Santa me generan simpatía alguna; pero el revuelo que se ha armado incide, una vez más, en el hecho de que el matrimonio civil, como matrimonio igualitario, representa una única causa que nos afecta por igual a todos los que lo consideramos como un derecho democrático básico.

Al arzobispo de turno no le parecía bien que la vicepresidenta pronunciase el pregón por un único motivo: estar casada por lo civil. Esta situación personal es suficiente para hacer de ella una persona poco "adecuada" para un honor tan elevado. Y no creo que, en este caso, sea la Iglesia católica quien haya metido la pata, pues considerar el matrimonio civil como "execrable" forma parte de su doctrina oficial, que amplía el apelativo a todo aquello que no cae bajo su jurisdicción. No en vano tienen el absoluto convencimiento de que pueden y deben regir al dedillo cualquier aspecto de la vida de las personas, católicas, creyentes, o no.

El problema es de quien piensa que la libertad de unos cuantos puede excluir la de otros tantos. Porque la libertad es como aquel genio atrapado en la botella, que una vez liberado no vuelve a plegarse a las constricciones de ningún señor. La libertad es libre, no puede existir para mí pero no para ti. Y el matrimonio civil, que en España escapó por primera vez de su botella en 1870, no ha hecho más que crecer y fortalecerse hasta ser la opción preferida por las parejas españolas, pasándose los designios divinos por el forro. La Iglesia católica lleva pataleando desde entonces, y lo seguirá haciendo hasta que acepte que la libertad, una vez liberada, no se puede volver a encerrar.

Desde que el matrimonio es matrimonio (una paradójica regulación de la vida íntima de dos personas a cambio de unos derechos que resultan necesarios), existe la causa del matrimonio igualitario: de la obtención, en fin, de los derechos a los que se aspira sin necesidad de plegarse a una regulación ilegítima del amor y la sexualidad entre personas que se sienten (y son) libres y autónomas. Desde su primer día de existencia, la lucha por superar las barreras de clase, raza, tutelaje, capacidad, creencias, sexo y género para amarse con la protección debida existe, y todos participamos de ella si lo hacemos del matrimonio civil.

Porque no se puede estar en misa y repicando,
Encantada.

Imagen aquí.

martes, 17 de enero de 2012

Aceptado


Hoy se lo he dicho a mi doctora: que ya lo he aceptado.

He aceptado que pongo un circo y me crecen los enanos.
He aceptado que no puedo dejar la medicación hasta que los enanos estén bajo control.
He aceptado que los enanos pertenecen a una especie difícilmente controlable.

Ella me ha dicho que no lo tengo nada fácil.
Y a mí me ha dado por reírme a carcajadas, en pleno subidón de euforia, por si ya se me había olvidado esa curiosa manifestación de la ansiedad.

Y así es, pero no pasa nada.
Seguimos adelante.

Encantada.

domingo, 15 de enero de 2012

Más que amigas


Hace tiempo que quería dedicar algunas entradas de mi blog a recomendar libros y, desde que se me ocurrió la idea, supe que el primer libro del que escribiría sería este: Más que amigas. Por si no lo conocéis, es un libro de autoayuda para lesbianas. Y fue el primero que leí.

Recuerdo perfectamente el día que lo compramos. Por aquel entonces acudía a mi primera terapia y mi novia solía acompañarme. Acababan de recomendarme la lectura del libro y, para que mi novia no se aburriera mientras me esperaba, se me ocurrió que podía ir a comprarlo. Además, en aquel tiempo ella solía jactarse de no tener ningún problema de autoaceptación, por lo que me pareció más fácil que lo comprase ella y no yo.

Cuando salí de la consulta, mi novia estaba esperándome en la puerta.

- ¿Qué tal?
- Bien, ¿y tú? ¿Has encontrado el libro?
- Sí...
- ...
- Pero tía...
-¿Qué?
- Que ya podías haberme avisado de lo que salía en la portada.
- ¿Y qué sale?
- ¡¡Dos tías besándose!!

Todavía me acuerdo de las risas que nos echamos mientras me contaba la vergüenza que había pasado al pagarlo, tratando de tapar la foto de la portada y poniendo cara de: "Es un encargo, ¿vale? ¡No es para mí!".

Más que amigas fue uno de aquellos libros que forré para leer en el metro, y que también leía en mi casa, escondida bajo el edredón y con el flexo casi metido en la cama. Nada más abrirlo, comprendí que estaba escrito para mujeres como yo, que acababan de descubrir que ser lesbianas era más que una posibilidad, y a las que se nos había venido el mundo encima por ello. Creo que nunca olvidaré cuánto lloré cuando leí el primer capítulo, donde se incluían unas breves historias más o menos prototípicas de mujeres lesbianas. Por primera vez, pude poner palabras donde hasta entonces sólo habían existido emociones que, aunque bien conocidas, nunca me había atrevido a verbalizar. Lo más revelador fue que, paradójicamente, aquellas palabras no las había escogido yo:

"Desde pequeña, Raquel supo que el mundo femenino no le resultaba tan atractivo como el masculino: en los cuentos, en los tebeos, en la televisión, quienes mejor se lo pasaban eran los chicos. Decidió entonces que sería como ellos porque era más divertido, así que empezó a jugar con sus compañeros de clase en lugar de relacionarse con las chicas. De forma inconsciente asimiló lo que tenía alrededor: se comportaba como los otros niños, incluso prefería vestirse como ellos. Pero cuando llegó la adolescencia, la presión del entorno la forzó a abandonar esas actividades y a tratar de ser más femenina".

"Cuando llegó a la adolescencia [...], [Sara] empezó a tener las mismas inquietudes y anhelos que el resto de sus compañeras. Pronto empezó a salir con chicos [...]. Años después, en la universidad, mantuvo una relación más estable con un chico, incluso tuvo relaciones sexuales con él, pero de alguna forma Sara no se sintió completa. Algo en su interior le decía que aquello no podía ser todo. [...] Decidió romper la relación con su novio porque ya no podía ocultarse por más tiempo que no estaba enamorada de él, que el sexo no era gratificante y que ella esperaba mucho más del amor. Sin saber muy bien cómo, empezó a pensar en la posibilidad de que le gustaran las mujeres. Ese pensamiento surgió de forma casi natural en su mente".

Gracias a Más que amigas comencé a aceptar que mi lesbianismo era algo más que un mal sueño del que no lograba despertar. Además, descubrí cosas curiosas (como que el clítoris tiene ramificaciones internas bastante profundas o que existe una técnica sexual llamada fist-fucking) y empecé a reflexionar sobre la experiencia homosexual y lo que la rodea (como la homofobia, el sexismo o la pluma).

He vuelto sobre este libro muchas veces. Algunas, en busca de consuelo. Otras, para recordar este o aquel dato. Las últimas, llena de ternura hacia mis propios subrayados y anotaciones, recordando miedos y conflictos que, afortunadamente, he podido superar.

Si os encontráis en esa fase de descubrimiento, o conocéis a alguna chica que la esté viviendo, os recomiendo leer este libro. Estoy segura de que no os va a decepcionar.

Para mí, siempre será un libro más que especial.

Encantada.

domingo, 1 de enero de 2012

viernes, 30 de diciembre de 2011

Terapia de pareja


Mi novia y yo acabamos de empezar una terapia de pareja. Hemos sobrevivido a un año de crisis intermitentes; pero, entre la supervivencia y la felicidad, hay algunos pasos que no somos capaces de dar solas.

Nuestro terapeuta es un hombre. Esto es algo nuevo para nosotras porque, hasta ahora, sólo habíamos asistido a terapia con mujeres. Sin embargo, teníamos muy buenas referencias y, después de dos sesiones, hemos confirmado que el género es menos importante que la profesionalidad.

Esta decisión, por sí sola, nos ha devuelto las ganas de estar juntas, de responsabilizarnos por nuestro día a día, de reconstruir nuestra vida en común. Nuestra corta experiencia, además, está siendo muy positiva: las dos estamos abiertas a la comunicación, a la reflexión, a la autocrítica. Y aunque tratamos temas difíciles, nuestras sesiones se llenan espontáneamente de complicidad y buen humor.

Estoy segura de que esta nueva experiencia nos hará mucho bien a las dos.

¡Encantada!

martes, 27 de diciembre de 2011

Nuestra propia BANDERA

Bandera lesbica


Me ha parecido muy interesante la propuesta de una bandera que simbolice el Orgullo Lésbico hecha hace unos meses desde LSBN. Creo que, como ellas mismas dicen, sigue la pauta de la bandera del Orgullo Gay y la del Bisexual, destacando los colores violeta y rosa que tantas veces nos identifican (Feminismo, lucha contra el cáncer de mama, etc.). El triángulo blanco, además, me parece una innovación muy interesante.

Ya sólo queda difundirla... ¡y yo lo hago encantada!

domingo, 25 de diciembre de 2011

Navidad sin dolor


En estos días no puedo dejar de pensar en lo diferentes que están siendo estas Navidades con respecto a las pasadas. Hace un año me encontraba de baja por ansiedad, tuve varias discusiones fuertes con mis padres, me sentía profundamente sola y desorientada, y cuando miraba hacia delante no veía más que miedo y sueños destrozados.

Estas Navidades, sin embargo, me siento contenta, animada, alegre. He visto cómo, durante los últimos nueve meses, muchas cosas han ido ocupando su lugar de manera natural. He podido reconstruirme, reconstruir lo que me rodea, reconstruir lo por venir, lo que vendrá. Vuelvo a saber quién soy, lo que quiero, lo que necesito y puedo pedirle a la vida. Vuelvo a sentir fuerza, seguridad, confianza. Vuelvo a VIVIR, en fin, con mayúsculas.

La Navidad me sigue pareciendo una época delicada cuya conveniencia debería replantearse. Pero he dejado de sufrir.

¡Y estoy encantada!

viernes, 23 de diciembre de 2011

La personalidad de V

V dormidito.
Antes de que V viniera a vivir con nosotras, yo ya pensaba que los animales de la misma especie eran distintos entre sí, a pesar de compartir un mismo instinto. Los perros, las vacas, los elefantes... pueden ser curiosos, nerviosos, valientes, cobardes, cariñosos, solitarios... y todos comparten una naturaleza parecida. Después de conocer a V, no me queda ninguna duda de que los animales no viven en un maremágnum de estímulos y respuestas indisolublemente asociados, sino en un universo rico en experiencias complejas. Como los seres humanos. Y, como nosotros, ellos también tienen su personalidad.

En el caso de V, se puede decir que es un gatito muy familiar. Le gusta estar siempre con nosotras, y cada vez que descubre que hemos cerrado una puerta, se planta delante de ella a maullar hasta que le abrimos. Corre a saludarnos cada vez que llegamos a casa, aunque estuviera profundamente dormido y venga estirándose y bostezando por el pasillo. También suele despedirnos cuando nos vamos, sobre todo cuando se va a quedar solo; entonces maúlla enfadado y se sienta frente a la puerta como si quisiera mostrarnos que está listo para venir con nosotras adonde sea. Además, no le suelen gustar las actividades que le excluyen, como leer o utilizar el ordenador; si llevamos mucho tiempo sin hacerle caso, se tumba encima del libro o del teclado y se pone panza arriba para que lo acariciemos. 

Uno de sus momentos preferidos para jugar: mientras hacemos la cama.
Pero V es también un gatito maniático y testarudo. Cuando ha cogido una postura para dormir la siesta con nosotras, le molesta enormemente que nos movamos, y nos lo hace saber a base de mordiscos. No le gusta beber agua que no esté limpia y cristalina, así que se puede tirar un día entero sin beber porque él mismo ha echado una croqueta de pienso en su cuenco. Es bastante común que nos mire atentamente mientras le limpiamos su arena, y que, cuando terminamos la operación, se meta sin remilgos en el arenero para hacer sus necesidades a lo grande. Tampoco le gusta que le prohibamos subirse o meterse en ningún sitio: se agarra fuertemente a donde puede y no se suelta ni aunque le tiremos de la cola. Si al final logramos moverle, se va enfadado y a los pocos segundo regresa para mordernos.

Convivir con V me ha permitido reafirmar gran parte de mis ideas acerca de los animales, y creo que cualquier persona que tenga una relación estrecha con uno de ellos no podrá negar que siente, que sueña, que piensa, que se comunica. Y que lo hace de una manera única, original e irrepetible; o, al menos, tan única, tan original y tan irrepetible como lo hacemos nosotros, los seres humanos.

Encantada de haberlo comprobado.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Subiendo con la MAREA


Siempre recordaré este curso como el del inicio de la MAREA VERDE, en la que tengo el orgullo de participar.

Durante estos meses, hemos llevado a cabo un sinfín de acciones en defensa de la Escuela Pública, la única que es de tod@s, la única que puede ser para tod@s. Asambleas, huelgas, manifestaciones, concentraciones, elaboración de carteles, trípticos, cartas, páginas web, blogs, recogida de firmas, denuncias, recursos de alzada, flashmobs, meriendas, donaciones de sangre, vídeos, cadenas humanas, maratones, conciertos, clases gratuitas al aire libre... Ha sido agotador, pero ha merecido la pena.

Porque luchar para defender aquello en lo que creemos siempre la merece.
Y la lucha continúa...

¡Encantada!

miércoles, 24 de agosto de 2011

Calisto

En mi empeño por mirar con otros ojos la mitología clásica, sigo buscando referentes lésbicos en una tradición que, curiosamente, abunda en relatos de amor entre hombres. Así, después de visitar el Museo del Prado hace unos días, recordé la historia de Calisto, una joven cazadora al servicio de la diosa Diana. 

Diana y Calisto por Jacopo Amigoni.

Entre todas las muchachas que formaban su cortejo, Calisto era la preferida de la diosa. Su extremada belleza, sin embargo, atrajo también la atención de Júpiter, el cual, con la apariencia de Diana, se acercó a Calisto cuando, tras una cacería, disfrutaba de su soledad en el bosque. A Calisto le agradaron los besos y los abrazos de la diosa; para cuando quiso darse cuenta de su error, ya era demasiado tarde: fue violada por Júpiter y, com prueba de la pérdida de su virginidad, se quedó embarazada.

Diana y Calisto por François Boucher.

El embarazo de Calisto fue descubierto por la diosa varios meses después, en el momento del baño. Al haber perdido su virginidad, Calisto fue expulsada del séquito de Diana. Posteriormente, es convertida en osa; para salvarla de ser cazada, Júpiter la catasteriza como la Osa Mayor. El hijo de ambos, Arcas, llegó a ser un gran rey y dio nombre a la región griega de la Arcadia.

Diana y Calisto por François Boucher.

En las obras de arte inspiradas en este mito, suele representarse a dos mujeres en actitud inequívocamente amorosa, como puede observarse en las pinturas que ilustran esta entrada. Sin embargo, los títulos de las obras hacen referencia, en su mayoría, a que la diosa Diana es en realidad el dios Júpiter, tal y como relata el mito. No obstante, creo que los artistas que eligieron este relato para sus obras no pretendían mostrar otra conquista más del dios, sino utilizar la mitología clásica como excusa para inmortalizar una escena de amor entre mujeres.

Diana y Calisto por Jean-Honoré Fragonard.

Por otro lado, es significativo que, en el mito, Júpiter eligiera precisamente la apariencia de la diosa Diana para no despertar las sospechas de Calisto. En algunas versiones, incluso, cuando el embarazo de Calisto es descubierto, esta acusa a la Diana por ello y le recrimina que se haga la sorprendida. De estos detalles podemos inferir que, aunque no hayan quedado relatos explícitos, seguramente circularon algunos en los que las diosas "vírgenes" como Diana o Atenea tenían relaciones amorosas con las mujeres que formaban su séquito.

Diana y Calisto por Gerrit van Honthorst.

Estos relatos, ninguneados por una tradición misógina (que no homófoba), pueden ser reclamados hoy como propios por las mujeres lesbianas.

Encantada.

jueves, 18 de agosto de 2011

Manifestación laica en Madrid


Ayer estuvimos en la manifestación laica de Madrid. Fue una manifestación concurrida y repleta de espíritu ciudadano. Lo que más me gustó fue sentirme unida a tantas personas con las que compartía emociones e ideas. Mucha gente (nosotras incluidas) había fabricado sus propias pancartas, con frases o ilustraciones que expresaban su opinión. Esto es algo que no había visto hasta ahora de manera tan general, y creo que es importante porque demuestra un cambio positivo a la hora de ejercer nuestros derechos como ciudadanas y ciudadanos.

La manifestación tardó muchísimo en salir de la plaza de Tirso de Molina. Lo cierto es que el recorrido era demasiado corto y estrecho para todas las personas que estábamos allí, pero no podía ser de otra manera, teniendo en cuenta que las calles principales de la ciudad estaban cortadas y reservadas para los actos de la JMJ. Después de mucho esperar, conseguimos ir avanzando, primero despacio y después con fluidez. Durante el recorrido, coreamos muchas proclamas, pero he de decir que las que más entusiasmo despertaban eran las relacionadas con el 15-M. Tras cruzar la plaza de Jacinto Benavente, la marcha volvió a reducir su velocidad, pero aun así, conseguimos llegar a la Puerta de Sol.

En Sol había mucha gente, pero afortunadamente quedaba espacio para los que todavía tenían que llegar. Nosotras paseamos un rato por la plaza, y después decidimos irnos a cenar. Eran cerca de las diez: el metro de Sol estaba cerrado, las calles que salían de la plaza estaban acordonadas por la policía, y sólo nos dejaron cruzar el cordón de la calle Alcalá después de deshacernos de nuestra pancarta. Por un momento sentimos bastante confusión, pensábamos que no nos iban a dejar pasar, hasta que una señora nos animó a no llevar señales identificativas para evitar agresiones (algo que me pareció sacado de una película de ciencia ficción, pero que no nos quedó más remedio que acatar). Al otro lado del cordón policial, cientos de peregrinos ondeaban sus banderas y exhibían sus credenciales.

Con gran acierto, decidimos cenar en un restaurante del barrio de Chueca, que estaba bastante tranquilo en comparación con la marabunta que se vivía en otras calles del centro. La cena fue agradable y copiosa, gracias a lo cual sobrevivimos a la odisea de volver a casa. El metro de Gran Vía también estaba cerrado por cordones policiales y tuvimos que buscarnos un itinerario alternativo. Pero la aventura no terminó ahí, pues los túneles, andenes y vagones de metro estaban abarrotados de peregrinos que cantaban, saltaban y empujaban sin apenas miramientos. Gran parte del viaje de vuelta lo hicimos aplastadas contra la pared por una mochila del JMJ cuyo dueño no tenía la menor intención de controlar.

Esta fue nuestra experiencia en la manifestación: lo que vimos, oímos, sentimos y pensamos durante la tarde y la noche de ayer. Hoy, en los medios de comunicación, he visto muchas cosas más, interpretadas desde varios puntos de vista, como no podía ser de otra manera. Desde luego, no es la primera manifestación a la que asisto donde se producen altercados en los que nunca me veo involucrada; tampoco creo que sea la única persona que ha tenido esta experiencia: como yo, seguro que miles de personas asistieron ayer a una manifestación pacífica y libre, donde se criticó la injustificable ostentación de la Iglesia Católica en un momento de dura crisis económica y humanitaria en todo el mundo. Para mí, eso fue lo principal.

Encantada de defender, una vez más, mi libertad de conciencia y expresión.

jueves, 11 de agosto de 2011

¡Ya somos pareja de hecho!


Después de firmar la hipoteca y de empadronarnos como pareja, mi novia y yo hemos dado el paso de inscribirnos en el registro de parejas de hecho de nuestro municipio. Queríamos tener un papel oficial que nos vinculara como pareja, por si en algún momento necesitábamos demostrar que lo éramos. Aunque estar registradas como tal apenas nos otorga ningún derecho más allá del puramente nominal, tampoco queríamos casarnos; por lo que, después de pensarlo durante varios meses, nos decidimos por este trámite.

Así que un mañana nos acercamos al Ayuntamiento para pedir información. Y la información que nos dieron fue una solicitud para inscribirnos en el registro. Como no había mucha gente, nos pareció bien rellenarla allí mismo, y apenas habíamos empezado a buscar un boli, cuando ya nos tocaba acecarnos a la mesa. El funcionario que nos atendió fue muy amable (y del club, creemos) y esperó a que cumplimentásemos nuestros datos mientras nos hacía unas fotocopias del DNI ("Esto no lo hacemos normalmente, pero..."). Después de entregarlo, nos dijo que en tres o cuatro días nos llamarían para firmar en el registro.

Y así fue. Nos presentamos de nuevo en el Ayuntamiento el mismo día en que nos avisaron. Aunque en teoría no era más que un trámite, nos pusimos medio guapas, y yo he de reconocer que estaba hecha un flan. Hasta me llevé la cámara de fotos, que más tarde decidí no usar ante lo burocrático de la situación.

Entramos en una oficina llena de mesas vacías. Durante unos minutos, dudamos entre quedarnos en el quicio de la puerta eternamente o entrar y buscar señales de vida. Afortudamente, por la puerta de enfrente entró una funcionaria y nos decidimos a seguirla. Ella nos condujo hasta la única trabajadora activa del lugar (y no, no era la hora del café), la cual, tras unos momentos de angustia existencial mientras buscaba nuestro expediente entre varios montones de papeles, nos pidió que lo firmásemos, nos entregó una copia metida en una carpetilla de color amarillo y nos despidió amablemente.

Cuando salimos por la puerta, nos sentimos profundamente decepcionadas. ¿Eso había sido todo? Ni siquiera necesitamos testigos, con la de veces que habíamos pensado a quién se lo pediríamos. En cualquier caso, ya éramos pareja de hecho, y nos fuimos a celebrarlo.

Supongo que si una desea algo más de parafernalia, aunque sea poca, se casa. Y como, por suerte, en nuestro país existe (de momento) el matrimonio igualitario, inscribirse en un registro de parejas de hecho queda para quien no quiere más que lo que hicimos nosotras; es decir, rellenar un papel.

Pero para mí, rellenar ese papel es algo simbólico. Se luchó mucho para que esta clase de registros existiera, y para que las parejas del mismo sexo pudiéramos hacer uso de ellos. En muchos países, además, ese papel es la única manera de vincularse legalmente como pareja; tan simbólico es, de hecho, que en la mayoría de los lugares, incluido nuestro municipio, ni siquiera se llama registro de "parejas", sino que tiene cualquier otro nombre, generalmente vacío de significado y ridículo.

De todas formas, yo estoy muy contenta de haberme inscrito junto con mi novia; es algo que quise hacer desde que me creía hetero, y para mí es una forma más de demostrar nuestro amor y de nombrarnos como lo que somos: una pareja compuesta por dos mujeres.

Encantada.

martes, 2 de agosto de 2011

Los efectos secundarios de mis antidepresivos


Yo soy una de esas personas a las que les encanta leer los prospectos de los medicamentos. Bueno, en realidad no me encanta: de hecho, he llegado a sufrir alguna que otra crisis de ansiedad moderada (dejé de sentir el dedo pulgar de la mano derecha) leyendo uno de ellos. Pero, a pesar de esto, lo hago. Leo los prospectos de mis medicamentos… y los de los demás.

Teniendo en cuenta esta experiencia prospectomedicamentil, me siento legitimada para decir que el prospecto de mis antidepresivos es uno de los más divertidos que he leído. Aparte de poderte morir de cualquier cosa, como con el resto de medicamentos, mis antidepresivos provocan una serie inverosímil de efectos secundarios. Lo peor es que, leyendo el prospecto, me di cuenta de que los más penosos… me estaban ocurriendo a mí.

Por ejemplo, la equimosis. ¿Que qué es la equimosis? Pues es lo que popularmente se viene conociendo como que te salgan moratones con el roce de una pluma. Yo no sé si tengo una tendencia previa a ello o no; pero desde que tomo los antidepresivos, mis extremidades parecen las de un niño de cuatro años. Tengo moratones de todos los tamaños, formas y colores; producto de golpes que, en general, no recuerdo. Esta situación, unida al hecho de tener un gatito que me muerde y araña cada día, hace que parezca Miguel de la Quadra-Salcedo sin haber pisado la selva. Menos mal que en los últimos días he ligado un poco de moreno, gracias a lo cual he logrado que mi aspecto prácticamente raye con la dignidad.

Otro efecto secundario que padezco son los bostezos. Dicho así no resulta muy traumático; pero en realidad es uno de los más peligrosos, sobre todo para mi vida social. ¿Que tu amiga del alma te está contando su último agravio amoroso? Tú bostezando tres veces por minuto. ¿Que la madre de un alumno conflictivo se te pone a llorar en la entrevista? Tú aprovechando la lagrimilla que te sale mientras tratas desesperadamente de reprimir los bostezos. ¿Que tu novia está a punto de llegar al orgasmo? Tú escondiendo la cara en su cuello para que no te vea abrir la boca. ¡Menos mal que este efecto secundario se suaviza con el tiempo! De lo contrario, a estas alturas del tratamiento no me quedarían ni amigas, ni trabajo, ni novia.

Continuando con la galería de los horrores, confesaré que también sufro de bruxismo. Este nombre tan curioso responde a lo que se conoce como rechinar de dientes, un trastorno que el prospecto incluye dentro de los efectos secundarios gastrointestinales. Lo mejor del asunto es que a mí ya me ocurría esto en sueños, pues no sólo me rechinaban los dientes, sino que sufría algo así como espasmos en la mandíbula. Pero no entremos en detalles. Sólo quiero dejar por escrito mi amarga queja ante el dolor de mandíbula crónico que arrastro gracias a la conjunción del rechine nocturno y los bostezos diurnos. La potencia de mi músculo mandibular batiría todos los récords.

Para terminar, mencionaré el último efecto secundario que he descubierto: la hipotensión postural, que consiste en una bajada de tensión brusca cuando se cambia de postura. Lo descubrí casualmente releyendo el prospecto después de haber estado a punto de caerme redonda varias veces mientras limpiaba el polvo. Durante semanas barajé varias opciones (un tumor cerebral, la vejez prematura, una anorexia vegetariana típica, etc.), pero gracias al prospecto de mis amores, hoy estoy bastante segura de que algo tan patético tiene que ser, por fuerza, un efecto secundario.

Evidentemente, también me encuentro muchos otros efectos, en su mayoría letales, que probablemente son fruto de mi imaginación (o no). El único que no me encuentro por ningún lado es el priapismo, una verdadera lástima que rebaja inmensamente el nivel de truculencia de este post.

Quien no se consuela, es porque no lee prospectos.
Encantada.

sábado, 30 de julio de 2011

Nuestras vacaciones en Lisboa

Este año, mi novia y yo nos hemos ido de vacaciones a Lisboa. Este destino era bastante especial porque nos habría gustado viajar a Portugal el primer verano que pasamos juntas. Sin embargo, después de todo lo que ocurrió cuando salí del armario con mis padres, consideramos más prudente posponer el viaje. Y el viaje estuvo pospuesto hasta ahora.

Claustro del Monasterio de los Jerónimos (Lisboa).

Por otra parte, era nuestro primer viaje juntas al extranjero. Aunque he de reconocer que no lo vivimos exactamente como tal, porque como muchos españoles, por más que sepamos y no nos disguste que así sea, sentimos que Portugal forma parte de España. Y no por anexionismo regio-católico o geopolítica estratégica; sino simplemente por cercanía. De muchos tipos.

Fuente de estilo mozárabe (Sintra).

Uno de esos tipos de cercanía es el idioma. Nosotras decidimos comprarnos un librito de portugués para aprender algunas frases y poder practicarlo. Al principio nos costó un poco: constantemente se nos escapaban el español o el inglés; por causas desconocidas, además, mi cerebro empezó a pensar en francés. Afortunadamente, una vez resuelto el babel mental, conseguimos soltar nuestras frasecitas y nos quedamos tan contentas. Creo que a los portugueses les gusta que nos esforcemos un poco en hablar su lengua, por más que se nos note a kilómetros que somos españoles y ellos terminen considerando más práctico hablar en la nuestra.

Torre de Belem (Lisboa).

En general, Lisboa y alrededores (Sintra, Estoril, Cascais) nos han gustado bastante. La capital es bastante manejable, lo que se agradece cuando eres turista: montas dos veces en el metro y ya te sientes lisboeta de toda la vida. Además, a mí me gustan mucho las ciudades que tienen agua cerca: el mar, un río, un lago… Y Lisboa tiene una mezcla de todo ello. Mi novia, por su parte, se queda con el ambiente evocador y nostálgico de las calles y palacios que visitamos. Y aunque las dos coincidimos en que pasear por Lisboa a ritmo de fado es una invitación casi irrechazable al suicidio, si consigues mantenerte dentro de los límites de cordura necesarios (lo cual no siempre es fácil), puedes atesorar un buen puñado de imágenes hermosas para el recuerdo.

Detalle del Palacio de Pena (Sintra).

Sin embargo, no todo en este viaje han sido playas y palacios. Mi novia y yo hemos sufrido una crisis que, a mi juicio, venía anunciándose desde hacía un tiempo. Este año ha sido muy duro para ambas, y a cada una nos ha salido el estrés emocional por donde buenamente ha encontrado una posibilidad de fuga. Pero como lo que no mata una relación la hace más fuerte (o la engorda), seguimos esforzándonos día a día porque la nuestra se considere cada vez más atlética (literal o eufemísticamente hablando).

"Estou apurado!" (Estación de metro de Cais do Sodré, Lisboa)

Para terminar, os confesaré que en Lisboa se me ocurrió la peregrina idea de adoptar un niño y/o una niña brasileños. ¿Por qué? No lo sé. Por un lado, porque me he enamorado locamente de la dulzura del portugués: me parece la lengua romance más hermosa que existe. Por otro, porque me quedé prendada de la belleza de muchos niños, niñas, jóvenes, mujeres y hombres de color (aún no sé cuál es la expresión más respetuosa para lo que quiero significar; se aceptan sugerencias), que en Portugal son ciudadanos de viejo cuño y, afortunadamente, los puedes encontrar en cualquier contexto (no como aquí). Y finalmente… quién sabe. Quizás sea una idea que ha nacido para quedarse, quizás no; en cualquier caso, me ha gustado pensar en ella. Me resulta moderadamente factible y me arranca una sonrisa de emoción cada vez que la vuelvo a retomar.

Castillo de los Moros (Sintra).

Os dejo algunas fotos y me dejo muchas más.

Encantada.

jueves, 14 de julio de 2011

Uno más en la FAMILIA

Hace poco más de un mes, la apacible vida familiar que hasta entonces llevábamos mi novia y yo se vio trastornada por la llegada de esta bolita:


Nuestra cuñada se lo encontró cerca de su Universidad. Se había quedado atrapado dentro de un tubo de aluminio y no paraba de maullar. Con gran riesgo para su integridad física (pues la bolita se defendía con uñas y dientes), decidió sacarlo y llevárselo a casa. Estaba sucio, asustado y muy muy hambriento.

Una vez a salvo, lo limpió cuidadosamente con una toalla húmeda y descubrió que su color no era tan oscuro como le hacía parecer la gran cantidad de mugre que llevaba encima: era un gatito siamés medio pelón al que todavía se le notaba la piel rosadita. En cuanto pudo, lo llevó al veterinario para que lo desparasitara, y este le dijo que tenía entre dos meses y dos meses y medio.

Mientras nuestra cuñada y el gatito vivían esta increíble aventura, yo leía un cuento para niños protagonizado por un perrito que viajaba a la Luna. Llevaba ya varios meses pensando en adoptar un perro o un gato, pero no conseguía decidirme por ninguno de los dos. El perrito que viajaba a la Luna, sin embargo, me ayudó a tener una cosa clara: fuera cual fuera la especie que adoptase, le pondría su nombre.

Al día siguiente, mi novia recibió una llamada de su hermano. "¿Queréis adoptar un gatito?". A ella le pareció una locura, pero yo no pude resistirme a plantearme la posibilidad de hacerlo. Todavía no tenía claro si quería adoptar un perro o un gato, pero me daba en la nariz que, ante mi exasperante indecisión, el destino iba a decidir por mí. "¿Sabes?", le dije. "Si adoptamos el gatito, ya tengo pensado un nombre".

Entonces nuestra cuñada decidió darnos un empujón: nos mandó un mensaje de texto con una foto de la bolita corriendo hacia la cámara. Y unas palabras que me licuaron el corazón: "Gatito busca mamás". "¡Dile que sí! ¡Dile que sí!". Aunque no tuviera ni idea de cómo cuidar a un gato, se me hacía imposible resistirme a tenerlo entre mis brazos.

Dos días después, cuando llegué a casa, escuché las voces de mis cuñados en el salón. Solté el bolso de golpe y atravesé el pasillo corriendo. La bolita ya estaba allí. Me senté en el sofá y nuestra cuñada me la puso en el regazo. Yo lo acaricié, él me maulló y se quedó dormido. Mi novia y yo intercambiamos una mirada sonriente.

Habíamos adoptado a V.

Y aunque a nadie le guste el nombre que le he puesto, yo sé que ambos (el gatito y su nombre) vinieron a mí.

Encantada.

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