lunes, 30 de abril de 2012

El primer año GATUNO


Nuestro V ha cumplido ya su primer año gatuno. Como es un gatito callejero, no conocemos exactamente la fecha de su nacimiento; pero mi novia y yo hemos elegido un día aproximado que nos gustaba.

Dicen que los gatitos se "calman" cuando cumplen un año, pero V no parece seguir esta regla no escrita. A él le encanta correr, saltar, perseguir y morder peluches, maullar a los pájaros, olfatear todo lo desconocido...; pero, sobre todo, le gusta que juguemos con él varias veces al día. Así que, aparte de saber pedirnos comida o que le abramos una puerta, ha aprendido a exigirnos los ratitos de juego que, al parecer, le debemos.

En general, la experiencia de haber adoptado a V está siendo muy buena. Para mí es una alegría saber que nos está esperando cuando llegamos a casa, o que va a dormir a los pies de nuestra cama, o que si me levanto de noche porque no puedo dormir, él acompañará mis desvelos. Desde que vive con nosotras, nos hemos convertido en una familia interespecie que nos regala muchos momentos de felicidad.

El único (aunque importante) problema de convivencia que tenemos con V es que muerde. No es un gatito que arañe (aunque gasta unas uñas poderosas, porque no se las cortamos): él se arranca a bocados directamente cada vez que algo no es de su agrado.

Después de leer mucho sobre el tema, puedo asegurar que alrededor de un 20% de mordiscos son el resultado de unas ansias de juego no satisfechas. Es decir, que si no jugamos con él hasta la extenuación cada vez que nos lo pide (lo cual es imposible), se busca su propio entretenimiento, el cual suele consistir en acecharnos tras una puerta y mordernos en los tobillos y las piernas. Como estos mordiscos son una parte del juego, no suele hacernos daño; aunque a veces acabamos arrastrando un gato enganchado en la pierna por media casa.

Otro 20% de los mordiscos obedecen a lo que algunos expertos denominan los "desórdenes mentales" de los siameses. Como no he tenido otro gato de otra raza, no puedo saber si los siameses están mentalmente desordenados o no, pero hasta nuestro veterinario nos ha preguntado por ello, ya que, al parecer, estos gatos tienen una forma de ser un tanto "peculiar".

 Así que una puede estar sentada tan tranquila, a una distancia prudencial del gato y sin hacer nada en particular, cuando de repente, ¡zas!, V se te lanza a un brazo, te hace "el cangurito" (le pusimos este nombre tan mono cuando era pequeño, pero ahora deberíamos llamarlo algo así como "la muerte súbita", porque consiste en engancharte con los dientes, sujetarte con las uñas y cocearte con las patas traseras; vamos, que en un par de segundos te avía el brazo para un mes) y después se marcha tan tranquilo, como si no hubiera pasado nada. Desde luego, si esto no es la muestra de un frustración inconsciente, que baje Dios y lo vea.

Pero la mayor parte de los mordiscos (ese 60% que me he dejado para el final) están causados por el hecho de que mi novia y yo padecemos el "síndrome de Elvira". ¿Cómo? ¿Que todavía no conoces a Elvira...? Sí, mujer, sí, esta niña que es todo amor...


En fin, que nuestro V puede ser un manías y un cansino, pero también es verdad que lo tenemos agobiao. Me imagino el estrés que debe sentir cada vez que nos ve acercarnos con los brazos estirados y la voz de pito, pero es que... ¡es tan mono...! Que por muy amoratadas que tengamos las extremidades, no podemos dejar de volver a por más. Se podría pensar que no nos dolerá tanto cuando lo hacemos; pero no, duele, duele mucho, deja marca durante semanas... y seguimos haciéndolo. Patológico, lo sé: por algo lo hemos bautizado como el "síndrome de Elvira".

Supongo que, para que nosotras consideremos que V se ha "calmado", el pobre tendría que alcanzar el Nirvana.

Si algún día pasa, os aviso encantada.

jueves, 26 de abril de 2012

Las lesbianas son


Ayer vi en el telediario una noticia curiosa sobre Google. Al parecer, si ponías en el buscador "Los andaluces son" te aparecían una serie de frases, casi todas peyorativas y tópicas, que demostraban cuán extendido está el menosprecio hacia nuestros compatriotas. Así que había surgido una iniciativa en Internet para hacer búsquedas positivas en relación con los andaluces y así cambiar esta situación. Los periodistas habían repetido esta búsqueda con otras nacionalidades para descubrir nuevos tópicos, algunos de los cuales resultaban positivos.

Inspirada por la noticia, decidí entrar en Google para hacer mi propia búsqueda: "Las lesbianas son". Esperaba poder escribir después un artículo sobre los tópicos que se nos asociaban. Sin embargo, los segundos pasaban y el programa no completaba mi frase. "Las lesbianas son". Nada. Pensé que quizá "lesbiana" no era la palabra adecuada. "Las boll/yeras son". "Las tortilleras son". "Las marimachos son". "Las mujeres homosexuales son". "Las homosexuales son". "Lesbianas son". "Lesbianas". "Lesbiana". "Lesbian are". "A lesbian is". Y la más desesperada de todas: "Las lesbianas somos".

Pensé entonces que tal vez la noticia era un bulo, así que volví a empezar. "Los andaluces son". Y allí estaban las frases completas. Probé con otros términos. "Los gays son". "Los vegetarianos son". "Los profesores son". Había para todos, menos para nosotras.

La frase se completa, lo diga Google o no.

Las lesbianas son INVISIBLES.

Para nosotras no es un tópico, sino una realidad.

miércoles, 25 de abril de 2012

Flora


Comúnmente, Flora es conocida como la diosa romana de los jardines y las flores. Estas advocaciones hacen que sea considerada una diosa menor; sin embargo, su caso es un ejemplo más de la degradación progresiva de lo femenino que ha llevado y lleva a cabo el sistema patriarcal.


En origen, Flora era una diosa de la fertilidad y, como tal, tenía consagrada la primavera. Eternamente joven, Flora protegía la renovación de la vida a través de su poder sobre la fecundidad de la vegetación, pero también de las mujeres, pues su culto estaba asociado a antiguos rituales de origen sexual. El jardín de Flora, siempre abundante, representa además la diversidad presente en la Naturaleza.



Flora protagoniza también uno de los mitos relacionados con la comaternidad, no tan escasos como se cree. Se cuenta que Juno, esposa de Júpiter, deseaba tener un hijo sin la participación de su marido, pues este había engendrado a Minerva sin contar con ella. Para conseguirlo, pidió ayuda a Flora, quien, cortando una flor de su jardín y tocando con ella el vientre de Juno, logró que esta quedara embarazada. Así fue como ambas engendraron al dios Marte.


Aunque este dios suele asociarse a la guerra, los ritos más antiguos lo vinculan, sin embargo, a la fertilidad y la vegetación: no en vano, marzo, el mes dedicado a Marte, trae siempre las primeras flores de la primavera. Durante este mes, además, se celebraban las Matronalia, unas fiestas dedicadas a la maternidad y a las mujeres, donde se hacían ofrendas a Juno, protectora de los partos. Las Matronalia tenían lugar el 1 de marzo, fecha de nacimiento del dios Marte.


Encantada.

lunes, 26 de marzo de 2012

Medianoche


Nuestra casa está en penumbra. Sólo los arabescos de la lámpara de mi mesilla de noche iluminan tenuemente la pared. Echada sobre el lado izquierdo, leo un libro en silencio. Junto a mi espalda, escucho la respiración lenta y profunda de mi novia. A sus pies, nuestro gato se despierta agitado. Se incorpora y me mira con los ojos abiertos. Le lanzo un par de besos y sonrío. Él camina sobre nuestra cama y se hace un ovillo en el hueco de mis piernas. Mi novia gime levemente. Dejo el libro sobre la mesilla y alargo el brazo derecho para apagar la luz. Me sumerjo entre las sábanas, buscando su cuerpo. Nos encontramos en las formas sinuosas que separan el sueño de la vigilia. El gato vuelve a incorporarse y se deja caer del otro lado. El calor de su lomo atraviesa el edredón. Poco a poco, nuestras respiraciones se acompasan. Es casi medianoche cuando llega la calma, sigilosa y profunda. El refugio más cálido de la felicidad.

Imagen de aquí.

jueves, 8 de marzo de 2012

¡Feliz día de las MUJERES!


Hoy es el día de todas aquellas que son mujeres, a pesar de lo que diga la gente.
El día de todas las que se sienten felices, plenas, realizadas, armónicas.
El día que las que sufren soledad, discriminación, violencia, maltrato.
El día de las mujeres de todos los colores, edades, ideas.
De las mujeres de todos los precios.
Hoy es el día de las madres, de las hijas, de las abuelas, de las hermanas.
De las amigas, de las amantes, de las esposas.
Hoy es nuestro día, mujeres.
¡Disfrutadlo!

martes, 6 de marzo de 2012

Lenguaje no sexista


Todavía me cuesta creer que los miembros de la Real Academia Española hayan elegido precisamente esta semana para publicar un comunicado denostando el lenguaje no sexista. ¿No se les suponía cierto saber hacer social? Por algo son quienes deciden qué es culto y qué vulgar, qué formal y qué coloquial. Debe ser que, en ese universo paralelo en que habitan, ciertos movimiento sociales se quedan en molestos ecos lejanos, tan lejanos que son fáciles de ignorar.

Personalmente, empecé a oír hablar del lenguaje no sexista cuando estudiaba en la Universidad. Por aquel entonces, pensaba lo mismo que pensaba la mayor parte de mis profesores. Que una expresión del tipo "Los y las estudiantes deben indicar a sus profesores y profesoras si son alumnos o alumnas matriculados o matriculadas en su asignatura" resulta ciertamente engorrosa. Hoy todavía lo pienso; sin embargo, he conseguido ir más allá.

Quienes creen que la gramática habita en el mundo de las ideas platónicas se confunden. El lenguaje refleja el mundo, interacciona con él para crearlo y, sin determinarlo, contribuye a que lo percibamos en una determinada dirección. Yo logré comprenderlo cuando, por primera vez, una profesora se dirigió a la clase a la que asistía empleando un lenguaje no sexista. Puede que dijera "alumnos y alumnas", y puede que fuera engorroso; pero, inexplicablemente, me sentí llamada a participar como nunca antes lo había hecho.

Y eso que, como estudiante, nunca había dejado de sentirme parte de la clase. Hasta que llegué a la Universidad no sufrí discriminación por ser mujer y, cuando empecé a sufrirla, procuré enfrentarme a ella y demostrar que mi voz debía ser escuchada al mismo nivel que la de mis compañeros.

Pero nunca me había sentido parte de un grupo en la manera en que me sentí cuando me nombraron, a mí y a todas mis compañeras. Fue como entrar en otra dimensión: la de la plena existencia. Hoy procuro hacer lo mismo con mis alumnas y compruebo, satisfactoriamente, que ellas sienten la misma llamada que sentí yo.

Evidentemente, el lenguaje no sexista tiene por delante un camino muy largo. Aún debe encontrar los términos para nombrar una realidad compleja que, hasta ahora, la gramática ha preferido simplificar. Pero no por ello debemos negarle sus hallazgos, a veces sencillos, nada engorrosos. Mi preferido es el de la sustitución de "padres, madres, tutores y tutoras" por "familia". Hermoso, concreto y corto; sobre todo corto, que parece ser lo principal.

El lenguaje no sexista, además, obedece a una finalidad muy clara: la de acabar con la discriminación de la mujer en el aspecto gramatical. Puede que no evite que las mujeres sigamos sufriendo violencia física o percibiendo un sueldo inferior; puede que ni lo intente. Pero al menos procura luchar por lo que dice luchar: nombrarnos para darnos existencia, incorporarnos al lenguaje en situación de igualdad.

¿Es eso tan malo, tan denostable, tan bajo?
Según la opinión de la RAE, sí que lo es.

Encantada de no darles la razón.


Imagen de aquí.

martes, 28 de febrero de 2012

Una bofetada a tiempo... ¿de qué?


Al hilo de la entrada publicada por Núria y Luisa sobre el castigo físico como medio para educar a los niños, me permito dar mi opinión sobre el tema como niña criada a base de bofetadas "a tiempo".

Mi madre era de esas madres que solucionaba los conflictos con el "método" de la zapatilla. Si mi hermano pequeño y yo estábamos jugando y él empezaba a llorar porque algo no resultaba de su agrado, mi madre entraba en la habitación, nos arreaba tres o cuatro zapatillazos a cada uno, y se volvía a marchar. Nosotros nos quedábamos llorando durante un rato, cada uno en una punta del cuarto y, después, si todavía nos quedaban ganas, volvíamos a jugar.

Explicado así, de manera clara, directa y concisa, podría parecer que mi madre era una mujer que ejercía maltrato físico sobre sus hijos. Sin embargo, en la época en que me crie, el uso de "métodos educativos" semejantes era normal. Hoy en día, mis amigos y yo bromeamos muchas veces con el tema de la zapatilla, que no sólo actuaba para resolver los problemas entre hermanos, sino también para forzar nuestro comportamiento en la dirección que la zapatilla marcaba. Con esto quiero decir que mi experiencia no es excepcional.

Sin embargo, y creo que afortunadamente, yo no comparto la visión amable sobre la bofetada "a tiempo·". Sea porque lo he sufrido, o porque no defiendo ningún tipo de violencia, o tal vez porque tengo la suerte de conocer "métodos" alternativos, considero que el castigo físico sólo llega "a tiempo" de minar la autoestima de quien lo sufre, introducir un elemento de poder ilegítimo en una relación que debería basarse en el cariño y el respeto, y sembrar la semilla de la violencia en lo profundo del inconsciente emocional. Personalmente, además, guardo ciertos recuerdos asociados al castigo físico que confirman mi opinión.

Recuerdo a mi padre poniéndome de pie en la silla de la cocina, pegándome unos cuantos azotes y volviéndome a sentar para que me terminara el plato de comida. Recuerdo mi miedo, mi impotencia, el sentimiento de que algo se resquebrajaba entre nosotros y, por supuesto, recuerdo no haber probado ni un bocado más.

Recuerdo los pasos de mi madre acercándose por el pasillo antes de entrar en la habitación donde mi hermano y yo nos peleábamos. Recuerdo pedirle por favor que escuchara nuestras versiones de lo sucedido, segura de que existía una solución mejor, para conseguir tan sólo una nueva dosis de zapatilla, aderezada con la impotencia de siempre y una ingente cantidad de rencor.

Recuerdo también la última vez que mi madre me pegó. Tenía catorce años y le acababa de pegar una contestación típicamente adolescente. Y ella me la devolvió, estampándome una bofetada en la cara. Yo me marché a mi habitación. Había sentido en mi propio cuerpo la impotencia de mi madre y tenía absolutamente claro que era injusto que yo tuviera que pagarla así. Ella también lo sabía, y vino detrás de mí para pedirme perdón.

No creo que a mis padres les gustara pegarnos a mi hermano o a mí. Simplemente, continuaban una "tradición educativa" prestigiosa, aceptada y defendida por muchos, como lo sigue siendo por algunos hoy. Tampoco me considero una niña maltratada, al menos no más que cualquiera que haya recibido un castigo físico "moderado" durante su infancia.

Pero conozco los sentimientos que se movían entorno al castigo físico y sé que no son positivos para ninguna relación. Por eso no repetiría el modelo en el que me crie. El aprendizaje de la convivencia, del respeto, de las normas, de la colaboración, requiere otros métodos que promuevan también el entendimiento, el diálogo, el cariño y el perdón. La bofetada "a tiempo" no sólo no lo consigue, sino que actúa en contra, afectando no sólo al niño que la recibe, sino también al adulto en que ese niño se convertirá.

No soy madre, pero sí educadora, y estoy segura de que los conflictos que nos ayudan a crecer son los que se solucionan de manera constructiva, y que la impotencia es una emoción negativa que los adultos debemos aprender a gestionar de manera no violenta en todos los ámbitos de nuestra experiencia, incluyendo la educación de un menor.

Por eso estoy encantada de llegar a tiempo.
A tiempo de evitar la bofetada.


Imagen de aquí.

sábado, 25 de febrero de 2012

Confesiones de una máscara (I)


Confesiones de una máscara, del japonés Yukio Mishima, fue uno de los primeros libros de temática homosexual que leí. En él, se narra la infancia, la adolescencia y la primera juventud del protagonista, que va explicando de una manera muy vívida cómo descubrió que se sentía atraído por los hombres.

Gracias a esta novela, supe que algunas experiencias de mi pasado, que siempre había considerado "extrañas" y probablemente ajenas a las del resto de las personas de mi edad, podían ser similares a las vividas por una persona que nada tenía que ver conmigo, excepto porque ambos compartíamos la misma orientación sexual. Aquello me impactó vivamente, y resultó determinante en el proceso de descubrimiento de mi propia sexualidad.

Algunas de las sensaciones que se describen en la novela son muy generales. Durante muchos años, no les di demasiada importancia, al considerar que serían comunes a determinadas personas que no necesariamente tendrían nada en común, más allá de una determinada manera de experimentar la vida.

Sentía [...] algo parecido al deseo de experimentar un dolor penetrante, una pena que atormentara el cuerpo [...], una sensación de "tragedia", en el sentido más sensual de esta palabra. Cierta sensación parecida a la de "abnegación", cierta sensación de indiferencia, cierta sensación de intimidad con el peligro, una sensación semejante a la de la mezcla entre la nada y el poderío vital.

Y aunque todavía pienso que hay algo de verdad en ese pensamiento, también creo que ciertas sensaciones son en realidad una forma de intuición, un confuso runrún en la cabeza que intenta sugerirte que algo no va como te han dicho que debería ir.

Parecía que mi pena por estar enteramente excluido de aquello siempre se transformaba, en mis sueños, en pena hacia aquellas personas y su manera de vivir, y que intentaba compartir su existencia solamente como méritos de mi pena.

Si realmente era así, aquellas mal llamadas "cosas trágicas" de las que comenzaba a tener conciencia constituían solamente sombras proyectadas por los destellos de un presentimiento de una futura pena más dolorosa, de una exclusión aún más desoladora que todavía no se había producido.

No creo que a todas las personas homosexuales les haya pasado algo parecido, pero a mí, como a Yukio Mishima, me pasó. Cuando era pequeña, disfrutaba terriblemente jugando a ser una niña abandonada, huérfana, pobre. No me atraían nada otros juegos donde tuviera mucho dinero, o fuera una princesa, o una gran jefa de algo. A mí me gustaba jugar "a la tragedia", a la soledad, al destino aciago. Jugar a enfrentarme con todo ello para, finalmente, lograr superarlo.

Otra de las experiencias que sentí reflejada en esta novela fue la del nacimiento de la atracción sexual. Creo que, aunque en el plano afectivo me he sentido bastante perdida durante la mayor parte de mi vida, el objeto de mi deseo sexual me fue revelado desde el principio con gran claridad.

Bruscamente, puso sus guantes mojados por la nieve sobre mis mejillas. Me estremecí, echándome hacia atrás. Una primaria sensación carnal ardía en mi interior, marcando a fuegos mis mejillas. Mi di cuenta de que miraba a Omi con cristalina mirada [...].

Creo que ese fue el primer amor de mi vida. Y, si se me permite hablar con franqueza, diré que se trataba, sin duda alguna, de un amor íntimamente vinculado con los deseos carnales.

Para mi sorpresa, en este libro descubrí también la causa o, más precisamente, la excusa que yo misma me ponía para no dejar que aquellos primeros impulsos, tan puros y claros, cruzaran completamente el umbral de mi conciencia.

Pero, a pesar de ello, ya desde el principio, estos rudos gustos comportaban para mí una imposibilidad lógica, y a consecuencia de ella mis deseos jamás podrían convertirse en realidad. Como norma general, no hay nada más lógico que el impulso carnal. Pero, en mi caso, en cuanto comenzaba a compartir la compresión intelectual con una persona, mis deseos centrados en aquella persona se esfumaban.

Entiendo que esta experiencia no la comparten todas las personas homosexuales, afortunadamente. En mi caso, sin embargo, la posibilidad de relacionarme con una chica, las aficiones compartidas, la amistad, hacían que los deseos que pudiera haber albergado por ella desaparecieran de golpe. De este modo, nunca me enamoré de ninguna amiga, y mis impulsos sexuales, claros y sencillos, se transformaron en una suerte de fetichismo que sólo sentía hacia las chicas con las que no quería cruzar ni el saludo pues, por mucho que me gustasen, me resultaban invariablemente estúpidas.

Mi ciega adoración por Omi carecía de todo elemento de crítica consciente, y menos aún podía yo adoptar un punto de vista moral en lo que a él concernía. Y siempre que intentaba definir la amorfa masa de mi adoración mediante las limitaciones del análisis, aquella adoración desaparecía. [...] Se trataba de una actitud puramente inconsciente, de un incesante esfuerzo para protager mi pureza de catorce años del proceso de erosión.

¿Pudo aquello ser amor? [...] Lo menos que puedo decir es que mientras me encontraba en la escuela, principalmente durante una clase aburrida, no podía apartar la vista del perfil de Omi. ¿Qué más podía hacer cuando ignoraba que amar es buscar y ser buscado al mismo tiempo? Para mí, el amor era solo un diálogo de acertijos sin solución. Y, en lo tocante al espíritu de mi adoración, jamás imaginé que fuese algo que exigiera respuesta. [...]

Con esto no quiero decir que considerase que aquellos deseos míos que se apartaan del comportamiento generalmente aceptado fuesen normales y ortodoxos. Y tampoco quiero decir que viviera dominado por la falsa impresión de que mis amigos poseían las mismas tendencias que yo. [...] Jamás llegué siquiera a soñar que los deseos que Omi inspiraba en mí estuvieran en modo alguno relacionados con las realidad de mi "vida".

Las palabras de Yukio Mishima iluminaron una parte de mis recuerdos con las pormenorizadas descripciones de su impulsos más concretos; sin embargo, para mí, lo más significativo de esta novela seguirá siendo cómo logró poner palabras a lo más difuso de mi experiencia, a eso que siempre pensé que en realidad no era nada y que a nadie más le habría ocurrido.

[...] En mi infancia me sentía agobiado por una sensación de temor al pensar que llegaría a ser adulto, y la conciencia de que iba creciendo estuvo siempre acompañada de una extraña y penetrante inquietud. [...] Era más que inquietud, era una especia de convicción masoquista, una convicción tan firme que parecía basada en la revelación divina, una convicción que me obligaba a decirme a mí mismo: "Nunca serás como Omi".

(Continuará...).

martes, 14 de febrero de 2012

Contra el PP se vive mejor


Esta es una frase que me repito mucho últimamente, sobre todo cuando veo el telediario. "Contra el PP se vive mejor". Porque cuando gobierna quien tiene tus simpatías, o incluso tu voto, sufres una tensión constante ante cada declaración, ante cada norma. ¿Representarán (aunque sea mínimamente) mis valores? ¿Harán alguna barbaridad en mi nombre? Sin embargo, ahora que gobiernan "los otros", no espero nada, así que nada me resulta decepcionante. E incluso, en ocasiones, me llevo alguna que otra alegría. Como con las declaraciones del Ministro de Justicia sobre el Matrimonio Igualitario.

No nos engañemos: después de vivir tantos años bajo su mandato, sé de buena tinta que este hombre tiene muchos pies de los que cojear. Al contrario que a numerosos votantes de la oposición, a mí no me cae nada simpático. En Madrid estamos en la ruina gracias a él, los parquímetros nos acosan en cada esquina y ya es la tercera vez consecutiva que el Comité Olímpico nos va a decir que no. Todo un bochorno. Sin embargo, el señor Gallardón ha tenido sus aciertos a la hora de apoyar al colectivo LGTB.

Mi ejemplo más querido fue la creación del Programa de Información y Atención a Homosexuales y Transexuales de la Comunidad de Madrid. Un centro único en España que, para muchos madrileños y no madrileños, ha representado una primera bocanada de aire fresco en el infierno de la homofobia cotidiana.

Recuerdo perfectamente el día en que llamé. Había visto el número de teléfono en Internet y no me creaba ninguna confianza que perteneciera a la Comunidad de Madrid. Tenía mucho miedo a ser acogida entre sotanas que me tratasen de convencer de lo confundida que estaba. Porque realmente me sentía muy confundida, y aterrorizada, y no sabía a dónde acudir. Después descubrí que el Programa estaba gestionado por COGAM, que las sotanas brillaban por su ausencia y que allí me tenderían la mano que necesitaba para empezar a salir del agujero.

Así que hace ya tiempo que sé que el ahora Ministro simpatiza con nuestra causa. Como tantos otros miembros del PP. Como tantos de sus votantes. Pero claro, tienen que salvar la cara para "los otros", los que todavía viven en las cavernas. Y es una pena que decidieran salvarla con algo tan grave como un recurso ante el Tribunal Constitucional. En la situación actual, sin embargo, creo que cualquier gesto de complicidad es de agradecer, sobre todo viniendo de donde viene.

(Y todo esto a sabiendas de que Gallardón ha sido el alcalde que, aun habiendo oficiado bodas homosexuales, al menos desde el año pasado viene oficiando también el acoso y derribo a la celebración del Orgullo Gay).

Ojalá el TC resuelva pronto a nuestro favor y este tema nos deje por fin de preocupar. Mientras tanto, seguiremos agarrándonos a los guiños políticos, especialmente a los de "los otros", esos que oficialmente nos odian y que, en realidad, opinan de muchas maneras diferentes, como es natural.

Encantada.


Imagen de aquí.

sábado, 11 de febrero de 2012

30


30 años para llegar hasta aquí...
¡han merecido la pena!

Encantada.

Imagen de aquí.

viernes, 3 de febrero de 2012

El toreo NO es la causa de los toros


Hablando sobre las últimas declaraciones del ministro de educación acerca del toreo como bien cultural, una compañera de trabajo comentaba esta mañana que el argumento de que sin toreros no habría toros le había resultado bastante esclarecedor. Yo no le he contestado porque no me apetecía engancharme; pero, sinceramente, opino que ese argumento es de lo más tonto que hay.

¿Cómo pueden defender algunos que la explotación animal contribuye a la supervivencia de la misma especie a la que explota? ¿Es que acaso sin seres humanos no habría animales? ¿Contribuimos siquiera los humanos al mantenimiento de una biodiversidad que merezca mínimamente ese nombre? Y, sobre todo, ¿los ornitorriconcos siguen existiendo porque los asesinamos lentamente hiriéndolos con objetos punzantes mientras el público jalea y saca pañuelos blancos?

Si no explotásemos animales como los toros, las vacas, los cerdos o los pollos, no habría tantos. Afortunadamente. Porque la sobreabundancia de estos animales constituye un grave atentado contra el medio ambiente y la salud de otras especies, incluida la nuestra; además de resultar, como mínimo, éticamente cuestionable.



Pero los toros, las vacas, los cerdos o los pollos no desaparecerían como especie. O, al menos, no estarían más en peligro de extinción de lo que lo están muchas otras especies, la mayoría de ellas por nuestra causa. Con la protección necesaria, podrían sobrevivir en la Naturaleza, en grupos más o menos pequeños, respetando un equilibrio que nos beneficia a todos.

Es verdad que los ganaderos no invertirían el dinero que ahora invierten en su conservación; pero tampoco creo que lo estén invirtiendo actualmente en la conservación de los ornitorrincos. Por suerte, no es gracias a su dinero o a su interés por lo que se respeta el medio ambiente o se trabaja por proteger la biodiversidad. Existe un mundo más allá de la ganadería, la explotación o el asesinato; y somos muchas las personas que estamos orgullosas de crearlo cada día, de defenderlo y sostenerlo.

Lo que más me aterra es que las personas tendamos a asumir estos argumentos sin pasarlos lo más mínimo por el tamiz de la razón. Al fin y al cabo, ¿qué va a decir un ganadero? ¿Que torear está mal? ¿Qué va a decir un torero? ¿Que su trabajo se parece bastante al de un asesino en serie? Y aun así, algunos incluso lo admiten. Por fortuna, existen personas que son capaces de darse cuenta de que lo que hacían estaba mal.


Porque hay cosas que están mal. Que no deben hacerse. Ni en nombre de un derecho ni de nada.

Encantada de ser antitaurina... y vegetariana.

sábado, 28 de enero de 2012

El mismo matrimonio, la misma causa


Estos días he estado leyendo varias noticias y reportajes sobre el polémico nombramiento de la vicepresidenta como pregonera de la Semana Santa de Valladolid. Ni esta señora, ni el gobierno al que pertenece, ni la Semana Santa me generan simpatía alguna; pero el revuelo que se ha armado incide, una vez más, en el hecho de que el matrimonio civil, como matrimonio igualitario, representa una única causa que nos afecta por igual a todos los que lo consideramos como un derecho democrático básico.

Al arzobispo de turno no le parecía bien que la vicepresidenta pronunciase el pregón por un único motivo: estar casada por lo civil. Esta situación personal es suficiente para hacer de ella una persona poco "adecuada" para un honor tan elevado. Y no creo que, en este caso, sea la Iglesia católica quien haya metido la pata, pues considerar el matrimonio civil como "execrable" forma parte de su doctrina oficial, que amplía el apelativo a todo aquello que no cae bajo su jurisdicción. No en vano tienen el absoluto convencimiento de que pueden y deben regir al dedillo cualquier aspecto de la vida de las personas, católicas, creyentes, o no.

El problema es de quien piensa que la libertad de unos cuantos puede excluir la de otros tantos. Porque la libertad es como aquel genio atrapado en la botella, que una vez liberado no vuelve a plegarse a las constricciones de ningún señor. La libertad es libre, no puede existir para mí pero no para ti. Y el matrimonio civil, que en España escapó por primera vez de su botella en 1870, no ha hecho más que crecer y fortalecerse hasta ser la opción preferida por las parejas españolas, pasándose los designios divinos por el forro. La Iglesia católica lleva pataleando desde entonces, y lo seguirá haciendo hasta que acepte que la libertad, una vez liberada, no se puede volver a encerrar.

Desde que el matrimonio es matrimonio (una paradójica regulación de la vida íntima de dos personas a cambio de unos derechos que resultan necesarios), existe la causa del matrimonio igualitario: de la obtención, en fin, de los derechos a los que se aspira sin necesidad de plegarse a una regulación ilegítima del amor y la sexualidad entre personas que se sienten (y son) libres y autónomas. Desde su primer día de existencia, la lucha por superar las barreras de clase, raza, tutelaje, capacidad, creencias, sexo y género para amarse con la protección debida existe, y todos participamos de ella si lo hacemos del matrimonio civil.

Porque no se puede estar en misa y repicando,
Encantada.

Imagen aquí.

martes, 17 de enero de 2012

Aceptado


Hoy se lo he dicho a mi doctora: que ya lo he aceptado.

He aceptado que pongo un circo y me crecen los enanos.
He aceptado que no puedo dejar la medicación hasta que los enanos estén bajo control.
He aceptado que los enanos pertenecen a una especie difícilmente controlable.

Ella me ha dicho que no lo tengo nada fácil.
Y a mí me ha dado por reírme a carcajadas, en pleno subidón de euforia, por si ya se me había olvidado esa curiosa manifestación de la ansiedad.

Y así es, pero no pasa nada.
Seguimos adelante.

Encantada.

domingo, 15 de enero de 2012

Más que amigas


Hace tiempo que quería dedicar algunas entradas de mi blog a recomendar libros y, desde que se me ocurrió la idea, supe que el primer libro del que escribiría sería este: Más que amigas. Por si no lo conocéis, es un libro de autoayuda para lesbianas. Y fue el primero que leí.

Recuerdo perfectamente el día que lo compramos. Por aquel entonces acudía a mi primera terapia y mi novia solía acompañarme. Acababan de recomendarme la lectura del libro y, para que mi novia no se aburriera mientras me esperaba, se me ocurrió que podía ir a comprarlo. Además, en aquel tiempo ella solía jactarse de no tener ningún problema de autoaceptación, por lo que me pareció más fácil que lo comprase ella y no yo.

Cuando salí de la consulta, mi novia estaba esperándome en la puerta.

- ¿Qué tal?
- Bien, ¿y tú? ¿Has encontrado el libro?
- Sí...
- ...
- Pero tía...
-¿Qué?
- Que ya podías haberme avisado de lo que salía en la portada.
- ¿Y qué sale?
- ¡¡Dos tías besándose!!

Todavía me acuerdo de las risas que nos echamos mientras me contaba la vergüenza que había pasado al pagarlo, tratando de tapar la foto de la portada y poniendo cara de: "Es un encargo, ¿vale? ¡No es para mí!".

Más que amigas fue uno de aquellos libros que forré para leer en el metro, y que también leía en mi casa, escondida bajo el edredón y con el flexo casi metido en la cama. Nada más abrirlo, comprendí que estaba escrito para mujeres como yo, que acababan de descubrir que ser lesbianas era más que una posibilidad, y a las que se nos había venido el mundo encima por ello. Creo que nunca olvidaré cuánto lloré cuando leí el primer capítulo, donde se incluían unas breves historias más o menos prototípicas de mujeres lesbianas. Por primera vez, pude poner palabras donde hasta entonces sólo habían existido emociones que, aunque bien conocidas, nunca me había atrevido a verbalizar. Lo más revelador fue que, paradójicamente, aquellas palabras no las había escogido yo:

"Desde pequeña, Raquel supo que el mundo femenino no le resultaba tan atractivo como el masculino: en los cuentos, en los tebeos, en la televisión, quienes mejor se lo pasaban eran los chicos. Decidió entonces que sería como ellos porque era más divertido, así que empezó a jugar con sus compañeros de clase en lugar de relacionarse con las chicas. De forma inconsciente asimiló lo que tenía alrededor: se comportaba como los otros niños, incluso prefería vestirse como ellos. Pero cuando llegó la adolescencia, la presión del entorno la forzó a abandonar esas actividades y a tratar de ser más femenina".

"Cuando llegó a la adolescencia [...], [Sara] empezó a tener las mismas inquietudes y anhelos que el resto de sus compañeras. Pronto empezó a salir con chicos [...]. Años después, en la universidad, mantuvo una relación más estable con un chico, incluso tuvo relaciones sexuales con él, pero de alguna forma Sara no se sintió completa. Algo en su interior le decía que aquello no podía ser todo. [...] Decidió romper la relación con su novio porque ya no podía ocultarse por más tiempo que no estaba enamorada de él, que el sexo no era gratificante y que ella esperaba mucho más del amor. Sin saber muy bien cómo, empezó a pensar en la posibilidad de que le gustaran las mujeres. Ese pensamiento surgió de forma casi natural en su mente".

Gracias a Más que amigas comencé a aceptar que mi lesbianismo era algo más que un mal sueño del que no lograba despertar. Además, descubrí cosas curiosas (como que el clítoris tiene ramificaciones internas bastante profundas o que existe una técnica sexual llamada fist-fucking) y empecé a reflexionar sobre la experiencia homosexual y lo que la rodea (como la homofobia, el sexismo o la pluma).

He vuelto sobre este libro muchas veces. Algunas, en busca de consuelo. Otras, para recordar este o aquel dato. Las últimas, llena de ternura hacia mis propios subrayados y anotaciones, recordando miedos y conflictos que, afortunadamente, he podido superar.

Si os encontráis en esa fase de descubrimiento, o conocéis a alguna chica que la esté viviendo, os recomiendo leer este libro. Estoy segura de que no os va a decepcionar.

Para mí, siempre será un libro más que especial.

Encantada.

domingo, 1 de enero de 2012

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