lunes, 21 de mayo de 2012

Mi deseo de ser madre


La maternidad siempre ha sido uno de los pocos hitos en la vida de una mujer ante el que no he sentido rechazo. Cuando era pequeña, me horrorizaban ideas como tener un marido o casarme de blanco; pero tener hijos, no. Tener hijos siempre me pareció deseable.

De pequeña, sin embargo, sentía aversión hacia los muñecos que semejaban un bebé y hacia toda su parafernalia, especialmente si era de color rosa. Así que me formé una familia compuesta por peluches, que cumplían a la perfección su papel de vástagos. Mis peluches tenían edades diferentes y la mayoría se sabían cuidar solos, excepto un pequeño osito de color verde pistacho que me llevaba al colegio para poder tenerlo controlado.

Todos los días lo vestía y envolvía en una mantita de bebé (heredada de un nenuco que pasó por mis manos sin pena ni gloria), para después esconderlo en el fondo de mi mochila. No le contaba a nadie que me llevaba a mi pequeño a clase porque consideraba que eso a nadie le importaba. Lo único importante era que el osito tenía una madre trabajadora que conciliaba su vida familiar y laboral como mejor se le ocurría. Recuerdo perfectamente cómo abría mi mochila disimuladamente mientras el profe explicaba y me aseguraba de que mi osito estaba bien; satisfecha con la comprobación, continuaba atendiendo tranquilamente.

Durante la adolescencia, mi deseo de ser madre se vio exacerbado. Todos los chicos que me gustaban eran "los futuros padres de mis hijos". No existía película romántica para mí si al final no comían perdices y la chica se quedaba embarazada. Parte de mi identidad se fue forjando bajo la idea de formar "un equipo de fútbol". Deseaba estar embarazada, fantaseaba frecuentemente con ello, lo quería en mi vida cuanto antes. Mis amigas, conocedoras de estas ideas peregrinas, me tomaban por loca.

Yo también me tomé por loca el día que empecé a tener relaciones sexuales con mi ex-novio y el amor de madre se vio superado por el pánico a serlo. La idea de quedarme embarazada me aterraba, vivía cada retraso (imaginarios todos) con auténtica agonía y la posibilidad de tener un bebé mientras estudiaba me hizo plantearme por primera vez acudir al aborto, algo que hasta entonces había jurado que nunca haría. Por todo ello decidí que la maternidad estaba muy bien, sí, pero a su debido tiempo.

Mi nueva racionalidad, sin embargo, se rompió en mil pedazos cuando descubrí que era lesbiana. Fue tal el terremoto que sacudió mi existencia, tales los nuevos retos a los que debía enfrentarme sin preparación alguna, que la maternidad se vio forzosamente desplazada a un segundo plano. Recuerdo cómo una amiga de la infancia me preguntaba por aquel entonces si todavía quería ser madre. "¿Madre yo?", le respondí. "Lo dudo mucho".

A medida que las aguas han ido volviendo a su cauce, no obstante, la maternidad ha vuelto a llamar a mi puerta. Primero fue una llamada suave, un mero recordatorio de su posibilidad. Poco a poco, sin embargo, su voz se fue haciendo más fuerte; sus golpes en la puerta, también. Hasta que ha dejado de conformarse con esperar en el quicio, traspasando el umbral y gritándome en el oído que existe, que ha venido para quedarse y que no se piensa marchar.

Y aunque no es un buen momento para tener hijos, aunque mi mente sabe que aún habré de esperar; mi cuerpo lo busca, mi alma lo anhela y mi corazón no se conforma. Por ello he decidido iniciar el camino, dándole nombre primero, para no romperme por dentro ante la posibilidad de ser y no ser.

Como todos los caminos, se sabe cómo empieza, pero no dónde irá a parar.
Una incertidumbre que estoy dispuesta a asumir encantada.

domingo, 20 de mayo de 2012

Legalización del matrimonio igualitario en la UE


Navegando por la red me he encontrado con esta iniciativa de recogida de firmas para pedir la legalización del matrimonio igualitario en toda la Unión Europea. Tengo la sensación de que no es una iniciativa muy conocida, pues apenas ha recogido adhesiones; sin embargo, a mí me ha resultado interesante, así que he añadido mi firma. Si a ti también te lo parece, rellena la petición y ya tendremos otra más.

Encantada.

lunes, 14 de mayo de 2012

Cinco años ENCANTADA


Según se iba acercando el quinto aniversario de mi blog, me ha dado por hacerme la pregunta de cuántos años puede vivir uno de estos inventos. Durante este tiempo he visto nacer, crecer y extinguirse muchas otras bitácoras; algunas han cambiado varias veces de emplazamiento; otras han restringido su lectura; muchas languidecen. Y yo, que también he pensando en cambiar, que he languidecido durante meses, me cuestiono si un blog tiene fecha de caducidad, y si la tiene, a qué se debe.

Se me ocurren dos respuestas. La primera es que los blogs suelen ser temáticos. Un blog de cocina, de pintura, de encaje de bolillos... tiene fecha de caducidad porque la pasión por un solo tema termina decayendo. No es que una deje de interesarse por él, pero sí deja de apetecerle escribir sobre él. Yo misma me he hartado por momentos de escribir como lesbiana, y he pensado en restringirme y ampliarme, aunque finalmente haya desechado la idea.

Otra respuesta tiene que ver con el número de entradas que se publican. Algunas blogueras a las que leo escriben a un ritmo frenético; lo cual, desde el punto de vista de sus lectoras, es estupendo: siempre tienes algo nuevo que leer y comentar, toda una delicia. Si no lo haces, además, pierdes adeptas, e incluso recibes broncas: yo he llegado a encontrarme en mi correo con algún que otro email en el que se me llamaba la atención por tener desatendidas a mis seguidoras.

Sin embargo, ¿es posible mantener ese ritmo? Por lo que he podido observar en los blogs que sigo, la respuesta es que no. Es posible mantenerlo durante un tiempo, pero la mayoría de las blogueras hiperactivas (lo digo desde la admiración) o bien se toman descansos, o bien reducen el drásticamente el número de entradas que publican pasado un tiempo. Supongo que el furor bloguero tiene su momento: cuando yo empecé a escribir mi primer blog, casi todo lo que me pasaba me parecía apto para escribir una entrada; con el tiempo, sin embargo, me cansé de convertir cualquier experiencia en carne para blog.

No obstante, del mismo modo que encuentro respuestas para explicar por qué algunos blogs tienen sus días contados, también se me ocurren algunas claves para su supervivencia: elegir un tema amplio, permitir colaboraciones o incluso escribirlo entre varias personas, publicar con una frecuencia moderada y, sobre todo, el apoyo de los lectores. Esto último me parece un aspecto de gran relevancia, que daría para escribir otra entrada más.

En cualquier caso, ¿es mejor un blog porque el mero hecho de durar más años? Yo creo que no. Hay blogs que dejaron de publicarse hace tiempo y que atesoran un valor difícil de superar (como el blog de Cultura lesbiana, un punto de partida y encuentro para muchas de las que seguimos escribiendo por aquí). Igual que un libro tiene principio y final, ¿por qué no lo iba a tener un blog?

Y hablando del final, ¿tienen los blogs un número de entradas o caracteres limitados? ¿Existe un espacio disponible para cada blog, que pudiera llegar a ser completamente ocupado? A esto sí que no sé responder; considerando mi ritmo de publicación, creo que tardaría en comprobarlo por mí misma, al menos, otros cinco años más.

Encantada.

lunes, 30 de abril de 2012

El primer año GATUNO


Nuestro V ha cumplido ya su primer año gatuno. Como es un gatito callejero, no conocemos exactamente la fecha de su nacimiento; pero mi novia y yo hemos elegido un día aproximado que nos gustaba.

Dicen que los gatitos se "calman" cuando cumplen un año, pero V no parece seguir esta regla no escrita. A él le encanta correr, saltar, perseguir y morder peluches, maullar a los pájaros, olfatear todo lo desconocido...; pero, sobre todo, le gusta que juguemos con él varias veces al día. Así que, aparte de saber pedirnos comida o que le abramos una puerta, ha aprendido a exigirnos los ratitos de juego que, al parecer, le debemos.

En general, la experiencia de haber adoptado a V está siendo muy buena. Para mí es una alegría saber que nos está esperando cuando llegamos a casa, o que va a dormir a los pies de nuestra cama, o que si me levanto de noche porque no puedo dormir, él acompañará mis desvelos. Desde que vive con nosotras, nos hemos convertido en una familia interespecie que nos regala muchos momentos de felicidad.

El único (aunque importante) problema de convivencia que tenemos con V es que muerde. No es un gatito que arañe (aunque gasta unas uñas poderosas, porque no se las cortamos): él se arranca a bocados directamente cada vez que algo no es de su agrado.

Después de leer mucho sobre el tema, puedo asegurar que alrededor de un 20% de mordiscos son el resultado de unas ansias de juego no satisfechas. Es decir, que si no jugamos con él hasta la extenuación cada vez que nos lo pide (lo cual es imposible), se busca su propio entretenimiento, el cual suele consistir en acecharnos tras una puerta y mordernos en los tobillos y las piernas. Como estos mordiscos son una parte del juego, no suele hacernos daño; aunque a veces acabamos arrastrando un gato enganchado en la pierna por media casa.

Otro 20% de los mordiscos obedecen a lo que algunos expertos denominan los "desórdenes mentales" de los siameses. Como no he tenido otro gato de otra raza, no puedo saber si los siameses están mentalmente desordenados o no, pero hasta nuestro veterinario nos ha preguntado por ello, ya que, al parecer, estos gatos tienen una forma de ser un tanto "peculiar".

 Así que una puede estar sentada tan tranquila, a una distancia prudencial del gato y sin hacer nada en particular, cuando de repente, ¡zas!, V se te lanza a un brazo, te hace "el cangurito" (le pusimos este nombre tan mono cuando era pequeño, pero ahora deberíamos llamarlo algo así como "la muerte súbita", porque consiste en engancharte con los dientes, sujetarte con las uñas y cocearte con las patas traseras; vamos, que en un par de segundos te avía el brazo para un mes) y después se marcha tan tranquilo, como si no hubiera pasado nada. Desde luego, si esto no es la muestra de un frustración inconsciente, que baje Dios y lo vea.

Pero la mayor parte de los mordiscos (ese 60% que me he dejado para el final) están causados por el hecho de que mi novia y yo padecemos el "síndrome de Elvira". ¿Cómo? ¿Que todavía no conoces a Elvira...? Sí, mujer, sí, esta niña que es todo amor...


En fin, que nuestro V puede ser un manías y un cansino, pero también es verdad que lo tenemos agobiao. Me imagino el estrés que debe sentir cada vez que nos ve acercarnos con los brazos estirados y la voz de pito, pero es que... ¡es tan mono...! Que por muy amoratadas que tengamos las extremidades, no podemos dejar de volver a por más. Se podría pensar que no nos dolerá tanto cuando lo hacemos; pero no, duele, duele mucho, deja marca durante semanas... y seguimos haciéndolo. Patológico, lo sé: por algo lo hemos bautizado como el "síndrome de Elvira".

Supongo que, para que nosotras consideremos que V se ha "calmado", el pobre tendría que alcanzar el Nirvana.

Si algún día pasa, os aviso encantada.

jueves, 26 de abril de 2012

Las lesbianas son


Ayer vi en el telediario una noticia curiosa sobre Google. Al parecer, si ponías en el buscador "Los andaluces son" te aparecían una serie de frases, casi todas peyorativas y tópicas, que demostraban cuán extendido está el menosprecio hacia nuestros compatriotas. Así que había surgido una iniciativa en Internet para hacer búsquedas positivas en relación con los andaluces y así cambiar esta situación. Los periodistas habían repetido esta búsqueda con otras nacionalidades para descubrir nuevos tópicos, algunos de los cuales resultaban positivos.

Inspirada por la noticia, decidí entrar en Google para hacer mi propia búsqueda: "Las lesbianas son". Esperaba poder escribir después un artículo sobre los tópicos que se nos asociaban. Sin embargo, los segundos pasaban y el programa no completaba mi frase. "Las lesbianas son". Nada. Pensé que quizá "lesbiana" no era la palabra adecuada. "Las boll/yeras son". "Las tortilleras son". "Las marimachos son". "Las mujeres homosexuales son". "Las homosexuales son". "Lesbianas son". "Lesbianas". "Lesbiana". "Lesbian are". "A lesbian is". Y la más desesperada de todas: "Las lesbianas somos".

Pensé entonces que tal vez la noticia era un bulo, así que volví a empezar. "Los andaluces son". Y allí estaban las frases completas. Probé con otros términos. "Los gays son". "Los vegetarianos son". "Los profesores son". Había para todos, menos para nosotras.

La frase se completa, lo diga Google o no.

Las lesbianas son INVISIBLES.

Para nosotras no es un tópico, sino una realidad.

miércoles, 25 de abril de 2012

Flora


Comúnmente, Flora es conocida como la diosa romana de los jardines y las flores. Estas advocaciones hacen que sea considerada una diosa menor; sin embargo, su caso es un ejemplo más de la degradación progresiva de lo femenino que ha llevado y lleva a cabo el sistema patriarcal.


En origen, Flora era una diosa de la fertilidad y, como tal, tenía consagrada la primavera. Eternamente joven, Flora protegía la renovación de la vida a través de su poder sobre la fecundidad de la vegetación, pero también de las mujeres, pues su culto estaba asociado a antiguos rituales de origen sexual. El jardín de Flora, siempre abundante, representa además la diversidad presente en la Naturaleza.



Flora protagoniza también uno de los mitos relacionados con la comaternidad, no tan escasos como se cree. Se cuenta que Juno, esposa de Júpiter, deseaba tener un hijo sin la participación de su marido, pues este había engendrado a Minerva sin contar con ella. Para conseguirlo, pidió ayuda a Flora, quien, cortando una flor de su jardín y tocando con ella el vientre de Juno, logró que esta quedara embarazada. Así fue como ambas engendraron al dios Marte.


Aunque este dios suele asociarse a la guerra, los ritos más antiguos lo vinculan, sin embargo, a la fertilidad y la vegetación: no en vano, marzo, el mes dedicado a Marte, trae siempre las primeras flores de la primavera. Durante este mes, además, se celebraban las Matronalia, unas fiestas dedicadas a la maternidad y a las mujeres, donde se hacían ofrendas a Juno, protectora de los partos. Las Matronalia tenían lugar el 1 de marzo, fecha de nacimiento del dios Marte.


Encantada.

lunes, 26 de marzo de 2012

Medianoche


Nuestra casa está en penumbra. Sólo los arabescos de la lámpara de mi mesilla de noche iluminan tenuemente la pared. Echada sobre el lado izquierdo, leo un libro en silencio. Junto a mi espalda, escucho la respiración lenta y profunda de mi novia. A sus pies, nuestro gato se despierta agitado. Se incorpora y me mira con los ojos abiertos. Le lanzo un par de besos y sonrío. Él camina sobre nuestra cama y se hace un ovillo en el hueco de mis piernas. Mi novia gime levemente. Dejo el libro sobre la mesilla y alargo el brazo derecho para apagar la luz. Me sumerjo entre las sábanas, buscando su cuerpo. Nos encontramos en las formas sinuosas que separan el sueño de la vigilia. El gato vuelve a incorporarse y se deja caer del otro lado. El calor de su lomo atraviesa el edredón. Poco a poco, nuestras respiraciones se acompasan. Es casi medianoche cuando llega la calma, sigilosa y profunda. El refugio más cálido de la felicidad.

Imagen de aquí.

jueves, 8 de marzo de 2012

¡Feliz día de las MUJERES!


Hoy es el día de todas aquellas que son mujeres, a pesar de lo que diga la gente.
El día de todas las que se sienten felices, plenas, realizadas, armónicas.
El día que las que sufren soledad, discriminación, violencia, maltrato.
El día de las mujeres de todos los colores, edades, ideas.
De las mujeres de todos los precios.
Hoy es el día de las madres, de las hijas, de las abuelas, de las hermanas.
De las amigas, de las amantes, de las esposas.
Hoy es nuestro día, mujeres.
¡Disfrutadlo!

martes, 6 de marzo de 2012

Lenguaje no sexista


Todavía me cuesta creer que los miembros de la Real Academia Española hayan elegido precisamente esta semana para publicar un comunicado denostando el lenguaje no sexista. ¿No se les suponía cierto saber hacer social? Por algo son quienes deciden qué es culto y qué vulgar, qué formal y qué coloquial. Debe ser que, en ese universo paralelo en que habitan, ciertos movimiento sociales se quedan en molestos ecos lejanos, tan lejanos que son fáciles de ignorar.

Personalmente, empecé a oír hablar del lenguaje no sexista cuando estudiaba en la Universidad. Por aquel entonces, pensaba lo mismo que pensaba la mayor parte de mis profesores. Que una expresión del tipo "Los y las estudiantes deben indicar a sus profesores y profesoras si son alumnos o alumnas matriculados o matriculadas en su asignatura" resulta ciertamente engorrosa. Hoy todavía lo pienso; sin embargo, he conseguido ir más allá.

Quienes creen que la gramática habita en el mundo de las ideas platónicas se confunden. El lenguaje refleja el mundo, interacciona con él para crearlo y, sin determinarlo, contribuye a que lo percibamos en una determinada dirección. Yo logré comprenderlo cuando, por primera vez, una profesora se dirigió a la clase a la que asistía empleando un lenguaje no sexista. Puede que dijera "alumnos y alumnas", y puede que fuera engorroso; pero, inexplicablemente, me sentí llamada a participar como nunca antes lo había hecho.

Y eso que, como estudiante, nunca había dejado de sentirme parte de la clase. Hasta que llegué a la Universidad no sufrí discriminación por ser mujer y, cuando empecé a sufrirla, procuré enfrentarme a ella y demostrar que mi voz debía ser escuchada al mismo nivel que la de mis compañeros.

Pero nunca me había sentido parte de un grupo en la manera en que me sentí cuando me nombraron, a mí y a todas mis compañeras. Fue como entrar en otra dimensión: la de la plena existencia. Hoy procuro hacer lo mismo con mis alumnas y compruebo, satisfactoriamente, que ellas sienten la misma llamada que sentí yo.

Evidentemente, el lenguaje no sexista tiene por delante un camino muy largo. Aún debe encontrar los términos para nombrar una realidad compleja que, hasta ahora, la gramática ha preferido simplificar. Pero no por ello debemos negarle sus hallazgos, a veces sencillos, nada engorrosos. Mi preferido es el de la sustitución de "padres, madres, tutores y tutoras" por "familia". Hermoso, concreto y corto; sobre todo corto, que parece ser lo principal.

El lenguaje no sexista, además, obedece a una finalidad muy clara: la de acabar con la discriminación de la mujer en el aspecto gramatical. Puede que no evite que las mujeres sigamos sufriendo violencia física o percibiendo un sueldo inferior; puede que ni lo intente. Pero al menos procura luchar por lo que dice luchar: nombrarnos para darnos existencia, incorporarnos al lenguaje en situación de igualdad.

¿Es eso tan malo, tan denostable, tan bajo?
Según la opinión de la RAE, sí que lo es.

Encantada de no darles la razón.


Imagen de aquí.

martes, 28 de febrero de 2012

Una bofetada a tiempo... ¿de qué?


Al hilo de la entrada publicada por Núria y Luisa sobre el castigo físico como medio para educar a los niños, me permito dar mi opinión sobre el tema como niña criada a base de bofetadas "a tiempo".

Mi madre era de esas madres que solucionaba los conflictos con el "método" de la zapatilla. Si mi hermano pequeño y yo estábamos jugando y él empezaba a llorar porque algo no resultaba de su agrado, mi madre entraba en la habitación, nos arreaba tres o cuatro zapatillazos a cada uno, y se volvía a marchar. Nosotros nos quedábamos llorando durante un rato, cada uno en una punta del cuarto y, después, si todavía nos quedaban ganas, volvíamos a jugar.

Explicado así, de manera clara, directa y concisa, podría parecer que mi madre era una mujer que ejercía maltrato físico sobre sus hijos. Sin embargo, en la época en que me crie, el uso de "métodos educativos" semejantes era normal. Hoy en día, mis amigos y yo bromeamos muchas veces con el tema de la zapatilla, que no sólo actuaba para resolver los problemas entre hermanos, sino también para forzar nuestro comportamiento en la dirección que la zapatilla marcaba. Con esto quiero decir que mi experiencia no es excepcional.

Sin embargo, y creo que afortunadamente, yo no comparto la visión amable sobre la bofetada "a tiempo·". Sea porque lo he sufrido, o porque no defiendo ningún tipo de violencia, o tal vez porque tengo la suerte de conocer "métodos" alternativos, considero que el castigo físico sólo llega "a tiempo" de minar la autoestima de quien lo sufre, introducir un elemento de poder ilegítimo en una relación que debería basarse en el cariño y el respeto, y sembrar la semilla de la violencia en lo profundo del inconsciente emocional. Personalmente, además, guardo ciertos recuerdos asociados al castigo físico que confirman mi opinión.

Recuerdo a mi padre poniéndome de pie en la silla de la cocina, pegándome unos cuantos azotes y volviéndome a sentar para que me terminara el plato de comida. Recuerdo mi miedo, mi impotencia, el sentimiento de que algo se resquebrajaba entre nosotros y, por supuesto, recuerdo no haber probado ni un bocado más.

Recuerdo los pasos de mi madre acercándose por el pasillo antes de entrar en la habitación donde mi hermano y yo nos peleábamos. Recuerdo pedirle por favor que escuchara nuestras versiones de lo sucedido, segura de que existía una solución mejor, para conseguir tan sólo una nueva dosis de zapatilla, aderezada con la impotencia de siempre y una ingente cantidad de rencor.

Recuerdo también la última vez que mi madre me pegó. Tenía catorce años y le acababa de pegar una contestación típicamente adolescente. Y ella me la devolvió, estampándome una bofetada en la cara. Yo me marché a mi habitación. Había sentido en mi propio cuerpo la impotencia de mi madre y tenía absolutamente claro que era injusto que yo tuviera que pagarla así. Ella también lo sabía, y vino detrás de mí para pedirme perdón.

No creo que a mis padres les gustara pegarnos a mi hermano o a mí. Simplemente, continuaban una "tradición educativa" prestigiosa, aceptada y defendida por muchos, como lo sigue siendo por algunos hoy. Tampoco me considero una niña maltratada, al menos no más que cualquiera que haya recibido un castigo físico "moderado" durante su infancia.

Pero conozco los sentimientos que se movían entorno al castigo físico y sé que no son positivos para ninguna relación. Por eso no repetiría el modelo en el que me crie. El aprendizaje de la convivencia, del respeto, de las normas, de la colaboración, requiere otros métodos que promuevan también el entendimiento, el diálogo, el cariño y el perdón. La bofetada "a tiempo" no sólo no lo consigue, sino que actúa en contra, afectando no sólo al niño que la recibe, sino también al adulto en que ese niño se convertirá.

No soy madre, pero sí educadora, y estoy segura de que los conflictos que nos ayudan a crecer son los que se solucionan de manera constructiva, y que la impotencia es una emoción negativa que los adultos debemos aprender a gestionar de manera no violenta en todos los ámbitos de nuestra experiencia, incluyendo la educación de un menor.

Por eso estoy encantada de llegar a tiempo.
A tiempo de evitar la bofetada.


Imagen de aquí.

sábado, 25 de febrero de 2012

Confesiones de una máscara (I)


Confesiones de una máscara, del japonés Yukio Mishima, fue uno de los primeros libros de temática homosexual que leí. En él, se narra la infancia, la adolescencia y la primera juventud del protagonista, que va explicando de una manera muy vívida cómo descubrió que se sentía atraído por los hombres.

Gracias a esta novela, supe que algunas experiencias de mi pasado, que siempre había considerado "extrañas" y probablemente ajenas a las del resto de las personas de mi edad, podían ser similares a las vividas por una persona que nada tenía que ver conmigo, excepto porque ambos compartíamos la misma orientación sexual. Aquello me impactó vivamente, y resultó determinante en el proceso de descubrimiento de mi propia sexualidad.

Algunas de las sensaciones que se describen en la novela son muy generales. Durante muchos años, no les di demasiada importancia, al considerar que serían comunes a determinadas personas que no necesariamente tendrían nada en común, más allá de una determinada manera de experimentar la vida.

Sentía [...] algo parecido al deseo de experimentar un dolor penetrante, una pena que atormentara el cuerpo [...], una sensación de "tragedia", en el sentido más sensual de esta palabra. Cierta sensación parecida a la de "abnegación", cierta sensación de indiferencia, cierta sensación de intimidad con el peligro, una sensación semejante a la de la mezcla entre la nada y el poderío vital.

Y aunque todavía pienso que hay algo de verdad en ese pensamiento, también creo que ciertas sensaciones son en realidad una forma de intuición, un confuso runrún en la cabeza que intenta sugerirte que algo no va como te han dicho que debería ir.

Parecía que mi pena por estar enteramente excluido de aquello siempre se transformaba, en mis sueños, en pena hacia aquellas personas y su manera de vivir, y que intentaba compartir su existencia solamente como méritos de mi pena.

Si realmente era así, aquellas mal llamadas "cosas trágicas" de las que comenzaba a tener conciencia constituían solamente sombras proyectadas por los destellos de un presentimiento de una futura pena más dolorosa, de una exclusión aún más desoladora que todavía no se había producido.

No creo que a todas las personas homosexuales les haya pasado algo parecido, pero a mí, como a Yukio Mishima, me pasó. Cuando era pequeña, disfrutaba terriblemente jugando a ser una niña abandonada, huérfana, pobre. No me atraían nada otros juegos donde tuviera mucho dinero, o fuera una princesa, o una gran jefa de algo. A mí me gustaba jugar "a la tragedia", a la soledad, al destino aciago. Jugar a enfrentarme con todo ello para, finalmente, lograr superarlo.

Otra de las experiencias que sentí reflejada en esta novela fue la del nacimiento de la atracción sexual. Creo que, aunque en el plano afectivo me he sentido bastante perdida durante la mayor parte de mi vida, el objeto de mi deseo sexual me fue revelado desde el principio con gran claridad.

Bruscamente, puso sus guantes mojados por la nieve sobre mis mejillas. Me estremecí, echándome hacia atrás. Una primaria sensación carnal ardía en mi interior, marcando a fuegos mis mejillas. Mi di cuenta de que miraba a Omi con cristalina mirada [...].

Creo que ese fue el primer amor de mi vida. Y, si se me permite hablar con franqueza, diré que se trataba, sin duda alguna, de un amor íntimamente vinculado con los deseos carnales.

Para mi sorpresa, en este libro descubrí también la causa o, más precisamente, la excusa que yo misma me ponía para no dejar que aquellos primeros impulsos, tan puros y claros, cruzaran completamente el umbral de mi conciencia.

Pero, a pesar de ello, ya desde el principio, estos rudos gustos comportaban para mí una imposibilidad lógica, y a consecuencia de ella mis deseos jamás podrían convertirse en realidad. Como norma general, no hay nada más lógico que el impulso carnal. Pero, en mi caso, en cuanto comenzaba a compartir la compresión intelectual con una persona, mis deseos centrados en aquella persona se esfumaban.

Entiendo que esta experiencia no la comparten todas las personas homosexuales, afortunadamente. En mi caso, sin embargo, la posibilidad de relacionarme con una chica, las aficiones compartidas, la amistad, hacían que los deseos que pudiera haber albergado por ella desaparecieran de golpe. De este modo, nunca me enamoré de ninguna amiga, y mis impulsos sexuales, claros y sencillos, se transformaron en una suerte de fetichismo que sólo sentía hacia las chicas con las que no quería cruzar ni el saludo pues, por mucho que me gustasen, me resultaban invariablemente estúpidas.

Mi ciega adoración por Omi carecía de todo elemento de crítica consciente, y menos aún podía yo adoptar un punto de vista moral en lo que a él concernía. Y siempre que intentaba definir la amorfa masa de mi adoración mediante las limitaciones del análisis, aquella adoración desaparecía. [...] Se trataba de una actitud puramente inconsciente, de un incesante esfuerzo para protager mi pureza de catorce años del proceso de erosión.

¿Pudo aquello ser amor? [...] Lo menos que puedo decir es que mientras me encontraba en la escuela, principalmente durante una clase aburrida, no podía apartar la vista del perfil de Omi. ¿Qué más podía hacer cuando ignoraba que amar es buscar y ser buscado al mismo tiempo? Para mí, el amor era solo un diálogo de acertijos sin solución. Y, en lo tocante al espíritu de mi adoración, jamás imaginé que fuese algo que exigiera respuesta. [...]

Con esto no quiero decir que considerase que aquellos deseos míos que se apartaan del comportamiento generalmente aceptado fuesen normales y ortodoxos. Y tampoco quiero decir que viviera dominado por la falsa impresión de que mis amigos poseían las mismas tendencias que yo. [...] Jamás llegué siquiera a soñar que los deseos que Omi inspiraba en mí estuvieran en modo alguno relacionados con las realidad de mi "vida".

Las palabras de Yukio Mishima iluminaron una parte de mis recuerdos con las pormenorizadas descripciones de su impulsos más concretos; sin embargo, para mí, lo más significativo de esta novela seguirá siendo cómo logró poner palabras a lo más difuso de mi experiencia, a eso que siempre pensé que en realidad no era nada y que a nadie más le habría ocurrido.

[...] En mi infancia me sentía agobiado por una sensación de temor al pensar que llegaría a ser adulto, y la conciencia de que iba creciendo estuvo siempre acompañada de una extraña y penetrante inquietud. [...] Era más que inquietud, era una especia de convicción masoquista, una convicción tan firme que parecía basada en la revelación divina, una convicción que me obligaba a decirme a mí mismo: "Nunca serás como Omi".

(Continuará...).

martes, 14 de febrero de 2012

Contra el PP se vive mejor


Esta es una frase que me repito mucho últimamente, sobre todo cuando veo el telediario. "Contra el PP se vive mejor". Porque cuando gobierna quien tiene tus simpatías, o incluso tu voto, sufres una tensión constante ante cada declaración, ante cada norma. ¿Representarán (aunque sea mínimamente) mis valores? ¿Harán alguna barbaridad en mi nombre? Sin embargo, ahora que gobiernan "los otros", no espero nada, así que nada me resulta decepcionante. E incluso, en ocasiones, me llevo alguna que otra alegría. Como con las declaraciones del Ministro de Justicia sobre el Matrimonio Igualitario.

No nos engañemos: después de vivir tantos años bajo su mandato, sé de buena tinta que este hombre tiene muchos pies de los que cojear. Al contrario que a numerosos votantes de la oposición, a mí no me cae nada simpático. En Madrid estamos en la ruina gracias a él, los parquímetros nos acosan en cada esquina y ya es la tercera vez consecutiva que el Comité Olímpico nos va a decir que no. Todo un bochorno. Sin embargo, el señor Gallardón ha tenido sus aciertos a la hora de apoyar al colectivo LGTB.

Mi ejemplo más querido fue la creación del Programa de Información y Atención a Homosexuales y Transexuales de la Comunidad de Madrid. Un centro único en España que, para muchos madrileños y no madrileños, ha representado una primera bocanada de aire fresco en el infierno de la homofobia cotidiana.

Recuerdo perfectamente el día en que llamé. Había visto el número de teléfono en Internet y no me creaba ninguna confianza que perteneciera a la Comunidad de Madrid. Tenía mucho miedo a ser acogida entre sotanas que me tratasen de convencer de lo confundida que estaba. Porque realmente me sentía muy confundida, y aterrorizada, y no sabía a dónde acudir. Después descubrí que el Programa estaba gestionado por COGAM, que las sotanas brillaban por su ausencia y que allí me tenderían la mano que necesitaba para empezar a salir del agujero.

Así que hace ya tiempo que sé que el ahora Ministro simpatiza con nuestra causa. Como tantos otros miembros del PP. Como tantos de sus votantes. Pero claro, tienen que salvar la cara para "los otros", los que todavía viven en las cavernas. Y es una pena que decidieran salvarla con algo tan grave como un recurso ante el Tribunal Constitucional. En la situación actual, sin embargo, creo que cualquier gesto de complicidad es de agradecer, sobre todo viniendo de donde viene.

(Y todo esto a sabiendas de que Gallardón ha sido el alcalde que, aun habiendo oficiado bodas homosexuales, al menos desde el año pasado viene oficiando también el acoso y derribo a la celebración del Orgullo Gay).

Ojalá el TC resuelva pronto a nuestro favor y este tema nos deje por fin de preocupar. Mientras tanto, seguiremos agarrándonos a los guiños políticos, especialmente a los de "los otros", esos que oficialmente nos odian y que, en realidad, opinan de muchas maneras diferentes, como es natural.

Encantada.


Imagen de aquí.

sábado, 11 de febrero de 2012

30


30 años para llegar hasta aquí...
¡han merecido la pena!

Encantada.

Imagen de aquí.

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