viernes, 30 de diciembre de 2011

Terapia de pareja


Mi novia y yo acabamos de empezar una terapia de pareja. Hemos sobrevivido a un año de crisis intermitentes; pero, entre la supervivencia y la felicidad, hay algunos pasos que no somos capaces de dar solas.

Nuestro terapeuta es un hombre. Esto es algo nuevo para nosotras porque, hasta ahora, sólo habíamos asistido a terapia con mujeres. Sin embargo, teníamos muy buenas referencias y, después de dos sesiones, hemos confirmado que el género es menos importante que la profesionalidad.

Esta decisión, por sí sola, nos ha devuelto las ganas de estar juntas, de responsabilizarnos por nuestro día a día, de reconstruir nuestra vida en común. Nuestra corta experiencia, además, está siendo muy positiva: las dos estamos abiertas a la comunicación, a la reflexión, a la autocrítica. Y aunque tratamos temas difíciles, nuestras sesiones se llenan espontáneamente de complicidad y buen humor.

Estoy segura de que esta nueva experiencia nos hará mucho bien a las dos.

¡Encantada!

martes, 27 de diciembre de 2011

Nuestra propia BANDERA

Bandera lesbica


Me ha parecido muy interesante la propuesta de una bandera que simbolice el Orgullo Lésbico hecha hace unos meses desde LSBN. Creo que, como ellas mismas dicen, sigue la pauta de la bandera del Orgullo Gay y la del Bisexual, destacando los colores violeta y rosa que tantas veces nos identifican (Feminismo, lucha contra el cáncer de mama, etc.). El triángulo blanco, además, me parece una innovación muy interesante.

Ya sólo queda difundirla... ¡y yo lo hago encantada!

domingo, 25 de diciembre de 2011

Navidad sin dolor


En estos días no puedo dejar de pensar en lo diferentes que están siendo estas Navidades con respecto a las pasadas. Hace un año me encontraba de baja por ansiedad, tuve varias discusiones fuertes con mis padres, me sentía profundamente sola y desorientada, y cuando miraba hacia delante no veía más que miedo y sueños destrozados.

Estas Navidades, sin embargo, me siento contenta, animada, alegre. He visto cómo, durante los últimos nueve meses, muchas cosas han ido ocupando su lugar de manera natural. He podido reconstruirme, reconstruir lo que me rodea, reconstruir lo por venir, lo que vendrá. Vuelvo a saber quién soy, lo que quiero, lo que necesito y puedo pedirle a la vida. Vuelvo a sentir fuerza, seguridad, confianza. Vuelvo a VIVIR, en fin, con mayúsculas.

La Navidad me sigue pareciendo una época delicada cuya conveniencia debería replantearse. Pero he dejado de sufrir.

¡Y estoy encantada!

viernes, 23 de diciembre de 2011

La personalidad de V

V dormidito.
Antes de que V viniera a vivir con nosotras, yo ya pensaba que los animales de la misma especie eran distintos entre sí, a pesar de compartir un mismo instinto. Los perros, las vacas, los elefantes... pueden ser curiosos, nerviosos, valientes, cobardes, cariñosos, solitarios... y todos comparten una naturaleza parecida. Después de conocer a V, no me queda ninguna duda de que los animales no viven en un maremágnum de estímulos y respuestas indisolublemente asociados, sino en un universo rico en experiencias complejas. Como los seres humanos. Y, como nosotros, ellos también tienen su personalidad.

En el caso de V, se puede decir que es un gatito muy familiar. Le gusta estar siempre con nosotras, y cada vez que descubre que hemos cerrado una puerta, se planta delante de ella a maullar hasta que le abrimos. Corre a saludarnos cada vez que llegamos a casa, aunque estuviera profundamente dormido y venga estirándose y bostezando por el pasillo. También suele despedirnos cuando nos vamos, sobre todo cuando se va a quedar solo; entonces maúlla enfadado y se sienta frente a la puerta como si quisiera mostrarnos que está listo para venir con nosotras adonde sea. Además, no le suelen gustar las actividades que le excluyen, como leer o utilizar el ordenador; si llevamos mucho tiempo sin hacerle caso, se tumba encima del libro o del teclado y se pone panza arriba para que lo acariciemos. 

Uno de sus momentos preferidos para jugar: mientras hacemos la cama.
Pero V es también un gatito maniático y testarudo. Cuando ha cogido una postura para dormir la siesta con nosotras, le molesta enormemente que nos movamos, y nos lo hace saber a base de mordiscos. No le gusta beber agua que no esté limpia y cristalina, así que se puede tirar un día entero sin beber porque él mismo ha echado una croqueta de pienso en su cuenco. Es bastante común que nos mire atentamente mientras le limpiamos su arena, y que, cuando terminamos la operación, se meta sin remilgos en el arenero para hacer sus necesidades a lo grande. Tampoco le gusta que le prohibamos subirse o meterse en ningún sitio: se agarra fuertemente a donde puede y no se suelta ni aunque le tiremos de la cola. Si al final logramos moverle, se va enfadado y a los pocos segundo regresa para mordernos.

Convivir con V me ha permitido reafirmar gran parte de mis ideas acerca de los animales, y creo que cualquier persona que tenga una relación estrecha con uno de ellos no podrá negar que siente, que sueña, que piensa, que se comunica. Y que lo hace de una manera única, original e irrepetible; o, al menos, tan única, tan original y tan irrepetible como lo hacemos nosotros, los seres humanos.

Encantada de haberlo comprobado.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Subiendo con la MAREA


Siempre recordaré este curso como el del inicio de la MAREA VERDE, en la que tengo el orgullo de participar.

Durante estos meses, hemos llevado a cabo un sinfín de acciones en defensa de la Escuela Pública, la única que es de tod@s, la única que puede ser para tod@s. Asambleas, huelgas, manifestaciones, concentraciones, elaboración de carteles, trípticos, cartas, páginas web, blogs, recogida de firmas, denuncias, recursos de alzada, flashmobs, meriendas, donaciones de sangre, vídeos, cadenas humanas, maratones, conciertos, clases gratuitas al aire libre... Ha sido agotador, pero ha merecido la pena.

Porque luchar para defender aquello en lo que creemos siempre la merece.
Y la lucha continúa...

¡Encantada!

miércoles, 24 de agosto de 2011

Calisto

En mi empeño por mirar con otros ojos la mitología clásica, sigo buscando referentes lésbicos en una tradición que, curiosamente, abunda en relatos de amor entre hombres. Así, después de visitar el Museo del Prado hace unos días, recordé la historia de Calisto, una joven cazadora al servicio de la diosa Diana. 

Diana y Calisto por Jacopo Amigoni.

Entre todas las muchachas que formaban su cortejo, Calisto era la preferida de la diosa. Su extremada belleza, sin embargo, atrajo también la atención de Júpiter, el cual, con la apariencia de Diana, se acercó a Calisto cuando, tras una cacería, disfrutaba de su soledad en el bosque. A Calisto le agradaron los besos y los abrazos de la diosa; para cuando quiso darse cuenta de su error, ya era demasiado tarde: fue violada por Júpiter y, com prueba de la pérdida de su virginidad, se quedó embarazada.

Diana y Calisto por François Boucher.

El embarazo de Calisto fue descubierto por la diosa varios meses después, en el momento del baño. Al haber perdido su virginidad, Calisto fue expulsada del séquito de Diana. Posteriormente, es convertida en osa; para salvarla de ser cazada, Júpiter la catasteriza como la Osa Mayor. El hijo de ambos, Arcas, llegó a ser un gran rey y dio nombre a la región griega de la Arcadia.

Diana y Calisto por François Boucher.

En las obras de arte inspiradas en este mito, suele representarse a dos mujeres en actitud inequívocamente amorosa, como puede observarse en las pinturas que ilustran esta entrada. Sin embargo, los títulos de las obras hacen referencia, en su mayoría, a que la diosa Diana es en realidad el dios Júpiter, tal y como relata el mito. No obstante, creo que los artistas que eligieron este relato para sus obras no pretendían mostrar otra conquista más del dios, sino utilizar la mitología clásica como excusa para inmortalizar una escena de amor entre mujeres.

Diana y Calisto por Jean-Honoré Fragonard.

Por otro lado, es significativo que, en el mito, Júpiter eligiera precisamente la apariencia de la diosa Diana para no despertar las sospechas de Calisto. En algunas versiones, incluso, cuando el embarazo de Calisto es descubierto, esta acusa a la Diana por ello y le recrimina que se haga la sorprendida. De estos detalles podemos inferir que, aunque no hayan quedado relatos explícitos, seguramente circularon algunos en los que las diosas "vírgenes" como Diana o Atenea tenían relaciones amorosas con las mujeres que formaban su séquito.

Diana y Calisto por Gerrit van Honthorst.

Estos relatos, ninguneados por una tradición misógina (que no homófoba), pueden ser reclamados hoy como propios por las mujeres lesbianas.

Encantada.

jueves, 18 de agosto de 2011

Manifestación laica en Madrid


Ayer estuvimos en la manifestación laica de Madrid. Fue una manifestación concurrida y repleta de espíritu ciudadano. Lo que más me gustó fue sentirme unida a tantas personas con las que compartía emociones e ideas. Mucha gente (nosotras incluidas) había fabricado sus propias pancartas, con frases o ilustraciones que expresaban su opinión. Esto es algo que no había visto hasta ahora de manera tan general, y creo que es importante porque demuestra un cambio positivo a la hora de ejercer nuestros derechos como ciudadanas y ciudadanos.

La manifestación tardó muchísimo en salir de la plaza de Tirso de Molina. Lo cierto es que el recorrido era demasiado corto y estrecho para todas las personas que estábamos allí, pero no podía ser de otra manera, teniendo en cuenta que las calles principales de la ciudad estaban cortadas y reservadas para los actos de la JMJ. Después de mucho esperar, conseguimos ir avanzando, primero despacio y después con fluidez. Durante el recorrido, coreamos muchas proclamas, pero he de decir que las que más entusiasmo despertaban eran las relacionadas con el 15-M. Tras cruzar la plaza de Jacinto Benavente, la marcha volvió a reducir su velocidad, pero aun así, conseguimos llegar a la Puerta de Sol.

En Sol había mucha gente, pero afortunadamente quedaba espacio para los que todavía tenían que llegar. Nosotras paseamos un rato por la plaza, y después decidimos irnos a cenar. Eran cerca de las diez: el metro de Sol estaba cerrado, las calles que salían de la plaza estaban acordonadas por la policía, y sólo nos dejaron cruzar el cordón de la calle Alcalá después de deshacernos de nuestra pancarta. Por un momento sentimos bastante confusión, pensábamos que no nos iban a dejar pasar, hasta que una señora nos animó a no llevar señales identificativas para evitar agresiones (algo que me pareció sacado de una película de ciencia ficción, pero que no nos quedó más remedio que acatar). Al otro lado del cordón policial, cientos de peregrinos ondeaban sus banderas y exhibían sus credenciales.

Con gran acierto, decidimos cenar en un restaurante del barrio de Chueca, que estaba bastante tranquilo en comparación con la marabunta que se vivía en otras calles del centro. La cena fue agradable y copiosa, gracias a lo cual sobrevivimos a la odisea de volver a casa. El metro de Gran Vía también estaba cerrado por cordones policiales y tuvimos que buscarnos un itinerario alternativo. Pero la aventura no terminó ahí, pues los túneles, andenes y vagones de metro estaban abarrotados de peregrinos que cantaban, saltaban y empujaban sin apenas miramientos. Gran parte del viaje de vuelta lo hicimos aplastadas contra la pared por una mochila del JMJ cuyo dueño no tenía la menor intención de controlar.

Esta fue nuestra experiencia en la manifestación: lo que vimos, oímos, sentimos y pensamos durante la tarde y la noche de ayer. Hoy, en los medios de comunicación, he visto muchas cosas más, interpretadas desde varios puntos de vista, como no podía ser de otra manera. Desde luego, no es la primera manifestación a la que asisto donde se producen altercados en los que nunca me veo involucrada; tampoco creo que sea la única persona que ha tenido esta experiencia: como yo, seguro que miles de personas asistieron ayer a una manifestación pacífica y libre, donde se criticó la injustificable ostentación de la Iglesia Católica en un momento de dura crisis económica y humanitaria en todo el mundo. Para mí, eso fue lo principal.

Encantada de defender, una vez más, mi libertad de conciencia y expresión.

jueves, 11 de agosto de 2011

¡Ya somos pareja de hecho!


Después de firmar la hipoteca y de empadronarnos como pareja, mi novia y yo hemos dado el paso de inscribirnos en el registro de parejas de hecho de nuestro municipio. Queríamos tener un papel oficial que nos vinculara como pareja, por si en algún momento necesitábamos demostrar que lo éramos. Aunque estar registradas como tal apenas nos otorga ningún derecho más allá del puramente nominal, tampoco queríamos casarnos; por lo que, después de pensarlo durante varios meses, nos decidimos por este trámite.

Así que un mañana nos acercamos al Ayuntamiento para pedir información. Y la información que nos dieron fue una solicitud para inscribirnos en el registro. Como no había mucha gente, nos pareció bien rellenarla allí mismo, y apenas habíamos empezado a buscar un boli, cuando ya nos tocaba acecarnos a la mesa. El funcionario que nos atendió fue muy amable (y del club, creemos) y esperó a que cumplimentásemos nuestros datos mientras nos hacía unas fotocopias del DNI ("Esto no lo hacemos normalmente, pero..."). Después de entregarlo, nos dijo que en tres o cuatro días nos llamarían para firmar en el registro.

Y así fue. Nos presentamos de nuevo en el Ayuntamiento el mismo día en que nos avisaron. Aunque en teoría no era más que un trámite, nos pusimos medio guapas, y yo he de reconocer que estaba hecha un flan. Hasta me llevé la cámara de fotos, que más tarde decidí no usar ante lo burocrático de la situación.

Entramos en una oficina llena de mesas vacías. Durante unos minutos, dudamos entre quedarnos en el quicio de la puerta eternamente o entrar y buscar señales de vida. Afortudamente, por la puerta de enfrente entró una funcionaria y nos decidimos a seguirla. Ella nos condujo hasta la única trabajadora activa del lugar (y no, no era la hora del café), la cual, tras unos momentos de angustia existencial mientras buscaba nuestro expediente entre varios montones de papeles, nos pidió que lo firmásemos, nos entregó una copia metida en una carpetilla de color amarillo y nos despidió amablemente.

Cuando salimos por la puerta, nos sentimos profundamente decepcionadas. ¿Eso había sido todo? Ni siquiera necesitamos testigos, con la de veces que habíamos pensado a quién se lo pediríamos. En cualquier caso, ya éramos pareja de hecho, y nos fuimos a celebrarlo.

Supongo que si una desea algo más de parafernalia, aunque sea poca, se casa. Y como, por suerte, en nuestro país existe (de momento) el matrimonio igualitario, inscribirse en un registro de parejas de hecho queda para quien no quiere más que lo que hicimos nosotras; es decir, rellenar un papel.

Pero para mí, rellenar ese papel es algo simbólico. Se luchó mucho para que esta clase de registros existiera, y para que las parejas del mismo sexo pudiéramos hacer uso de ellos. En muchos países, además, ese papel es la única manera de vincularse legalmente como pareja; tan simbólico es, de hecho, que en la mayoría de los lugares, incluido nuestro municipio, ni siquiera se llama registro de "parejas", sino que tiene cualquier otro nombre, generalmente vacío de significado y ridículo.

De todas formas, yo estoy muy contenta de haberme inscrito junto con mi novia; es algo que quise hacer desde que me creía hetero, y para mí es una forma más de demostrar nuestro amor y de nombrarnos como lo que somos: una pareja compuesta por dos mujeres.

Encantada.

martes, 2 de agosto de 2011

Los efectos secundarios de mis antidepresivos


Yo soy una de esas personas a las que les encanta leer los prospectos de los medicamentos. Bueno, en realidad no me encanta: de hecho, he llegado a sufrir alguna que otra crisis de ansiedad moderada (dejé de sentir el dedo pulgar de la mano derecha) leyendo uno de ellos. Pero, a pesar de esto, lo hago. Leo los prospectos de mis medicamentos… y los de los demás.

Teniendo en cuenta esta experiencia prospectomedicamentil, me siento legitimada para decir que el prospecto de mis antidepresivos es uno de los más divertidos que he leído. Aparte de poderte morir de cualquier cosa, como con el resto de medicamentos, mis antidepresivos provocan una serie inverosímil de efectos secundarios. Lo peor es que, leyendo el prospecto, me di cuenta de que los más penosos… me estaban ocurriendo a mí.

Por ejemplo, la equimosis. ¿Que qué es la equimosis? Pues es lo que popularmente se viene conociendo como que te salgan moratones con el roce de una pluma. Yo no sé si tengo una tendencia previa a ello o no; pero desde que tomo los antidepresivos, mis extremidades parecen las de un niño de cuatro años. Tengo moratones de todos los tamaños, formas y colores; producto de golpes que, en general, no recuerdo. Esta situación, unida al hecho de tener un gatito que me muerde y araña cada día, hace que parezca Miguel de la Quadra-Salcedo sin haber pisado la selva. Menos mal que en los últimos días he ligado un poco de moreno, gracias a lo cual he logrado que mi aspecto prácticamente raye con la dignidad.

Otro efecto secundario que padezco son los bostezos. Dicho así no resulta muy traumático; pero en realidad es uno de los más peligrosos, sobre todo para mi vida social. ¿Que tu amiga del alma te está contando su último agravio amoroso? Tú bostezando tres veces por minuto. ¿Que la madre de un alumno conflictivo se te pone a llorar en la entrevista? Tú aprovechando la lagrimilla que te sale mientras tratas desesperadamente de reprimir los bostezos. ¿Que tu novia está a punto de llegar al orgasmo? Tú escondiendo la cara en su cuello para que no te vea abrir la boca. ¡Menos mal que este efecto secundario se suaviza con el tiempo! De lo contrario, a estas alturas del tratamiento no me quedarían ni amigas, ni trabajo, ni novia.

Continuando con la galería de los horrores, confesaré que también sufro de bruxismo. Este nombre tan curioso responde a lo que se conoce como rechinar de dientes, un trastorno que el prospecto incluye dentro de los efectos secundarios gastrointestinales. Lo mejor del asunto es que a mí ya me ocurría esto en sueños, pues no sólo me rechinaban los dientes, sino que sufría algo así como espasmos en la mandíbula. Pero no entremos en detalles. Sólo quiero dejar por escrito mi amarga queja ante el dolor de mandíbula crónico que arrastro gracias a la conjunción del rechine nocturno y los bostezos diurnos. La potencia de mi músculo mandibular batiría todos los récords.

Para terminar, mencionaré el último efecto secundario que he descubierto: la hipotensión postural, que consiste en una bajada de tensión brusca cuando se cambia de postura. Lo descubrí casualmente releyendo el prospecto después de haber estado a punto de caerme redonda varias veces mientras limpiaba el polvo. Durante semanas barajé varias opciones (un tumor cerebral, la vejez prematura, una anorexia vegetariana típica, etc.), pero gracias al prospecto de mis amores, hoy estoy bastante segura de que algo tan patético tiene que ser, por fuerza, un efecto secundario.

Evidentemente, también me encuentro muchos otros efectos, en su mayoría letales, que probablemente son fruto de mi imaginación (o no). El único que no me encuentro por ningún lado es el priapismo, una verdadera lástima que rebaja inmensamente el nivel de truculencia de este post.

Quien no se consuela, es porque no lee prospectos.
Encantada.

sábado, 30 de julio de 2011

Nuestras vacaciones en Lisboa

Este año, mi novia y yo nos hemos ido de vacaciones a Lisboa. Este destino era bastante especial porque nos habría gustado viajar a Portugal el primer verano que pasamos juntas. Sin embargo, después de todo lo que ocurrió cuando salí del armario con mis padres, consideramos más prudente posponer el viaje. Y el viaje estuvo pospuesto hasta ahora.

Claustro del Monasterio de los Jerónimos (Lisboa).

Por otra parte, era nuestro primer viaje juntas al extranjero. Aunque he de reconocer que no lo vivimos exactamente como tal, porque como muchos españoles, por más que sepamos y no nos disguste que así sea, sentimos que Portugal forma parte de España. Y no por anexionismo regio-católico o geopolítica estratégica; sino simplemente por cercanía. De muchos tipos.

Fuente de estilo mozárabe (Sintra).

Uno de esos tipos de cercanía es el idioma. Nosotras decidimos comprarnos un librito de portugués para aprender algunas frases y poder practicarlo. Al principio nos costó un poco: constantemente se nos escapaban el español o el inglés; por causas desconocidas, además, mi cerebro empezó a pensar en francés. Afortunadamente, una vez resuelto el babel mental, conseguimos soltar nuestras frasecitas y nos quedamos tan contentas. Creo que a los portugueses les gusta que nos esforcemos un poco en hablar su lengua, por más que se nos note a kilómetros que somos españoles y ellos terminen considerando más práctico hablar en la nuestra.

Torre de Belem (Lisboa).

En general, Lisboa y alrededores (Sintra, Estoril, Cascais) nos han gustado bastante. La capital es bastante manejable, lo que se agradece cuando eres turista: montas dos veces en el metro y ya te sientes lisboeta de toda la vida. Además, a mí me gustan mucho las ciudades que tienen agua cerca: el mar, un río, un lago… Y Lisboa tiene una mezcla de todo ello. Mi novia, por su parte, se queda con el ambiente evocador y nostálgico de las calles y palacios que visitamos. Y aunque las dos coincidimos en que pasear por Lisboa a ritmo de fado es una invitación casi irrechazable al suicidio, si consigues mantenerte dentro de los límites de cordura necesarios (lo cual no siempre es fácil), puedes atesorar un buen puñado de imágenes hermosas para el recuerdo.

Detalle del Palacio de Pena (Sintra).

Sin embargo, no todo en este viaje han sido playas y palacios. Mi novia y yo hemos sufrido una crisis que, a mi juicio, venía anunciándose desde hacía un tiempo. Este año ha sido muy duro para ambas, y a cada una nos ha salido el estrés emocional por donde buenamente ha encontrado una posibilidad de fuga. Pero como lo que no mata una relación la hace más fuerte (o la engorda), seguimos esforzándonos día a día porque la nuestra se considere cada vez más atlética (literal o eufemísticamente hablando).

"Estou apurado!" (Estación de metro de Cais do Sodré, Lisboa)

Para terminar, os confesaré que en Lisboa se me ocurrió la peregrina idea de adoptar un niño y/o una niña brasileños. ¿Por qué? No lo sé. Por un lado, porque me he enamorado locamente de la dulzura del portugués: me parece la lengua romance más hermosa que existe. Por otro, porque me quedé prendada de la belleza de muchos niños, niñas, jóvenes, mujeres y hombres de color (aún no sé cuál es la expresión más respetuosa para lo que quiero significar; se aceptan sugerencias), que en Portugal son ciudadanos de viejo cuño y, afortunadamente, los puedes encontrar en cualquier contexto (no como aquí). Y finalmente… quién sabe. Quizás sea una idea que ha nacido para quedarse, quizás no; en cualquier caso, me ha gustado pensar en ella. Me resulta moderadamente factible y me arranca una sonrisa de emoción cada vez que la vuelvo a retomar.

Castillo de los Moros (Sintra).

Os dejo algunas fotos y me dejo muchas más.

Encantada.

jueves, 14 de julio de 2011

Uno más en la FAMILIA

Hace poco más de un mes, la apacible vida familiar que hasta entonces llevábamos mi novia y yo se vio trastornada por la llegada de esta bolita:


Nuestra cuñada se lo encontró cerca de su Universidad. Se había quedado atrapado dentro de un tubo de aluminio y no paraba de maullar. Con gran riesgo para su integridad física (pues la bolita se defendía con uñas y dientes), decidió sacarlo y llevárselo a casa. Estaba sucio, asustado y muy muy hambriento.

Una vez a salvo, lo limpió cuidadosamente con una toalla húmeda y descubrió que su color no era tan oscuro como le hacía parecer la gran cantidad de mugre que llevaba encima: era un gatito siamés medio pelón al que todavía se le notaba la piel rosadita. En cuanto pudo, lo llevó al veterinario para que lo desparasitara, y este le dijo que tenía entre dos meses y dos meses y medio.

Mientras nuestra cuñada y el gatito vivían esta increíble aventura, yo leía un cuento para niños protagonizado por un perrito que viajaba a la Luna. Llevaba ya varios meses pensando en adoptar un perro o un gato, pero no conseguía decidirme por ninguno de los dos. El perrito que viajaba a la Luna, sin embargo, me ayudó a tener una cosa clara: fuera cual fuera la especie que adoptase, le pondría su nombre.

Al día siguiente, mi novia recibió una llamada de su hermano. "¿Queréis adoptar un gatito?". A ella le pareció una locura, pero yo no pude resistirme a plantearme la posibilidad de hacerlo. Todavía no tenía claro si quería adoptar un perro o un gato, pero me daba en la nariz que, ante mi exasperante indecisión, el destino iba a decidir por mí. "¿Sabes?", le dije. "Si adoptamos el gatito, ya tengo pensado un nombre".

Entonces nuestra cuñada decidió darnos un empujón: nos mandó un mensaje de texto con una foto de la bolita corriendo hacia la cámara. Y unas palabras que me licuaron el corazón: "Gatito busca mamás". "¡Dile que sí! ¡Dile que sí!". Aunque no tuviera ni idea de cómo cuidar a un gato, se me hacía imposible resistirme a tenerlo entre mis brazos.

Dos días después, cuando llegué a casa, escuché las voces de mis cuñados en el salón. Solté el bolso de golpe y atravesé el pasillo corriendo. La bolita ya estaba allí. Me senté en el sofá y nuestra cuñada me la puso en el regazo. Yo lo acaricié, él me maulló y se quedó dormido. Mi novia y yo intercambiamos una mirada sonriente.

Habíamos adoptado a V.

Y aunque a nadie le guste el nombre que le he puesto, yo sé que ambos (el gatito y su nombre) vinieron a mí.

Encantada.

martes, 5 de julio de 2011

Esta vez NO


Esta vez NO hemos ido a la manifestación del Orgullo. La decisión estaba casi tomada después de sufrir en nuestras propias carnes la desorganización del año pasado, que es, básicamente, la desorganización del anterior, lodo que sale del barro desorganizativo del fatídico Europride. Cuando terminamos el recorrido del año pasado, mi novia lo dejó bien claro: "Yo el año que viene no vuelvo". Y lo siguió diciendo hasta que llegó el Orgullo del día 2.

Por mi parte, he de decir que me he pasado un año inmersa en el mar de la duda. Creo que la manifestación del Orgullo es una ocasión importante para reivindicar nuestros derechos y demostrar nuestra fuerza, además de darnos a ver y a conocer a todos aquellos que deseen ver y conocer la cara de nadie que tiene una persona LGBT. En general, me considero bastante comprometida, suelo acudir a diversas concentraciones y manifestaciones de causas que me atañen directamente o que considero justas; así que esta manifestación no podía ser menos, sino todo lo contrario.

Pero de un tiempo a esta parte he ido dejando de sentirme identificada con ella. Me explico: siempre ha habido elementos que no sentía representativos de lo que yo soy o siento; sin embargo, no sólo no me han impedido sentirme identificada globalmente con el Orgullo, sino que me han enseñado a conocer lo diferente dentro de lo diferente, a aprender a respetarlo como muestra de la diversidad, y a fundamentar más razonadamente unas ideas críticas hacia esos elementos que pecaban, en muchos sentidos, de prejuiciosas.

La falta de identificación que siento es, por tanto, más profunda. Eso no quiere decir que mi compromismo con la diversidad sexual esté en horas bajas; todo lo contrario: actualmente creo que es más fuerte y extenso que nunca. El problema radica más en el modo de expresión: probablemente necesite encontrar otras maneras de manifestarme por nuestros derechos y nuestra visibilidad, de mostrarme ante la sociedad como ciudadana injustamente discriminada, de abrir el camino para todos los que vienen detrás y que, actualmente, sufren una represión mucho más seria de lo que yo nunca lograré siquiera imaginar. Esta es mi postura y no he sentido que el Orgullo de este año fuera la manera de exteriorizarla.

No obstante, quiero dejar bien claro que considero esta decisión como algo coyuntural. No pretendo dejar de ir al Orgullo para siempre, ni defiendo que los demás sigan mis pasos; nada más lejos de mi intención. Simplemente, me parecía importante expresar que, esta vez, he necesitado parar, dejar de asistir y reflexionar para encontrar otras vías (que pueden ser las mismas, pero desde otra perspectiva) de hacer lo que llevo haciendo tantos años llena de orgullo y convicción.

En cualquier caso, creo que esta reflexión es importante para todos. No necesariamente en el sentido en el que yo la he hecho, pero sí sobre el Orgullo como reivindicación y los ataques más o menos velados que está sufriendo. A mí ya lleva tiempo pareciéndome que la falta de seguridad, organización y masificación inenarrable es un reguero de pólvora que alguien ha ido echando sobre nuestra reivindicación en espera de que prenda solo, para así tener la excusa perfecta con la que acabar con ella. Y como nuestros ángeles de la guarda deben redoblar ese día sus esfuerzos (porque, insisto, no sé cómo todavía no ha pasado nada grave, y que conste que yo no sufro agorafobia ni nada por el estilo), esta vez han pasado a la acción de manera más directa: me quedo sin palabras ante la peregrina excusa que han encontrado para prohibir los conciertos en la Plaza de Chueca, y la inclasificable "solución" que ha apoyado la organización para continuar con los mismos conciertos, pero en su versión silenciosa. Algo huele a podrido en el Orgullo madrileño, y como no nos pongamos las pilas rápido, el hedor acabará siendo insoportable.

Por eso mi compromiso es cada día más fuerte, y por eso esta vez he necesitado andar dos pasos hacia atrás y volver a mirar hacia delante con un poco más de perspectiva.

Encantada y orgullosa, como siempre.

lunes, 4 de julio de 2011

Memoria


Después de completar varias memorias institucionales, inútiles en su mayor parte, he decidido aprovechar el tirón y escribir mi memoria personal de este curso.

A simple vista, resulta casi obligatorio colgarle la etiqueta de "difícil". Lo supuse desde que empezó, y por eso decidí plantarme en la consulta de la psicóloga el mismo día 1 de septiembre, con la idea de prevenir lo que, sin embargo, ya sólo se podía curar. Llevaba varios meses sufriendo cierta ansiedad, pero en el verano se desbocó como una yegua salvaje, y entendí que sería imposible domarla solo con las estrategias que conocía y que venían fallando reiteradamente.

A pesar de que me las prometía felices, la terapia sacó a la superficie numerosas emociones sobre las que llevaba años esparciendo paladas de cal. Mi cuerpo no pudo resistirlo y acabé sufriendo una crisis que me obligó a estar un mes de baja, seguido de una larga y costosa reincorporación a la "normalidad", en la que todavía me encuentro.

La necesidad de estar medicada y la inesperada baja laboral, unidas a las histriónicas formas que tomó mi ansiedad, destrozaron por completo lo que quedaba de mi autoestima, convenciéndome de que ese yo aletargado, incapaz y hundido era mi verdadero yo. Durante semanas pensé que iba a quedar "así", que ya nunca más sería capaz de levantarme por las mañanas, ni de tener ilusiones, planear o disfrutar de la vida. Sentía que me había perdido por completo, que había caído en un agujero negro sin salida.

Con el paso de los meses, no obstante, fui recuperándome de una manera espectacular. No sólo he vuelto a ser como creía que era, sino que he recuperado un yo que había aprendido a considerar imaginario, un recuerdo fugaz perdido entre los años que ya no tenía esperanzas de volver a vivir.

La doctora me confirmó que muchos pacientes decían sentirse de esa manera, porque la depresión a veces se presenta de manera muy paulatina, te va hundiendo lentamente hasta que te pierdes, y cuando aciertas a recuperarte, descubres con tremendo horror que llevabas muchos años sufriendo una enfermedad callada que estaba a punto de hervirte viva cual rana cocida a fuego lento.

Pero esta es solo una parte del curso. Y es que también ha estado plagado de experiencias positivas: ha sido el año en que he sentido mayor conexión con mis alumnos, y en el que he recibido más regalos de su parte; he recuperado la dieta vegetariana y con ello una parte importante de mi forma de concebir la vida; he plantado cara a mis padres como nunca antes lo había hecho y he empezado a salir del armario con el resto de mi familia; he tenido el placer de compartir unos meses de trabajo con una compañera abiertamente lesbiana que me ha ayudado a superar muchos de mis miedos; estoy aprendiendo a manejar otros problemas de mi vida que nada tienen que ver con mi lesbianismo y que, precisamente por eso, habían quedado en un segundo plano durante años; he vuelto a montar en bici y a disfrutar con ello; he sentido intensamente el amor de mi novia, de mis amigos, de mis compañeros de trabajo.

Así que este curso no merece quedarse con el apelativo de "difícil"; parece más justo considerarlo "complejo", "intenso", "lleno de contrastes", incluso "extremo". Y como seguramente lo bueno no habría venido sin lo malo, me comprometo a guardar un buen recuerdo de esta bajada a los infiernos, cuya subida voy realizando sin mirar atrás, para no dejarme nada por el camino.

Encantada.

lunes, 30 de mayo de 2011

La asamblea posible


El sábado pasado asistimos a la asamblea del movimiento 15 de mayo en nuestro municipio. Ni el calor abrasador, ni la inexperiencia, ni la votaciones sobre las votaciones le restaron un ápice de emoción al evento.

Lo que más me gustó fue comprobar que el sistema de organización asambleario es posible. Y que las personas que vivimos en nuestra sociedad, teóricamente tan polarizada, podemos tomar decisiones por consenso con una facilidad pasmosa. Sólo es necesario saber escuchar y tener un poco de paciencia para que lo que parece imposible a juzgar por el comportamiento de nuestros políticos se haga realidad.

Yo siempre había creído en este sistema, y siempre me habían hecho creer que era una utopía. Sin embargo, ahora que lo he visto con mis propios ojos, ahora que he comprobado su eficacia y su belleza, no pienso renunciar a él. Se acabó para mí la democracia representativa. ¡Democracia participativa YA!

Encantada... ¡y llena de esperanza!

lunes, 23 de mayo de 2011

Una represión invisible


"Si las mujeres no fueron encarceladas durante el franquismo es, simplemente, porque no eran los poderes públicos los encargados de velar por la moralidad de las mujeres. [...] Las mujeres dependían de sus padres, de sus hermanos, de sus maridos, y la represión que el círculo familiar ejercía sobre la vida y la sexualidad de estas se circunscribía al ámbito privado, aunque no por esto era menos terrible".
Beatriz Gimeno, en su Introducción a Primeras caricias.

Desde que hace algunos días leí este fragmento, no paro de darle vueltas. Cuanto más pienso sobre él, más me remueve por dentro, pretendiendo explicar un aspecto doloroso de mi vida que me siento incapaz de transmitir con mis propias palabras. Tras numerosas lecturas, no obstante, me atrevo a concluir que la clave está en el término "represión".

Represión. ¿Qué nos viene a la cabeza cuando escuchamos esta palabra? A mí me vienen a la mente las imágenes terroríficas de las personas secuestradas, torturadas y ajusticiadas impunemente por las dictaduras contemporáneas. Veo fotografías en blanco y negro, hombres vestidos de pana con gafas de pasta, mujeres con falda y pelo largo, militares con unas enormes botas de cuero a quienes resulta difícil distinguirles la cara.

La definición de la palabra en el diccionario está conmigo: "Acto, o conjunto de actos, ordinariamente desde el poder, para contener, detener o castigar con violencia actuaciones políticas o sociales".

Desde el poder. ¿Quién ejerce el poder sobre las mujeres? ¿Quién detiene, contiene o castiga con violencia? De pronto descubro, atónita, que los poderes públicos no tienen a las mujeres entre sus objetivos represores porque no es necesario. Porque los círculos familiares, formados por hombres pero también, y sobre todo, por otras mujeres, se encargan de hacer el trabajo sucio.

Tanto tiempo preparándome para luchar contra unos poderes etéreos, para descubrir que el verdadero represor tiene un cuerpo conocido, lleva mis apellidos, y dice, como los otros, como los que no muestran su rostro, que todo lo que hace lo hace por mi bien.

Yo he sufrido y sufro represión. Una represión minuciosamente orquestada, devastadora y constante. Una tortura que horada mi cuerpo y mi alma a través de esa pequeña gota de agua que cae siempre en el mismo punto, volviéndome loca, agujereando las defensas que velaban por mis aspectos más preciosos, las mismas que debieron resultar infranqueables.

Yo he sufrido y sufro represión, pero nunca emplearía esa palabra para nombrarla, porque no se ajusta a mis imágenes mentales. No he sentido botas de cuero sobre mi pecho, no he salido en ninguna fotografía, pero he sido secuestrada en mi propio cuerpo, torturada con miradas, gestos, acciones y palabras, parcialmente ajusticiada a través de una depresión que, día a día, durante años, se ha enseñoreado de mi alma.

No puedo quejarme a ningún gobierno, no recibiré ningún tipo de compensación. Lucharé, asumiré y superaré esta represión (la otra, la nuestra) desde el agujero negro del anonimato personal y social donde muchas acabamos sumidas, incapaces de mostrar una realidad que resulta invisible para los objetivos de lo relevante, de lo histórica y socialmente representativo.

Y sin embargo, el poder reprime las acciones que son consideradas políticas o sociales. ¿Reivindicar nuestra autonomía personal es una acción política? ¿La intimidad de nuestros dormitorios es un hecho social? ¿Reprimirían los círculos familiares con igual fuerza lo exclusivamente individual o personal...?

Empiezo a comprender.
Encantada.

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